{"id":13344,"date":"1999-05-04T00:00:00","date_gmt":"1999-05-04T00:00:00","guid":{"rendered":"http:\/\/montanismo.org\/revista\/?p=13344"},"modified":"2012-03-08T12:20:03","modified_gmt":"2012-03-08T18:20:03","slug":"andres_delgado_y_alejandro_ochoa_en_la_cumbre","status":"publish","type":"post","link":"http:\/\/montanismo.org\/1999\/andres_delgado_y_alejandro_ochoa_en_la_cumbre\/","title":{"rendered":"Andr\u00e9s Delgado y Alejandro Ochoa, en la cumbre"},"content":{"rendered":"
Fue apenas un llamado, breve, emocionado. Desde la cumbre.<\/p>\n
A las 11:00 horas de este día de la Santa Cruz, tiempo de Nepal, llamaron Andrés Delgado y Alejandro Ochoa desde la cima del Cho Oyu, 8,201 metros sobre el nivel del mar y afirmaron encontrarse bien “y muy contentos porque, además, contamos con suficientes horas de luz como para intentar bajar hoy mismo hasta el campo base avanzado”.<\/p>\n
Lo lograron.<\/p>\n
Andrés lo había hecho ocho días antes.<\/p>\n
Relata Alejandro, en la bitácora de viaje, a la que se puede acceder vía Internet, una de múltiples historias:<\/p>\n
“La noche fue espléndida, tranquila y estrellada.<\/p>\n
Después de varias horas Andrés me tomó ventaja y llegó a la pared de roca. Entre canales y salientes su luz se me perdía cada vez más seguido hasta la oscuridad total. Traté de grabar el punto donde había encarado la pared y continué subiendo.<\/p>\n
Subía entre piedras tratando de encontrar las huellas casi invisibles de sus crampones sobre el hielo para ver por dónde atacaba la pared. Perdí 2 horas en esto. Encontraba tiendas destrozadas, cuerdas viejas. Un sentimiento de abandono empezaba a poseerme. Entre miradas rápidas que perseguían mi lámpara, un poco desesperado alcancé a divisar 20 metros por encima de mí, un cuerpo tendido sobre la nieve. Aclaré los ojos y fijé la vista. Eran los crampones y botas de Andrés. El corazón se me desbocó y la respiración me ahogaba, me recargué en la nieve. “Tranquilo, que la desesperación te acaba”, me dije. Tomé aire y grité dos veces su nombre: recibía el eco de la noche en su frío hueco. Apresuré el paso para acercarme.<\/p>\n
Llegué a su lado jadeante, conmocionado. No nos conocíamos. Pedí perdón por mi alegría manifestada y mi corazón le regaló una lágrima que se congelaba. Me senté a su lado y compartimos momentos personales. Yo tan vivo y aquí iguales, con frío, solos, temporales. Me inundaba la tristeza y el miedo se colaba por mis huecos de inseguridad. Tenía que moverme que me contagiaba. Había una diferencia muy grande: él no estaba, yo luchaba.<\/p>\n
Buscaba la cuerda buena y no conseguía encontrarla. Decidí escalar por cuerdas viejas ya enterradas que dudaban. Crampones en roca lisa, guantes gordos en agarres chicos; me resbalaba. Decidí ayudarme de una de las cuerdas, tiré con fuerza y se rompió de pronto.<\/p>\n
Subí un poco más y agarré otra, colgué mi cuerpo, tronó de nuevo y quedé colgando. Por suerte el piolet seguía fijo y me mantuvo en equilibrio. Terminé la pared, asustado. No quería continuar, era demasiado arriesgado. 6:00 de la mañana, el frío arreciaba. Descendí rápido, estaba en el Campo 2 a las 8:30 de la mañana. Volteé hacia arriba y Andrés coronaba la última parte de la pared, le hice señas, me dio gusto verlo andando.<\/p>\n
Ahora llevo 3 días recuperándome, comiendo bien, durmiendo y preparándome para mi intento a la cumbre.<\/p>\n
Andrés llegó ese día a la cima por segunda vez y a las 2 de la tarde ya estaba de regreso en el campo 2, descansando. Lo seguimos por el telescopio. Pasó la noche allí y al siguiente día descendió hasta CBA. Estamos muy contentos. Ahora nos recuperamos, es muy probable que me acompañe de nuevo a la cumbre en unos cuantos días más. Tengo que decirles que después de 26 días por fin me lavé el pelo. Era un sebo impresionante.<\/p>\n
El cuerpo me lo lavo hasta después de cumbre (si Dios quiere), tengo ya una capa de “grasita” que me mantiene “calientito”, je, je…<\/p>\n
\n El Universal<\/strong>
\nMayo 4 de 1999<\/p>\n<\/div>\n