CAPÃ?TULO VI
EN LAS CERCANÃ?AS DEL Everest
Llegaron a Tingri el 19 de junio; desde allà podrÃan iniciar con eficacia sus tareas de reconocimiento. Emplearon exactamente un mes en el viaje desde Darjiling Â?mucho más de lo que se necesita para llegar a Darjiling desde LondresÂ?, pues era muy largo el rodeo que dieron para evitar el Estado del Nepal. Pero las marchas a través del Tibet aclimataban a los exploradores para mayores altitudes. Desde una montaña que se eleva tras de Tingri pudieron contemplar el magnÃfico panorama de la otra parte de la llanura: el Everest, situado a setenta kilómetros, asà como los majestuosos picachos que se yerguen a Occidente, entre ellos los dos gigantes mellizos: el Cho Uyo (8,194 metros) y el Gyachungkang (7,926 metros).
Sin embargo, aún se interponÃan cordilleras, pues las cumbres himalayas no suelen surgir aisladas. El problema de Mallory era difÃcil de veras. Se hallaba entonces en el lado occidental de la sierra del nordeste que constituÃa su meta. Miraba desde un punto opuesto a Darjiling Â?desde donde antes la habÃa contempladoÂ? y debÃa descubrir una ruta para la ascensión, arrancando de ese lado noroeste, y observar si existÃa un paso hacia la cumbre, mejor que la sierra nordeste. Acaso sólo habrÃa abismos y cascadas de hielo y Â?como le ocurrió al duque de los Abruzzos con el picacho K2Â? tal vez el Everest, por su naturaleza fÃsica, resultarÃa inaccesible, aparte los efectos de la extraordinaria altitud. Tales eran los enigmas que debÃa descifrar Mallory al llegar más cerca de la montaña. Su tarea inmediata consistÃa en buscar algún valle que le permitiera aproximarse a ella. Tal vez no serÃa fácil encontrarlo, pues frente a los exploradores se extendÃa un laberinto de montañas y, estando entonces en la estación de los monzones, el propio Everest solÃa permanecer oculto.
Tingri resultó una excelente base de operaciones. Mallory y Bullock partieron de allà el 23 de junio, para encaminarse directamente al Everest, mientras el resto del grupo, incluyendo a Wollaston, se dedicaba a sus peculiares tareas: cartografÃa, geologÃa e historia natural. Los que debÃan efectuar la ascensión se hicieron acompañar por dieciséis de los mejores peones y un sirdar o jefe; enterados de la existencia de un largo valle, que conducÃa al Everest, allà se dirigieron. Tras cruzar una cordillera, llegaron al valle de Rongbuk, lo remontaron y el 26 de julio alcanzaron la punta del glaciar que da origen al rÃo y pudieron contemplar toda la mole del Everest, sólo a una distancia de veinticinco kilómetros: la amplia ruta del glaciar ascendÃa directamente hacia la codiciada montaña.
Vista de cerca, ¿cómo era? Eso es lo que muchos desearon saber y lo que Mallory y Bullock pudieron ver entonces por sà mismos y con toda calma. El primer rasgo digno de nota es el carácter amplio y sencillo de su perfil. No se observa en el Everest las suaves ondulaciones de esas montañas nevadas que poseen blanca caperuza y heladas vertientes, pero tampoco es un abrupto picacho, cruzado por gargantas, con escarbadas crestas y agujas. Es, en realidad, una prodigiosa masa orográfica �una titánica roca� revestida de una leve capa de blancura, que desaparece en sus flancos; solo ostenta nieves perpetuas en los declives menos pronunciados y en ciertos amplios trechos no tan escarpados como el resto de la montaña. En conjunto, su perfil es relativamente suave, pues son horizontales sus estratificaciones; una gran faja amarilla se destaca claramente en la mitad del gigantesco muro. Esta circunstancia parece prestar más solidez y volumen a su enorme base.
Desde el punto de observación donde se hallaba Mallory se ofrecÃan a su vista dos sierras de forma atrevida y precisa: una de ellas era la nordeste (que ya pudieron ver desde las cercanÃas de Darjiling y desde Khamba Dzong) la otra era la noroeste. Entre ambas se erguÃa la imponente cara norte del Everest, cuyas abruptas vertientes morÃan en el glaciar Rongbuk.
El sitio donde acampaba Mallory Â?allà se alzó más tarde el principal campamento de la expediciónÂ? se hallaba a 5,032 metros sobre el nivel del mar; los exploradores habÃan realizado, pues, la mitad de la altura de la montaña. Ã?sta no tenÃa un aspecto de gigantesca altitud, como lo tendrá, sin duda, en su vertiente meridional o como el Kangchenyonga contemplado desde Darjiling. No se erguÃa a más de 3,900 metros sobre el nivel del campamento; parecÃa, por lo tanto, de magnitud aproximada a la del Mont Blanc. Pero no hallarÃamos en éste el aspecto de austeridad peculiar del Everest. Entre la sierra y el campamento no habÃa ninguna habitación humana, ningún árbol, ni una sola pradera; apenas respiraba allà un ser vivo. Todo eran ceñudas rocas, nieve y glaciares. No soplaba en aquel pasaje la agradable brisa de los valles. Aun en el campamento, situado precisamente en un valle, y en pleno verano, el viento era furioso y atrozmente frÃo.
Mallory tenÃa ante sà la montaña y una ruta accesible: el mismo glaciar les permitirÃa alcanzarla. Sin descansar ni un solo dÃa, emprendió la marcha glaciar arriba, deseoso de encontrar un paso hacia las alturas de la sierra nordeste, que durante largo tiempo habÃa sido objeto de sus reflexiones. La noroeste tal como la veÃa entonces, era tan escarpada en las cercanÃas de la cumbre que debÃa desecharse definitivamente. Le atraÃa con más fuerza la sierra nordeste por haber observado que en un extremo Â?en lo que pudiera llamarse saliente nordesteÂ? hay un ramal secundario, que forma ya el borde de la cara norte, los conducirÃa probablemente a un collado; alguna estribación la unÃa, acaso, a un picacho interpuesto que les vedaba la visión.
El Glaciar Rongbuk, en vez de ruta, resultó ser un obstáculo; pero podÃa vencerse y les brindaba un espectáculo de singular belleza. En la parte alta era un mundo de mil encantadas torres. El hielo, al fundirse, formaba inúmeros pináculos. Unos tendrÃan quince metros de altura. ParecÃan un caos de colosales carámbanos invertidos, surgiendo de una sola masa de hielo, asentada sobre unos cimientos de más definido perfil.
Al subir por el glaciar, los exploradores sintieron un extraño cansancio que desvanecÃa todas sus fuerzas. Fue lo que llamaron más tarde "fatiga del glaciar", causada, al parecer, por la intensa humedad que producÃa el sol ardiente al dar en el hielo, del cual surgÃan continuos vapores. Peones y alpinistas experimentaron idéntica sensación.
Mientras ascendÃa y dominaba mejor la montaña, advirtió Mallory que escalar el Everest serÃa una labor más dura de lo que se habÃa figurado. Los precipicios que contemplaba ante sà eran un feo espectáculo, muy distinto de los largos y suaves declives nevados que sugerÃan las fotografÃas tomadas a distancia. En un principio, imaginó que el supremo esfuerzo para conquistar la cumbre consistirÃa en arrastrarse, casi a ciegas, por una nieve fácil, ascendiendo siempre desde el campamento por pendientes no muy pronunciadas hacia trechos de nieve más llana. Pero entonces vio que era muy otro el cantar. SerÃa necesario contar con escaladores... que no avanzarÃan precisamente a ciegas. El Everest es una montaña rocosa.
Pero aun no habÃa encontrado el paso desde el glaciar a la montaña misma. Prosiguiendo la marcha por el helero, partió el 1° de julio, con el propósito de examinar su extremo, situado al pie del precipicio donde termina la sierra nordeste. Allà hizo un descubrimiento importante. Sólo fué una fugaz visión, a causa de las nubes, pero distinguió claramente la ondulación Â?llamada Collado NorteÂ? que une la escarpada cara norte la del Everest con un pico mas septentrional, al que se ha dado el nombre de Pico Norte. Un glaciar quebrado o cascada de hielo se precipita desde aquel collado al Glaciar Rongbuk.
Esa ruta occidental hacia el Collado Norte era, acaso, accesible, y Mallory no la desechó del todo. Pero llegó a la conclusión de que sólo debÃa seguirse en último extremo, si no se hallaba un paso mejor. Sus principales inconvenientes eran la considerable altura de la cascada de hielo y el riesgo de los aludes, pero, sobre todo, el hecho de que aquella zona era batida por el terrible viento de oriente, que sopla allà sin cesar. Ese viento azotarÃa al escalador con concentrada furia, pues el glaciar se halla en el mismo vértice del embudo que conduce a la Vertiente norte de la montaña.
Impelidos más por su indómito espÃritu montañero que por estricta necesidad, Mallory y Bullock ascendieron dos dÃas después a un pico Â?llamado luego RiringÂ? de 6,868 metros, situado en la vertiente occidental del Glaciar Rongbuk. Desde aquella altura pudieron observar que las partes más elevadas de la cara norte del Everest estaban a su espalda, formando un ángulo no muy pronunciado, especialmente sobre el Collado Norte y hacia el saliente nordeste: aquél era el camino por el que se realizaron más tarde todas las ascensiones.
Se veÃa, pues, mucho más clara la ruta hacia la cumbre. PodÃa llegarse a la sierra nordeste pasando por el borde de la vertiente norte y desde el collado septentrional. Desde éste hasta la cumbre era patente el camino.
El problema inmediato era el modo de alcanzar el Collado Norte por un paso mejor que el ya observado por Mallory y que arrancaba de la punta del Glaciar Rongbuk. Pero antes de examinar esa cuestión, debÃa resolver otro punto. Acaso habrÃa otra ruta muy distinta para conquistar el Everest. Si lograba alcanzar el flanco opuesto de aquella larga sierra occidental Â?doblándola por el SurÂ?, tal vez encontrarÃa esa ruta. Nadie habÃa visto aquel lado Â?el flanco sudoesteÂ? y acaso existÃa allà un paso secreto. Era una posibilidad que debÃa examinarse.
Después de varios dÃas de tareas preliminares, el 19 de julio alcanzó Mallory un collado situado al extremo de la sierra nordeste del Everest y desde allà contempló el flanco de la montaña que da al Nepal. Era, en sus palabras, "un panorama de fantástica belleza", pero no ofrecÃa paso alguno. DebÃa salvarse una altura de unos 450 metros para llegar a un helero y luego se alzarÃa un insondable abismo. Se figuró que podrÃa cruzar hasta la punta de aquel glaciar, pero tampoco resultó hacedero. Además, la parte más elevada del glaciar superior era terriblemente abrupta y la cruzaban incontables grietas. Por aquel flanco meridional no logró descubrir ninguna posible vÃa de ascensión al Everest; si existÃa, debÃa llegarse a ella desde el Nepal; era de todo punto imposible alcanzarla desde el Norte.
Pero, ¡qué espectáculo ofrecerÃa el Everest en su vertiente meridional, si pudiesen llegar a ella los exploradores! Por grandioso que sea desde el Norte, serÃa, sin duda, mucho más soberbio contemplado desde el Sur. Mallory observaba un bello grupo de montañas, hacia el Sur del Nepal. ¿ Se sabÃa algo de ellas? Seguramente se habrÃa precisado su altitud y su situación geográfica, corro ocurrÃa con el Everest, mediante observaciones efectuadas desde las llanuras de la India. Pero ¡cuántas bellezas ofrecerÃan aquellas sierras! ¡Qué de selvas y flores! Y una vez en ellas mirando hacia el lugar desde donde Mallory las contemplaba en aquel momento, ¡qué soberbio espectáculo se dominarÃa! De ser tales montañas un gigantesco espejo, en el que Mallory pudiese ver reflejada la región donde se hallaba entonces, hubiera descubierto lo que es acaso el más hermoso panorama de la Tierra: en primer término, profundos valles cubiertos de florestas; tras ellos la mole del Everest, con sus tremendas simas, flanqueado por el Makalu y el Cho Uyo; y más lejos, al Este y al Oeste, una inacabable serie de picachos menores, pero majestuosos, resplandeciendo bajo el sol radiante, con su blancura teñida de esa neblina purpúrea y azulada que se observa en la húmeda vertiente del Sur.
Mallory pudo contemplar otras gloriosas maravillas en la elevada región donde se hallaba, y que acababa de reconocer ya del todo. Desde la cima del Riring vio frente a sÃ, a escasa distancia, hacia poniente, las cumbres del Cho Oyu y del Kangchenyonga, de poderoso y magnÃfico perfil. También contempló el Pulmori, de menor altura (7,072 metros), pero tal vez más hermoso y atrayente. Vio igualmente un grandioso mundo de glaciares, que se henchÃa con lo que derramaban aquellas montañas cubiertas de nieve; y al borde de los heleros, precipicios de ferrugmosos matices y terrible aspecto.
De sus observaciones concluyó que desde aquel glaciar principal, el Rongbuk Â?que les pareció en un principio excelente avenida para alcanzar la montañaÂ?, no habÃa modo humano de escalar el Everest. Lo bordeaban allà simas tan pavorosas que no era posible acercarse a él por ningún paso, salvo, en último trance, la abrupta cascada de hielo que conduce al Collado Norte. Desde el Glaciar Rongbuk tampoco podÃa pasarse al flanco meridional para buscar allà una ruta. Aunque exista, no es posible alcanzarla, pues se interpone un abismo inaccesible que da al Sur.
Pero el reconocimiento del Glaciar Rongbuk dio un resultado importante: Mallory se convenció de que podÃa conquistarse la cumbre ascendiendo a lo largo de la parte alta de la montaña. Contemplando atentamente a partir de la cima, vio, en primer lugar, que en la sierra nordeste habÃa una pendiente relativamente suave, que tendrÃa algo más de un kilómetro; y luego, que la cresta de la cara septentrional, que conducÃa a la sierra nordeste desde el Collado Norte, aunque escarpada, era accesible. Quedaba aún por resolver el modo de llegar al collado, pero, una vez allÃ, la ruta serÃa ya practicable; en la cresta de la vertiente septentrional no existÃa el obstáculo de agujas ni de abruptos muros roqueños: era una cresta roma, relativamente suave y continua.
Hasta entonces todo iba bien. Mallory y Bullock debÃan doblar hacia el flanco oriental del Everest, no sólo para resolver el problema del Collado Norte, sino también para ver si desde allà habrÃa alguna ruta mejor. La parte sur del Everest estaba cerrada. HabÃan examinado la mitad occidental del portillo del Norte. Sólo les faltaba explorar su porción oriental.
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