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Montañismo y Exploración
La mentalidad es lo importante
15 noviembre 1998

En nuestros días, los mexicanos que han podido visitar las montañas más altas de la tierra han echado abajo la creencia generalizada de que los mexicanos somos incapaces.







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Desde hace muchos años, el montañismo y el excursionismo se han arraigado fuertemente en un buen número de personas en México. ¿Cuántas de ellas, ya de cierta edad, recuerdan que el sueño dorado de sus tiempos de montañista era salir de México para conquistar las más altas montañas del mundo? Muchas. Sin embargo, desde entonces y hasta hace unos cuantos años, ¿qué se había hecho internacionalmente de gran renombre? Muy poco en comparación con el número de deportistas que practican el montañismo y muy poco si hacemos un recuento del número de expediciones mexicanas al extranjero, de las cuales la gran mayoría de ellas han sido al Aconcagua o al Chimborazo.

Se dice en Argentina, a manera de broma, que si cada expedición mexicana se llevara un pedazo de montaña, los mexicanos ya tendrían el Aconcagua en casa. Por supuesto, esto no es cierto pero la exageración nos hace pensar que si en lugar de que tantos grupos mexicanos fueran al Aconcagua o a otras montañas de las que acostumbran visitar año con año, lo hicieran a montañas menos conocidas o menos ascendidas (por lo que serían más difíciles), ¿no sería el montañismo mexicano más fuerte por su enriquecimiento basado en la experiencia de tantos viajes? Si en vez de recorrer siempre las mismas rutas y seguir las huellas de muchos otros, cada grupo que sale del país abriera un nuevo camino, ¿no tendríamos la suficiente experiencia y renombre como para buscar metas cada vez más difíciles?

Yo creo que sí. En nuestros días, los mexicanos que han podido visitar las montañas más altas de la tierra han echado abajo la creencia generalizada de que los mexicanos somos incapaces. Recuerdo el comentario de un montañista que había sido muy renombrado en 1970-1975 hecho justo antes de que partiéramos al Kangchenjunga:

—No la van a hacer porque el mexicano no puede llegar a los ocho mil metros sin desplomarse: estamos desnutridos. Si los norteamericanos o los europeos que están bien alimentados , más corpulentos y altos, desfallecen, ¿qué pueden esperar los "chaparros" mexicanos? Sin embargo, meses después, dos mexicanos llegaron a la cumbre del Kangchenjunga Oeste (8,420 metros), uno de ellos sin oxígeno, imponiendo un récord latinoamericano que aún no ha sido superado. Llegar a esa altura sin oxígeno artificial era mucho más que los mejores pronósticos de entonces.

Muchas personas habían asegurado que ni siquiera se llegaría al campamento base, otros que no se sobrepasarían los siete mil metros. Lo que no tomaron en cuenta en sus augurios fue que en esa ocasión se llevaba a cabo la más grande experiencia del montañismo nacional, no tanto porque el objetivo fuera un ocho mil, sino por el gran despliegue de organización. Todo, hecho por mexicanos. El mexicano tiene grandes virtudes y sin embargo, algo falta.

Eso que falta se llama preparación, pero basada en un programa diseñado acorde a los objetivos. Generalmente los objetivos se eligen sin seguir un programa de superación deportiva. "Hacemos esta montaña este año, al año siguiente aquella y luego a ver si esa". Es decir: no se busca la congruencia entre objetivos [el ascenso paulatino de la dificultad] ni se busca la preparación física, técnica o psicológica más adecuada. Si sabemos que vamos a una montaña donde la mayor parte de los problemas son de escalada en roca, es preciso haber escalado antes en roca.

Hasta ahora se han echado de lado estos puntos y las expediciones se siguen yendo con más ánimo que preparación para regresar con los comentarios de siempre: "Yo fui, yo hice, él me hizo, él no hizo" y otros más. ¿Cuántas veces no hemos visto personas que después de una expedición regresan peleados? O que anteponen a los descalabros una serie de razones y excusas ilógicas: "La cumbre estaba cambiada y no la pudimos subir", "la desglaciación afectó la ruta que pensábamos hacer". Hay algunas bastante cómicas como "No pude subir porque hay mucho hielo".

La montaña no siempre es accesible y aún el mejor plan de ascenso puede estropearse, esto es comprensible. Pero hay muchos grupos que regresan a México y declaran haber conquistado la cumbre, aunque esto no sea cierto. Así de sencillo: se miente. ¿A qué juegan? Seamos sinceros. Tiene más valor reconocer nuestras propias limitaciones y expresar nuestras satisfacciones en los triunfos y externar también las experiencias de los fracasos pues con los descalabros también se aprende y se aprende mucho. El mundo es pequeño y todo se sabe tarde o temprano.

También hay que recordar la ética y no por tratar de encumbrar el propio nombre se haga leña del árbol caído, como han hecho en el pasado algunas personas. Numerosos son los casos en que, sin saber detalles de un evento, hay quien se adelanta a criticar. En días pasados, un montañista, con muy poca experiencia en expediciones internacionales, se autonombró "el mejor montañista del país" y aseguró que "no hay en México un montañista completo". ¿Cómo puede asegurar eso con su escaso experiencia?

Para poder considerarse un buen deportista hay que tener ética y si ella no existe, la mejor técnica, la mayor fuerza, el mayor conocimiento, no tienen sentido. Para aquellos que piensan que no hay la suficiente experiencia en los mexicanos como para emprender las más difíciles empresas, es bueno recomendarles confianza en uno mismo porque somos capaces de resolver cualquier situación si buscamos la solución; y confianza en los demás, para acercarse a aquellas personas que tengan experiencia y que nos pueden enseñar algo. El orgullo ha hecho que varias personas realicen el trabajo que otros ya hicieron antes que ellos.

Si queremos superarnos como deportistas, el factor más importante es la mentalidad. Pretextos hay miles y todos tenemos limitaciones. "No puedo escalar porque no tengo equipo". "Ellos sí la hacen porque les regalan equipo, alguien les paga sus viajes". Excusas que han hecho que el montañismo se haya atorado mucho tiempo. Mucha gente espera conseguir el mejor piolet, los mejores crampones, los mosquetones más ligeros, una cuerda exacta a como la necesita, la mejor bolsa de dormir para escalar las mejores rutas. Pero nunca terminan de acumular lo que necesitan. De esa manera nunca las escalarán porque la habilidad para escalar está en cada quien y no en el equipo mismo. Esto es importante porque cada vez es más difícil conseguir ese equipo. ¿Qué se puede hacer? Echar a andar el ingenio con mucho criterio, recordando siempre que mentalidad es lo importante y prepararnos con la conciencia de que un entrenamiento metódico que abarque los aspectos físico, técnico y psicológico, es la clave para la superación.


Tomado de Montañismo y Exploración. Año 2, No. 5, 1983. Páginas 22-23



 



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