Alma Rosa Conde
Carlos Carsolio, ante una nueva dimensión:
Conquistar más ochomiles a contrarreloj y por nuevas rutas. Y también escalar aquellos que nadie ha podido conquistar en invierno.
Y lo hará en esa época del año porque la aventura implica un mayor riesgo y grado de dificultad, elementos que han caracterizado sus conquistas. Porque el alpinista mexicano, el más joven en la historia y el cuarto en haber alcanzado la cima de los catorce ochomiles —montañas con más de ochomil metros de altura— quiere hacer historia.
“Quiero seguir en esto porque la montaña es mi vida. Conquistado el Manaslu, estoy ante la nueva dimensión. En otro nivel, Pienso en otras metas. En paredes que no han podido ser escaladas por el hombre… aún”, dice Carlos Carsolio.
E insiste:
“Regresaré al Himalaya. Ahí hay muchos picos de más de ochomil metros aún vírgenes en espera de ser conquistados, que pienso atacar en invierno y sin oxígeno artificial como en otras expediciones”.
Sin embargo, expone, aún no tiene definidas fechas.
“Por lo pronto quiero probar otras cosas. El Departamento del Distrito Federal (DDF) tiene un plan muy interesante para muros de escalada, una alternativa del alpinismo para hacer llegar este deporte a la juventud.”
Carsolio presentó ayer más de un centenar de fotografías de su ascenso al Manaslu, cuya cima alcanzó el pasado 12 de mayo, luego de un lapso de diez años, en el que había estado a menos de 200 metros de conquistarlo y no pudo por sufrir congelamiento de pies y manos.
La proyección incluyó imágenes desde su llegada a Katmandú, la capital del alpinismo mundial. La ciudad mágica. La del encanto oriental en la que se confunden culturas y religiones. La llegada a la base del Manaslu y la preparación inicial.
Continuó el relato gráfico y hablando de su ascenso a la montaña. La instalación del primer campamento. Gráficas de la que, en apariencia, amigable montaña y el fallido primer intento por alcanzar la cumbre, del que debió regresar ante una virtual nevada.
“Las nubes cercanas al Annapurna auguraban tormenta. Y no nos equivocamos. Había peligro. La ventisca nos sorprendió a nosotros a siete mil 300 metros en pleno descenso. Sobrevivimos con mucho trabajo. Luchando por la vida a la intemperie. Impidiéndonos mutuamente Alfredo y yo quedarnos dormidos para esperar la muerte. Nosotros lo logramos, nueve alpinistas que estaban en el Everest, no. Tal vez si la tormenta nos hubiera alcanzado más arriba, sí hubiéramos decidido alcanzar la cumbre que estaba a tiro de piedra no estaríamos aquí”, confesó.
Un nuevo intento culminó con la conquista de la cara principal del Manaslu el 12 de mayo último y desde ahí narró en vivo para México: “son las seis de la tarde. Hay un viento tremendo. Me es difícil respirar. Veo miles de picos. Puedo ver el Annapurna, Alfredo y yo enfrentamos condiciones difíciles, pero lo logramos. La cumbre es la escala final, es muy pequeña. Sólo caben dos personas. Estamos muy contentos pero agotados. Ya no puedo más, ¡viva México!... y la transmisión se perdió en el silencio.
Luego, exhibió fotografías del descenso. Lo más peligroso de la aventura del alpinismo.
“Sobrevivimos a dos días sin agua. A una noche a la intemperie. Superamos la línea entre la vida y la muerte que allá en las alturas rodeada de nieve, es un hilo. El Manaslu ha cobrado muchas vidas —49— sobre todo en condiciones como las que enfrentamos. Y subraya: “la tragedia del Everest habla por sí sola”… el Manaslu es más peligroso, es más traicionero, pero completamos el descenso. Vino la celebración. Era el regreso a la vida.”
UnomasunoJunio 4 de 1996