{"id":12463,"date":"2006-01-01T00:00:00","date_gmt":"2006-01-01T00:00:00","guid":{"rendered":"http:\/\/montanismo.org\/revista\/?p=12463"},"modified":"2005-12-14T00:00:00","modified_gmt":"2005-12-14T00:00:00","slug":"el_alpinista_secreto","status":"publish","type":"post","link":"http:\/\/montanismo.org\/2006\/el_alpinista_secreto\/","title":{"rendered":"EL ALPINISTA SECRETO"},"content":{"rendered":"
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Pero lo más importante para mí en 1928 era andar con pies de plomo. Seguir la farsa. Lavarme los dientes. Peinarme. Disimular a toda costa mi risa realmente aterradora.<\/i><\/p>\n

J. D. Salinger<\/p><\/blockquote>\n<\/blockquote>\n

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�¿A qué piso va usted?<\/p>\n

Â?Al octavo.<\/p>\n

Â?Seguro que eres el hijo alpinista de Mariluz.<\/p>\n

�Pues sí.<\/p>\n

Â?Vaya, menuda pinta tienes.<\/p>\n

Â?Ya, es que acabo de llegar en tren de los Pirineos, y claro.<\/p>\n

�Sí, es un poco sucio eso del campo, pero muy sano ¿eh? Ojalá mi hijo se fuera al campo en vez de andar por ahí haciendo el gamberro.<\/p>\n

�Sí, es una pena. Bueno, adiós.<\/p>\n

�Hála, hasta luego, majo. Ah, y dile a tu madre que no se olvide de lo de mi camisa.<\/p>\n

\"Alfonso�Descuide �le dije sonriendo mientras me cerraba la puerta del ascensor. Pero enseguida, al quedarme solo, me empecé a imaginar que era el típico camarero inescrutable que nunca da los recados en las películas policíacas �«Descuide, jefe»�, y mientras tanto hacía muecas en el espejo del ascensor.<\/p>\n

Desde luego es increíble la influencia que tiene el cine, y eso que llevaba una semana en plan salvaje; sin ver televisión.<\/p>\n

En verdad tenía un aspecto lamentable. Parecía que hubiese salido de un campo de concentración.<\/p>\n

Ahora que lo pienso me doy cuenta de que era verdad, en cierto sentido, aunque creo que se parecía más a un manicomio. Sí, acababa de salir del manicomio vertical, y pronto recuperaría del todo mi aspecto normal.<\/p>\n

Pero mientras tanto me regocijaba por mi aspecto demacrado porque era como las heridas de guerra. Era el resultado de mis trabajos, de lo que yo había querido hacer.<\/p>\n

Bueno, la verdad es que uno no es del todo responsable de sus empresas, y en este caso, para empezar, me vi envuelto en un vil chantaje de Rafa Doménech, que consistió en llevarnos a Zoilo y a mí a Pirineos, a cambio de que yo fuese su pareja en la carrera de esquí de travesía de la copa catalana, que se celebraba ese fin de semana. Fue la III traça catalana, y en resumen recorrimos más de 20 kilómetros y salvamos 2,00 metros de desnivel. Quedamos en el puesto 25. Estuvo bien. No sé si os enterásteis de que la mejor pareja española clasificada fue Carlitos y <\/i>Carlangas<\/i>, pero como dicen los libros de aventuras, eso forma parte de otra historia.<\/p>\n

El caso es que no había dejado de darme palizas en toda la semana, y eso sin contar con la paliza psicológica que supone convivir a todas horas con Zoilo; para que os hagáis una idea, es como los interrogatorios de Mortadela y Filemón, en los que el caco siempre confiesa cuando le ponen las canciones de Julio Iglesias y algo así. Ahora que escribo esto le recuerdo borrosamente mientras derretía nieve y no paraba de decirme cosas absurdas (porque ya sabes que dentro de un paréntesis te puedes encontrar cualquier cosa).<\/p>\n

Se me han olvidado muchas cosas ya, en realidad la mayoría de ellas no las he recordado por primera vez todavía. Debería haber advertido al principio que �todo parecido con la realidad es pura coincidencia�. Así debería haber empezado el artículo, pero es que el principio de las cosas no suele estar donde debe, es decir, al principio. Sólo aparece después de buscarlo, o a lo mejor aparece de improviso, pero suele ser por en medio y eso sin contar los círculos viciosos.<\/p>\n

En realidad todo comenzó cuando a Rafa se le ocurrió convocar unas subvenciones para actividades invernales (como se ve somos una víctima más de la capacidad de Rafa para meter en líos a la gente). Zoilo hizo un proyecto en el que ponía que íbamos a hacer la Norte del Taillón y alguna cascada de Gavarnie, y nos dieron 12,500 pts. Que nos tomamos como un viento favorable en nuestra ruta.<\/p>\n

Pero todo eso ha pasado ya, y ahora sólo puedo recordarlo, o sea jugar con las imágenes que me he ido haciendo. Y eso es lo que por fin he empezado a hacer, aprovechando que esta tarde hay tormenta de primavera, y es que aunque pueda parecer extravagante, el mejor momento para escribir o hacer mapas y recordar y todo eso, es en medio de una tormenta; por ejemplo, viendo como resbalan las gotas por los cristales se deja oír ese tonillo íntimo y un tanto irreal que es indispensable para tener una experiencia estética, y es que, cómo no, recordar es un arte. Y no sólo eso. Se dice que hay gente que vive del recuerdo. Y Ortega le escribe a Zenobia Camprubí: �No hay sino anhelos señora, lo demás no existe, por lo menos no existe vitalmente. Realidad vital únicamente la tienen los objetos cuando en ellos se prende nuestro deseo o nuestra nostalgia�. Y que: �Tener las cosas no nos importa; nos importa aspirar a ellas o echarlas de menos cuando se han ido�.<\/p>\n

Claro es que hay una diferencia entre el simple recordar y el echar de menos. Y que las cosas sólo se rinden ante aquellos que de alguna manera les prometen echarlas de menos cuando las dejen.<\/p>\n

Es cierto, me acuerdo que Zoilo me dijo en el refugio de la brecha de Rolando: �No sé tú, pero yo desde luego me lo merezco�. Y se notaba la importancia que le daba a lo que íbamos a hacer y la firmeza de su decisión, que había ido creciendo y fortaleciéndose alimentada de sueños. Había algo grande dentro de nosotros, algo que se volvía inquieto y tenso, era lo que nos había traído hasta aquí, y que al día siguiente íbamos a soltar sin condiciones, sin seguros, pues habíamos acordado no usar cuerdas.<\/p>\n

Fue un día fantástico que comenzó a clarear cuando nosotros comenzábamos el corredor de entrada a la pared norte del Taillón, y que al final acabaría bajo tierra, escalando cascadas de hielo en la Gruta de Casteret.<\/p>\n

Desde el principio fue un día prometedor; mientras amanecía, la luz cambiaba a cada momento y hacía que todo apareciese de un modo extraño y olvidado, como si fuese el principio del mundo, y sin embargo, yo no paraba de repetirme a mí mismo: �¡ahora! ¡ahora!�. Pues yo estaba allí, y me azoraba un poco al sentir como si me hubiera colado sin derecho en alguna leyenda o en algún tiempo que no me pertenecía, pero por otro lado sentía que ese momento me había estado esperando, que era para mí, que me pertenecía porque yo lo había inventado. Y sabía que la manera de hacerlo, de tomarse esa contradicción, era con la naturalidad que se toma todo en los sueños, donde todo es normal por extraño que te parezca cuando te despiertas.<\/p>\n

Por ejemplo, me acuerdo de la gruta Casteret: nunca he tenido una sensación tan clara de estar haciendo algo prohibido. Como si las cascadas de hielo fueran algo sagrado o fueran el tesoro de algún dragón. Y esperaba a cada momento que saliera de algún pasadizo algo monstruoso y dijera con rabia: �¡eh! ¡Dos intrusos escalando una de mis cascadas de hielo!�. Y entonces Zoilo le miraría con cara de Cumbayá y le diría algo desconcertante: �Doctor Livingstone, supongo�. Y en medio del desconcierto nos daría el tiempo justo para escapar de su terrible aliento congelante, que convertía en hielo todo lo que toca.<\/p>\n

¿Dragones que en vez de echar fuego congelan todo lo que tocan? Esto es el mundo al revés. Quizás debería atenerme a los hechos y evitar así perderme en mis fantasías. Pero la verdad, es un poco deprimente evitar cosas continuamente y además hay que tener en cuenta que la imaginación es la parte decisiva de uno mismo, quiero decir que es como el cuarto de tomar decisiones, porque el que decides eres tú por supuesto. Pero para elegir tienes que imaginar lo que va a pasar. Se elige entre fantasías, y por ejemplo, la clase de alpinista que quieres ser tienes que imaginártela. Además éste es el tiempo de imaginar, o sea, mientras cuentas cosas o lees en tu casa, pues las palabras aunque se refieran a las cosas mismas sólo nos traen imágenes. Aunque se dice que mediante conjuros o canciones mágicas se pueden obtener cosas de verdad.<\/p>\n

Yo escribo un poco por eso, para seducir a los acontecimientos que me harán valioso. Pero cómo pueda ser esto, es difícil de explicar. No sé, por ejemplo a veces pienso que tengo suerte; pero para tener suerte, para que te pase algo bueno, tienes que ser de una manera determinada, tienes que tener una especial disposición para que las cosas especiales te vengan a pasar a ti. Por ejemplo para mí hay algo casi mejor que escribir artículos para dejar que salga de dentro esta especial manera de ser que atrae a los mejores acontecimientos. Se trata de tener recuerdos-brújula, que son recuerdos que sirven para orientarte hacia el sitio adecuado. Pues son recuerdos que contienen una sensación que es clave para distinguir las cosas que tienen valor de verdad. En este sentido me acuerdo de Zoilo cuando me miraba desde arriba mientras yo pasaba con mi estilo característico por un canalillo de hielo en el Taillón, y cuando llegué a su lado me dijo sonriendo:<\/p>\n

�Está disfrutón, ¿eh?<\/p>\n

Y yo pensé: �Tengo que acordarme de esto cuando no sepa cómo tengo que escalar�.<\/p>\n

Y yo pensé que para escalar montañas tienes que acertar en la manera de ser, tienes que ser de una manera muy particular y no puedes salirte de ahí. Como los que pisan brasas incandescentes que tienen que estar alucinados, si no se quemarían. Para escalar tienes que mantenerte en una cierta locura que es la única capaz de resolver estas situaciones.<\/p>\n

A veces en mi cama me imagino escalando y tengo miedo, pero es porque entonces no soy el mismo. Y claro otras veces me siento fuerte y necesito hacerme rico. Y entonces llamo a mis amigos los piratas y nos vamos a buscar algún tesoro al manicomio vertical. Porque es allí donde los sueños se hacen realidad y donde la realidad se convierte en sueños.<\/p>\n

El protagonista de El guardián entre el centeno<\/i> dice al final del libro que no cuentes nunca nada, porque si lo haces empezarás enseguida a echar de menos todo el mundo. Yo no he contado demasiado, ésa es la verdad, pero sí que echo de menos a mis colegas escaladores �socios de tantos robos de banco imaginarios�, e incluso a mi vecina y al gamberro de su hijo.<\/p>\n

Lo que ocurre es que no basta ser un gamberro cualquiera para poder escalar. Como saben tan bien los más viejos, en la montaña se coincide en no coincidir. Y por eso todos los que caminan por los senderos imposibles son individuos singulares. Y si no que se lo pregunten a Carlangas<\/i>, que es el último descendiente vivo del Yeti, o sea, el abominable hombre de las nieves; o a Isaac el Colega<\/i>, que degeneró en esto cuando pasó de moda el número del hombre mosca que hacía en el circo; y luego está Carlitos, que en realidad no es humano, pues es el hijo del dios de los vientos, y por eso va por ahí ligero, provocando al pasar el revoloteo de sus fans; o como Zoilo, que se refugió en el alpinismo para huir de las presiones a que se vio sometido tras el éxito mundial de su primer disco, que se titulaba �Quiero ser un machaca�; y Rafa, que es el nuevo presidente (se estaba volviendo un tanto cascarrabias y había que abrirle el espíritu con algún pretexto), es el encargado de vigilar que todo acabe bien, así que al final dice: �Colorín colorete por la chimenea salió un cohete� (en realidad suele decir: �Bueno, muchachos, de nuevo salvamos el pellejo�). Y eso quiere decir que todo es como tiene que ser en �el fantástico mundo secreto de los alpinistas�.<\/p>\n

Tomado de Rodrigo Muñoz Avia (compilador). Alfonso Vizán. Un pirata en la montaña<\/i>. Ediciones Desnivel, Madrid. 2004. ISBN: 84-96192-59-8. Páginas 81-87<\/div>\n

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Todo montañista tiene un comienzo y casi siempre lo queremos expresar de una forma u otra. Alfonso Vizán lo logra en esta narración donde no habla de la montaña, sino del hombre de ciudad que tiene una vida cotidiana y que se ve atraido por las alturas. Relato con una gran calidad literaria, es fascinante y un buen retrato de casi todos los montañistas. <\/a><\/p>\n","protected":false},"author":1216,"featured_media":0,"comment_status":"open","ping_status":"closed","sticky":false,"template":"","format":"standard","meta":{"jetpack_post_was_ever_published":false,"_jetpack_newsletter_access":""},"categories":[1004],"tags":[],"jetpack_featured_media_url":"","jetpack_shortlink":"https:\/\/wp.me\/p51GhY-3f1","_links":{"self":[{"href":"http:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/12463"}],"collection":[{"href":"http:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/posts"}],"about":[{"href":"http:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/types\/post"}],"author":[{"embeddable":true,"href":"http:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/users\/1216"}],"replies":[{"embeddable":true,"href":"http:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/comments?post=12463"}],"version-history":[{"count":0,"href":"http:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/12463\/revisions"}],"wp:attachment":[{"href":"http:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/media?parent=12463"}],"wp:term":[{"taxonomy":"category","embeddable":true,"href":"http:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/categories?post=12463"},{"taxonomy":"post_tag","embeddable":true,"href":"http:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/tags?post=12463"}],"curies":[{"name":"wp","href":"https:\/\/api.w.org\/{rel}","templated":true}]}}