{"id":12595,"date":"1998-11-30T00:00:00","date_gmt":"1998-11-30T00:00:00","guid":{"rendered":"http:\/\/montanismo.org\/revista\/?p=12595"},"modified":"2006-11-09T00:00:00","modified_gmt":"2006-11-09T00:00:00","slug":"al_asalto_del_khilikhili_parte_iv","status":"publish","type":"post","link":"http:\/\/montanismo.org\/1998\/al_asalto_del_khilikhili_parte_iv\/","title":{"rendered":"Al asalto del Khili-Khili, Parte IV"},"content":{"rendered":"
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Me entregué a un profundo estudio de los efectos de la rarificación de la atmósfera sobre el comportamiento humano y solicité de mis compañeros me informaran de todo incidente insólito del que pudieran ser víctimas sobre la montaña. Incluso a una altura mediana como la del campamento de base los efectos eran ya perceptibles. En el curso de una partida de cricket<\/em> improvisada, Burley injurió al árbitro —lo que no se hubiera jamás producido al nivel del mar—, mientras que Wish tenía una tendencia marcada a comerse más de su parte de mermelada de naranjas. Pero esto no eran más que perturbaciones momentáneas, que desaparecían con la aclimatación.<\/p>\n

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Era interesante notar también como la diversidad de temperamento de mis compañeros influía sobre la elección de sus lecturas. Burley pasaba sus horas de reposo leyendo Bulldog Drummond<\/em>. Casi todas las tardes se podía encontrar a Wish instalado sobre un bloque de hielo en trance de fundición y ocupado en leer Marcianos y viajeros atómicos<\/em>. Shute leía Asesinato en tres dimensiones. Jungle testimoniaba una naturaleza absolutamente novelesca leyendo El amor en el laberinto<\/em>, mientras que no se veía nunca a Prone sin un ejemplar de su propio libro El secreto de una salud a prueba de bombas<\/em>, salvo cuando lo había momentáneamente perdido.<\/p>\n

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Mis deberes no me permitían estas distracciones frívolas. Pero es interesante notar que Bing, el bang, pasaba su tiempo libre leyendo una traducción yogistanesa de Tres hombres en un barco<\/em>.<\/p>\n

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Todas las tardes teníamos una reunión amistosa, y muchas discusiones muy animadas tenían lugar en el curso de estas asambleas. Una tarde, en el curso de una de estas reuniones, discutimos el viejo problema: ¿deben utilizarse en la montaña los inhaladores de oxigeno y otros medios artificiales? Burley declaró netamente que eran unos trastos inútiles, que estorbaban más que otra cosa. Nos contó la desgraciada aventura de su amigo Baffles, que llevo un aparato de oxígeno que pesaba cerca de veinte kilos hasta la cima del Mi Toneh para darse cuenta allá arriba que el aparato no había funcionado ni un instante. Wish replicó que esta observación era característica de la ignorancia de un profano.<\/p>\n

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Teníamos una ocasión inesperada de ensayar nuestro material en condiciones rigurosas, y era nuestro deber hacerlo. Wish preguntó a Burley por qué, si condenaba estos materiales, los utilizaba. Burley preguntó a Wish si este aparato esperaba verlo escalar desnudo como un gusano. Esto era —replicó— un argumento absolutamente anticientífico. Él había creído comprender, desde hacia largo tiempo, que, para algunos, la ascensión de una montaña tenía el carácter frívolo de una hazaña deportiva.<\/p>\n

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A sus ojos, la culminación de nuestros esfuerzos consistiría en cumplir la tarea que él mismo se había fijado: medir la temperatura de la fusión del hielo en la cumbre. Recordó a Burley que, sin oxígeno, los agotadores esfuerzos intelectuales que necesitaba esta delicada experiencia constituirían una tarea sobrehumana. Burley, con bastante poco tacto, me pareció, aseguró que en su vasta experiencia no encontraba el recuerdo de nada que fuese tan fútil.<\/p>\n

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Declaró que nadie que no fuera un sabio atacado de demencia precoz trataría de hacer fundir el hielo en la cumbre de una montaña; y aún cuando le viniera la idea, ¿a quien diablos le importaba eso de la temperatura de fusión? Nos habló de su amigo Strokes, bajo los pies del cual un sabio había hecho fundir el hielo en la cima del Schmutzigstein, lo que le había valido perder tres dedos del pie. "En la montaña —concluyó—, un sabio constituye una verdadera amenaza."<\/p>\n

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Mientras que proseguían esta discusión con su habitual y loable franqueza, Shute declaró que, sin aparatos, sería imposible rodar un film<\/em> en tres dimensiones, lo que llevó a Jungle a decir que aquella era una excelente ocasión para no rodarlo. Si él participaba en la ascensión era para huir de la civilización mecanizada y todo lo que ésta había aportado, especialmente las películas. Constant dijo que deploraba la estrechez de los puntos de vista de sus compañeros.<\/p>\n

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Él mismo no escalaba más que para demostrar el triunfo del espíritu sobre los obstáculos. Los medios artificiales —afirmó— eran contrarios al espíritu deportivo; si no se era capaz de escalar montañas sin recurrir a medios artificiales, más valía renunciar. Prone pretendió que esto eran palabras; si se quería abstenerse de todo medio artificial, habría que abandonar también las tiendas y los vestidos. Pregunto a Constant si este se sentía capaz de intentar la ascensión del Khili-Khili con un paño, o aun menos que esto, por todo vestido.<\/p>\n

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Aunque yo mantengo la opinión de que entre amigos hay que hablar claro, estimé que en aquellos momentos se estaba pasando de la medida. Les recordé, pues, las palabras de Totter: "Ningún montañero experimentado rechazaría el socorro de la ciencia; pero hay límites." Pensaba que esta intervención pondría término a la discusión. ¿Qué añadir, en efecto, a esto? Pero nadie pareció hacerle el menor caso.<\/p>\n

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Era evidente que sufríamos aun los efectos de la rarificación de la atmósfera.<\/p>\n

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Capítulo V<\/p>\n

EL CAMPAMENTO DE BASE<\/strong><\/div>\n

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En el campamento de base comenzamos a prepararnos para la tarea que nos esperaba. Nuestro primer cuidado fue aclimatarnos. Obtener lo mejor de cada uno de los miembros que componen una expedición de este género es uno de los problemas más delicados que se plantean a un jefe digno de este nombre. Este problema, en efecto, es triple, y comprende tres puntos: fatiga, aclimatación y enfermedad. La cuestión de la fatiga tiene un doble aspecto: si un hombre trabaja demasiado, se agota; si no trabaja, se hace perezoso. En cuanto a la aclimatación, es igualmente un problema triple: primero, un hombre debe pasar algún tiempo en altura antes de poder trabajar efectivamente; segundo punto: si permanece demasiado tiempo a grandes alturas, su salud se resiente; tercer punto: sin duda, podrá recobrar fuerzas si desciende a alturas normales. El factor psicológico viene aun a complicar más las cosas, y en esto no tengo más que un principio, pero al cual me atengo siempre: un escalador satisfecho es un buen escalador.<\/p>\n

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Gracias a los notables esfuerzos de Prone, la expedición permaneció al abrigo de los ataques de la enfermedad. Todo el mundo estaba en excelente forma física, con excepción del pobre Burley, a quien el clima del campamento de base fatigaba considerablemente y que no se acostumbraba tan rápidamente como los otros, y de Prone, que sufría síntomas extraños y complicados: palidez, sudores abundantes, pulso rápido y débil, temperatura por bajo de lo normal, suspiros, nerviosidad, sed, enfriamiento de las extremidades, debilidad, vértigo y zumbidos en los oídos. El pobre estaba irritado de encontrarse en este estado y también de ser incapaz de formular un diagnóstico. El misterio terminó siendo aclarado gracias a Constant, que exhibió un manual de curas de socorro, haciendo observar que los síntomas que presentaba Prone eran exactamente los de la hemorragia, faltándole solamente los dos últimos: insensibilidad y muerte. Añadió que quedaba alguna esperanza; Prone descubrió entonces que se había hecho un corte en la oreja al afeitarse y que perdía lentamente su sangre. Después de haberla detenido aplicándose sobre la oreja un pedazo de hielo y haberse cuidado para responder a los efectos de la operación y curar su oreja helada, cayo enfermo de sarampión.<\/p>\n

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Cada uno de nosotros pasó su periodo de aclimatación según sus disposiciones naturales y las exigencias de su misión. Burley vigiló, tan bien como se lo permitía su estado, el desembalaje y el empaquetado de las provisiones; en sus mementos de mayor actividad tenía que huir de Wish, que insistía en someterlo, a él que era el más corpulento de toda la expedición, a una agotadora prueba titulada test de fatiga.<\/p>\n

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Wish estaba entregado a toda suerte de investigaciones. Se podía verle a cualquier hora del día cortando bloques de hielo con la pala o el pico y calentándolos para medir el punto de ebullición del hielo. Ofreció una recompensa de un chelín por cada espécimen de fauna local que se le llevara, y de tres chelines por cada ejemplo de transversión de Wharton; pero, a pesar del tiempo que nos pasamos registrando grietas y levantando piedras, ninguno de nosotros consiguió mejorar sensiblemente sus ingresos. Wish llevó su elección sobre mí, el miembro más ligero de la expedición, para someterme al test de la fatiga. Deseoso como estaba de animar todas las actividades de mis compañeros, puse de mi parte todo lo posible para satisfacer sus exigencias; pero pronto me encontré tan agotado, que no me quedaba ninguna energía para consagrar a los demás, lo que no dejaba de ser bastante injusto; pero nadie se quejó, lo que probó, una vez más, la buena moral que animaba a la expedición.<\/p>\n

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Shute aprovechó este paréntesis para proceder a minuciosas comprobaciones y ensayos de su material. Me filmó notablemente varias veces subiendo o bajando, corriendo la pendiente seleccionada por Wish para practicar allí su test de fatiga. Yo esperaba que estas secuencias no tendrían en el film<\/em>, una vez montado este, un lugar tan importante.<\/p>\n

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Jungle tenía por misión poner a punto el material de radiotelefonía e iniciarnos en el uso del walkie-talkie<\/em>. Siempre he tenido horror a estos pequeños aparatos eléctricos, y me alivió comprobar que aquellos eran de funcionamiento bastante simple y que la corriente que utilizaban era demasiado débil para resultar peligrosos. Pero si los aparatos eran simples, los métodos de conversación no lo eran tanto. En mi ignorancia, yo me imaginaba que nos llamaríamos como se hace cuando se telefonea. Pero esto es infinitamente más complicado. Lo primero es que no se llama a nadie por su verdadero nombre. Se recurre a designaciones en código. Jungle nos dio nuestros nombres en código, que se repartieron así:<\/p>\n

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Burley: Peso Muerto.<\/p>\n

Wish: Inventor.<\/p>\n

Shute: Pajarito.<\/p>\n

Constant: Excelencia.<\/p>\n

Prone: Enfermizo.<\/p>\n

Yo mismo: Lazo de Unión.<\/p>\n

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El nombre de código de Jungle dio lugar a discusiones. El había encontrado el de Explorador<\/em>; pero este mote, no sé por que, no encontró la aprobación de los otros miembros de la expedición. Shute, con una falta de tacto flagrante, propuso el nombre de Pierde-Nortes<\/em> como mucho más apropiado. Terminamos por ponemos de acuerdo en el de Vagabundo<\/em>, pero Jungle pareció haber quedado vejado.<\/p>\n

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Tuvimos que iniciarnos en el lenguaje. No se debe jamás, bajo ningún pretexto, expresarse de forma normal. No se puede decir "Sí", "No" o "Muy bien". En lugar de esto, se deben emplear expresiones tales como "Correcto", "De acuerdo", etc. Las dos se dicen mil cuatrocientas horas, y en cuanto a la medianoche, por no se sabe que oscura razón matemática, no se habla de ella. Dirigirse hacia el Este es "poner la proa cero-nueve-cero", y veinte mil pies se convierten en "veinte ángeles".<\/p>\n

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Había también todo un rito a observar para las llamadas y las respuestas. Nos estaba prohibido, en fin, utilizar nuestras voces normales; debíamos expresamos en una especie de melopea que haría difícil identificar la voz de cada uno.<\/p>\n

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Los más jóvenes de mis compañeros parecieron encontrar un inocente placer en este rito, pero yo debo convenir que lo encontré un poco desconcertante. <\/p>\n

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Los aparatos de radio eran pequeños, para economizar peso, y su alcance era limitado. A veces sería, quizá, necesario hacer reforzar los mensajes por uno o dos intermediarios. Como yo había hecho algunas experiencias de este género en mi infancia, juzgué útil el entrenarnos un poco. Pedí a mis compañeros que se desplegaran siguiendo un ancho círculo, de forma que el mensaje pudiera ser transmitido de aparato en aparato. Al principio me encontré incapaz en absoluto de pensar un mensaje. Se hubiera dicho que mi cerebro se había congelado, y permanecí algunos minutos sintiéndome completamente estúpido. Logré, finalmente, componer el primer mensaje: "¡Qué sereno está el Khili-Khili en la luz de la mañana!"<\/p>\n

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El mensaje que yo había lanzado, cuando llegó a mí, se había convertido en este otro: "Tranquilo y alegre, el canario canta en casa de la madre del marino."<\/p>\n

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Después de algunos instantes de reflexión, envié el mensaje siguiente: "Por favor, presten oído atento a este texto." Cuando me llegó, dio igualmente: "Tranquilo y alegre, el canario canta en casa de la madre del marino."<\/p>\n

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Esto era absurdo. A título de experiencia, lancé el mensaje siguiente: "Tranquilo y alegre, el canario canta en casa de la madre del marino." Lo que se convirtió a mi recepción en: "La voz del jefe es una dulce música para los oídos de sus compañeros."<\/p>\n

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Esto continuó así durante toda la mañana. Yo estaba determinado a no renunciar hasta que no hubiéramos dominado la técnica, y pronto, ante mi gran maravilla, los mensajes comenzaron a ser transmitidos perfectamente justamente cuando llegó la hora de comer.<\/p>\n

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Algunos de entre nosotros se inclinaban a mostrarse escépticos sobre el valor de la radio; pero no debíamos tardar en recibir una prueba estupenda de su utilidad. Me paseaba una mañana, a fin de meditar sobre las responsabilidades del mando, cuando mi walkie-talkie<\/em> se puso a zumbar. Lleve el aparato a mi oído y oí una voz: <\/p>\n

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"Excelencia a Lazo de Unión. Excelencia a Lazo de Unión. ¿Me oye? Terminado."<\/p>\n

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"Lazo de Unión a Excelencia. Lazo de Unión a Excelencia. Le oigo muy bien. ¿Me oye? Terminado."<\/p>\n

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La respuesta me llegó en seguida:<\/p>\n

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"Excelencia a Lazo de Unión. Le recibo fuerza ocho.<\/p>\n

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Aumente potencia dos crans. Terminado. Aumente la potencia dos crans, y dije:<\/p>\n

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"Lazo de Unión a Excelencia. He aumentado potencia dos crans. ¿Me oye? Terminado."<\/p>\n

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"Excelencia a Lazo de Unión. Le oigo muy bien. Buenos días. ¿Sabe donde está el sacacorchos? Terminado."<\/p>\n

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"Lazo de Unión a Excelencia. ¿Quiere usted repetir? Terminado."<\/p>\n

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"Excelencia a Lazo de Unión. Repito: le oigo muy bien. Buenos días. ¿Sabe donde está el sacacorchos? Terminado."<\/p>\n

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"Lazo de Unión a Excelencia. Buenos días. El sacacorchos está en el bolsillo derecho de mi pantalón de recambio. Terminado."<\/p>\n

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"Excelencia a Lazo de Unión. Terminado. Corto."<\/p>\n

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Uno se pregunta cómo las expediciones precedentes han podido triunfar sin el concurso inapreciable de la radio.<\/p>\n

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A Constant le incumbía la misión de ajustar el salario de los portadores sobrantes y de dar a los que se quedaban todas las instrucciones sobre lo que se esperaba de ellos. Nos quedamos con ochenta y ocho portadores y once muchachos para el viaje de retorno y despedimos a los otros. De estos noventa y nueve, los que no debían participar en el asalto propiamente dicho deberían instalar el campamento de base en otro emplazamiento donde estaría al abrigo de las avalanchas. Constant estimó que podía dejarles encargarse a ellos mismos de la operación, puesto que él se los había explicado todo muy claramente. Fue para mí un gran alivio, pues para el asalto tendríamos necesidad de todos los europeos de la expedición.<\/p>\n

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La montaña más alta del mundo no es el Everest, sino una que tiene más de catorce mil metros. Esta es la historia de su primer y único ascenso. Una novela que, además de divertida, es la única que trata al montañismo de forma sarcástica.<\/p>\n<\/td>\n

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