Lola Miranda
Carlos Carsolio, aguerrido conocedor de su oficio describe al símbolo de sus triunfos:
—¡La montaña está viva! Cada una es distinta y los momentos son únicos. Cada expedición es como una vida resumida: te enfrentas a metas y superas obstáculos de manera constante. Se cuentan muchas anécdotas de triunfos, pero también de duros golpes. Si bien la montaña tiene una magia, es muy dura, muy fría, no se permiten errores, ¡un descuido te cuesta la vida!
Carsolio platica con fluidez sus hazañas en las coronas remotas. Seguro, enhebra cada suceso. A la par, Elsa Ávila —su esposa— entreteje recuerdos:
—Aun cuando el logro es lo que trasciende, lo importante es todo aquello que hacemos para alcanzarlo.
La montaña te pone a prueba
Con pesar, los hermanos Alfredo y Carlos Carsolio vislumbraron que se avecinaba una fuerte tormenta entre las imponentes montañas Annapurna y Dhaulagiri, de 8 mil metros. Experimentados, midieron la velocidad del aire y calcularon que al Manaslu llegaría en un par de horas., justo el tiempo que tardarían en tocar la cúspide. Sólo estaban a unos 200 metros; ¡era la catorceava cima de Carlos Carsolio! Pero, para sobrevivir, con la frialdad y pericia de varios años de oficio, decidieron dar vuelta.
Relata Carlos Carsolio:
—En esta expedición, la más reciente, había mucha inercia detrás, una gran motivación y diez años de esfuerzo. En el mundo sólo tres habían conseguido las 14 cumbres de más de 8 mil metros. Primero Reinhold Messner, a los 46 años, después mi amigo polaco y gran maestro Yurek Kukutzka, a los 39, y en octubre de 1995 los alcanzó Erhard Loretan, otro amigo suizo. Para mí era un objetivo muy ambicioso porque de completarlas sería el más joven en el mundo y el cuarto en lograrlo.
Y la inclemencia sobrevino… Cuando bajaban, la tormenta imponente los encontró. Por fortuna lo impetuoso no les llegó tan alto, como a 7 mil 300 metros.
—Fue atroz, sobrevivimos a duras penas, cavamos una cueva en el hielo, bajamos muy golpeados, extenuados. Fue un duro golpe pero es lo que templa. Luego de una semana de recuperación, Alfredo y yo salimos de nuevo, y después de unos días hicimos cumbre. Desde allí fue satisfactorio y muy emocionante transmitir a México en vivo, pero creo que el sabor del éxito no sería tan intenso si antes no se luchara tan fuerte, si no hubiera golpes o ese incidente de tener que regresar estando cerca de la cima para intentarlo de nuevo.
Continúa Carsolio:
—Tengo dos récords de velocidad de ascenso a picos de 8 mil metros. En 18 horas 45 minutos ascendí el Cho Oyu, la sexta montaña más alta del mundo, y el Locky [sic, debe ser Lhotse], la cuarta más alta, en 23 horas 50 minutos, pero como en el primer intento de alcanzar la cúspide del Mansalu, de 8 mil 163 metros, determinamos regresar a la base cuando estábamos a un paso, tardamos cinco días en conseguir su cima.
Sigue:
—Mi hermano y yo íbamos entrenados y financiados como nunca. Llevábamos el mejor equipo técnico, vestimenta actual. La expedición mexicana se transmitía en vivo; sin embargo, la montaña nos presentó una situación difícil. El inicio de 1996 fue terrible en la cordillera del Himalaya y en particular en el Manaslu, que se caracteriza por su mal tiempo; el riesgo es tremendo. Las estadísticas de gente que allí muere son mucho más altas que las del Everest, en donde aproximadamente de ocho alpinistas que llegaron a la cumbre uno murió.; en el Manaslu la estadística es de tres a uno.
Los hermanos Carsolio planearon a fondo el ascenso, pero se desilusionaron cuando encontraron grandes masas de nieve en la montaña. Había nevado muchísimo en el invierno y seguía nevando; en las tardes, por lo general. Durante la expedición sólo dos días completos no hubo nieve. Fue apocalíptico porque sucedieron varios accidentes en toda la cordillera del Himalaya. En el Everest y en otras montañas murieron nueve personas.
—Había mucho detrás para el momento de atacar la cumbre del Manaslu. Queríamos hacer un estilo alpino muy ligero, en un gran reto deportivo. Ascendimos en condiciones muy difíciles. Era complicado avanzar por la nieve profunda. Escalábamos de noche para evitar las avalanchas.
Carsolio platica con fluidez su hazaña en la corona remota. Seguro, enhebra cada suceso; se sabe enjundioso, capaz, y cuenta que a un paso de la victoria en un buen día inesperado, con una mañana magnífica, casi sin viento y con condiciones idóneas de nieve endurecida la noche anterior, percibió que en ese momento por la borrasca que se avecinaba debía desistir de la acometida e intentarlo después.
Elsa Ávila entreteje sus recuerdos:
— Aun cuando el logro es lo que trasciende, lo importante es todo aquello que hacemos para alcanzarlo. Obtener una cumbre nos deja la riqueza de una fe, confianza y optimismo fortalecidos. Un triunfo enriquece a nuestras experiencias, nos hace más fuertes, nos induce a la autocrítica para evitar los tropiezos del pasado. Nos deja resultados que nos permiten pensar en el futuro con la condición de que ¡sí se puede!...
Carlos Carsolio, aguerrido conocedor de su oficio describe al símbolo de sus triunfos: “¡La montaña está viva, cada una es distinta, los momentos son únicos, nunca hay cotidianeidad! Cada expedición es como una vida resumida: te enfrentas a metas y superas obstáculos de manera constante. Se cuentan muchas anécdotas de triunfos, pero también de duros golpes. Si bien la montaña tiene una magia, es muy dura, muy fría, no se permiten errores, ¡un descuido te cuesta la vida! Es importante saber con quién escalar, conocer a tus compañeros de cordada, contar con un equipo profesional de asesores; pero a la montaña también le agradezco algo afortunado. Los golpes sufridos me han ayudado a encarar situaciones de la vida cotidiana con una visión distinta de que no son tan graves.
Sigue:
—En la montaña, ante la naturaleza, cuando el individuo se enfrenta a sus capacidades, pone a prueba la solidez de sus convicciones y su deseo de superación. Encuentra la inspiración para alcanzar los éxitos que cada uno busca en cualquier actividad.
Añade Elsa Ávila:
—La montaña te pone a prueba. No es ir a conquistarla, como mucha gente dice, sino ir a conquistarte a ti mismo, conocerte. Allí ves cómo eres en realidad. A Carlos y a mí nos ha enseñado a conocernos y también a conocer a los compañeros con los que he escalado.
El Universal
Febrero 27 de 1997