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Montañismo y Exploración
Candameña: la barranca de las cascadas
1 septiembre 1999

Durante mucho tiempo se creyó que la cascada de Basaseachi era la más alta de México. Pero no es así: una muy cercana le gana: la cascada Piedra Vola. Y hay algo más todavía: el Gigante, una pared de más de 800 metros de altura. Todo está en la barranca de la Candameña, en la Sierra Tarahumara.







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Estamos ya muy arriba. Todo el tiempo nos hemos guiado por la altura del Gigante. Sabemos que el lugar al que ascendemos es mucho más alto que esa mole de roca, así que cuando estemos por encima, debe faltarnos poco, aunque no sabríamos cuanto. Es la tercera vez que exploro un camino y encuentro una pared como única vía de ascenso. Escalar es algo que nos gusta, pero no en estas condiciones y sin equipo para hacerlo. Sin comentarlo siquiera, siempre me dirijo a otra y otra opción de salida. Tenemos que salir de aquí.


La preocupación se proyecta en el rostro de todos, estamos ante el ultimo trecho y no podemos encontrar una vía accesible, todas las rutas visibles nos conducen a paredes demasiado verticales pare ser salvadas sin equipo de escalda. Varios minutos transcurren sin que nada se sepa de Carlos que fue a buscar algún paso, yo me encuentro en un punto intermedio entre Carlos y el resto del grupo, saco algunos tréboles de mi bolsa y comienzo a masticarlos maquinalmente para desvanecer la sensación de hambre, cuando a lo lejos escucho a Carlos gritando: "¡por acá!"


Me apresura a alcanzar su posición, es fractible, le digo, pero... no había terminado la frase cuando repuso, ni modo es la única opción. Se trataba de una pared de 70° de inclinación y una dificultad de clase V (aproximadamente 5.6) rociada de cactus y con algunas partes donde la roca se tornaba bastante inestable, todo esto en una escalada de unos 40 metros.


Había que darse prisa. No debíamos cometer ningún error. Si no se podía por la vía que yo proponía, entonces habría que hacerlo por un canalón donde bajaría toda el agua de lluvia. Estábamos haciendo lo que solíamos hacer en las prácticas, salvo que teníamos un paisaje sumamente vertiginoso a nuestros pies y que si fallábamos...


Es en estos momento cuando uno se alegra de haber estado escalando entre semana antes de la expedición, me tomo mi tiempo entre paso y paso pues sé que una caída a esta altura resultaría fatal, sin embargo la escalada se me presenta incluso sencilla, pero cuando volteo para ver a mis compañeros me doy cuenta que algunos de ellos están pasando un rato bastante desagradable. Uno a veces pierde la motivación para entrenar diariamente, solamente cuando vemos con qué facilidad libramos dificultades que antes nos hubieran hecho vacilar, es que apreciamos ese esfuerzo constante. Nos tomó algo así como 20 minutos completar la escalada, tras la cual pudimos ver que estabamos efectivamente fuera de la barranca. Lo único que puedo decir de aquel momento es que estabamos completamente exhaustos.


Una vez fuera de la pared, caminé diez metros y dejé mi mochila en el piso para apurar a quienes venían detrás y ayudar a quien lo necesitara. Fueron llegando uno tras otro y los envié más arriba, adonde el terreno tenía menos pendiente. Al final venía Chema, con su inconfundible sonrisa. Salió, dio cinco pasos lejos de la barranca y el aguacero se dejó caer sobre la sierra.


Nos cobijamos los unos contra los otros bajo la protección de algunos mangas, sin embargo cuando nos percatamos de que no iba a menguar, decidimos continuar la marcha en busca de algún refugio.


¡Por fin! Una cabaña de trabajo de campo se presenta ante nosotros como una visión salvadora, justo al anochecer. Bajo un abrigo, nos cambiamos de ropas y entramos poco a poco en calor, mientras un grupo sale en busca de agua. Tenemos mucha hambre pero no podemos comer nada sin agua. El grupo que salió a buscar agua regresa con malas noticias, no hay agua, entonces tampoco habrá comida. Nos acomodamos en la cabaña y en dos tiendas, resignados a que si no podíamos comer o beber, entonces dormiríamos.


Al día siguiente nos levantamos tarde con la intención de recuperarnos. Tras guardar nuestras cosas evaluamos de nuevo nuestra situación, no sabemos con seguridad donde nos encontramos, y nos preocupa el hecho de que para llegar a Candameña tendríamos que salvar por lo menos tres barrancas, esto implicaría varias jornadas como la de ayer. Pensamos mucho sobre el asunto decidiendo por fin que tendríamos que dejar a Candameña para otra ocasión, por lo pronto Huajumar se planteaba como una mejor opción en vista de las dificultades que nos esperaban.




CONCLUSIONES

No conseguimos llegar al destino planteado, sin embargo experimentamos en carne propia los problemas y la responsabilidad que conlleva el organizar y dirigir una expedición. El grupo maduró bastante durante el desarrollo de la expedición, fortaleciéndose los lazos amistosos que ya nos unían desde Guatemala. Se resolvieron problemas técnicos, se mejoró el uso e interpretación de mapas y la jornada de retirada fue todo un logro técnico y personal.


La experiencia adquirida es muy valiosa, pero sobre todo nos demostramos que somos capaces de retos más grandes y que si bien no logramos un éxito total, esta expedición no es más que el inicio de proyectos cada vez más ambiciosos, entre los cuales tendrá que estar el terminar esta hermosa barranca de nombre Candameña.


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