Alma Rosa Conde “Haber conquistado la cumbre del Everest fue algo extraordinario —confiesa el alpinista Hugo Rodríguez—, pero más lo fue haber sobrevivido, porque hubo momentos durante el descenso en que pensé que no lograría bajar de la montaña”. Co algunos signos de congelamiento en la mano derecha, don dos dedos en serio peligro, Rodríguez retornó ayer de Katmandú, tras haberse convertido en el séptimo mexicano en alcanzar la cima más alta del mundo. De paso, el nadador de fondo —cruzó el Canal de la Mancha— se convirtió en el quinto ser humano que logra pasar la noche a 8 mil 550 metros de altitud y resistir más de 18 horas sin oxígeno suplementario. Rodríguez, director de la red privada de comunicaciones del gobierno federal, canceló también por primera vez un timbre postal mexicano en la cima más alta del mundo. Relató que en el primer intento para atacar la cumbre, previsto del 5 al 9 de mayo, no lograron ascender más allá del tercer campamento, no obstante el 23 de mayo iniciaron  uno nuevo a las 11:30 de la noche, en una expedición integrada por él y los ingleses Erick Blakeley y Mark Warham, quienes lograron cumplir con su objetivo mucho antes que él. En el camino hacia la cumbre sur —a 8 mil 750 metros—, Hugo Rodríguez agotó el oxígeno, no obstante contó con la valiosa ayuda de su compatriota Andrés Delgado, quien lo encontró cuando descendía después de haber tocado la cumbre. “Fue un gesto muy propio de él, y más tarde me daría cuenta que en esa acción, Andrés estaba arriesgando su vida. Momentos antes le había pedido a Erick y Mark que me dieran uno de sus tanques de oxígeno y no habían querido”, apuntó Rodríguez, quien agregó que antes de encontrarse a Delgado ya había tomado la decisión de intentar ascender la cumbre aun sin oxígeno. El 23 de mayo a las 14:12 horas, Rodríguez alcanzó la cima del Everest y ahí permaneció “por descuido y por estar contemplando la vista por espacio de 30 minutos, gastando oxígeno de más”. Y al triunfo, siguió la desesperación y el peligro. En pleno descenso, apenas habiendo cruzado el complicado paso Hillary, una vez más se agotó el oxígeno artificial de Rodríguez. Metros más adelante, el alpinista sufrió una seria caída y salvó la vida gracias a la precaución del sherpa de haber ascendido encordados. “Di unas cuatro vueltas en el aire y luego la cuerda se tensó, entonces comprendí que había salvado la vida”, dijo. Sin embargo, Rodríguez debía enfrentar más peligros. A consecuencia del cansancio se quedó dormido entre el paso Hillary y la cumbre sur y el sherpa se negó a descender por oxígeno de reserva. “Intenté inyectarme Dexametazona, pero estaba congelada y el sueño me venció, cuando desperté estaba solo. El sherpa, al pensar que ya no despertaría me ancló. Luego decidí bajar solo pero estando a 8 mil 550 metros decidí que sería riesgoso, así que busqué una plataforma para dormir. Rodríguez atribuye que salvó la vida gracias a la natación de resistencia que practicó durante años y en la que estuvo expuesto también a bajas temperaturas como cuando cruzó el Canal de la Mancha, y al entrenamiento que por más de un año realizó. Al día siguiente, a pesar de evidentes signos de congelamiento, descendió causando sorpresa entre su expedición, ya que lo creían muerto. “Creo en Dios y sé que gracias a El bajé vivo”, dijo Rodríguez, quien de momento no tiene planes determinados. “A mi regreso a Katmandú tuve la suerte de hablar con el presidente Ernesto Zedillo por teléfono, ahora sólo espero que la iniciativa privada apoye a otros alpinistas, porque el deporte ayuda al prestigio de nuestro país y son realmente pocas las empresas que lo entienden, ya que la mayoría prefiere la publicidad barata”. Uno más uno Junio 3 de 1997