Nuestro fracaso en lograr establecer una ruta segura por la cascada de hielo y poder así llevar campamentos y suministros al Cwm occidental, aunque constituyó un desengaño, tuvo una gran compensación, porque nos quedó más tiempo del que habríamos tenido de otra forma, para explorar algunas de las grandes zonas de terreno desconocido por el lado sur de la cordillera principal. Durante el periodo que medió entre nuestras dos visitas a la cascada de hielo, nos dividimos en dos grupos. Murray, Riddiford, Bourdillon y Ward se dirigieron hacia el oeste desde el campamento base, subiendo por un largo glaciar tributario que los llevó más allá del Pumori y a lo largo de la vertiente sur de la divisoria. Aparte la exploración de la zona, su objetivo principal era hallar un paso por la cordillera hacia el norte, del que los sherpas nos habían hablado. Suponíamos que conduciría al glaciar Rongbuk occidental, y esperaba que el grupo podría escalar el Pumori desde allí. Yo estaba especialmente interesado en este supuesto paso, en vista de nuestro fracaso de 1935 en hallar una ruta a través de esta parte del macizo. Sin embargo, comprobaron que tal paso no existía.
Desde la cabecera del glaciar tributario cruzaron un collado que los condujo a la cuenca superior del Dudh Kosi, en cuya parte superior se encontraron en un grandioso circo formado por las dos grandes montañas Cho Oyu (8,153 metros) y Gyachung Kang (7,897 metros). En el flanco oriental de este circo estaba el Nup La, que había sido alcanzado por Hazard desde el lado del Tibet en 1924. Durante dos días ascendieron hacia este collado por una cascada de hielo, bastante más difícil que la cascada de hielo del Cwm occidental, aunque mucho menos peligrosa, antes de abandonar finalmente el intento de llegar a la divisoria. Después descendieron por el glaciar Ngojumbo y el valle del Dudh Kosi hasta Namche.
Entre tanto, Hillary y yo exploramos el terreno al sur del Monte Everest. Nuestro objetivo principal era encontrar por entre el laberinto de sierras una ruta al glaciar Kangshung, que desciende de los flancos orientales del Everest, y enlazar así con las exploraciones de la expedición de reconocimiento de 1921. En este proyecto nos estimulaba la indicación de los sherpas de que en la cabecera del Imja Khola había un paso que conducía al valle de Kharta en el Tibet. Llevamos con nosotros a un joven llamado Angdorje, que conocía bien aquel valle y que insistía mucho en la existencia del paso. La cuenca superior del Imja está rodeada al norte por la pared Nuptse-Lhotse y al este y sur por docenas de picos sin nombre cuyas alturas oscilan entre 6,100 y 7,300 metros. Cuando llegamos a su cabecera vimos inmediatamente que no había camino practicable a través de las montañas hacia el este. Angdorje no se amilanó en modo alguno, limitándose a decir que había supuesto que nosotros, como montañeros, hallaríamos un camino. Dirigiéndonos hacia el sur, no obstante, logramos cruzar con alguna dificultad un collado de unos 5,790 metros de altura y pasar al otro lado, a la cuenca del Hongu Khola, donde acampamos en las orillas de un gran lago. Enfrente teníamos un amplio valle y al fondo los picos del macizo de Chamlang. Estábamos ahora mucho más allá del país conocido de los sherpas, pero hallamos pruebas de que los nepalíes hindúes del sur penetraban con sus rebaños hasta estos elevados valles.
Cruzamos la cuenca del Hongu hacia el este y hallamos un paso, de unos 6,180 metros de altura, que conducía al gran glaciar Barun, que desciende en dirección suroeste al pie del Makalu (8,470 metros). Desde allí, si no hubiéramos llevado provisiones para otros tres días, habríamos podido indudablemente llegar al Kangshung. Otro tentador proyecto que se nos ofrecía, de haber tenido tiempo y recursos para llevarlo a cabo, era descender al Barun y meternos por las grandes gargantas inexploradas que conducen al río Barun. Y es que, una vez embarcados en este deporte de exploración de montaña en estos remotos parajes, sus fascinadoras posibilidades son ilimitadas.
Durante todo este periodo el tiempo fue bueno y coincidió con luna llena. Las noches eran muy frías, las mañanas muy brillantes y claras; por las tardes, ascendían nubes de los valles y envolvían los picos, y todas las noches, al ponerse el sol, se disipaban. Era entonces, en el campamento, cuando veíamos este estupendo país en todo su esplendor, porque cada pico sucesivamente era rodeado por la niebla en movimiento, con su dorada tracería de hielo brillando en profundo relieve; no ya una simple parte del macizo montañoso, sino como flotando en sublime aislamiento. Antes de disiparse totalmente la niebla, la luna asomaba por encima de alguna elevada cresta, e inmediatamente surgían de nuevo todos los picos helados contra el cielo de la noche.
Regresando por la cuenca del Hongu, cruzamos un tercer paso, también de más de 6,100 metros, en su borde occidental, justo al sur del hermoso pico Ama Dablam, por el cual, como esperábamos, volvimos al valle del Imja Khola. Finalmente, cruzamos una elevada sierra que se extiende en dirección sur desde el Nuptse, y así regresamos a nuestro campamento base del glaciar Khombu.