{"id":13098,"date":"2007-12-27T00:00:00","date_gmt":"2007-12-27T00:00:00","guid":{"rendered":"http:\/\/montanismo.org\/revista\/?p=13098"},"modified":"2007-12-27T00:00:00","modified_gmt":"2007-12-27T00:00:00","slug":"en_busca_de_la_cascada_de_piedra_volada","status":"publish","type":"post","link":"http:\/\/montanismo.org\/2007\/en_busca_de_la_cascada_de_piedra_volada\/","title":{"rendered":"En busca de la Cascada de Piedra Volada"},"content":{"rendered":"
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Rosalinda González, Cuitláhuac Rodríguez y yo nos reunimos en La Junta, el 3 de diciembre de 1994, para juntos irnos a Basaseáchic. Íbamos a la cascada para tratar diversos asuntos de trabajo. Cuitláhuac y yo nos entrevistaríamos con Don Fernando Domínguez en el Rancho San Lorenzo, quien ya nos tenía preparado a un guía para ir a la parte alta de la Cascada de Piedra Volada, ésa que se rumoraba era más alta que la de Basaseáchic y que ahora, después de recorrer la Barranca de Candameña y las pláticas con Fernando Domínguez, empezaba a hacerse realidad. Ignoro de quien partió el rumor, pero el hecho es que muy pocas personas sabían de la existencia de esta cascada y menos quienes la conocieran. <\/p>\n

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La cueva del padre Glandorff<\/strong><\/p>\n

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Un poco antes de llegar al parque Rosalinda detuvo el mueble (automóvil para los lectores que desconozcan la jerga chihuahuense) y nos señaló un hermoso abrigo rocoso incrustado en unas paredes verticales de cierta magnitud, al pie de un arroyo. Una rústica cruz de madera ayudaba a distinguir el sitio: <\/p>\n

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—Se trata de la cueva del padre Glandorff —nos dijo— quien fuera misionero en Tomóchic por más de 40 años, de 1722 a 1763. Con frecuencia salía de su misión y se venía aquí a meditar, orar y pedir consejos a Dios. <\/p>\n

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\"La<\/p>\n

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La cueva del padre Glandorff<\/em><\/p>\n

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El espíritu del Sucurúame<\/strong><\/p>\n

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—Por toda esa barranca donde se encuentra la cueva del padre Glandorff, sale un ánima y asusta a la gente —nos dijo Don Rafael Sáens, quien gustoso compartió con nosotros leyendas e historias de esta parte. —Esa ánima es el espíritu del sucurúame, un poderoso hechicero tarahumara que le dio mucha lata al padre Glandorff, al grado que detuvo por largo tiempo la evangelización en la sierra.<\/em><\/p>\n

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"Cuando el padre Glandorff llegó a Tomóchic, venía con muchas ganas de evangelizar, para así extender el reino de Dios lo más posible. Pero a pesar de todas sus ganas se dio cuenta de lo poco que progresaba, no tardó en comprender que la gran influencia del sucurúame era lo que le estorbaba. El hechicero era muy respetado rancherías indígenas y se oponía al cambio en sus tradiciones religiosas. Por más que intentó el misionero disminuir la el sucurúame no logró nada y todos los métodos que volverlo cristiano, simplemente fracasaron.<\/em><\/p>\n

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"Un día, el sucurúame apareció muerto, evidentemente asesinado. Nunca se supo quién fue. El padre Glandorff interpretó esto como un castigo que sucurúame por impedir la propagación de Su Palabra y así lo explicó a sus neófitos tarahumaras, haciéndoles ver cómo el diablo se había apoderado del sucurúame, pero que Dios, al ser más poderoso fácilmente lo había derrotado. Sin embargo, poco le duró el gusto al misionero ya que a los pocos días empezó a aparecerse ni más ni menos que el espíritu del sucurúame, a todo aquel que escuchara al padre. La presencia del sucurúame fue tan real que no sólo no pudo avanzar en la evangelización, sino que comunidades que ya habían sido bautizadas volvieron a sus antiguos ritos religiosos. El padre Glandorff estaba desesperado y durante varios meses no pudo hacer nada.<\/em><\/p>\n

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"Aconsejado otro padre misionero, el de Sisoguichi, decidió enfrentarse con el espíritu del sucurúame; así un día, apareció armado con una cruz, agua bendita y los santos óleos en una región donde con gran frecuencia se aparecía el sucurúame. ¿Dónde creen ustedes que es esa región?" —nos preguntó instintivamente Don Rafael.<\/em><\/p>\n

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—¿En la cascada de Basaseáchic? —le respondió Rosalinda.<\/em><\/p>\n

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—No.<\/em><\/p>\n

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—Ni idea —contestó Cuitláhuac.<\/em><\/p>\n

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—Pues fue en la misma barranca donde está la cueva del padre Glandorff, incluso hay quienes creen que fue dentro de la misma cueva. Lo cierto es que el padre desapareció de Tomóchic por casi dos semanas y durante ellas el cielo estuvo nublado, especialmente en dicha barranca en donde los relámpagos se concentraron como para presenciar la gran lucha que ahí se desató. Al término de todos esos días, el padre Glandorff apareció en Tomóchic, se le veía cambiado y había encanecido muchísimo. Venía totalmente agotado, pero había derrotado al espíritu del sucurúame, al cual capturó y confinó en un pequeño cofre metálico que dejó enterrado cerca de la cueva.<\/em><\/p>\n

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"Después de esto el padre ya no volvió a tener problemas con hechiceros ni con espíritus y así pudo continuar en firme su tarea evangelizadora, siendo olvidado el sucurúame durante muchísimos años, hasta que un día, allá por 1950, uno de los mineros de Pinos Altos se trajo un aparatito que dizque localizaba tesoros". <\/p>\n

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—Un detector de metales —dijimos a coro Rosalinda y yo. <\/p>\n

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—Así es —respondió Don Rafa. —Pues bien, este minero se puso a buscar tesoros por aquí y por allá con su aparatito y como escuchó algo sobre la cueva del padre y que los padres habían escondido tesoros ahí, fue a investigar por ese rumbo. Total, que después de unos días de búsqueda, va dando con el cofre donde se encontraba el espíritu del hechicero. Feliz porque creía haber dado con su tesoro, el minero abrió el cofre liberando al sucurúame.<\/p>\n

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"Evidentemente, lo primero que hizo el espíritu fue darle “cran” al minero, del cual nunca más volvió a saberse. A partir de ese día fue cuando de nuevo volvió a aparecerse el sucurúame a la gente, asustando a todo el mundo y hasta la fecha por ahí sigue. Muchos afirman que se aparece como una mujer muy guapa, otros que como coyote". <\/p>\n

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\"La<\/p>\n

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La primera visión que tuvimos de la barranca de Candameña desde la cascada de Piedra Volada<\/em><\/p>\n

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—Será un nahual —comenté, haciendo alusión a los brujos que pueden transformarse en lo que sea, muy comunes en el centro del país. <\/p>\n

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—Pues yo no sé —agregó don Rafa— pero dicen que hace como 30 años vinieron unos señores que eran de la misma profesión de usté, espeliólogos. <\/p>\n

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—Espeleólogos —corregí—, son los que estudian las cuevas. <\/p>\n

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—Pues ésos —dijo Don Rafa y continuó. —Eran tres hombres y una mujer, Mario, Gilberto, Felipe y Elena, eran sus nombres y se metieron a la cueva del padre Glandorff a explorarla, en ese entonces la cavidad era mucho más larga de lo que es ahora y más adelante sabrán por qué. Al frente iba Mario guiando la exploración, le seguía Felipe, Elena y al final Gilberto que era un poco despistado. Desde que entraron a la cueva Elena percibió algo malo en ella, una vibra negativa que de momento no pudo identificar. Comenzaron a caminar por un largo pasaje y como a la hora Elena les comentó a sus amigos que ya hacía rato no veía a Gilberto. Mario y Felipe no le dieron mucha importancia al hecho y comentaron que se había quedado atrás porque hizo pipí y que en un rato más los alcanzaría.<\/p>\n

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"Pero pasó el tiempo y Gilberto no apareció. Al final del pasaje llegaron a un tiro vertical de unos 15 metros de caída. Colocaron una cuerda y el primero en descender fue Mario, en un par de minutos aterrizó y les gritó que la cuerda estaba libre, enseguida bajó Felipe. Siguieron largos minutos de silencio, más de 15 Y Elena que aguardaba arriba se desesperó y gritó preguntando si la cuerda estaba libre. Apenas alcanzó a escuchar la voz afirmativa de Mario, por lo que efectuó el descenso. Cuando llegó abajo se sorprendió al darse cuenta de que sólo estaba Mario. <\/p>\n

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"Le preguntó por Felipe. “Aquí no ha bajado Felipe” respondió Mario “sólo tú”. “Pero si él bajó después de mí” replicó Elena “a algún lado debió haber llegado”. “Pues aquí no”. Entonces se dieron cuenta que del cable estaba escurriendo sangre. El pánico empezó a apoderarse de ellos y sintieron la fuerza maligna que desplegaba el sucurúame y ahora estaba contra ellos. Con la inspiración que da la adrenalina Mario le gritó a Elena que salieran corriendo de ahí por otra entrada que él conocía, ya que antes había realizado una exploración preliminar de la cueva. A toda prisa empezaron a recorrer salones y galerías sintiendo atrás de ellos, cada vez más cerca, al espíritu del sucurúame.<\/p>\n

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"Llegaron a un arrastradero de un par de metros de longitud y rápidamente lo cruzó reptando Elena, cuando Mario estaba por salir sintió que alguien lo agarró de los pies y empezó a arrastrado en sentido contrario. “Ayúdame Elena” alcanzó a gritarle. Elena lo tomó de los brazos y jaló, pero ante el terror de Mario sintió que la fuerza del sucurúame era mayor hasta que tuvo que soltarlo y ver como desapareció por el negro agujero. “No, no me dejes, ayúdame” fueron los últimos gritos de Mario antes de desaparecer tragado por el sucurúame. Elena estaba histérica y empezó a correr sin saber a dónde llegaría hasta que en una de ésas se tropezó y empezó a rodar por una fuerte pendiente golpeándose entre unas piedras, quedó semiinconsciente, su lámpara se botó del casco y se encontró de pronto rodeada de una profunda oscuridad.<\/p>\n

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"Antes de perder totalmente la conciencia, y no supo si la vida también, percibió con terror cómo la fuerza maligna del espíritu del sucurúame se aproximaba velozmente a ella. Pasaron largos minutos de tinieblas hasta que la luz de fa lámpara se encendió de nuevo, iluminando el rostro de Elena. Su expresión no podía ser más perversa. El espíritu del sucurúame se había apoderado del cuerpo de Elena. Desde entonces dicen que el sucurúame se aparece como mujer en la región, con el cuerpo de Elena. Hasta la fecha. No se les vaya a aparecer. Por cierto que el sucurúame derrumbó una parte cercana a fa entrada de la cueva, bloqueando el acceso a los pasajes interiores, por eso si ustedes van a la cueva del padre Glandorff verán que sólo es un abrigo, pero antes era mucho más grande" —concluyó don Rafael. <\/p>\n

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Me zambullí en mi bolsa de dormir, esperando que ahí no pudiera entrar el espíritu del sucurúame. Esa noche no pude dormir tranquilo y más cuando me enteré que a don Rafael lo apodan el Brujo, por algo será. <\/p>\n

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El puerto del Arbolito<\/strong><\/p>\n

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Temprano, al día siguiente, nos reunimos en la casa de Reyes Méndez, quien sería nuestro guía, ya que es una de las poquísimas personas que conoce Piedra Volada. Eran las 9:40 cuando salimos a pie del Rancho San Lorenzo siguiendo una tranquila vereda entre el bosque. A poco de caminar tomamos un olvidado camino trocero y desde él tuvimos una magnífica vista de la Cascada de Basaseáchic a lo lejos. A la hora de caminar llegamos a un punto llamado el Puerto del Arbolito, ahí descansamos un poco. Un montón de piedras y sobre ellas una cruz marcaban al puerto. Las piedras las echan los caminantes que por aquí pasan, es una costumbre muy antigua de la sierra —dizque para que el diablo no pase de un lado a otro del puerto nos dijo Reyes. Aquí la gente ya perdió la costumbre y ya no echan piedras, lo que hizo Reyes fue quitarse el sombrero ante la cruz, pero yo sí eché la piedra— por si las dudas. <\/p>\n

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Los jabalíes<\/strong><\/p>\n

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Continuamos la marcha siguiendo, y a veces adivinando, veredas vaqueras; más adelante nos detuvimos en otro punto a descansar un momento. En eso estábamos cuando escuchamos un extraño ruido entre la hojarasca, por un momento pensé que alguien se aproximaba, hasta que Reyes nos dijo que no nos moviéramos. Se trataba de un grupo de jabalíes, de unos 8 a 10, que caminaban cerca de nosotros pero un poco arriba. Por la posición en que estábamos no nos vieron ni nos pudieron oler por la dirección contraria del viento, así que tuvimos la oportunidad de verlos bien; sin embargo, fue sólo un instante y para cuando alcancé a sacar mi cámara fotográfica de la mochila, se habían ido. A poco de seguir andando vimos una coa, se trata de un ave muy hermosa y considerada en peligro de extinción. Resplandecía con sus colores blanco, verde y rojo. Reyes me comentó que aquí le llaman Chícharo. <\/p>\n

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\"Iniciando<\/p>\n

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Iniciando el rapel para evaluar la magnitud de Piedra Volada<\/em><\/p>\n

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La Cascada de Piedra Volada <\/strong><\/p>\n

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Pronto percibimos el rumor del arroyo de Piedra Volada y empezó a aparecer ante nosotros la vista de la Barranca de Candameña. Al otro lado de la barranca, muy a lo lejos alcanzamos a ver la terracería, toda llena de curvas, que desciende hasta la zona minera. A partir de que se ve el arroyo de Piedra Volada todo vestigio de vereda desaparece y nos fuimos caminando por una ladera un poco más arriba del arroyo, de vez en cuando descendíamos hasta el cauce. Ya casi para llegar a la cascada, un salto en el arroyo nos obligó a subir más de lo normal y efectuar un pesado descenso por una ladera muy inclinada, parte era desescalada, no había otro paso. Accedimos al arroyo que llevaba poca agua, bordeamos una hermosa poza y tuvimos ante nosotros un gran vacío seguido por la vista impresionante de la Barranca de Candameña y su río que se perdía entre las paredes verticales de la cima. Justo habíamos hecho dos horas de caminata desde San Lorenzo. <\/p>\n

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Estábamos arriba de la Cascada de Piedra Volada y no cabíamos en nosotros de gusto, el arroyo que llevaba muy poca agua, inmediatamente se perdía. Para poder apreciar bien la cascada fue necesario poner un cable y descender unos pocos metros, veníamos preparados para ello. Una vez que hicimos todas las maniobras y estuve pendiente del abismo quedé muy sorprendido de lo sobrecogedor del espectáculo. Esta visión supera con mucho la que se tiene desde la Cascada de Basaseáchic. Se apreciaba magnífica la Barranca, se veía tan cercana y por eso se realza su imponencia. Frente a nosotros teníamos la Peña del Gigante a unos centenares de metros, no pude dejar escapar una exclamación de asombro ante lo que se me presentaba; era un verdadero tajo que caía muchos centenares de metros abajo.<\/p>\n

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Su cumbre se alzaba unos 200 metros arriba de donde nos encontrábamos y desde ahí se desprendía lo vertical directamente hasta el Río Candameña. —¿Será de 800 metros como indica la carta de INEGI? —me preguntaba. Desde aquí parecía infinita. Hacia abajo la poca agua que llevaba el arroyo se perdía haciéndose brisa ante el gigantesco salto. A simple vista resaltaba que esta caída era mayor que la de Basaseáchic, por lo que durante las temporadas en que el arroyo lleva un buen volumen de agua, debe ser una cascada muy impresionante. Definitivamente, habría que hacer planes para venir a bajarla lo más pronto posible y medirla. <\/p>\n

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Consideraciones <\/strong><\/p>\n

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Estuve observando con cuidado. Aquí no es tan fácil rapelear como en Basaseáchic. La cascada está encañonada, entonces no hay tanto espacio para efectuar el descenso, sobre todo si el arroyo está crecido. Al fondo la cascada llega a una gran poza: <\/p>\n

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—Ahí vive la sierpe— me comentó Reyes cuando se lo dije. Otro problema es la dificultad de salir de la Barranca de Piedra Volada. El arroyo de Piedra Volada es un afluente del arroyo Cajurichi y a los pocos metros se une al Candameña. Después de la cascada se aprecia desde arriba que el arroyo se encañona bastante, en un tramo de 400 ó 500 metros antes de unirse al Cajurichi, de tal modo que yendo crecido será difícil, si no imposible salir de él para alcanzar el Candameña. Reyes ya nos había dicho que hasta esta fecha nadie había llegado a la cascada desde abajo debido a que el arroyo de Piedra Volada llega al Cajurichi en forma de un salto que al menos tiene caída de 20 metros y por todos lados son paredes verticales para intentar subir, sólo aptas para escaladores de buen nivel.<\/p>\n

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\"En<\/p>\n

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En Piedra Volada. Al fondo, el Gigante<\/em><\/p>\n

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Muy posiblemente para bajar la cascada tengamos que hacer el rapel y subir por la misma cuerda, lo cual implicará que el GEEC tendrá que superar sus técnicas. Un problema adicional será el sitio donde se ancle el cable, que tendrá que ser necesariamente del lado derecho, obligando a algunas maniobras extra, ya que no es tan sencillo llegar a los posibles puntos de anclaje. Pude apreciar bien parte de la barranca lateral del Cajurichi. Fernando ya nos había comentado que esta barranca podría ser una ruta de escape si efectuáramos el descenso de la cascada, sale a la comunidad de Cajurichi a un día y medio de caminata. <\/p>\n

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El regreso <\/strong><\/p>\n

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Un buen rato nos quedamos como hipnotizados ante el panorama que teníamos. Me sentía verdaderamente afortunado de poder disfrutar de éste y muchos otros paisajes vírgenes que me ha tocado presenciar. Comentamos precisamente sobre las personas que conocían este sitio, Reyes los pudo contar con las manos, Cuitláhuac y yo éramos los números 8 y 9 y no más. Comimos unos sabrosos burritos y bebimos del agua cristalina del arroyo. Después iniciamos el retorno, en esta ocasión volvimos siguiendo todo el arroyo para conocerlo mejor. El salto que nos había obligado a dar el rodeo es una cascada de unos 8 metros, que llega a una poza de hermosos colores, ahí descubrimos a un pájaro buceador (Cinclus mexicanus<\/em>) que se daba sus buenos chapuzones en el torrente, ni se inmutó ante nuestra presencia y gracias a eso pude tomarle un par de buenas fotos. El arroyo presenta numerosos parajes bonitos, rápidos, pozas, cascaditas. Encontramos varios madroños que tenían una frutita roja de un sabor muy agradable, nos comimos varias. Eran las 4 de la tarde cuando estábamos de regreso en la casa de Reyes. <\/p>\n

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La Barranca de las Cascadas <\/strong><\/p>\n

<\/p>\n

Desde el aire las barrancas adquieren una dimensión insospechada. <\/p>\n

<\/p>\n

Muy temprano, un día seminublado de julio, Fernando Domínguez y yo abordamos una avioneta en Cree!. Fernando es excelente piloto, así que él pilotearía. Por la radio se comunicó a cierto lugar y después de un rato de intercambiar informes la voz de la radio preguntó: <\/p>\n

<\/p>\n

—¿Hacia dónde se dirigen? <\/p>\n

<\/p>\n

—A la Barranca de las Cascadas. — fue la respuesta <\/p>\n

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—¿Y cuál es ésa? —inquirió la voz. <\/p>\n

<\/p>\n

—La de Candameña, ahí se encuentran las dos cascadas más altas de México; la de Piedra Volada y la de Basaseáchic. <\/p>\n

<\/p>\n

Despegamos de Creel tomando rumbo al noroeste y en pocos minutos nos encontrábamos sobrevolando la Barranca de Oteros, por encima del poblado de Maguarichi y enseguida sobre Uruachi. El Río Oteros resplandecía como un hilo plateado entre las quebradas de la barranca. Un poco más adelante volábamos arriba del extremo sur del Parque Nacional Basaseáchic, entonces Fernando bajó la avioneta hasta casi rozar los cerros más altos de la Barranca de Candameña. <\/p>\n

<\/p>\n

Volando encima de la grieta de la barranca ésta parece ser mucho más honda de lo que es, como si su dimensión vertical se multiplicara 2 o 3 veces, exagerándose con respecto a las distancias horizontales. Me recordó a las vistas estereoscópicas de las fotografías aéreas del INEGI, en ellas la escala vertical se amplifica varias veces, la única diferencia ahora es que veíamos en vivo todo y a color. <\/p>\n

<\/p>\n

Con gran habilidad Fernando pasó al lado de algunos cerros, tocando casi sus paredes y picos de piedra. Luego de voltear un cerro, quedó ante nosotros, imponente, cayendo en toda su longitud, la Cascada de Piedra Volada. Era maravilloso verla y cómo caía dentro de la profunda y estrecha grieta de la Barranca de Piedra Volada, lateral a la de Candameña. A un lado la Peña de El Gigante se veía más gigante que nunca. <\/p>\n

<\/p>\n

Fernando dio un brusco giro que me obligó a agarrarme de donde pude y de pronto quedamos por sobre la meseta, encima de El Gigante. Llamaba la atención ver cómo la carpeta de pinos pareciera que de pronto se derrumbaría ante el abismo de la gran barranca. Muy abajo de nosotros el Río Candameña serpenteaba rodeado de paredes verticales de piedra de magnitud kilométrica. <\/p>\n

<\/p>\n

Con el giro de nuevo tuvimos la vista de la Cascada de Piedra Volada. Volamos suavemente por encima del Cerro del Arbolito y enseguida apareció la Cascada de Basaseáchic. Al irnos aproximando a ella se nos presentó una magnífica vista del inicio de la Barranca de Candameña, donde entre muros de piedra caía la cascada con un gran volumen de agua. Me parecía que veía caer el agua en cámara lenta. <\/p>\n

<\/p>\n

Quedamos embrujados ante la visión de estas cascadas y sus increíbles precipicios.<\/p>\n

<\/p>\n

Tomado de Carlos Lazcano. Candameña, la barranca de las cascadas<\/em>. Gobierno del Estado de Chihuahua, Secretaría de Turismo. 1997. 169 páginas. s\/ISBN. Capítulo 3, páginas 60-67<\/p>\n

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Consideraciones <\/strong><\/p>\n

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Estuve observando con cuidado. Aquí no es tan fácil rapelear como en Basaseáchic. La cascada está encañonada, entonces no hay tanto espacio para efectuar el descenso, sobre todo si el arroyo está crecido. Al fondo la cascada llega a una gran poza: <\/p>\n

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—Ahí vive la sierpe— me comentó Reyes cuando se lo dije. Otro problema es la dificultad de salir de la Barranca de Piedra Volada. El arroyo de Piedra Volada es un afluente del arroyo Cajurichi y a los pocos metros se une al Candameña. Después de la cascada se aprecia desde arriba que el arroyo se encañona bastante, en un tramo de 400 ó 500 metros antes de unirse al Cajurichi, de tal modo que yendo crecido será difícil, si no imposible salir de él para alcanzar el Candameña. Reyes ya nos había dicho que hasta esta fecha nadie había llegado a la cascada desde abajo debido a que el arroyo de Piedra Volada llega al Cajurichi en forma de un salto que al menos tiene caída de 20 metros y por todos lados son paredes verticales para intentar subir, sólo aptas para escaladores de buen nivel.<\/p>\n

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Muy posiblemente para bajar la cascada tengamos que hacer el rapel y subir por la misma cuerda, lo cual implicará que el GEEC tendrá que superar sus técnicas. Un problema adicional será el sitio donde se ancle el cable, que tendrá que ser necesariamente del lado derecho, obligando a algunas maniobras extra, ya que no es tan sencillo llegar a los posibles puntos de anclaje. Pude apreciar bien parte de la barranca lateral del Cajurichi. Fernando ya nos había comentado que esta barranca podría ser una ruta de escape si efectuáramos el descenso de la cascada, sale a la comunidad de Cajurichi a un día y medio de caminata. <\/p>\n

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El regreso <\/strong><\/p>\n

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Un buen rato nos quedamos como hipnotizados ante el panorama que teníamos. Me sentía verdaderamente afortunado de poder disfrutar de éste y muchos otros paisajes vírgenes que me ha tocado presenciar. Comentamos precisamente sobre las personas que conocían este sitio, Reyes los pudo contar con las manos, Cuitláhuac y yo éramos los números 8 y 9 y no más. Comimos unos sabrosos burritos y bebimos del agua cristalina del arroyo. Después iniciamos el retorno, en esta ocasión volvimos siguiendo todo el arroyo para conocerlo mejor. El salto que nos había obligado a dar el rodeo es una cascada de unos 8 metros, que llega a una poza de hermosos colores, ahí descubrimos a un pájaro buceador (Cinclus mexicanus<\/em>) que se daba sus buenos chapuzones en el torrente, ni se inmutó ante nuestra presencia y gracias a eso pude tomarle un par de buenas fotos. El arroyo presenta numerosos parajes bonitos, rápidos, pozas, cascaditas. Encontramos varios madroños que tenían una frutita roja de un sabor muy agradable, nos comimos varias. Eran las 4 de la tarde cuando estábamos de regreso en la casa de Reyes. <\/p>\n

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La Barranca de las Cascadas <\/strong><\/p>\n

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Desde el aire las barrancas adquieren una dimensión insospechada. <\/p>\n

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Muy temprano, un día seminublado de julio, Fernando Domínguez y yo abordamos una avioneta en Cree!. Fernando es excelente piloto, así que él pilotearía. Por la radio se comunicó a cierto lugar y después de un rato de intercambiar informes la voz de la radio preguntó: <\/p>\n

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—¿Hacia dónde se dirigen? <\/p>\n

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—A la Barranca de las Cascadas. — fue la respuesta <\/p>\n

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—¿Y cuál es ésa? —inquirió la voz. <\/p>\n

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—La de Candameña, ahí se encuentran las dos cascadas más altas de México; la de Piedra Volada y la de Basaseáchic. <\/p>\n

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Despegamos de Creel tomando rumbo al noroeste y en pocos minutos nos encontrábamos sobrevolando la Barranca de Oteros, por encima del poblado de Maguarichi y enseguida sobre Uruachi. El Río Oteros resplandecía como un hilo plateado entre las quebradas de la barranca. Un poco más adelante volábamos arriba del extremo sur del Parque Nacional Basaseáchic, entonces Fernando bajó la avioneta hasta casi rozar los cerros más altos de la Barranca de Candameña. <\/p>\n

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Volando encima de la grieta de la barranca ésta parece ser mucho más honda de lo que es, como si su dimensión vertical se multiplicara 2 o 3 veces, exagerándose con respecto a las distancias horizontales. Me recordó a las vistas estereoscópicas de las fotografías aéreas del INEGI, en ellas la escala vertical se amplifica varias veces, la única diferencia ahora es que veíamos en vivo todo y a color. <\/p>\n

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Con gran habilidad Fernando pasó al lado de algunos cerros, tocando casi sus paredes y picos de piedra. Luego de voltear un cerro, quedó ante nosotros, imponente, cayendo en toda su longitud, la Cascada de Piedra Volada. Era maravilloso verla y cómo caía dentro de la profunda y estrecha grieta de la Barranca de Piedra Volada, lateral a la de Candameña. A un lado la Peña de El Gigante se veía más gigante que nunca. <\/p>\n

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Fernando dio un brusco giro que me obligó a agarrarme de donde pude y de pronto quedamos por sobre la meseta, encima de El Gigante. Llamaba la atención ver cómo la carpeta de pinos pareciera que de pronto se derrumbaría ante el abismo de la gran barranca. Muy abajo de nosotros el Río Candameña serpenteaba rodeado de paredes verticales de piedra de magnitud kilométrica. <\/p>\n

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Con el giro de nuevo tuvimos la vista de la Cascada de Piedra Volada. Volamos suavemente por encima del Cerro del Arbolito y enseguida apareció la Cascada de Basaseáchic. Al irnos aproximando a ella se nos presentó una magnífica vista del inicio de la Barranca de Candameña, donde entre muros de piedra caía la cascada con un gran volumen de agua. Me parecía que veía caer el agua en cámara lenta. <\/p>\n

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Quedamos embrujados ante la visión de estas cascadas y sus increíbles precipicios.<\/p>\n

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Tomado de Carlos Lazcano. Candameña, la barranca de las cascadas<\/em>. Gobierno del Estado de Chihuahua, Secretaría de Turismo. 1997. 169 páginas. s\/ISBN. Capítulo 3, páginas 60-67<\/p>\n

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Si usted cree que ya no quedan sitios vírgenes sobre la faz de la tierra, quizá le sorprenda saber que en el umbral del tercer milenio encontramos una de las más grandes cascadas del mundo que permanecía ignorada.<\/p>\n<\/td>\n

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