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Montañismo y Exploración
¿Es el montañismo un deporte peligroso?
10 octubre 1998

Quizá lo que más infunde temor (y por lo tanto, duda) en la mente de quienes no practican el montañismo es el peligro “evidente” que significa subir montañas. Ascender montañas significa alejarse de las construcciones de cemento en las que …







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Quizá lo que más infunde temor (y por lo tanto, duda) en la mente de quienes no practican el montañismo es el peligro "evidente" que significa subir montañas. Ascender montañas significa alejarse de las construcciones de cemento en las que transcurre la vida de una persona sedentaria más de 16 horas al día, por lo tanto, de la seguridad, de lo conocido, del confort. Es, por lo tanto, peligroso.

Poca gente pregunta si el montañismo es un deporte peligroso pues lo dan por hecho, y las películas que se han hecho sobre el tema resaltan ése alto peligro como la característica esencial del deporte. De ahí viene la concepción de que un montañista es un aventurero. Y lo es. Pero no se trata de aquel que busca con afán los peligros para meterse en ellos. Ante todo, tiene en cuenta que asciende una montaña para bajar de ella más pleno. En la cumbre no está lo mejor de la ascensión, sino en el retorno a ese mundo que se dejó detrás por unas horas o por unos días. Se trata, pues, de otro tipo de aventura, basado principalmente en una filosofía específica no sólo del deporte, sino de la vida misma.

El montañismo no es peligroso. Es cierto que existen los peligros en la montaña, en el desierto, en la selva o en cualquier otro lado. Estamos acostumbrados a pensar que en nuestro mundo cotidiano el peligro no existe, que es inmutable, pero está presente y se nos hizo dolorosamente visible y palpable en la ciudad de México con los terremotos de 1985.

Partamos de un hecho indudable: practicar montañismo significa penetrar a un ambiente que no es cotidiano para nosotros y, por este simple hecho, tenemos mayor probabilidad de cometer errores. Pero que el medio no nos sea familiar no significa que no existan otras personas que habiten en ese o esos mundos. Los sherpas de la cordillera del Himalaya, los lapones y esquimales del círculo polar ártico, los bosquimanos del desierto, los polinesios que navegan entre las islas del Pacífico y los iban de las altas selvas de Malasia (por citar sólo algunos ejemplos), viven en ambientes que nos parecen precisamente mundos diferentes. Para ellos, la vida es diferente a como la vemos nosotros y esa vida está determinada por el medio natural. Si quieren sobrevivir, deben hacerlo respetando ciertas reglas porque ellas les permitirán sobrevivir. Esta es la base de la mitología: la seguridad y la supervivencia.

Para nosotros, habitantes de una ciudad, también existen normas de seguridad, aunque no tan rígidas y no convertidas todavía en mito, pero son tan familiares que no las advertimos sino cuando uno de esos habitantes de mundos diferentes, se encuentra rodeado de automóviles. Entonces nos reímos de él como ellos se ríen de nosotros si desconocemos las reglas y estamos en su medio.

Así, cuando en la prensa se lee que ha habido uno o más accidentados en la montaña se trata, casi siempre, de personas que no conocían nada de montañismo, es decir, de las reglas necesarias para poder ascender una montaña, que no iban acompañadas de personas que supieran esas reglas o que fueron tan impetuosos como para considerar que tal norma era muy estricta y la pasaron por alto. No son víctimas de un medio hostil, como suele considerarse a la naturaleza, pues la naturaleza es indiferente a nuestros valores y sólo puede ser entendida ignorando nuestros conceptos del bien y del mal, sino de su falta de preparación.

La técnica, que se ha desarrollado y perfeccionado desde el siglo XVIII, y la tecnología, que cada vez es más sofisticada, son elementos que un montañista tiene en cuenta siempre. No se trata de subir una montaña con lo primero que uno encuentra a la mano. Eso sucedió en los orígenes, cuando prácticamente todo estaba por descubrir e inventar. Ahora existe equipo técnico altamente especializado, ropa y alimentos especialmente diseñados para nuestro deporte. Y existen también escuelas de montañismo, porque después de varias décadas de montañistas exitosos y, también, fallecidos, existen personas que tienen experiencias valiosas que transmitir.

Existen, por supuesto, ocasiones en que una persona conocedora y muy cuidadosa puede sufrir un accidente, pero este caso es cada vez más raro. El hombre, entonces, se da cuenta de su vulnerabilidad y se siente más débil.

Precisamente esta evidencia es la que ha hecho que los hombres se preocupen por conocer los problemas, estudiarlos y dar soluciones, que implican aspectos de antropología, meteorología, geología, medicina, física, astronomía, etc. Es todo un caudal de información, es cierto. Pero me atrevo a decir que si el montañismo es, también, una manera aguda de mostrar la curiosidad natural del hombre, entonces la persona que ascienda montañas buscar por todos los medios a su alcance esa información que le sea útil para llegar allá arriba, adonde sólo el hombre es capaz de subir por gusto.



 



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