{"id":13547,"date":"2008-09-22T00:00:00","date_gmt":"2008-09-22T00:00:00","guid":{"rendered":"http:\/\/montanismo.org\/revista\/?p=13547"},"modified":"2012-05-22T11:40:51","modified_gmt":"2012-05-22T17:40:51","slug":"ascenso_al_monte_perdido","status":"publish","type":"post","link":"http:\/\/montanismo.org\/2008\/ascenso_al_monte_perdido\/","title":{"rendered":"Ascenso al Monte Perdido"},"content":{"rendered":"
\n

Mi primera expedición<\/strong><\/p>\n

Es tarde, lo sé, el camino marcado y sinuoso que conozco bien ha terminado desde hace algún tiempo. La caminata nocturna ha seguido por más de lo que esperaba y el frío se ha hecho presente; no hace gran diferencia, pues no hay en dónde meterse, así que seguimos caminando silenciosamente hasta que el grupo se detiene por completo.  Las linternas iluminan los lados del camino mientras mis compañeros, (Rafa, Christopher, Javier, Shahin), voltean a platicar entre ellos, jugando con la luz reflejada en el vaho que emana de sus bocas.<\/em><\/p>\n

El líder de la expedición ha encontrado un paso que considera difícil para el resto del grupo y ha juzgado prudente un pequeño descanso mientras examina cuidadosamente el escabroso terreno que nos espera.  Poco después, desciende un paso complicado con un par de ágiles movimientos y pronto se encuentra en una firme plataforma.<\/em><\/p>\n

\"\"<\/a><\/p>\n

Lo siguiente no es difícil de adivinar, nos espera liberar ese mismo paso: una pequeña pared que debe medir lo doble que cualquiera de nosotros y que comienza con un ligero techo formado por una gran piedra, que sobresale asemejándose a una plataforma de clavados.  Bajar por ahí no será sencillo.<\/em><\/p>\n

Los compañeros delante de mí comienzan a avanzar, nuestro líder tutoreando a cada uno de nosotros, enumerando los pasos que debemos hacer y guiándonos en todo lo posible.<\/em><\/p>\n

\"\"<\/a><\/p>\n

La espera se hace interesante discutiendo con mis compañeros cual será el método de bajada más eficiente, y al parecer tenemos opiniones bastante parecidas: tratar de desescalar por ahí es demasiado complicado y peligroso, por más esfuerzo que hagamos no nos bajarán cargando y entonces la única solución se vuelve obvia: saltar.<\/em><\/p>\n

Al menos es lo que todos los demás están haciendo y… están bien.  Pronto llega mi turno. El camino hacia la plataforma de clavados queda libre y me acerco al corto vacío que me espera, las luces de mis compañeros iluminan el obstáculo y Guillermo, el líder, me da instrucciones claras: ¡Brinca!<\/em><\/p>\n

Ahora estoy aterrado. ¿Saben porque? En este momento me puedo ver claramente tirado allí con sangre en el piso, mis amigos llorando, tal vez alguno gritando, los más fuertes consolando a los más débiles y Guillermo cargando silenciosamente un endeble cuerpo sin vida.<\/em><\/p>\n

\"\"<\/a><\/p>\n

Puedo ver a mis padres diciendo “Nunca debimos dejarlo ir a acampar“, puedo oír gritos, puedo sentir dolor, puedo llorar y recordar si quiero… En resumen, me siento vivo y eso asusta porque la vida siempre viene acompañada de la muerte.<\/em><\/p>\n

Sin embargo algo me dice que vale la pena brincar, sortear obstáculos, retos, sueños y el miedo flaquea ante los sueños, al menos para mí.<\/em><\/p>\n

Brinco y despierto…<\/em><\/p>\n

La alarma.<\/p>\n

Está obscuro. Son las 6:15.<\/p>\n

Estoy en el refugio de Góriz.<\/p>\n

¡No puedo creer que he soñado con Huitzilac! ¡Con mis amigos de México! ¿Esto fue un sueño o un recuerdo? No importa, sólo tengo que salir y comenzar a caminar, si es demasiado difícil, afrontaré la derrota y regresaré, lo prometo.<\/p>\n

Son las 6:30 hrs: ahora o nunca.  Con calma decido tomar las cosas que he empacado la noche anterior, me fuerzo a dejar el confort absoluto del refugio de Góriz y comienzo a caminar hacia el Monte Perdido, mi introducción privada al montañismo invernal.<\/p>\n

\"\"<\/a><\/p>\n<\/div>\n

<\/p>\n

\n

Hacia Rutas Salvajes<\/strong><\/p>\n

Supuse que después de haber escalado en libre la faja de Seaso y caminar seis horas con una mochila de 15 kilos, el ataque final al Monte Perdido sería fácil.  Supuse también que la única complicación sería la escupidera y sabía que mi única preocupación era un comentario que mi subconsciente venía sugiriendo sutilmente:<\/p>\n

No se puede todo en la vida.<\/em><\/p>\n

\"\"<\/a><\/p>\n

Es una frase que siempre he conocido, quisiera no estar de acuerdo con ella, quisiera luchar contra ella pero a trompicones he llegado a comprender que es una frase sabia.<\/p>\n

Muchas cosas en mi vida están relacionadas con esa frase; una de ellas es por la que estoy aquí, pero ahora puedo sentir una relación mucho más intima, ¿qué tal si no puedo tener esta montaña y mi vida al mismo tiempo?<\/p>\n

El pensamiento me ha atormentado desde que dejé Barcelona (mi hogar temporal); no puedo dejar de pensar en lo estúpido que sería haber salido desde México hasta Europa, haber gastado mi dinero en equipo, mi esfuerzo en irme de intercambio a estudiar un semestre y todo para terminar posiblemente muerto.<\/p>\n

\"\"<\/a><\/p>\n

¿Con quién me podría quejar?  ¿De qué me podría quejar? Todo el esfuerzo hubiera sido de mi parte y si todo dependía de mí ¿a  qué le tenía miedo?, ¿a mí mismo? Sí, a mi juicio, a mi capacidad, a mi fuerza y en el fondo, a mi identidad,  (es aquí donde me acuerdo de Chris McCandless).  Costó bastante trabajo convencerme de que mis tendencias no eran autodestructivas. Tal vez al final la atracción fue mayor.<\/p>\n

La atracción por el Monte Perdido vino desde que escuché el nombre y nunca fue débil. La promesa de encontrar algo perdido<\/em> era demasiado seductora, ¿cómo puede resistirse un explorador a eso? Era un cariño efímero, débil, obscuro: misterioso. Y no hay nada como el misterio para fortalecer la motivación. Tengo que admitir que caí redondito por el Perdido. Decidí subir y no fue una carga, no tuve que vencer mis miedos: ahora ellos son parte de mí. No tuve que obligarme: caminar en nieve tan firme era un placer y el paisaje…  bueno, de aquel nunca puedo resistirme.<\/p>\n

\"\"<\/a><\/p>\n

El síndrome del escalador<\/strong><\/p>\n

La ultima parte del acercamiento fue rápida y ya muy cerca de la “escupidera“ alcancé a la única cordada que me precedía, bajando de la rampa con bastante cuidado.  Era un grupo de cuatro vascos que no bajaban muy contentos; les pregunté cómo estaba la escupidera y me respondieron “Pues peligrosa”. El grupo acababa de ser víctima de lo que Messner describe como el síndrome del escalador.<\/p>\n

En una visión aterradora, todos presenciaron a una mochila resbalar, tomar bastante velocidad y mientras se golpeaba con todo tipo de piedras ser desmembrada y literalmente escupida<\/em> hacia el vacío. Las rampas inferiores detuvieron su caída 300 metros más abajo y creo que no me equivoco al suponer que todos ellos se vieron en el lugar de la mochila; está de más decir que no subieron.<\/p>\n

\"\"<\/a><\/p>\n

Así  que me tocó hacer huella y la cima se presentó pronto: amplia, tranquila y con vistas espectaculares.  Arriba el Pico de Añisclo se yergue imponente frente a ti por primera vez, el Cilindro de Marboré, del otro lado, se distingue con una perspectiva nueva, superior. Rodeándolo todo con una belleza sobrecogedora están los pirineos aragoneses; una inmensidad de picos rugosos, puntiagudos y nevados.  Pocas veces me había sentido tan pequeño y sin duda nunca había visto algo así.<\/p>\n

Regreso<\/strong><\/p>\n

Entre la hermosa vista y el prospecto de regresar a la escupidera, decidir bajar fue tan difícil como decidir subir; la única diferencia es que bajar promete alivio, seguridad y confort. Regresar siempre es una idea atractiva. Además, justo con el regreso mi pequeña odisea terminaría.<\/p>\n

\"\"<\/a><\/p>\n

Mientras bajaba pude ver a otra cordada de cuatro comenzando la rampa, les alcancé pronto y sin intenciones de subir me preguntaron: “¿Como está la escupidera?” Yo,  haciendo gala de mi creciente castellano, <\/em>contesté: “Acojonante”.<\/p>\n

El penoso proceso de regresar continuó sin contratiempos, felizmente acompañado por cuatro madrileños con los que congenié bastante, terminaría por bajar hasta el medieval pueblo de Torla con ellos. El Perdido se quedó vacío y yo he subido, bajado…<\/p>\n

Y ¿qué encontré?<\/p>\n

Justo lo que buscaba.<\/p>\n<\/div>\n

\"\"<\/div>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":"\n\n\n
\n

La atracción por el Monte Perdido vino desde que escuché el nombre y nunca fue débil. La promesa de encontrar algo <\/em>perdido era demasiado seductora, ¿cómo puede resistirse un explorador a eso? Era un cariño efímero, débil, obscuro: misterioso. Y no hay nada como el misterio para fortalecer la motivación.<\/em><\/p>\n<\/td>\n

\n
\"\"<\/div>\n<\/td>\n<\/tr>\n<\/tbody>\n<\/table>\n

<\/a><\/p>\n","protected":false},"author":1220,"featured_media":0,"comment_status":"open","ping_status":"closed","sticky":false,"template":"","format":"standard","meta":{"jetpack_post_was_ever_published":false,"_jetpack_newsletter_access":""},"categories":[1015],"tags":[10098],"jetpack_featured_media_url":"","jetpack_shortlink":"https:\/\/wp.me\/p51GhY-3wv","_links":{"self":[{"href":"http:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/13547"}],"collection":[{"href":"http:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/posts"}],"about":[{"href":"http:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/types\/post"}],"author":[{"embeddable":true,"href":"http:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/users\/1220"}],"replies":[{"embeddable":true,"href":"http:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/comments?post=13547"}],"version-history":[{"count":10,"href":"http:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/13547\/revisions"}],"predecessor-version":[{"id":19262,"href":"http:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/13547\/revisions\/19262"}],"wp:attachment":[{"href":"http:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/media?parent=13547"}],"wp:term":[{"taxonomy":"category","embeddable":true,"href":"http:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/categories?post=13547"},{"taxonomy":"post_tag","embeddable":true,"href":"http:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/tags?post=13547"}],"curies":[{"name":"wp","href":"https:\/\/api.w.org\/{rel}","templated":true}]}}