{"id":14092,"date":"2010-04-16T00:00:00","date_gmt":"2010-04-16T00:00:00","guid":{"rendered":"http:\/\/montanismo.org\/revista\/?p=14092"},"modified":"2012-05-18T23:14:59","modified_gmt":"2012-05-19T05:14:59","slug":"ideario_273","status":"publish","type":"post","link":"http:\/\/montanismo.org\/2010\/ideario_273\/","title":{"rendered":"Ideario 273"},"content":{"rendered":"
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Unas pocas vías de los solos favoritos de Eric se habían esfumado gracias al taladro. Es triste perder, pedazo a pedazo, el legado de aquellas exploraciones verticales tempranas.<\/p>\n

Lisa Hathaway<\/p>\n

Él quería lo que todos queríamos: más. Más lejos, más inclinado, más alto, la montaña completa y, entonces, por supuesto, otra.<\/p>\n

David Stevenson<\/p>\n

Se dice que un glaciar es vivo porque se mueve, avanzando, retrocediendo, como una armada helada. También habla. Bajo ráfagas de viento, el sonido del agua corriente. Bajo la nieve, bajo el hielo, cruje y gruñe, de vez en cuando, una grieta, un eco. Antigua, casi traducible, dice cuidado<\/em> en cada idioma.<\/p>\n

David Stevenson<\/p>\n

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Decimos: Murió haciendo lo que amaba<\/em>. Decimos Estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado<\/em>. Decimos Cuando te toca, te toca<\/em>. Pero para nosotros es el lugar correcto y el momento correcto. La montaña no se moverá.<\/p>\n

David Stevenson<\/p>\n

En el mundo de los deportes, la escalada ocupa un lugar solitario. Sin testigos, los participantes juegan en una arena desolada llena de peligros reales e imaginarios. El mal tiempo, carencia de protección, la reputación de una ruta, una falla reciente, un mal “presentimiento”… colectivamente, estos elementos orillan a la mente débil a la rendición.<\/p>\n

Andrew Querner<\/p>\n

Durante todos aquellos demasiado frecuentes momentos de quietud, cuando pasamos la cuerda por un mosquetón helado en la luz menguante; cuando un compañero se va callado a lo desconocido; cuando una cuerda cuelga suspendida de la roca sin protección o cuando el runrunear de la estufa se torna en silencio, comienza el cuestionamiento.<\/p>\n

Andrew Querner<\/p>\n

Pero como jugadores dispuestos, no sólo aceptamos la naturaleza cerebral de la escalada. La abrazamos. Ir más alto puede representar el mejor escape. A pesar de que las reservas de combustible y resolución disminuyan, los escaladores cruzan conscientemente el punto de no regreso.<\/p>\n

Andrew Querner<\/p>\n

Intencionadamente incrementamos la distancia al suelo, aumentamos la caída potencial, nos extendemos más profundo en lo desconocido para encontrar una seguridad irrazonable. El movimiento llega a ser un ejercicio de la confianza: confianza en tu compañero, confianza en tu propia habilidad y una ciega convicción de que la montaña te dará un paso accesible. La fe no es exclusiva de la religión.<\/p>\n

Andrew Querner<\/p>\n

Unido enteramente a mis temas a través de la cuerda y de nuestra cordada, he llegado a ver estas imágenes como reflexiones de mis propios momentos de la duda. Camaradería, alivio, alegría y, en última instancia, gran satisfacción. Las caras de los escaladores, encapuchadas por protección, me recuerdan esos casos en los cuales los diálogos internos se silencian, el torbellino de emociones aún crece. Y una mente reservada se convierte en un abrigo de la tormenta.<\/p>\n

Andrew Querner<\/p>\n<\/div>\n

Citas extraídas del contenido del número 29 de Alpinist<\/em><\/p>\n

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En el mundo de los deportes, la escalada ocupa un lugar solitario. Sin testigos, los participantes juegan en una arena desolada llena de peligros reales e imaginarios. El mal tiempo, carencia de protección, la reputación de una ruta, una falla reciente, un mal “presentimiento”… colectivamente, estos elementos orillan a la mente débil a la rendición.<\/p>\n

Andrew Querner<\/p>\n<\/td>\n

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