{"id":21562,"date":"2012-11-16T10:42:00","date_gmt":"2012-11-16T16:42:00","guid":{"rendered":"http:\/\/montanismo.org\/?p=21562"},"modified":"2012-11-16T14:56:39","modified_gmt":"2012-11-16T20:56:39","slug":"la-cima","status":"publish","type":"post","link":"http:\/\/montanismo.org\/2012\/la-cima\/","title":{"rendered":"La cima"},"content":{"rendered":"
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Doug Scott<\/strong>. Me hice cargo de este desagradable trabajo cuando comenz\u00f3 a hacerse un poco m\u00e1s f\u00e1cil. Me encaram\u00e9 a unas rocas que sobresal\u00edan de la nieve y observ\u00e9 que hab\u00eda una cueva entre las rocas y el hielo del nevero; quiz\u00e1s un buen refugio para m\u00e1s adelante. Poco antes de llegar a la Cima Sur descans\u00e9, y Dougal fue subiendo hasta donde yo estaba. Segu\u00ed dando la vuelta a la roca de la Cima Sur mientras Dougal recobraba el aliento. Me arrastraba a gatas, con el viento soplando y tirando nieve alrededor. Me ca\u00ed en una posici\u00f3n para asegurar, inmediatamente debajo de la arista fronteriza, y me agarr\u00e9 a la cuerda mientras Dougal iba subiendo tras mis huellas. Despu\u00e9s de descansar unos minutos, los dos nos pusimos en pie y seguimos escalando en direcci\u00f3n a la arista y, ante nosotros, apareci\u00f3 el T\u00edbet.<\/p>\n

Despu\u00e9s de todos aquellos meses que pasamos en el Cwm Occidental, tanto en \u00e9sta como en las otras dos expediciones, por fin pod\u00edamos extender la vista desde el Cwm hacia el mundo que exist\u00eda m\u00e1s all\u00e1: las onduladas tierras pardas del T\u00edbet, al norte y nordeste, hacia el Kanchenjunga, e inmediatamente debajo de nosotros el Makalu y el Chomo Lonzo. Ninguno de los dos dijo nada, limit\u00e1ndonos a estar de pie all\u00ed, absortos en la contemplaci\u00f3n del panorama.<\/p>\n

\"\"<\/a><\/p>\n

Dougal Haston<\/strong>. El viento giraba alrededor de la Cima Sur como un ventilador. La Pared hab\u00eda sido escalada con \u00e9xito, pero no hab\u00eda lugar para la tranquilidad ni para los pensamientos alegres. Deb\u00edamos haber estado satisfechos, pero no fue as\u00ed. Ciertamente, hab\u00edamos escalado la Pared, pero ninguno de nosotros quer\u00eda detenerse all\u00ed. La cima nos hac\u00eda se\u00f1as para que nos acerc\u00e1ramos.<\/p>\n

Con frecuencia, en los Alpes, es hermoso terminar la ruta y no llegar a la cima; sin embargo, en el Himalaya es algo diferente, porque no se considera que una expedici\u00f3n ha tenido un \u00e9xito completo si no se alcanza la cumbre. Todo lo referente a la ruta que ten\u00edamos delante nos era conocido. Esta era la Arista Sudeste, la v\u00eda original de Hillary y Tenzing en 1953. Se calculaba que ser\u00eda principalmente de nieve, sin demasiadas dificultades t\u00e9cnicas. Sin embargo, la nieve de la arista se parec\u00eda a la del Couloir, constituyendo un obst\u00e1culo mucho mayor para el avance que cualquier dificultad t\u00e9cnica. Ante este panorama, todo eran dilemas y dudas.<\/p>\n

Consider\u00e9 conveniente permanecer en la tienda de vivac hasta la puesta de sol o m\u00e1s tarde y, luego, escalar la arista cuando, en teor\u00eda, estuviese s\u00f3lidamente congelada. Doug comprendi\u00f3 la l\u00f3gica de este argumento, pero estaba claro que no le hac\u00eda mucha gracia. Sin embargo, como \u00e9l no me sugiri\u00f3 nada, entr\u00e9 en la tienda de vivac y encend\u00ed el hornillo para estimular nuestra capacidad mental con un poco de agua caliente. Doug comenz\u00f3 a excavar una cueva de nieve un poco profunda en la cornisa, demostrando con ello que no hab\u00eda rechazado del todo mi idea. El agua caliente, al pasar por nuestro maltrecho gaznate, fren\u00f3 nuestra tendencia a un let\u00e1rgico pesimismo.<\/p>\n

Doug, cargando su mochila sobre la espalda, dijo:<\/p>\n

\u2014Vigila la cuerda. Voy a explorar las condiciones reinantes, por lo menos en un largo de cuerda. Si la cosa est\u00e1 demasiado mal, vivaquearemos; si no, avanzaremos todo lo posible.<\/p>\n

\"\"<\/a><\/p>\n

No pude encontrar ning\u00fan fallo en su razonamiento, por lo cual agarr\u00e9 la cuerda, mientras \u00e9l desaparec\u00eda hacia el Nepal. Era una buena se\u00f1al notar que iba ascendiendo de prisa por la cuerda. Al llegar al extremo, Dougal me dio la se\u00f1al: \u201cSube\u201d. Sigui\u00e9ndole r\u00e1pidamente, me di cuenta de que hab\u00eda posibilidades de llegar a la cima. Las condiciones no eran excelentes, pero, comparadas con las del Couloir, merec\u00edan el t\u00edtulo de aceptables. No hubo necesidad de decir nada cuando llegu\u00e9 hasta Doug. Se hizo a un lado, cambi\u00f3 la cuerda y yo continu\u00e9. Una regi\u00f3n agreste, maravillosa. A la izquierda, la Pared Sudoeste descend\u00eda en pronunciado declive; a la derecha, cornisas de acusados declives se\u00f1alaban el camino al T\u00edbet. Se requer\u00eda mucha atenci\u00f3n, pero no hab\u00eda expresi\u00f3n de j\u00fabilo en nuestros movimientos. Apareci\u00f3 el Escal\u00f3n de Hillary, diferente a todas las fotograf\u00edas que hab\u00edamos visto. Este a\u00f1o no hab\u00eda ning\u00fan escal\u00f3n rocoso, s\u00f3lo una brecha en la continuidad de la arista de nieve. Setenta grados de pendiente sobre veinticinco metros de longitud. Ahora me tocaba otra vez explorar. Las condiciones volv\u00edan a ser malas, pero mi t\u00e9cnica era tan depurada que ni siquiera los diez grados de m\u00e1s ofrec\u00edan demasiado problema.<\/p>\n

Doug Scott<\/strong>. Mientras estaba apoyando a Dougal durante la ascensi\u00f3n del Escal\u00f3n Hillary, iba d\u00e1ndome cuenta de que alcanzar\u00edamos la cima del Gran Everest. Hice otra fotograf\u00eda de Dougal, y al hacer avanzar la pel\u00edcula vi que se hab\u00eda terminado. No cre\u00eda que hubiese m\u00e1s pel\u00edcula en la mochila, porque la hab\u00eda dejado, junto con los guantes de repuesto y el fog\u00f3n [sic], en la Cima Sur. Me quit\u00e9 la mascarilla de ox\u00edgeno y la mochila, dej\u00e1ndolas sobre la arista, delante de m\u00ed. Estaba sentado en la arista, con una pierna en el Nepal y otra en el T\u00edbet. Esperaba que Dougal avanzara con firmeza, porque yo no pod\u00eda sujetar su cuerda, como no fuera con mis dientes. Mientras revolv\u00eda en mi mochila, encontr\u00e9 un rollo de pel\u00edcula de color que, de alg\u00fan modo, hab\u00eda quedado all\u00ed olvidada varios d\u00edas. El fr\u00edo era intenso, el viento soplaba con fuerza y arrojaba al aire la nieve que Dougal hac\u00eda caer por el lado de Nepal, envi\u00e1ndola hacia el T\u00edbet. Coloqu\u00e9 la pel\u00edcula en la c\u00e1mara y segu\u00ed tras mi compa\u00f1ero. Este era el lugar en que Ed Hillary hab\u00eda escalado, entre la roca y el hielo, por la grieta. Ahora, con toda la nieve del monz\u00f3n en la monta\u00f1a, esta grieta estaba cubierta, pero la consistencia blanquecina que presentaba la nieve hac\u00eda que la ascensi\u00f3n pareciera bastante dif\u00edcil.<\/p>\n

Una amplia arista sub\u00eda por los \u00faltimos 300 metros. Era cuesti\u00f3n de abrirse paso. A veces, la capa de nieve aguantaba algunas pisadas, y luego, de pronto, se romp\u00eda y nos hund\u00edamos en ella hasta las rodillas. Durante todo el camino nos dimos perfecta cuenta de la importancia de las enormes cornisas monz\u00f3nicas que sobresal\u00edan horizontalmente por encima de los 3,000 metros de la Pared Este del Everest. Por consiguiente, nos mantuvimos a la izquierda.<\/p>\n

Cuando \u00edbamos abri\u00e9ndonos paso a trav\u00e9s de esta \u00faltima secci\u00f3n, me di cuenta de que mi mente parec\u00eda estar en dos partes, una de ellas fuerza de mi cabeza, en alg\u00fan sitio por encima de mi hombro izquierdo. Pensando bien lo que suced\u00eda, not\u00e9 que esto indicaba que no deb\u00eda ir demasiado hacia la derecha del \u00e1rea de la cornisa y que deb\u00eda mantenerme muy a la izquierda. Cada vez que tropezaba en la capa de nieve me daba cuenta de que ten\u00eda que avanzar m\u00e1s despacio y con m\u00e1s cuidado. En general, todo aquello que me infund\u00eda confianza y me parec\u00eda un fen\u00f3meno tan natural que apenas volv\u00ed a pensar en \u00e9l. Dougal asumi\u00f3 la tarea de abrir camino y fue en cabeza hasta la cima a lo largo de la pendiente final\u2026 y una roja bandera ondeaba all\u00ed. Las condiciones de la nieve hab\u00edan mejorado y Dougal aminor\u00f3 la marcha para que yo pudiera caminar junto a \u00e9l. Entonces, uno al lado del otro, subimos los \u00faltimos metros y llegamos juntos a la cumbre.<\/p>\n

\"\"<\/a><\/p>\n

El mundo se extend\u00eda debajo de nosotros. La cima lo era todo, m\u00e1s de lo que deber\u00eda ser. Mi compa\u00f1ero, normalmente tan callado, se volvi\u00f3 expansivo y su cara se ilumin\u00f3 con una amplia y feliz sonrisa. Est\u00e1bamos all\u00ed de pie, abraz\u00e1ndonos y d\u00e1ndonos palmadas en la espalda. Las consecuencias de escalar la monta\u00f1a m\u00e1s alta del mundo influir\u00edan seguramente sobre nuestros sentimientos; estoy seguro de que a m\u00ed me sucedi\u00f3, pero no puedo decir que me sintiera muy emocionado. Tampoco puedo decir que experimentase alg\u00fan alivio al acabarse la lucha. En realidad, parec\u00eda avergonzarme de que hubiese terminado, porque hab\u00edamos sido totalmente programados y, ahora, ten\u00edamos que cambiar de direcci\u00f3n y emprender la marcha en sentido contrario.<\/p>\n

Pero todav\u00eda no, ya que la vista era tan impresionante y el sol tan lleno de color, mientras iba desapareciendo, que aquel escenario nos ten\u00eda completamente absortos. Me qued\u00e9 extasiado contemplando las pardas colinas del T\u00edbet; s\u00f3lo parec\u00edan eso desde nuestra elevada cima. En realidad, eran monta\u00f1as muy altas, algunas de ellas de 7,300 metros de altitud, aunque apenas con alguna nieve que indicase su importancia. Pod\u00eda ver los r\u00edos, como plateados hilos, serpenteando entre ellas, bajando hacia el norte y hacia el oeste como afluentes de otros m\u00e1s caudalosos, entre los que destaca Tsangpo. Hacia el este, el Kangchenjunga recib\u00eda los \u00faltimos rayos del sol, mientras que por el sur descend\u00edan unas nubes hacia los valles del Nepal y, m\u00e1s abajo, un amplio frente de negros nubarrones se dirig\u00eda hacia nosotros desde las llanuras de la India. Un rel\u00e1mpago ilumin\u00f3 siniestramente el cielo. Sin embargo, no nos marchamos precipitadamente, porque se tarda mucho en recorrer el Everest, tomando la v\u00eda norte, pasando por el Glaciar del Rongphu [sic], el glaciar del Rongphu Oriental, el Changse entre ellos. All\u00ed estaban el Collado Norte y el lugar en el que Odell vio por \u00faltima vez a Mallory y a Irvine trepando en direcci\u00f3n a \u00e9l. Me pregunto si en realidad lo hicieron. Su ruta quedaba oculta por la convexa pendiente, y no hab\u00eda ninguna se\u00f1al de ellos; nada. Aunque no era posible saberlo con toda la nieve monz\u00f3nica, seg\u00fan me hizo observar la parte externa de mi mente.<\/p>\n

Lo \u00fanico que se\u00f1alaba la existencia de alguien era la bandera, y transcurri\u00f3 alg\u00fan tiempo antes de que me volviera para mirarla. Sin embargo, aquello era una intrusi\u00f3n desagradable, y hab\u00eda otras cosas que hacer en lugar de mirar objetos hechos por la mano del hombre. Pero no pod\u00eda dejar de observarla, de contemplar aquel tr\u00edpode y aquella asta de metro y medio de altura, con un rosario de cintas rojas unido a la parte superior. Sacar una foto. \u00a1Ah, s\u00ed! Dougal ten\u00eda que hacerme algunas. No hab\u00eda hecho ni una fotograf\u00eda durante todo el viaje.<\/p>\n

\u2014Vamos muchacho. Hazme una fotograf\u00eda para mi madre. \u2014Luego, le pas\u00e9 la c\u00e1mara\u2014. Mejor que hagas otra, tienes el guante delante del objetivo. Ahora, una en blanco y negro.<\/p>\n

Nunca ha sido muy h\u00e1bil en fotograf\u00eda, aunque, de todas formas, se agradec\u00eda su intenci\u00f3n.<\/p>\n

Dougal Haston<\/strong>. Est\u00e1bamos viviendo un momento \u00fanico de nuestra vida. Abajo, en las pardas llanuras del T\u00edbet, el Everest proyectaba una sombra de color p\u00farpura sobre, quiz\u00e1s, unos 300 kil\u00f3metros. En estas vertientes septentrional y oriental flotaba la sensaci\u00f3n de algo agreste y remoto, casi intocable. Era como si se estuvieran produciendo hechos milagrosos en la regi\u00f3n del sol. Por un instante, dio la impresi\u00f3n de que este astro se hundiera detr\u00e1s de una nube que se extend\u00eda levemente sobre el horizonte. El juego final, pensamos. Pero, entonces, la nube descendi\u00f3 m\u00e1s de prisa que el sol y \u00e9ste apareci\u00f3 de nuevo, y as\u00ed durante tres veces. Empezaba a sentirme como San Pablo en el camino hacia Damasco. Pero materialmente, frente a m\u00ed, hab\u00eda una p\u00e9rtiga de aluminio de agrimensor con una tira de lona roja.<\/p>\n

En la primavera, las japonesas no hab\u00edan dicho que hubiesen dejado o visto algo. Por unos momentos me sent\u00ed intrigado. Luego, la \u00fanica respuesta: los chinos pretend\u00edan haber subido a la Arista Nordeste, inmediatamente despu\u00e9s de la ascensi\u00f3n efectuada por los japoneses. Sin embargo, se hab\u00eda dudado de la validez de esto, debido a que las fotograf\u00edas de la cima carec\u00edan del detalle de anteriores fotograf\u00edas. Era bueno tener ante nosotros la prueba definitiva. Siempre es desagradable que el \u00e9xito de una expedici\u00f3n se vea empa\u00f1ado por las dudas.<\/p>\n

Cuando, por fin, el sol gan\u00f3 la carrera a las nubes y se desliz\u00f3 sobre la arista vertical rocosa, un pensamiento vino a frenar nuestra euforia. Pero \u00bfqu\u00e9 pensamiento era \u00e9ste? Bien; despu\u00e9s de todo est\u00e1bamos en el punto m\u00e1s alto del mundo, pero todav\u00eda nos quedaba un largo camino de regreso al Campamento VI. Adem\u00e1s, pronto estar\u00eda todo oscuro y, entonces, \u00bfqu\u00e9 har\u00edamos? Sab\u00edamos que pod\u00edamos volver a la Cima Sur antes de que hubiese oscurecido. En noches anteriores, hab\u00eda brillado una luna muy clara y parec\u00eda posible descender por la Pared siguiendo nuestros propios pasos, si la luna se dejaba ver. Si no, y como \u00faltimo recurso, podr\u00edamos vivaquear. Despu\u00e9s de todo, por esta raz\u00f3n hab\u00edamos tra\u00eddo el saco-tienda de vivaquear. Siempre hab\u00eda contado con la posibilidad de vivaquear a dicha altitud, aunque eso no quer\u00eda decir que el proyecto me entusiasme. Finalmente, volvimos la espalda a la cima y comenzamos a descender.<\/p>\n

\"\"<\/a><\/p>\n

Nuestras huellas se estaban congelando, haciendo m\u00e1s segura la marcha. Un rappel solucion\u00f3 el Escal\u00f3n de Hillary con la cuerda dejada en su sitio. Avanzando juntos, pronto llegamos, de nuevo, a nuestra peque\u00f1a cueva. La gran cantidad de nubes imped\u00eda que la luna nos iluminase. Las botellas de ox\u00edgeno dejaron de ser \u00fatiles y se convirtieron en meras cargas. Mientras esper\u00e1bamos que hubiera algo de luz, era un alivio desembarazarse de las botellas y de la mascarilla. Poco a poco, al ir cubri\u00e9ndose de nubes el cielo, las opciones fueron disminuyendo. Por tanto, decidimos considerar la posibilidad de un descenso en la oscuridad, contando con que las huellas ser\u00edan profundas y, quiz\u00e1s, ahora estar\u00edan congeladas. Sin embargo, al considerar el descenso por una pendiente de unos quince metros, en el lado de la Pared Sudoeste de la arista, avanzando contra el fuerte viento nocturno y con los dedos de las manos y de los pies congel\u00e1ndosenos, desistimos de este plan y nos aferramos a la idea del vivac. Volviendo al lado resguardado, se lo comuniqu\u00e9 a Doug. En realidad, no hab\u00eda nada que decir. Y \u00e9l procedi\u00f3 a ensanchar el agujero.<\/p>\n

\n Chris Bonington. Everest, el supremo desaf\u00edo. La primera ascensi\u00f3n a la cara sudoeste<\/em>. Editorial R.M., Barcelona. 1980. 332 p\u00e1ginas. ISBN: 84-7204-075-5. P\u00e1ginas 221-229<\/p>\n


\n Relacionado<\/strong><\/p>\n

Expedici\u00f3n al Everest<\/a><\/strong><\/p>\n<\/div>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":"

En septiembre de 1975, Doug Scott y Dougal Haston llegaron a la cumbre del Everest tras haber escalado por primera vez la pared suroeste. Su ascenso lo narraron en el libro de Chris Bonington y de \u00e9l reproducimos un fragmento. <\/a><\/p>\n","protected":false},"author":1333,"featured_media":21566,"comment_status":"open","ping_status":"closed","sticky":false,"template":"","format":"standard","meta":{"jetpack_post_was_ever_published":false,"_jetpack_newsletter_access":""},"categories":[1015],"tags":[10105],"jetpack_featured_media_url":"https:\/\/montanismo.org\/revista\/wp-content\/uploads\/2012\/11\/everest-swface75-2.jpg","jetpack_shortlink":"https:\/\/wp.me\/p51GhY-5BM","_links":{"self":[{"href":"http:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/21562"}],"collection":[{"href":"http:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/posts"}],"about":[{"href":"http:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/types\/post"}],"author":[{"embeddable":true,"href":"http:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/users\/1333"}],"replies":[{"embeddable":true,"href":"http:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/comments?post=21562"}],"version-history":[{"count":8,"href":"http:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/21562\/revisions"}],"predecessor-version":[{"id":21605,"href":"http:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/21562\/revisions\/21605"}],"wp:featuredmedia":[{"embeddable":true,"href":"http:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/media\/21566"}],"wp:attachment":[{"href":"http:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/media?parent=21562"}],"wp:term":[{"taxonomy":"category","embeddable":true,"href":"http:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/categories?post=21562"},{"taxonomy":"post_tag","embeddable":true,"href":"http:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/tags?post=21562"}],"curies":[{"name":"wp","href":"https:\/\/api.w.org\/{rel}","templated":true}]}}