{"id":12833,"date":"2007-07-25T00:00:00","date_gmt":"2007-07-25T00:00:00","guid":{"rendered":"http:\/\/montanismo.org\/revista\/?p=12833"},"modified":"2012-12-24T08:40:56","modified_gmt":"2012-12-24T14:40:56","slug":"el_muerto_no_esta_muerto","status":"publish","type":"post","link":"http:\/\/montanismo.org\/2007\/el_muerto_no_esta_muerto\/","title":{"rendered":"El muerto no est\u00e1 muerto"},"content":{"rendered":"
<\/p>\n

Ahí está el veredicto: dos alpinistas hipotérmicos fueron recogidos en las mismas condiciones y en el mismo lugar. La temperatura de ambos había bajado a 25º C. Tres horas más tarde, uno de los dos nos pedía la hora y quería volver a su casa, mientras que el otro había muerto. Aún hoy soy incapaz de explicarlo correctamente.<\/p>\n

<\/p>\n

¿Qué elementos determinan que uno bascule hacia la supervivencia y otro hacia la irreversibilidad? ¿Cómo no dudar seriamente de los diagnósticos de fallecimiento que se firman en montaña? Después de todo, ¿qué es lo que determina la muerte? Y ahora ¿cómo podré estar seguro de que un alpinista está realmente muerto, aún cuando éste haya sido encontrado tieso y congelado en el interior de un agujero, pero sin lesiones traumáticas? ¿Qué me asegura que su corazón no se ha ralentizado progresivamente al mismo ritmo que las funciones orgánicas que de él dependen? ¿Qué me garantiza que su cerebro no está indemne? ¿Por qué no volvería a latir si consiguiéramos calentarlo correctamente?<\/p>\n

<\/p>\n

\"\"<\/p>\n

<\/p>\n

Como enunciaba Emsley Smith, uno de nuestros eminentes colegas: “Ningún muerto por hipotermia debe ser declarado como tal hasta haber sido recalentado.” Este adagio habrá tenido al menos el mérito de incitarnos a revisar nuestros métodos de trabajo. Lentamente, el mensaje se va difundiendo: en rescates de montaña, la muerte ya no es diagnosticada sin antes haber reunido lo esencial de la anamnesis*. Ahora, ante la menor duda, los rescatadores tratan de recurrir a un médico, que medirá la temperatura timpánica y detectará los primeros síntomas de inestabilidad cardíaca. La logística que permite el traslado directo de este paciente a una unidad que posea una CEC, se encuentra aún lejos de estar operativa. ¡Para eso sería necesario disponer de medios de transporte sanitarios ad hoc<\/em>!<\/p>\n

<\/p>\n

 <\/p>\n

<\/p>\n

La hipotermia que acecha al alpinista me persigue ahora incluso en sueños. La muerte blanca no se lleva a quien quiere. Siempre he pensado que no somos iguales ante ella. He podido constatarlo en mis propias carnes. Cualquier día, a fuerza de jugar con los límites, la hipotermia te acaba quemando los dedos. Es lo que me ocurrió hace unos años, en el Himalaya…<\/p>\n

<\/p>\n

 <\/p>\n

<\/p>\n

Reproducido con autorización de: Emmanuel Cauchy. Doctor Vertical. 1001 rescates en montaña<\/em>. Ediciones Desnivel, Madrid. 2006. 297 páginas. ISBN: 9788498290301. Páginas: 155-161 <\/p>\n

<\/div>\n

<\/p>\n

\"\"<\/div>\n

<\/p>\n

<\/p>\n

—¡Jules, el tío no está muerto, te lo juro!<\/p>\n

<\/p>\n

—Bueno, ¿qué hago? ¿Dónde te lo dejo, en la morgue o en el hospital? —me pregunta Jules.<\/p>\n

<\/p>\n

—¡Espera dos segundos!<\/p>\n

<\/p>\n

Le tomo la temperatura con el termómetro timpánico: 25º C… ¡Es increíble! Intento colocarle mi monitor portátil en el pecho a fin de comprobar a cuánto late su corazón. Mal que bien, consigo apartar la parte superior de su gore-Tex helada. Con todas las capas que lleva debajo, ésta está ceñida como un collar para esclavos. El gráfico que aparece en la pantalla de mi aparato está falseado por las vibraciones del helicóptero, que impiden cualquier interpretación. ¿Fibrilación ventricular, bradisinusal? Es imposible pronunciarse. Me quedo ahí, desamparado, preguntándome si debo practicarle un masaje o no… Finalmente, opto por la segunda solución. De todas formas, ya hemos llegado al hospital. Hemos aterrizado sin que me diera cuenta. La puerta se abre y el carrito espera a su paciente.<\/p>\n

<\/p>\n

\"\"<\/p>\n

<\/p>\n

Descargamos al al`pinista congelado deslizándolo sin miramientos sobre la superficie metálica de la camilla. Sin tiempo siquiera de recoger mi monitor, mi herido es trasladado a toda prisa por las enfermeras. Casi tengo que pelearme para recuperar mis instrumentos.<\/p>\n

<\/p>\n

El helicóptero despega en medio de un estrépito ensordecedor. Los curiosos, pasmados, nos miran preguntándose hacia qué tipo de catástrofe emprendemos el vuelo. Me preparo psicológicamente para atender a la segunda víctima. ¿Otro muerto viviente?<\/p>\n

<\/p>\n

Los claros persisten en el Tacul. Langlois vocea en la radio:<\/p>\n

<\/p>\n

—Dragón, aquí Langlois.<\/p>\n

<\/p>\n

—¡Sí, Dragón, habla!<\/p>\n

<\/p>\n

—¿Estáis subiendo?<\/p>\n

<\/p>\n

—Sí. Llegaré en siete minutos. ¿Cómo lo ves?<\/p>\n

<\/p>\n

—Desde donde me encuentro, veo la Aguja del Midi. Debería ser posible, pero el viento tiene tendencia a arreciar. ¡Habrá que darse prisa!<\/p>\n

<\/p>\n

—¿Cómo está tu segundo hombre?<\/p>\n

<\/p>\n

—Totalmente rígido, pero vivo. ¿Está Manu contigo?<\/p>\n

<\/p>\n

—Afirmativo.<\/p>\n

<\/p>\n

Tiene que verlo rápidamente, está raro, no para retorcerse. Nos ha costado amarrarlo…<\/p>\n

<\/div>\n

<\/p>\n

<\/p>\n

¿Qué broma es ésta? La situación es inhabitual. Generalmente, prefiero bajar del helicóptero para examinar al herido y prepararlo antes de evacuarlo. Pero ahora estamos ante lo que podría denominarse un caso de fuerza mayor. Dentro de un cuarto de hora, el cielo volverá a encapotarse. ¡Menuda cara se nos quedaría si nos quedáramos atrapados en la miseria a más de 4,000 metros con un hipotérmico en los brazos!<\/p>\n

<\/p>\n

El Col de la Brenva va y viene varios cientos de metros por debajo de las ruedas del helicóptero. ¡Una botella de Orangina<\/em> en la tempestad!<\/p>\n

<\/p>\n

\"\"<\/p>\n

<\/p>\n

Jules consigue autoasegurarse mejor o peor a varias decenas de metros de Lannglois. La puerta se desliza, agarro al herido y lo izo como un vulgar saco de patatas. El zarandeo es total. Imposible recoger a Langlois, es demasiado arriesgado. Huimos como ladrones, bajando en picado a lo largo de la pendiente para aprovechar el efecto del suelo. La punta de la Aguja de Saussure nos pasa por entre los patines y a continuación el helicóptero recupera un poco de estabilidad. Esto me permite echar un vistazo al inglés, que está sufriendo convulsiones.<\/p>\n

<\/p>\n

¡Su estado no se corresponde con ninguno de los casos descritos en los libros! Tengo la sensación de tener entre manos a uno de esos artistas de la calle que imitan a los autómatas. Tieso como un muñeco mecánico, se retuerce sin parar. Me es imposible tomarle el pulso, ¡se mueve demasiado! Intento colocarle el oxígenos en la nariz —un gesto intuitivo que nunca ha demostrado su eficacia—. Se debate, aparta mis manos como puede. Ningún sonido sale de su boca. Su mirada, viva y angustiada, parece la de un muerto viviente.<\/p>\n

<\/p>\n

El helicóptero se adentra en la bruma con un restallido de aspas, mientras siento cómo una ola de calor me va subiendo a la cara.<\/p>\n

<\/p>\n

—Jules, ¿puedes bajar la calefacción, por favor?<\/p>\n

<\/p>\n

—¿No quieres que te lo haga entrar en calor?<\/p>\n

<\/p>\n

—Sí, pero no así…<\/p>\n

<\/div>\n

<\/p>\n

<\/p>\n

Me viene a la cabeza la historia de aquella chica muerta en la Aguja del Midi en condiciones similares. Extenuada y transida de frío después de una invernal, había conseguido alcanzar la construcción cimera. Creyendo actuar correctamente, el personal del teleférico la había arrimado a la estufa para que entrara en calor. Unos minutos más tarde sufría una parada cardiaca sin que nadie entendiera el por qué. Se tiende a pensar que el calor dilata los vasos sanguíneos, pero la realidad es que esto provoca una bajada tan repentina de la presión sanguínea que la bomba cardiaca puede llegar a desactivarse.<\/p>\n

<\/p>\n

Me gustaría introducirle mi termómetro timpánico en el oído, pero está guardado en el fondo de la mochila. Para cuando lo haya sacado, ya habremos llegado: para eso, mejor tomarle la temperatura una vez estemos en el hospital.<\/p>\n

<\/p>\n

\"\"<\/p>\n

<\/p>\n

Ya era hora de que nos posáramos. El tipo se agita como si quisiera librarse de una camisa de fuerza. Me preocupa realmente… La puerta se abre y lo empujo… El tío parece calmarse de nuevo.<\/p>\n

<\/p>\n

La camilla de reanimación nos espera frente a la puerta de urgencias. ¡Qué animado está el servicio! Me largo unos minutos a la oficina de las enfermeras para dejar mi mochila y dar las instrucciones habituales:<\/p>\n

<\/p>\n

—Hay que monitorizarlo rápidamente para ver cuál es su estado. No debe estar muy caliente…<\/p>\n

<\/p>\n

—¿Le cortamos la ropa? —me pregunta una ATS dando un tijeretazo en el aire.<\/p>\n

<\/p>\n

Todavía me cuesta aceptar que se destrocen prendas de montaña que cuestan una fortuna.<\/p>\n

<\/p>\n

—Primero intenta conectarlo al monitor por delante para que podamos vigilarlo mientras le quitamos la ropa —propongo.<\/p>\n

<\/p>\n

—OK, lo instalamos en la camilla y lo atacamos.<\/p>\n

<\/p>\n

Al pasar de una camilla a otra, el herido se queda recostado sobre su lado izquierdo y después es zarandeado al superar el escalón. Sin duda, era lo que había que evitar a toda costa, pues el herido, inesperadamente, empieza a agitarse de nuevo como si tuviera convulsiones.<\/p>\n

<\/p>\n

En esto llega Gran Jefe, que ha sido avisado de que algo extraño estaba ocurriendo. Le basta con echar un vistazo.<\/p>\n

<\/p>\n

—¡Manos a la obra! Vuestro hombre tiene toda la pinta de estar sufriendo una parada cardiaca…<\/p>\n

<\/div>\n

<\/p>\n

<\/p>\n

Era el tono que había que adoptar —¡y que sabía adoptar!— para aumentar la presión. De repente, el pequeño personal —es decir, nosotros— empieza a agitarse como un hormiguero que hubiera recibido una patada. Unos minutos más tarde, el inglés ya había sido monitorizado, intubado, y ha recibido el masaje cardiaco. La sonda que le introducimos en el recto confirma la hipotermia de 25º C. Las cosas no pintan bien para él. Es crucial esperar a que su temperatura alcance los 30º C para poder desfibrilarlo…<\/p>\n

<\/p>\n

\"\"<\/p>\n

<\/p>\n

Lo dicen todos los cirujanos cardíacos: el corazón sólo volverá a arrancar mediante aplicación de un choque eléctrico una vez recuperada su temperatura. Y es ahí donde reside todo el interés de una circulación extracorpórea (CEC)… Por desgracia, no todo el mundo tiene la posibilidad de disponer de una en su garaje. No sólo es una máquina cara, sino que además es necesario disponer de un equipo especializado susceptible de hacerla funcionar las veinticuatro horas del día. Teníamos una guardada en el trastero de nuestro antiguo hospital, pero a razón de dos o tres usos anuales, los anestesistas no estaban muy rodados.<\/p>\n

<\/p>\n

En la actualidad, sólo los grandes centros hospitalarios dotados de un departamento de cirugía cardíaca están en condiciones de ofrecer este servicio. A falta de ella, Gran Jefe había desarrollado unas técnicas de recalentamiento activo interno más sencillas. Han sido descritas con todo detalle en varios libros de medicina por autores que, por supuesto, alaban sus méritos. Sin embargo, como suele ocurrir, la práctica es menos sencilla que la teoría. Estos protocolos consisten en elevar la temperatura mediante difusión de líquido caliente en todos los espacios posibles del organismo. Espacio peritoneal, espacio pleural, vejiga, estómago, todo sirve para difundir el suero fisiológico previamente calentado a 38º C, utilizando tubos de drenaje implantados transitoriamente a través de las paredes corporales.<\/p>\n

<\/div>\n

<\/p>\n

<\/p>\n

La suya podría haber sido una historia banal, la de dos ingleses que intentan escalar el Mont Blanc por el Goûter. La tormenta irrumpe cuando alcanzan la última rampa. Allí reina un infierno blanco. A doscientos metros del objetivo, deciden intentarlo… No queda nadie en la cumbre, salvo dos franceses atrapados, ellos también, en la tormenta. Son de la región, incluso hay uno que trabaja de aduanero en Chamonix. Los cuatro náufragos están en el mismo infierno y deciden avanzar juntos.<\/p>\n

<\/p>\n

\"\"<\/p>\n

<\/p>\n

Los ingleses siguen a los franceses en dirección al Col de la Brenva, donde la huella es barrida por el viento, los pequeños penitentes se organizan como para disimular las referencias… Cuando alcanzan la primera depresión, que identifican como el Col de la Brenva, la tormenta está en su paroxismo. Su agotamiento también.<\/p>\n

<\/p>\n

Los franceses cavan un agujero. Veinte metros más lejos, los ingleses hacen lo mismo. En la pareja francesa, como siempre, uno aguantará más que el otro. En la inglesa también. En total, dos hombres lucharán y otros dos se abandonarán a la muerte blanca.<\/p>\n

<\/p>\n

\"\"<\/p>\n

<\/div>\n

<\/p>\n

<\/p>\n

El primero de los dos, de acuerdo con la pantalla del monitor, está en el buen camino: treinta y siete latidos por minuto. ¡Hibernatus<\/em> saliendo de su letargo! Ha sido despojado de sus prendas de montaña congeladas. Lo han tapado con una manta eléctrica, le han puesto una perfusión de líquido salado isotónico en las venas, y ahora todos le observan con compasión. Están listos para saltarle encima en caso de que se le ocurriera entrar bruscamente en fibrilación ventricular. Todo está listo para una reanimación en toda regla. Pero después del after drop<\/em>, su temperatura corporal se recupera con una regularidad aritmética.<\/p>\n

<\/p>\n

\"\"<\/p>\n

<\/p>\n

Este término inglés, que impresiona y es utilizado profusamente en los congresos, designa un fenómeno que aún no ha sido explicado correctamente: ¡la temperatura central de un hipotérmico que está siendo calentado cae en picado! Paradójicamente, en vez de ganar grados de temperatura, pierde unos pocos. Se han avanzado diferentes hipótesis, todas ellas más o menos rebuscadas. Hasta el momento, la teoría más sensata invoca el regreso masivo de la sangre fría de la periferia hacia el núcleo central. Es siempre una etapa delicada, ya que a esa temperatura el corazón es muy inestable.<\/p>\n

<\/p>\n

No hace falta gran cosa para que se acelere y entre en fibrilación, lo que viene a ser lo mismo que sufrir una parada cardíaca. Uno se imagina que bastará un pequeño golpe de desfibrilador para que arranque nuevamente con facilidad… Error: ¡la temperatura del corazón debe alcanzar 30º C para que tenga posibilidad de arrancar de nuevo! El masaje es por lo tanto la única alternativa mientras se espera, por lo que, en pequeños hospitales que no disponen de un aparato de circulación sanguínea extracorpórea, se reducen drásticamente las probabilidades de supervivencia.<\/p>\n

<\/p>\n

Así es como debió morir el alpinista inglés en la sala de al lado. Él no corrió la misma suerte de su compañero ocasional. Debió de entrar en parada cardiorrespiratoria durante el traslado, y pese a que se intentó recalentarlo lo más rápidamente posible y reducir en lo posible el tiempo de masaje, permaneció refractario a todas las técnicas puestas en marcha por Gran Jefe.<\/p>\n

<\/div>\n

<\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":"\n\n\n
\n

De los grupos de rescate, el de Chamonix es uno de los mejores. Sin embargo, también ellos se encuentran con problemas propios de su profesión: salvar a las personas que tienen en sus manos. No siempre se puede y es ahí donde el ser humano aparece haciéndose preguntas que salvarán más adelante a más gente. <\/p>\n<\/td>\n

\n
\"\"<\/div>\n<\/td>\n<\/tr>\n<\/tbody>\n<\/table>\n

<\/a><\/p>\n","protected":false},"author":1273,"featured_media":0,"comment_status":"open","ping_status":"closed","sticky":false,"template":"","format":"standard","meta":{"jetpack_post_was_ever_published":false,"_jetpack_newsletter_access":""},"categories":[1011],"tags":[],"jetpack_featured_media_url":"","jetpack_shortlink":"https:\/\/wp.me\/p51GhY-3kZ","_links":{"self":[{"href":"http:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/12833"}],"collection":[{"href":"http:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/posts"}],"about":[{"href":"http:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/types\/post"}],"author":[{"embeddable":true,"href":"http:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/users\/1273"}],"replies":[{"embeddable":true,"href":"http:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/comments?post=12833"}],"version-history":[{"count":1,"href":"http:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/12833\/revisions"}],"predecessor-version":[{"id":23075,"href":"http:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/12833\/revisions\/23075"}],"wp:attachment":[{"href":"http:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/media?parent=12833"}],"wp:term":[{"taxonomy":"category","embeddable":true,"href":"http:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/categories?post=12833"},{"taxonomy":"post_tag","embeddable":true,"href":"http:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/tags?post=12833"}],"curies":[{"name":"wp","href":"https:\/\/api.w.org\/{rel}","templated":true}]}}