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Montañismo y Exploración
Kangchenjunga Oeste (8,420 m)

La primera expedición mexicana a una montaña de ocho mil metros tuvo diferentes vivencias y un resultado. Estos son extractos del diario del jefe de la expedición sobre su desarrollo.







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1º de febrero. Despedida de la comunidad universitaria y montañista de México en el Palacio de Minería. Allí tiene lugar una conferencia de prensa, donde se presenta el primer tomo del libro Expedición al Himalaya 1980.

2 de febrero. Se realiza el último examen médico de los miembros de la expedición en las instalaciones de la ENEP Iztacala, donde se vuelven a aplicar las pruebas de fisiología del esfuerzo. Hay nerviosismo entre los expedicionarios, pues es el último día que permanecemos en México. El examen arroja un solo resultado negativo: el doctor Jaime Arciniega, médico de la expedición, presenta un problema cardiaco, por lo que se decide, a pesar de lo que esto implica, sustituirlo por otro médico.

3 de febrero. Salida del aeropuerto de la ciudad de México. Volamos México-Houston-Nueva York-Londres-Frankfurt-Bombay-Bangkok. En esta última ciudad el calor es insoportable. Allí esperamos realizar trámites aduanales para la introducción de equipo, pero el encargado nos informa que no es necesario hacer ninguna gestión porque nuestra carga está en tránsito. Los dos días siguientes nos dedicamos a realizar algunas compras de última hora.

8 de febrero. Al mediodía volamos por la Royal Nepal Airways a la ciudad de Kathmandú, adonde llegamos por la noche.

9 de febrero. Después de acomodarnos en el hotel, vamos en busca de nuestro contacto, el inglés Michael Chaney, quien había realizado para nosotros los trámites necesarios para la obtención de permisos, así como para contratar los sherpas y porteadores de la expedición, todos ellos pertenecientes a la compañía Sherpa Cooperative Trekking. Durante los 20 días siguientes nos dedicamos a resolver multitud de trámites burocráticos: permiso para introducir radios, material fotográfico, ampliación de visas, permisos de trekking, recuento del material. No obstante, tratamos siempre de conservar nuestra condición física. Todas las mañanas corremos un promedio de 10 kilómetros y además realizamos otros ejercicios, sin olvidar los rigurosos exámenes médicos.

Los domingos en Nepal se trabaja como cualquier otro día y solamente los sábados se consideran días de descanso. Algunos de los expedicionarios son confundidos por nepaleses ya que existe cierto parecido entre los rasgos físicos. En estos días nos adentramos en el conocimiento de la cultura, el arte y las costumbres de este pueblo.


Marcha de aproximación

29 de febrero. Hoy es nuestro último día en Kathmandú. El entusiasmo reina entre nosotros, pues hemos resuelto satisfactoriamente lo referente a los permisos así como otros múltiples problemas. Hoy sentimos que verdaderamente comienza la expedición. A las ocho y media, en un autobús contratado, nueve mexicanos y 35 nepaleses partimos con rumbo a Dharan Bazar. Nos sigue un camión de redilas con seis toneladas de material. La carretera es espectacular, llena de barrancas que nos mantienen atentos todo el tiempo.

1 de marzo. A la una de la tarde llegamos a Dahran. Inmediatamente se instala el campamento y se organizan las cargas que serán repartidas entre los 235 porteadores contratados allí.

2 de marzo. Temprano parten Hugo Saldaña y Alfonso Medina con diez porteadores. Su misión: contratar a los porteadores de recambio y preparar la buena marcha de la gran caravana que los seguirá con un día de diferencia. Mientras, el resto se dedica al reparto de la carga.

3 de marzo. A las nueve treinta personas estamos listos para nuestra primera jornada. El camino principia estando a 400 metros sobre el nivel del mar. Por una cañada pedregosa de escasa vegetación y en medio de un calor intenso, ascendemos hasta los 1200 metros; sin embargo, por la tarde bajamos nuevamente hacia un río, con lo que perdemos la altura ganada. Durante todo el trekking nos acostumbramos a una nueva forma de vida: a las seis de la mañana el ayudante de cocina nos despierta con una taza de té. Veinte minutos después ya está el desayuno servido, que consiste en huevos, avena, leche, mermelada, una especie de tortillas de harina denominadas chapatí, así como complemento de soya y vitaminas que hemos traído desde México.

La marcha se inicia a las once de la mañana siguiendo por los múltiples caminos y veredas que ahí existen. A mediodía hacemos la segunda comida Â?muy ligeraÂ?, que consiste en huevos cocidos, chapatí untado con crema de cacahuate o mermelada y miel sobre una especie de panes llamados ruti. En el camino hacemos altos de vez en cuando en diferentes casas para tomar el té. La jornada termina a las tres o cuatro de la tarde. Se coloca el campamento, se espera que lleguen los porteadores para reunir las cargas. De esto se encargan los sherpas mientras nosotros nos dedicamos a leer o a escribir cartas a los familiares y amigos. A pesar de la barrera del idioma, la convivencia con los porteadores es fácil, pues los habitantes de estos lugares se caracterizan por su curiosidad.

Durante los 26 días siguientes recorremos todos los climas: vamos del árido seco a los bosques de coníferas. Atravesamos zonas selváticas y sabanas, pero casi nunca perdemos de vista al río Tamur. A poco menos de la mitad del camino y teniendo como marco una mañana esplendorosa, desde un collado de 2900 metros de altura vemos por primera vez la gran cordillera del Himalaya. Allí estaban el Everest y otros gigantes, pero el que más nos interesaba era el Kangchenjunga. Nos disputamos los binoculares para gozar más de esta vista. Para muchos es como un sueño de muchos años antes. El tiempo es alterno: dos o tres días templados, uno o dos de lluvia, neblina y lluvias esporádicas.

Sin embargo, conforme avanza el tiempo, los días mejoran. A lo largo de los 250 kilómetros de la marcha de acercamiento, atravesamos numerosos accidentes del terreno. No era extraño estar a los tres mil metros y al día siguiente haber bajado hasta los 800.

21 de marzo. A mediodía llegamos a Ramser, donde instalamos nuestro campamento base de aprovisionamiento. Aquí despedimos a 200 porteadores y nos quedamos sólo con 35 sherpas para las jornadas que aún faltaban para llegar al campamento base definitivo.

Un día antes nos habíamos ya reunido con Hugo y Alfonso, que desbordaban entusiasmo. El lugar es perfecto para cualquier alpinista, pues estamos rodeados de montañas de más de siete mil metros, con glaciares espectaculares y aristas sorprendentes. EL tiempo es generalmente benigno. Para los 20 kilómetros que nos restaban hasta el campamento base, hay que recorrer un glaciar cubierto de grandes pedruscos y nieve suelta que en ocasiones nos llega hasta la cintura. La zona es peligrosa por lo cual se instala en algunos puntos cuerda fija, así como dos campamentos intermedios para que los porteadores puedan dormir y depositar sus cargas. El sistema de trabajo consiste en que 15 porteadores llevan cargas desde Ramser hasta el primer campamento en el glaciar. Otros diez llevan estas cargas del campamento intermedio al segundo. Posteriormente solo 10 llevan toda la carga en más de 30 días hasta el campamento base.

1 de abril. Cuatro expedicionarios, dos sherpas y algunos porteadores alcanzamos la cota de los 500 metros, lugar donde se instaló el campamento base. Durante la semana siguiente nos dedicamos organizar el campamento con las cargas que van llegando continuamente. EL lugar es una pequeña colina rocosa protegida por los aludes que a toda hora se desprenden de las montañas circunvecinas. En este lugar se han instalado las expediciones anteriores y existe ahí una piedra grabada con el nombre de Alexis A. Paché. La vista es maravillosa: al noroeste tenemos la inmensa mole del Kangchenjunga, tan grande que no alcanzamos a dominarla por completo. Hacia el este se contempla el Talung, de más de siete mil metros, y al poniente el Jannú, montaña que los franceses hicieron famosa en los albores del himalayismo debido a su belleza y a sus dificultades técnicas. A nuestros pies y hacia el sur, se domina todo el glaciar Yalung.


El ataque a la montaña

8 de abril. Hoy nos sentimos bien aclimatados y empezamos el ataque a la montaña. Dos expedicionarios y dos sherpas salen con el equipo necesario para varios tramos de la ruta. El primer problema a vencer es una barrera de unos 25 metros de altura. Después de colocar escaleras, continúan adelante, buscando el camino más viable entre numerosas grietas.

9 de abril. Salida hacia el campamento base. Mientras dos expedicionarios en la punta abren ruta, el resto eleva material hasta cerca de los seis mil metros. Al día siguiente se llega al emplazamiento del campamento número uno, a 6100 metros. Las dificultades: grietas, una travesía de 50 metros sobre una pendiente de 70 grados que requirió la colocación de cuerda fija. Al terminar la travesía se forma una repisa que facilita la ascensión de una pared de 20 metros. En los primeros siete se coloca una escalera y el resto se pasa después con ascensores. La pendiente es fuerte y hasta el reborde de una gran grieta instalamos el campamento número uno., en un lugar bien protegido del viento y de posibles avalanchas.

11 de abril. Hoy decidimos descansar en el campamento base y aprovechar el tiempo para preparar la ceremonia budista que los sherpas realizan tradicionalmente. Comienzan por levantar un pequeño altar donde han colocado madera e incienso; asimismo hay un asta de donde cuelgan dos hileras de pequeñas banderas de muchos colores, cada una de las cuales lleva inscrita una oración a sus dioses. Ofrecen alimentos y bebidas a Buda y luego de un buen rato de oraciones, nos ofrecen parte de este alimento. También riegan arroz en el altar. Ya para entonces las banderas de México, Nepal y nuestra Universidad ondean en una sola asta.

12 de abril. Se pone en marcha el programa para instalar el campamento dos. Hoy, dos mexicanos y un sherpa salen a dormir en el campamento uno. Al día siguiente el sherpa se siente enfermo y se ve obligado a descender. Hugo Saldaña y Manuel Casanova exploran en busca de una mejor ruta, la que se encuentra hacia la izquierda del campamento. Para llegar a la cumbre de la Joroba es necesario instalar una escalera sobre una grieta y luego colocar 400 metros de cuerda por una pendiente inclinada que finalmente se convierte en pared. El día es hermoso y gozamos de la escalada.

15 de abril. Hoy llegamos al lomo de la Joroba, lugar importantísimo porque es el único punto desde donde se aprecia toda la ruta de la cascada superior de hielo y el acceso a la cumbre. Por la observación sentimos que tenemos posibilidades de coronar nuestro objetivo, a pesar del peligro que representan algunos tramos de escalada.


Encuentro con otras expediciones

17 de abril. Mientras se continúa trabajando entre el campamento uno y dos, llegan a nuestro campamento base dos grupos: el primero está compuesto de alemanes que intentan conquistar la cumbre principal; el otro es de japoneses y van en plan de exploración con permiso solamente para llegar hasta los 6500 metros.

Como los alemanes necesitan utilizar el mismo camino que nosotros hasta el campamento tres, se procura llegar a un acuerdo para cooperar en el avance. Como nosotros llevamos la delantera, les pedimos que nos indiquen en qué forma se puede cooperar, ya que no llevan equipo suficiente y apenas cuatro de ellos han llegado al campamento base. En una forma que hiere nuestra sensibilidad, nos dicen que tienen mucha experiencia en el Himalaya y que a cambio de su experiencia nosotros debemos proporcionar el trabajo y el equipo. Lógicamente esto no es visto con agrado por nosotros; se acuerda que los mexicanos seguiremos abriendo la ruta y que les permitiremos pasar por ella a cambio de ayuda médica, ya que nuestro doctor había tenido que retirarse por motivos de salud desde el día 10. Dentro del acuerdo se establece que no pueden pasar delante hasta que la ruta esté abierta.

Por la tarde, los japoneses se entrevistan con nosotros y en forma muy respetuosa nos piden que, sin obstaculizar nuestro trabajo, les permitamos utilizar la ruta hasta el lomo de la Joroba. Este es el inicio de una buena amistad.

21 de abril. El campamento dos queda instalado después de once días de trabajo. Para llegar hasta allí, la ruta presenta serios problemas. Primero hubo necesidad de descender por una pared rocosa aprovechando un canalón de 80 grados de inclinación en donde el principal peligro era la constante caída de piedras; poco más debajo de la mitad del canalón, se realizó una travesía sobre la roca de unos 40 metros para después seguir descendiendo directamente con la ayuda de una cuerda. De esta manera llegamos a la base del glaciar el cual teníamos que atravesar. El lugar es plano, pero hay grietas muy profundas que se bordeaban cuando era posible; cuando no, se instalaban escaleras. Esto es difícil por la necesidad de transportarlas por el canalón, no tanto por su instalación. Posteriormente había que ascender nuevamente por la cascada de hielo. Nuevamente nos enfrentamos a lo vertical: la cascada es una inmensa escalera de hielo con tramos de 15 a 20 metros de fuerte pendiente. La cuerda fija se vuelve a instalar y su uso será ya continuo hasta nuestro campamento tres.


El glaciar superior

24 de abril. Decidimos cambiar el emplazamiento del campamento dos a un lugar más seguro, situado 200 metros arriba, pues en el sitio anterior el viento pegaba fuerte y el peligro de avalanchas nos mantenía constantemente alertas. El campamento dos definitivamente quedó situado a 6800 metros. Alternándonos en la punta diferentes cordadas, mientras que otras, en coordinación con los sherpas, aprovisionaban los campamentos, continuamos por la difícil ruta en busca del emplazamiento para el campamento tres. La salud de todos era excelente y sólo se reportaron leves infecciones y problemas estomacales. A las ocho de la mañana de cada día nos comunicamos por radio para coordinar los diferentes avances de los suministros y se repite por las tardes. Entonces se informa de los avances y se dan las disposiciones para el día siguiente. Es generalmente por las tardes cuando, para relajar tensiones, bromeamos por la radio entre los diferentes campamentos. No es raro escuchar conversaciones como:

—Campamento uno a campamento dos, aquí Lucio.
—Informa sobre tu situación Â?contestaba Toño.
—Posición incómoda, futuro difícil, porque necesidades fisiológicas se aproximan. Terror de satisfacerlas por la temperatura tan baja.

29 de abril. El avance es más lento. El trabajo se vuelve más pesado por la altura. Hemos rebasado los siete mil, pero el entusiasmo nos mantiene activos; todos los días avanzamos 200 o 300 metros. Es necesario instalar cuerdas fijas, poner más escaleras, lo cual se convierte en una pesadilla. Por eso, cuando este día descubrimos la ruta que nos llevará hasta la repisa superior. Sentimos gran alivio. Al día siguiente se instala el campamento tres a 7300 metros, es decir: a una altura mayor que el Aconcagua, la elevación más alta de América. La tarde es sumamente fría: a las siete de la noche, nuestro termómetro marca 29º bajo cero.


La decisión

1 de mayo. La vista es increíble. Muy a lo lejos, el Himalaya se pierde entre centenares de montañas nevadas. La comunicación de la mañana fue importante. Hoy decidimos entre todos quiénes serían los dos mexicanos que llegarían a la cumbre. Se analizó caso por caso, se verificó el estado físico, la aptitud emocional, la experiencia de cada uno. Todos deseamos ser elegidos, pero sabemos que esto es imposible, así que aceptamos el papel que nos corresponde en este momento. No era posible que el egoísmo nos hiciera fracasar. Antonio Cortés fue designado para que desde el campamento uno coordinara los suministros en caso de que nos sorprendiera y se prolongara el mal tiempo. Su responsabilidad es muy grande pues de él dependeremos en gran parte. Hugo Delgado recibe la comisión de situarse en el campamento dos. Su misión será enlazar las comunicaciones con los campamentos superiores, recibir a los sherpas que lleguen con carga y mandar a otros hacia el campamento tres. Lucio Cárdenas y Manuel Casanova, junto con un sherpa, se encargarán de abrir la ruta y llevar la carga de los que atacarán la cumbre con el fin de que la cordada de ataque esté descansada.

De aquí en adelante, las dificultades técnicas ya no son tantas y no es necesario instalar cuerdas fijas ni poner escaleras. Por los estudios de otras expediciones, sabemos que en un solo día alcanzaremos la zona para instalar el campamento cuatro.

2 de mayo. Todo lo que hemos soñado y planeado para estos momentos se pone en práctica. A las seis de la mañana ya estamos preparándonos para la dura jornada. A las nueve comenzamos la marcha, que se hace lenta no obstante el camino que no presenta dificultades. Después de bordear una grieta y siempre colocando banderas de señales, ascendemos por la gran repisa acercándonos lentamente (promedio de 60 metros por hora) hasta el canalón que nos conducirá a la cumbre. En el mismo lugar en que los alemanes hace cinco años [1975] instalaron su cuarto y último campamento, nosotros lo montamos. Más adelante era imposible, no sólo por la fuerte pendiente (45 grados) sino también por la amenaza de los aludes. A las cinco de la tarde, Lucio y Manuel emprenden el regreso al campamento tres, dejando a Hugo, Alfonso y al sherpa en el Campamento cuatro, a 7800 metros. El regreso es realmente agotador ya que habíamos cargado con tanques de oxígeno, tiendas de campaña, bolsas de dormir y demás enseres. La tarde está muy nublada y nos cuesta mucho trabajo llegar al campamento. A las 7:30 lo logramos.

3 de mayo. El día amaneció mal. El viento era fuerte y la neblina prevalece la mayor parte del día, frustrándonos las esperanzas de intentar ese día el ataque final. Pasamos todo el día en las tiendas y por la tarde Manuel, como jefe de la expedición, decide que si en tres días el tiempo es aún malo, los del campamento cuatro deberán descender. Fue un momento difícil.

La cumbre

4 de mayo. El día amaneció hermoso. Todos estamos a la expectativa. A las siete de la mañana nuestros compañeros del campamento cuatro fueron visibles en el inicio del gran corredor. Avanzan lentamente, Cada 10 o 15 minutos salimos de la tienda para observar su avance. Las horas pasan lentamente y para la una de la tarde llevan un poco más de la mitad. El tiempo se vuelve angustioso, pues habíamos planeado que a las dos o tres de la tarde, donde quiera que estuvieran nuestros compañeros, tendrían que regresar. Sin embargo, continúan avanzando. Nuestro ánimo va en decaimiento pues sabemos los riesgos que esto implica. Pero ellos, con una voluntad inquebrantable, avanzan. A las cinco de la tarde los vemos por última vez a sólo 30 metros de la cumbre. Los perdemos de vista cuando entran en la zona rocosa. Además, una espesa capa de nubes se cruza entre ellos y nosotros. A las cinco y media calculamos que nuestros compañeros llegaron a la cumbre.

La tarde fue angustiosa. Desde el campamento tres, Lucio ve descender solamente a una persona, que pronto se nos pierde en la oscuridad. Ya casi oscureciendo, llegó al campamento cuatro. Angustiosamente esperamos que Alfonso y Hugo se comuniquen con nosotros por radio, cosa que no hicieron. Pensamos que por el cansancio habrían bajado muy tarde.


"Un precio muy alto..."

5 de mayo. El día amanece con mucho viento. Como estaba previsto, muy temprano Lucio y el sherpa Migma suben al campamento cuatro. En el camino se encuentran con el sherpa Chong, que viene en mal estado. Después de ser auxiliado, les informa que vio por última vez a Hugo en la cumbre y a Alfonso intentando avanzar los últimos 30 metros hacia su compañero. Según el sherpa, sintió principios de congelamiento en manos y pies y solicitó permiso para descender, separándose de la cordada. En el campamento cuatro, el sherpa los estuvo esperando toda la noche y al ver que no llegaban, por su estado físico se vio obligado a descender. Por la tarde, el tiempo empeora.

6 de mayo. Aún con esperanzas, Lucio y el sherpa llegan por segunda vez hasta el campamento cuatro sin encontrar rastro alguno así que deciden subir un poco más y con la ayuda de aparatos ópticos buscar por toda la ladera. No encuentran rastros de ellos. El mal tiempo se avecina y los obliga a buscar refugio en el campamento.

8 de mayo. Consideramos la imposibilidad de que nuestros compañeros estén con vida y después de realizar todo lo técnicamente posible Hasta nuestros días no se ha logrado un rescate a los ocho mil metros. Con más ganas de quedarnos que de descender, empezamos el regreso, en medio del mal tiempo, abandonando gran cantidad de material.

De regreso al campamento base se realiza una ceremonia luctuosa, grabando los nombres de Hugo y Alfonso en una piedra, sintiendo cada día más su ausencia. Hemos triunfado en el Himalaya, pero hemos pagado a cambio un precio muy alto por ello. Las lágrimas fluyen de nuestros ojos y el día 12 emprendemos la marcha de regreso a Kathmandú.

Durante los catorce días que dura el regreso, la lluvia nos persigue implacablemente, pues el monzón estaba llegando. Una noche, un tremendo aguacero derriba las tiendas, sacándonos de nuestro reposo. El 26 de mayo llegamos a Kathmandú. Es necesario realizar los trámites para regresar el equipo, lograr las actas de defunción de nuestros compañeros, pagar todas nuestras deudas. El 20 de junio, después de una breve estancia en tres países europeos donde nos esperaban montañistas de aquellos lugares para realizar acuerdos que incrementaran el intercambio entre el montañismo mundial, llegamos a México.

Nuestro arribo fue muy difícil. Innumerables periodistas nos esperaban para preguntarnos más sobre el accidente que sobre la hazaña deportiva. Sin tener conocimiento alguno sobre montañismo, nos consideraban responsables del funesto suceso. Sólo el entusiasta recibimiento de nuestros familiares y cientos de montañistas universitarios que nos esperaban, nos hizo sentir que nuestro esfuerzo y el sacrificio de Hugo y Alfonso no habían sido en vano.


Manuel Casanova. "Ascensión al Kangchenjunga (8420 m.)"
Revista Puma 17, diciembre de 1980, p. 3-8 y 12-15.



 



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