Es creencia común y muy extendida que andar en la montaña es peligroso. Si los montañistas nos fijáramos a este argumento exclusivamente, no tendríamos más remedio que declararnos poco menos que suicidas. El montañismo no es peligroso, al menos no más que cualquier oficio. Si uno lo aprende bien, los accidentes no ocurren. Este es un tema que ya hemos abordado anteriormente. Sin embargo, debemos aceptar que en el montañismo ocurren accidentes. Así que la pregunta se transforma en algo más importante que una mera curiosidad: ¿cómo aprender a no tener accidentes? o, dicho de otra forma: ¿cómo aprender montañismo?
Sin duda alguna, las escuelas de montañismo son una forma eficaz de aprender. En un curso, el instructor se hace cargo de todas las situaciones de control de seguridad y los alumnos aprenden hasta cierto nivel. En muchas ocasiones, entre alumnos e instructor surge una relación de amigos muy estrecha que dura para toda la vida y esto es bueno porque es un ingrediente esencial de nuestro deporte. Sin embargo, es quizá en este momento donde se produce una ruptura en la educación: sea porque los alumnos no quieran irse del curso o porque el instructor los retenga de alguna forma, quedarse significa sólo una cosa: estancamiento en el aprendizaje.
Acostumbrados a tener siempre un maestro, incluso en la montaña, llega el momento en que es difícil creer que uno puede andar solo y se regresa a tomar el mismo curso o uno un poco más avanzado. Se debe tener mucho cuidado de no caer en ello. Como instructores se tiene la responsabilidad de enseñar lo mejor posible y proporcionar ese pequeño empujón para que los alumnos se aventuren a realizar ese algo que no saben que pueden hacer, pero simplemente porque nunca lo han intentado solos.
Si este paso no se diera, las escuelas de montañismo no tendrían razón de ser. Las escuelas deben ser precisamente los centros donde se discuta todo, donde se analicen los artículos técnicos o se comenten los libros de los expedicionarios y todo con un objetivo: aprender a no tener accidentes en la montaña, algo que llega a ser fascinante por la cantidad de aspectos que uno puede aprender: técnicas, alimentación, discusiones, equipo y todo lo que implique nuestra seguridad. Se aprende también que este aprendizaje lleva implícito el conocimiento de nuestro propio cuerpo y sus capacidades y, sobre todo, se aprende a ser creativo.
Por supuesto, no es la única forma de aprender. Tener a una persona con la cual salir continuamente y que tenga los mismos objetivos es mucho más estimulante que un curso con mucha gente que al final se disgrega. Y en el montañismo es muy difícil encontrar a alguien con quien compartir todo lo que se vive en las salidas. Es posible que sea una de las razones por las cuales la gente regresa a los cursos.
No impulsamos el aprendizaje empírico porque sabemos que es la forma más lenta, difícil y peligrosa de aprender montañismo. Promovemos es el pensamiento libre que nos lleve a mejorar continuamente nuestra educación gracias al análisis de lo que sucede. Quienes son alumnos de una escuela de montañismo deben tener muy claro que algún día tendrán que hacer su actividad por sí mismos junto a otras personas que tengan su misma o mayor capacidad.
LIBROS Y LECTURAS
Con este número iniciamos una sección nueva: la reseña de libros sobre montañismo porque los libros impresos no han dejado de tener vigencia con los medios electrónicos. Esperamos ampliarnos lo suficiente como para que la comunidad montañista tenga fuentes impresas a las cuales recurrir.
