Me salió del alma ayudar a Hugo
5 junio 1997
La imagen de Erick, un inglés que descendió de la cumbre del Everest tambaleante, formando caracolas en cada paso, causó terror entre el resto de los expedicionarios a la montaña más alta del mundo. —Sólo temíamos el momento en que …
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La imagen de Erick, un inglés que descendió de la cumbre del Everest tambaleante, formando caracolas en cada paso, causó terror entre el resto de los expedicionarios a la montaña más alta del mundo.
—Sólo temíamos el momento en que nos cayera encima —recuerda el montañista mexicano Andrés Delgado al recordar aquel compañero que requirió oxígeno suplementario desde los 7,000 metros y nunca antes había trepado a una montaña.
Una prestigiada revista estadounidense citó en una de sus ediciones recientes que los Dioses del Himalaya estaban furiosos de las constantes visitas de montañistas y por ello habían menudeado la muerte de expedicionarios en los últimos dos años.
Andrés Delgado se sonrió ante la pregunta. La explicación era menos sofisticada.
—Cada vez son más los expedicionarios de poca experiencia que se lanzan a la conquista del Everest. Existen compañías de guías que por 65,000 o 125,000 dólares venden un lugar en las expediciones a cualquiera.
Las hay en Nueva Zelanda, en Australia, en Inglaterra, ofertando la experiencia de conquistar el techo del mundo a quien sea.
Aclara Andrés Delgado, 28 años y siete años de experiencia en tres cumbres de más de 8,000 metros.
—No estoy en contra del negocio de los guías. Yo mismo he organizado expediciones a diferentes montañas en donde tu responsabilidad es cuidar a la gente, pero en el Everest no puedes cuidar a nadie sino a ti mismo. El cansancio para lograr la cumbre es monstruoso.
Delgado fue rescatado por Héctor Ponce hace un año a 7,500 metros en la montaña cuando fue atrapado por una tormenta.
Ahora le tocó solidarizarse con otro mexicano, Hugo Rodríguez, cuando a 8,500 metros le cedió su botella de oxígeno al momento en que Andrés ya descendía.
Su guía lo calificó de idiota por quedarse sin aire justo cuando el cansancio acumulado de 24 horas para lograr la cumbre hace más pesado el regreso.
—Me salió del alma— le dijo como única justificante y a los 45 minutos rezaba para poder llegar al campamento, agobiado por el agotamiento y la falta de oxígeno.
—Alguien escuchó mis rezos, porque me encontré tirada una botella semivacía, con la que pude llegar al campamento— relató Delgado.
Esa botella permitió que Hugo Rodríguez llegara a la cumbre y tuviera fuerzas para sobrevivir a una tormenta durante la noche.
Andrés Delgado hizo cumbre del Everest el 23 de mayo sin poder imponerse a lo que llamó la Zona de la Muerte, cuando tuvo que respirar oxígeno a 8,300 metros, pero no pudo soportar llegar a la cumbre a 8,548 metros sin ayuda del aire suplementario.
Es la única [sic] defecto que tuvo su ascenso.
—Algún día espero volver al Everest y lograr el ascenso sin oxígeno— se propone el muchacho que salvó la vida a otro mexicano en el techo del globo terráqueo.
Universal
Junio 5 de 1997
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