{"id":11981,"date":"2003-10-17T00:00:00","date_gmt":"2003-10-17T00:00:00","guid":{"rendered":"http:\/\/montanismo.org\/revista\/?p=11981"},"modified":"2012-11-21T23:47:59","modified_gmt":"2012-11-22T05:47:59","slug":"desierto_de_altar","status":"publish","type":"post","link":"http:\/\/montanismo.org\/2003\/desierto_de_altar\/","title":{"rendered":"Desierto de Altar"},"content":{"rendered":"
\n

Armando Altamira. Desierto de Altar<\/i>. Direcci\u00f3n General de Actividades Deportivas y Recreativas, UNAM, 1978. 56 p\u00e1ginas, S\/ISBN.<\/p>\n\n\n
 <\/td>\n\n

La imaginaci\u00f3n en Altar viaja
\n en la l\u00ednea y velocidad del viento,
\n pasando solamente una vez de la misma manera.
\n El hombre, la desolaci\u00f3n, el polvo, la sed,
\n son sus retos; pero su estoicismo
\n y su poder de mimetizaci\u00f3n lo impulsan,
\n \u2014all\u00ed el espejismo es reflejo de la fe en el hombre\u2014.
\n Que estas letras sean un homenaje,
\n que conforme y aliente, a los hombres que vivieron solos,
\n porque ten\u00edan todo.., soledad;
\n reflexionaron, fueron al encuentro
\n del Hombre con la soledad del hombre.<\/i>\n <\/p>\n

Manuel Andrade<\/p>\n<\/td>\n<\/tr>\n<\/table>\n

Muy al norte de nuestro pa\u00eds, casi junto a la frontera con los Estados Unidos, se encuentra el Desierto de Altar, cuya extensi\u00f3n de 20 mil kil\u00f3metros cuadrados es desconocida para casi todos los mexicanos. \u00danicamente los habitantes de la parte noroeste se encuentran familiarizados con este desierto.<\/p>\n

Dos carreteras permiten el acceso a dicha regi\u00f3n del estado de Sonora. Una de ellas, pr\u00f3xima a la l\u00ednea internacional, sigue al desierto en forma longitudinal. La otra, lo recorre transversalmente hasta llegar al Oc\u00e9ano Pac\u00edfico.<\/p>\n

Normalmente, s\u00f3lo unos cuantos se aventuran a dejar la cinta asf\u00e1ltica para internarse algunos centenares de metros entre la superficie arenosa; por lo regular, se trata de ge\u00f3logos, cazadores, traficantes o enamorados.<\/p>\n

Poco despu\u00e9s de Sonoita hay un poblado llamado Vidrios, en donde pr\u00e1cticamente s\u00f3lo hay un expendio de alimentos preparados. Aqu\u00ed, un atento empleado registra el nombre, domicilio y tel\u00e9fono de quienes desean "ir al desierto".<\/p>\n

Por nuestra cuenta tratamos de conseguir informaci\u00f3n sobre este desierto, pero, casi siempre, varias de esas personas que aseguran haber cruzado el Altar, no saben decir qu\u00e9 hay m\u00e1s all\u00e1 de esos primeros kil\u00f3metros de planicie. Cuando pregunt\u00e1bamos sobre los m\u00e9danos que aparecen se\u00f1alados en las cartas topogr\u00e1ficas, la respuesta siempre era la misma:<\/p>\n

\u2014No vimos ning\u00fan mont\u00edculo de arena.<\/p>\n

Debido a ello, inferimos que hay un Desierto de Altar desconocido. En torno a \u00e9l existe un vac\u00edo bibliogr\u00e1fico e ignoramos si alguien antes que nosotros lo recorri\u00f3. Sus referencias en el campo cient\u00edfico son muy generales. Asimismo, se asegura que, por desconocido y solitario, es uno de los desiertos m\u00e1s peligrosos del planeta.<\/p>\n

Por estos motivos, nos pareci\u00f3 interesante conocer dicho rinc\u00f3n de nuestro pa\u00eds. Para ello, nos organizamos bajo los auspicios del grupo alpino del Sindicato de los Trabajadores de la Universidad Nacional Aut\u00f3noma de M\u00e9xico, al cual pertenecemos.<\/p>\n

Y as\u00ed fue como un d\u00eda dejamos la confortable y h\u00fameda parte del sur del Valle de M\u00e9xico "donde est\u00e1n nuestras casas" para marchar hacia el noroeste, del pa\u00eds que ya antes del paralelo 25 de la faja costera de Sinaloa y Nayarit presenta una dram\u00e1tica aridez.<\/p>\n

Pasamos la primera noche en el kil\u00f3metro 100, de la carretera Sono\u00edta-San Luis R\u00edo Colorado. En la ma\u00f1ana nos echamos al hombro las mochilas, caminamos en sentido perpendicular a la trayectoria solar y bajamos por el meridiano 113º 50".<\/p>\n

La raz\u00f3n que nos anim\u00f3 a realizar este viaje era absolutamente deportiva, de aventura y conquista; por eso pensamos en recorrer el desierto a pie, sin auxiliamos de ning\u00fan medio de transporte.<\/p>\n

En el inicio de nuestro recorrido encontramos que en la misma proporci\u00f3n como avanzaba el d\u00eda tambi\u00e9n sub\u00eda la temperatura. A las 5:00 de la ma\u00f1ana nuestro term\u00f3metro registr\u00f3 12º C y a las 13:00 horas la temperatura hab\u00eda subido hasta 39º C. Al caer la tarde el calor comenz\u00f3 a disminuir y para las 20:00 horas el term\u00f3metro registraba 25º C.<\/p>\n

Este primer d\u00eda, al comienzo, caminamos sin ning\u00fan contratiempo entre los cactos gigantes llamados saguaros por los lugare\u00f1os, as\u00ed como entre colonias de cactos erizo, ocotillas "que aqu\u00ed rebasan la altura de un hombre" y gobernadoras. A la izquierda de la ruta que seguimos se encontraba la zona conocida como El Pinacate, sitio que \u2014aseguran\u2014 fue escogido para la ambientaci\u00f3n de los astronautas estadunidenses enviados a la Luna. Al medio d\u00eda vimos que en El Pinacate, en su azulosa y lejana serran\u00eda, hab\u00eda una tempestad de sol. En los frentes desprovistos de bosques, el terreno se ve\u00eda muy accidentado y algunas congregaciones rocosas ten\u00edan sus aristas y bordes muy afilados. A esto se agregaba el que los cr\u00e1teres y aluviales, fuertemente castigados por el sol, daban al paisaje un aspecto lunar.<\/p>\n

Tiempo despu\u00e9s, en las partes planas el avance se dificultaba porque ah\u00ed una multitud de roedores, a unos cuantos cent\u00edmetros de la superficie, ten\u00edan su madriguera y hab\u00edan perforado extensas redes de t\u00faneles, esto hac\u00eda que el terreno se rompiera con mucha facilidad al pisarlo, con lo cual a cada paso nos hund\u00edamos; por ello, debimos tener mucho cuidado para no fracturamos un tobillo.<\/p>\n

Con todas estas dificultades y los contratiempos que despu\u00e9s tuvimos, nuestro recorrido desde un comienzo fue interesante, en especial porque ninguno de los cuatro integrantes del grupo ten\u00edamos experiencia en recorridos por lugares con topograf\u00eda similar. Mientras nos intern\u00e1bamos m\u00e1s en el desierto descubr\u00edamos tambi\u00e9n un mundo distinto a todo lo que nosotros conoc\u00edamos; la aridez y sus distintas manifestaciones nos impresionaron enormemente.<\/p>\n

El lugar nos pareci\u00f3 revestido de una singular belleza. Esto, con frecuencia, lo verific\u00e1bamos al ver una \u00e1guila inm\u00f3vil en lo alto de un saguaro, o bien, cuando un peque\u00f1o lagarto cornudo, del mismo color del piso, alarmado por nuestra presencia, se delataba y echaba a correr. Asimismo, la monoton\u00eda se alteraba cuando una y otra liebre del desierto desesperadas por alejarse de nosotros, s\u00f3lo daban vueltas en c\u00edrculos. Pero lo que m\u00e1s nos distra\u00edan eran las lagartijas cola de cebra que, tambi\u00e9n, con regular frecuencia cruzaban frente a nosotros.<\/p>\n

Por cierto, en los primeros kil\u00f3metros hacia el interior del desierto, la fauna est\u00e1 muy expuesta a la acci\u00f3n depredadora de los cazadores, quienes en veh\u00edculos pueden desplazarse m\u00e1s o menos c\u00f3modamente. Los animales est\u00e1n a salvo a partir de donde las arenas comienzan.<\/p>\n

En la primera parte de nuestro recorrido cruzamos por la zona semi\u00e1rida, caracterizada por enormes e interminables mantos de cact\u00e1ceas, de esas criaturas sabias en el arte de vivir en un mundo inh\u00f3spito, candente y falto de humedad. Y sentimos envidia de ellas, pues si hubi\u00e9semos tenido su epidermis nunca se nos hubieran presentado muchos de los contratiempos a los cuales nos enfrentamos.<\/p>\n

De todos modos, ante la desventaja de carecer de un sistema protector para no perder los l\u00edquidos del cuerpo, nos alegramos de llevar una buena dotaci\u00f3n de sueros para fijar el agua de nuestros tejidos y agradecimos a una doctora de la Facultad de Ciencias Qu\u00edmicas que nos hubiera preparado las f\u00f3rmulas que de tanta utilidad nos iban a ser m\u00e1s adelante.\n <\/p>\n<\/div>\n

<\/p>\n

\n

Frente a las dunas<\/b><\/p>\n

 <\/p>\n


\n Transcurrieron varias horas antes de que lleg\u00e1ramos a la primera gran barrera de dunas; ya antes hab\u00edamos franqueado un \u00e1rea de transici\u00f3n de matorrales semisepultados por la arena, esta zona era la divisi\u00f3n entre el desierto y el "mero desierto" que nosotros busc\u00e1bamos. Cuando por fin quedamos frente a la primera l\u00ednea de domos arenosos nos fuimos de espaldas, pues jam\u00e1s pensamos que pudieran presentar all\u00ed semejantes proporciones, ya que las dunas ten\u00edan unos cincuenta metros de alto por unos doscientos de largo, por unos cien de ancho y todas perfectamente entrelazadas hac\u00edan varias crestas de fondo y formaban la gran cadena que, como todas las cadenas que seguir\u00edan, observaba un rumbo NW-SE durante varios centenares de kil\u00f3metros.<\/p>\n

Por cierto, dudamos mucho de que los camellos, en el supuesto caso de que ah\u00ed los hubiera, pudieran avanzar por semejante lugar.<\/p>\n

Para entonces, era ya la primera hora de la tarde y nos vimos definitivamente detenidos, no tanto por la arena, sino por el sol, por lo que buscamos una loma para levantar el toldo de la tienda, con la esperanza de alcanzar alguna corriente de aire que nos refrescara un poco. Cuando se localiz\u00f3, instalamos nuestro improvisado refugio y sin perder tiempo nos metimos en su sombra, que de todos modos estaba caliente, pues todo ard\u00eda. Recordamos que Altar, con su precipitaci\u00f3n media pluvial de 125 mm anuales, es uno de los desiertos m\u00e1s secos del mundo. Reaccionamos igual que los reptiles en busca de sombra cuando la temperatura llega a los 40º C; reflexionamos en que apenas ayer \u00e9ramos orgullosos seres de los suburbios metropolitanos y ahora el saltador rat\u00f3n jerbo, que puede vivir sin tomar agua, era superior a nosotros. Una confirmaci\u00f3n de ello fue que tres auras nos cre\u00edan muertos, dieron unas vueltas en el cielo arriba de nosotros, y despu\u00e9s, decepcionados, se retiraron montados en alguna corriente de aire tibio.<\/p>\n

Pero, como sea, las condiciones de aislamiento y dificultad que se encuentran una vez llegados a la zona de la arena, nos reafirmaron la idea de que all\u00ed la ecolog\u00eda est\u00e1 a salvo respecto del hombre que se ha constituido en el m\u00e1s grande depredador de la naturaleza.<\/p>\n

Llev\u00e1bamos diez litros de agua por persona, m\u00e1s cinco botes de jugos de frutas de medio litro cada uno, pero en lo que iba de la jornada hab\u00edamos dado cuenta ya de los botes y empezado con el agua del garraf\u00f3n. Nos alarmamos por ello, sobre todo, porque ten\u00edamos la idea de que la sed que experiment\u00e1bamos era insaciable.<\/p>\n

Por cierto, la raci\u00f3n de agua que se les daba al d\u00eda a unos trabajadores de la regi\u00f3n francesa del Sahara para beber y para preparar sus alimentos era de no menos de ocho litros; y por la evocaci\u00f3n de ese dato venimos a cuenta que nos encontr\u00e1bamos en los mismos paralelos que el Sahara en posici\u00f3n al Ecuador, s\u00f3lo que en la longitud oeste del planeta. Por lo dem\u00e1s, se calcula que en el desierto el agua que el humano pierde por transpiraci\u00f3n es aproximadamente de un litro cada hora. A. Starker Leopold, zo\u00f3logo que ha dedicado su existencia a estudiar la vida del desierto, dice en su obra El desierto: "En un d\u00eda c\u00e1lido y ventoso, siente uno que el calor del desierto lo asfixia, pero no ve que de sus poros brote una gota de sudor, cuando en realidad est\u00e1 uno sudando casi un litro de agua por hora: ¡as\u00ed de r\u00e1pida es la evaporaci\u00f3n!".<\/p>\n

Nos sumergimos en un fuerte sopor, casi hasta dormimos, y a nosotros mismos nos costaba trabajo creer que alguien pudiera dormir en semejantes condiciones, pero en realidad era como una defensa, pues en ese tiempo reducimos al m\u00e1ximo el esfuerzo y consecuentemente eliminamos menos l\u00edquido; pero de todas maneras, al despertar el sudor nos escurr\u00eda detr\u00e1s de las orejas; luego sac\u00e1bamos la mano al sol y sent\u00edamos que nos ard\u00eda, y en la sombra la capa de aire era sofocante, adem\u00e1s, abr\u00edamos la boca como peces fuera del agua.<\/p>\n

Tres horas m\u00e1s tarde, la temperatura descendi\u00f3 cuatro grados y fue la se\u00f1al para ponernos en marcha. Vimos que despu\u00e9s de esos m\u00e9danos segu\u00edan otros y otros; a pesar de que ten\u00edamos 36º C, debimos recordar que el desierto absorbe el 90 por ciento de la radiaci\u00f3n solar, por lo cual el terreno se calienta mucho, lo mismo sucede con la capa inferior del aire, que era en la que nos mov\u00edamos.<\/p>\n

A una barrera de altas crestas segu\u00eda un espacio hundido, cuya amplitud era de uno a dos kil\u00f3metros ocupados por lomas bajas de arena sobre las que se aferraban algunos arbustos.<\/p>\n

Avanz\u00e1bamos en fila india y en ratos un poco dispersos, con la vista hacia el piso, siempre enceguecedor, mientras el viento llevaba consigo un fino manto de arena y parec\u00eda que todo el horizonte se mov\u00eda.<\/p>\n

Un mapa topogr\u00e1fico de buena escala, una br\u00fajula y un alt\u00edmetro nos conduc\u00edan; sin embargo, al atardecer notamos una peque\u00f1a desviaci\u00f3n hacia el oeste. Si hubiera sido en la direcci\u00f3n opuesta, le hubi\u00e9ramos echado la culpa a lo que dijo Coriolis, aquel matem\u00e1tico franc\u00e9s quien descubri\u00f3 que por efecto de la rotaci\u00f3n de la tierra todo lo que se desplaza en el hemisferio norte es susceptible de desviarse hacia la derecha. Ahora no sab\u00edamos a qui\u00e9n culpar, pues fue a la izquierda, por lo que marchamos muy pr\u00f3ximos al meridiano 114. Nos preguntamos si no ser\u00eda causa de la insolaci\u00f3n, pues ¿para qu\u00e9 quer\u00edamos un dibujo topogr\u00e1fico y un alt\u00edmetro, si all\u00ed todo era plano y las monta\u00f1as, de arena, con frecuencia cambian de elevaci\u00f3n y seg\u00fan dicen, hasta de lugar?<\/p>\n

Pero, a\u00fan as\u00ed, seguimos la marcha hasta que el rojizo sol se ocult\u00f3 en las arenas del oeste. Un poco antes, al ganar la cima de la m\u00e1s elevada cresta de nuestra ruta, Bernardo Gonz\u00e1lez, de la Facultad de Ciencias Qu\u00edmicas dio gritos de j\u00fabilo, pues al fin hab\u00eda divisado el mar en el lejano sur; observando con detenimiento, Jos\u00e9 Flores, de la misma Facultad, descubri\u00f3 en seguida la espuma de las aguas que se desvanec\u00edan "en el litoral de una azul y hermosa rada"; adem\u00e1s, Francisco Mancilla, de la Hemeroteca, not\u00f3 que el aire en ese momento nos tra\u00eda una humedad salada y pegajosa.<\/p>\n

La tienda de campa\u00f1a de paredes de fina tela y bien herm\u00e9tica, con piso y su doble puerta de cierres, era un verdadero baluarte en medio del desierto plagado de aut\u00e9nticos peligros. V\u00edboras, alacranes y, particularmente, los monstruos de gila, fueron indeseables compa\u00f1eros de aventura. Los monstruos de gila, esos barriles de veneno para los que, seg\u00fan nos aseguraban los m\u00e9dicos, no exist\u00eda todav\u00eda remedio. Aunque parece que hay una contradicci\u00f3n respecto a estos espec\u00edmenes, pues tambi\u00e9n dicen que no se sabe que hayan causado la muerte de alguien, si bien la mordida de su poderosa mand\u00edbula ha enviado a muchos al hospital.<\/p>\n

Hicimos una lumbre frente a la tienda y asamos cecina para cenar; Jos\u00e9 excav\u00f3 un hoyo en la arena y en \u00e9l hizo la fogata, como lo hacen en su pueblo \u2014all\u00e1 por Cuautitl\u00e1n\u2014 para proteger el fuego del viento. Nuestra despensa era muy simple; se compon\u00eda de carne, chocolate, pan blanco, fruta fresca y agua. Como experimento llev\u00e1bamos cuatro clases de carne roja; de burro (chito), de caballo, de res y de venado; en esos parajes, todas resultaron manjares suculentos y nos daban plena confianza en la recuperaci\u00f3n de energ\u00eda.<\/p>\n

Notamos que el desierto pierde r\u00e1pidamente el calor acumulado durante el d\u00eda y pronto baja la temperatura; tambi\u00e9n nos dimos cuenta de que ah\u00ed se siente brutalmente el silencio, sobre todo, por las noches cuando aparece un cielo enorme de estrellas y constelaciones, y hacen que el viajero se vuelva presa del sentimiento de hallarse frente a una inmensidad.<\/p>\n

Adem\u00e1s, muy intrigados, observamos en tres ocasiones grandes estrellas que en t\u00e9rmino de cinco minutos descend\u00edan hasta desaparecer bajo la l\u00ednea del horizonte, a veces se alejaban y se perd\u00edan en la distancia o segu\u00edan una l\u00ednea en zig-zag. Acostumbrados como est\u00e1bamos a observar sat\u00e9lites desde las altas monta\u00f1as de la Sierra Nevada, no pod\u00edamos ahora encontrar una explicaci\u00f3n, cre\u00edmos que la sed nos hac\u00eda ver alucinaciones nocturnas; adem\u00e1s, recordamos a los conductores del autob\u00fas que nos trajo, pues cuando les dijimos que necesit\u00e1bamos bajarnos en el kil\u00f3metro 100 de la carretera a San Luis R\u00edo Colorado, nos preguntaron primero si \u00edbamos de braceros \u2014pues un poco al norte est\u00e1 la frontera\u2014 y al contestarles que no, que \u00e9ramos alpinistas, el que manejaba mir\u00f3 a su relevo, abri\u00f3 mucho los ojos y despu\u00e9s movi\u00f3 la cabeza. Ambos creyeron descubrir el verdadero motivo de nuestro proceder, dijo: "Van a localizar la base de platillos voladores que hay en el desierto", y aseguraban con mucha firmeza la existencia de esa base y tambi\u00e9n nos dec\u00edan de autobuses de pasajeros, casas y gente que desaparec\u00edan sin dejar rastro en la regi\u00f3n, y as\u00ed una serie de relatos parecidos a lo del Tri\u00e1ngulo de las Bermudas, pero como esos macroenigmas estaban de moda en el mundo y en el pa\u00eds no nos \u00edbamos a quedar atr\u00e1s, no les cre\u00edmos.<\/p>\n

Mientras tanto, era la tercera semana de mayo (de 1977) y la temperatura bajaba a 10º C a las cinco de la ma\u00f1ana; pero, como ropa de abrigo fue suficiente la funda de nuestros sacos de dormir, un su\u00e9ter y una chamarra de pluma, probablemente, en invierno la temperatura al amanecer debe aproximarse bastante al cero.<\/p>\n

Confirmamos que Altar es uno de los m\u00e1s solitarios desiertos de cuantos existen, ya que al este se encuentran las extensas llanuras des\u00e9rticas de Chihuahua; al sureste la gran llanura semi\u00e1rida conocida como "Desierto de Sonora", del cual Altar (en el \u00e1ngulo noroeste de ese estado) es una subprovincia fisiogr\u00e1fica; al norte los desiertos norteamericanos de Mojave y de la Gran Cuenca; al sur el mar; al oeste el Delta del Colorado y m\u00e1s all\u00e1, otra vez mar.<\/p>\n

Las calcinadas, negras y deslumbrantes coordenadas de este desierto son, aproximadamente, entre los 31º y los 32º 30" de latitud norte y los 113º y 115º de longitud oeste, naturalmente, arriba del Tr\u00f3pico de C\u00e1ncer.<\/p>\n

 <\/p>\n

 <\/p>\n

Desierto, pero de humanos<\/b><\/p>\n

 <\/p>\n

Nos levantamos todav\u00eda de noche; echamos la cecina al fuego; tomamos un litro de agua de un sorbo; recogimos la tienda, y una hora antes del alba ya nos encontr\u00e1bamos caminando. Nunca vimos m\u00e1s animales que los mencionados antes, pero, en cambio, encontramos una enorme cantidad de huellas de animales nocturnos, alima\u00f1as, reptiles y aves de presa; sus huellas nos indicaron que es en la noche cuando los animales despliegan mayor actividad; hab\u00eda que ver las pisadas de los b\u00fahos que estaban bien marcadas en la arena y se interrump\u00edan en los matorrales en donde cobraban a sus v\u00edctimas; tambi\u00e9n encontramos con frecuencia rastros de animales de u\u00f1a sobre todo, pudimos observar una enorme cantidad de huellas en forma de 5 del cr\u00f3talo cornudo, del que se dice tiene locomoci\u00f3n lateral y su estela de surcos interrumpidos dan la impresi\u00f3n de que el animal saltara.<\/p>\n

Total, llegamos a la conclusi\u00f3n de que si este lugar es desierto ser\u00e1 de seres humanos, por lo dem\u00e1s, se trata del sitio m\u00e1s poblado de criaturas del reino animal que pueda uno imaginarse; esto \u00faltimo nos hizo suponer que a\u00fan en el coraz\u00f3n de los m\u00e9danos deb\u00edan existir dep\u00f3sitos de agua o quiz\u00e1 hasta veneros, pues siempre hay la probabilidad de que una falla en las capas impermeables del subsuelo libere un estrato acuoso y emerja hasta la superficie, o bien que una mano misteriosa desplace alg\u00fan nivel fre\u00e1tico hasta aquellos lugares.<\/p>\n

Cuando el sol proyect\u00f3 las m\u00e1s hermosas tonalidades anaranjadas del amanecer, llegamos a la cima de un complejo grupo de dunas, bru\u00f1idas por el viento de la noche que, sin impedimentos de la fauna y sin testigos geol\u00f3gicos verticales, hab\u00eda hecho los m\u00e1s variados y sim\u00e9tricos trazos en la superficie de la arena y el resultado fueron unas dunas festoneadas a la luz del sol naciente cuya observaci\u00f3n nos gratific\u00f3 enormemente. En la cumbre, Jos\u00e9 Flores plant\u00f3, sobre una larga vara que llevaba para el efecto, una camiseta suya a manera de bander\u00edn, al cual pronto las tormentas de arena derribar\u00edan, pero que, sin embargo, desde luego no borrar\u00edan el hecho de que una vez lo hayamos dejado all\u00ed.<\/p>\n

Esta vez la elevada temperatura \u201445º C\u2014 nos hizo detenernos hacia las doce del d\u00eda, por lo que armamos el toldo de la tienda y nos quedamos quietos durante tres horas, en ese tiempo notamos que aproximadamente a la hora que nos deten\u00edamos tambi\u00e9n la fauna de Altar suspend\u00eda su actividad; entonces descubrimos la antigua ley del desierto, la cual consiste en que mientras en la superficie de la arena hab\u00eda 45 grados, diez cent\u00edmetros abajo el term\u00f3metro baja hasta 30º, y por ello, los animales se met\u00edan en la arena cuando el calor aumentaba, pues bajo la superficie est\u00e1 el secreto de la sobrevivencia; y lo mismo en el d\u00eda como en la noche, ya que en la madrugada, cuando la arena de la superficie se encontraba helada, la del interior se hallaba a una temperatura c\u00e1lida y bastante agradable, entonces, m\u00e1s que nunca, la fauna volv\u00eda a hundirse en la arena para evitar, el fr\u00edo. Esto nos tranquiliz\u00f3 porque, al menos en ese momento del cenit las culebras deber\u00edan estar metidas en la arena, ya que la temperatura cr\u00edtica de su organismo no soporta los 45º C, y la que por accidente se encontrara en la superficie, seguramente morir\u00eda.<\/p>\n

Por las elevadas temperaturas se podr\u00eda pensar en caminar durante la noche para aprovechar as\u00ed las horas frescas; de hecho no falta alg\u00fan experto que lo recomiende. Pero, por nuestra parte, mejor nos cuidamos mucho de hacerlo, ni siquiera como aventura o para implantar un r\u00e9cord de tiempo porque en la noche es cuando empieza lo que algunos conocedores han llamado "la f\u00fanebre quietud del desierto"; y aun cuando se tenga experiencia, siempre se requiere tantear el terreno con los pies, y, por si ello no bastara, queda el problema de la orientaci\u00f3n, toda vez que, aun ayud\u00e1ndose con las estrellas, un solo segundo de grado que uno se desv\u00ede puede traer consecuencias lamentables.<\/p>\n

En vano hab\u00edamos buscado a lo largo de nuestra ruta "ciento trece cincuenta" un altar a Tonatiuh, dios del sol, pues es el lugar m\u00e1s apropiado para tal efecto, pero sabido es que los grupos prehisp\u00e1nicos buscaron siempre los climas templados de la Mesa Central; de cualquier forma, nos gustar\u00eda saber el origen del nombre de esta regi\u00f3n, conocida por el Desierto de Altar; nos preguntamos si se deber\u00e1 simplemente a los rasgos geol\u00f3gicos o a su caracter\u00edstica respecto al clima. <\/p>\n<\/div>\n

<\/p>\n

\n

Agua: verla y tomarla<\/b><\/p>\n

 <\/p>\n

Francisco Mancilla tuvo problemas con los garrafones en los que transportaba su agua. El primer d\u00eda perdi\u00f3 dos litros debido a una fuga en uno de los recipientes; al segundo d\u00eda el otro garraf\u00f3n se perfor\u00f3 y toda el agua se yaci\u00f3, s\u00f3lo se pudo aprovechar una poca, por lo que \u00e9l y Jos\u00e9 se arrojaron sobre la arena para tratar de rescatar algo de humedad, pero fue in\u00fatil. As\u00ed, tuvimos que repartir la escasa agua de tres, entre cuatro.<\/p>\n

Para entonces no nos bastaba ya beber directamente de la cantimplora, sino que necesit\u00e1bamos ver el agua, y para ello vert\u00edamos el l\u00edquido en un vaso y lo contempl\u00e1bamos emocionados, porque mirar agua en el desierto, aunque s\u00f3lo fuera en un recipiente, era ver ni m\u00e1s ni menos que el para\u00edso. Y medio litro que ve\u00edamos y tom\u00e1bamos nos confortaba, m\u00e1s que cuando la tom\u00e1bamos sin mirarla.<\/p>\n

Cuando empezamos a caminar de nuevo y hubimos ganado la cima m\u00e1s grande de la siguiente barrera de dunas, s\u00f3lo pudimos ver m\u00e1s y m\u00e1s barreras de dunas. El mar descubierto la tarde anterior, su espuma y su viento h\u00famedo y salado, s\u00f3lo hab\u00edan sido un espejismo colectivo. Y es que el d\u00eda caliente, la falta de viento, la reverberaci\u00f3n solar y nuestra mente obsesionada por la sed, nos hicieron ver un extraordinario espect\u00e1culo.<\/p>\n

Cuatro a\u00f1os atr\u00e1s hab\u00edamos estado sobre el flanco oriental del Aconcagua y esta monta\u00f1a argentina tambi\u00e9n es famosa por las frecuentes visiones que sufren los alpinistas, s\u00f3lo que ah\u00ed no se deben a una ilusi\u00f3n \u00f3ptica como en el desierto, sino a falta de gl\u00f3bulos rojos en el cerebro por la altitud y la consecuente disminuci\u00f3n de ox\u00edgeno en la sangre.<\/p>\n

Despu\u00e9s de este derrumbe de esperanzas fue cuando se dio el primero y \u00fanico problema en la conducta del grupo, pues cuando en una ocasi\u00f3n puse el mapa sobre la superficie plana de un plato de cart\u00f3n y sobre el mapa colocaba la br\u00fajula para checar una vez m\u00e1s el rumbo que segu\u00edamos, en ese momento Bernardo me pregunt\u00f3 visiblemente molesto y lleno de escepticismo:<\/p>\n

\u2014¿Y s\u00ed ese plano est\u00e1 equivocado?<\/p>\n

Por respuesta sugerimos que, en ese caso, si alguien lograba salir con vida de aquello, pues fuera a reclamarle al Departamento Cartogr\u00e1fico de la Defensa Nacional por haberse equivocado, pero nos apresuramos a agregar que no exist\u00eda motivo de preocupaci\u00f3n, ya que segu\u00edamos un \u00e1ngulo recto al camino del sol y mientras eso sucediera todo ir\u00eda bien; pero que, sin embargo, tambi\u00e9n necesit\u00e1bamos tener fe en que el sol deber\u00eda salir por el mismo rumbo de siempre.<\/p>\n

La obsesi\u00f3n de que pudi\u00e9ramos pasar por una sed extrema empez\u00f3 a apoderarse de nosotros. Comenzamos la traves\u00eda llevando diez litros de agua por individuo, a la cual le mezclamos un suero a base de glucosa, dextrosa y cloruro de sodio, lo que nos permiti\u00f3 que, sintiendo menos necesidad de agua, pudi\u00e9ramos hacer rendir la cantidad inicial como si en realidad llev\u00e1ramos unos veinte litros; pero con todo, ya para el segundo vivac s\u00f3lo ten\u00edamos dos litros por hombre y al final de esa jornada en la cena y durante la noche, tuvimos que consumir otro litro y s\u00f3lo nos qued\u00f3 una cantimplora, y, para colmo no ten\u00edamos idea si hab\u00edamos avanzado algo, porque las monta\u00f1as de arena y los miles de millones de part\u00edculas redondas de yeso y cuarzo que ve\u00edamos todo el d\u00eda, nos hicieron perder la noci\u00f3n de la distancia, mientras camin\u00e1bamos a barlovento, siempre a barlovento. Y por si no fuera suficiente, all\u00ed las dunas ten\u00edan m\u00e1s de cien metros de elevaci\u00f3n pues era el centro del desierto donde seguramente el sol tiene su casa predilecta.<\/p>\n

Jam\u00e1s vimos otras clases de dunas que las llamadas transversales, sobre todo, en lo que se refiere a las grandes barreras siempre orientadas en direcci\u00f3n NW-SE, aunque, probablemente, desde una vista a\u00e9rea, los nudos de m\u00e9danos se acerquen un poco a la imagen de las "dunas estrellas", pero ni las "longitudinales" ni las "medias lunas" aparecieron por ninguna parte, y en especial estas \u00faltimas que son propias de las \u00e1reas des\u00e9rticas desprovistas de vegetaci\u00f3n y con una escasez relativa de arena.<\/p>\n

Mientras tanto, lo que m\u00e1s nos sorprend\u00eda era que hasta en las grandes dunas la flora ten\u00eda su representante, aunque fueran unas cuantas matas de pasto. Nos hab\u00eda sorprendido observar que los l\u00edquenes pod\u00edan vivir en el cr\u00e1ter del Popocat\u00e9petl a m\u00e1s de cinco mil metros sobre el nivel del mar, cercados por el hielo y la nieve, y sometidos a constantes y violent\u00edsimos cambios de temperatura. En cuanto a los grandes pastos se refiere, tambi\u00e9n son los que m\u00e1s avanzan por los flancos de las altas monta\u00f1as nevadas dejando muy abajo el nivel del bosque; por ello, se deduce que s\u00ed no fuera por el humano, que se mete en todas partes, la flora ser\u00eda lo m\u00e1s resistente de la creaci\u00f3n de nuestro planeta, en esos niveles de altitud y ante esos cambios clim\u00e1ticos.<\/p>\n

Repas\u00e1bamos mentalmente las distancias y la traves\u00eda, desde la carretera hasta el mar era "en la l\u00ednea recta del mapa" de 57 kil\u00f3metros, a lo cual hab\u00eda que agregarle otros 15 m\u00e1s del punto en donde tocar\u00edamos mar hasta la estaci\u00f3n ferroviaria Gustavo Sotelo, m\u00e1s otros 10 de, por lo menos, un 15 por ciento que se emplea en las vueltas y ascensiones obligadas por la topograf\u00eda del terreno, especialmente en la zona de los promontorios, con lo cual el recorrido real del itinerario ser\u00eda de unos 80 kil\u00f3metros de \u00e9stos, los primeros 57, idealmente lineales, por lo menos 30 eran de domos grandes, chicos y medianos.<\/p>\n

 <\/p>\n

 <\/p>\n

Tirar lastre<\/b><\/p>\n

 <\/p>\n

Antes de reanudar la marcha, en la tarde del segundo d\u00eda, economizamos peso en una medida que casi me dio p\u00e1nico, pues jam\u00e1s hab\u00eda visto hacer eso.<\/p>\n

El peque\u00f1o frasco de caf\u00e9 en polvo fue vaciado en una ligera bolsa de pl\u00e1stico para poder desechar el frasco de vidrio. Por su parte, Jos\u00e9 abandon\u00f3 una camisa y Bernardo se deshizo de su pa\u00f1uelo, de sus lentes de repuesto y de su peine.<\/p>\n

Seguimos. Nuestros tanques vac\u00edos nos hicieron forzar la marcha en lo que restaba de esa jornada.<\/p>\n

Desde luego, el novelesco recurso de cortar cactos y extraer su agua no nos era permitido, pues en el reino de la arena no existen estos vegetales y nos encontr\u00e1bamos a la saz\u00f3n en el s\u00e9ptimo c\u00edrculo de Altar. . . y ah\u00ed s\u00f3lo vive el sol.<\/p>\n

No record\u00e1bamos ya cuantas cordilleras m\u00f3viles hab\u00edamos cruzado, quiz\u00e1 eran seis o diez o quince. Caminamos y m\u00e1s adelante subimos de nuevo hasta la cumbre m\u00e1s alta para escrutar el horizonte. Nos pareci\u00f3 que ya s\u00f3lo faltaba una de ellas, pero era tan amplia que no sentimos ning\u00fan aliento.<\/p>\n

En ese momento, el aire soplaba fuerte y volv\u00eda a llevarse la arena hacia adelante en un extenso manto m\u00f3vil cerca de la superficie sin levantarla m\u00e1s alto de nuestras rodillas, porque, evidentemente, el grano all\u00ed era grueso.<\/p>\n

Un poco m\u00e1s adelante, al pasar otra enorme duna a sotavento, un aluvi\u00f3n cuarc\u00edtico nos cay\u00f3 casi verticalmente envolvi\u00e9ndonos hasta casi perder de vista a los compa\u00f1eros; pudimos comprobar que los lentes y los tapabocas que llev\u00e1bamos nos sirvieron maravillosamente. Luego descendimos hacia la zona intermedia de mont\u00edculos, y como el sol poniente se encontrara ya muy bajo, apresuramos el paso, por lo que sin perder tiempo nos dejamos ir casi con desesperaci\u00f3n sobre la enorme pendiente de la otra gran barrera y s\u00f3lo nos detuvimos un momento al pasar por un campo de fragmentos fosilizados, probablemente tubos de an\u00e9lidos.<\/p>\n

All\u00ed pudimos ver que, en efecto, era la barrera m\u00e1s grande que hab\u00edamos subido; afortunadamente, para entonces, el viento llevaba algo de frescura y la arena, tan sensible como la nieve a esos cambios, se presentaba un poco consistente y pudimos avanzar con ligereza.<\/p>\n

Observamos que en verdad era el \u00faltimo obst\u00e1culo de arena, pero nos cuidamos mucho de creerlo pues podr\u00eda ser otra ilusi\u00f3n y seguimos caminando hasta que cay\u00f3 la noche y verificamos que, efectivamente, ya s\u00f3lo quedaban promontorios chicos y que los arbustos empezaban a multiplicarse.<\/p>\n

Todos coincidimos en que el desierto es deslumbrante, que es la casa del viento y el reino de la erosi\u00f3n, y que, para cruzarlo con \u00e9xito, un ejercicio ideal es bajar escaleras el\u00e9ctricas que suben o subirlas cuando su movimiento es descendente; o bien, caminar durante horas sobre la arena candente de cualquier playa como nosotros lo hab\u00edamos hecho, primero en las escaleras del metro capitalino y despu\u00e9s en los esteros de la Laguna de Chacagua. frente al Oc\u00e9ano Pac\u00edfico, en Oaxaca.<\/p>\n<\/div>\n

<\/p>\n

\n

El espect\u00e1culo y los tiburones<\/b><\/p>\n

 <\/p>\n

Ver a unos individuos que salen del desierto y se aproximan al mar es todo un espect\u00e1culo. En nuestro caso faltaban doscientos metros para llegar a la l\u00ednea del agua cuando, a pesar del cansancio, empezamos a correr; sin parar, los de Ciencias Qu\u00edmicas se deshicieron de sus mochilas y se tiraron en clavado al agua. En cambio el de la Hemeroteca ni se acord\u00f3 de la mochila, simplemente se impuls\u00f3 y con todo y equipo se hundi\u00f3 entre las olas. Claro que desde unos kil\u00f3metros atr\u00e1s el ambiente era marino, pues hab\u00edamos cruzado marismas, canales y playas de inundaci\u00f3n; pero, por mi parte, no descartaba la posibilidad de que bien pudiera ser aquello otra ilusi\u00f3n, m\u00e1s grande todav\u00eda que las anteriores. Por eso, segu\u00ed caminando hasta que el agua me lleg\u00f3 a la cintura y a\u00fan permanec\u00ed en esa actitud durante cinco minutos y fue hasta al cabo de ese tiempo cuando acept\u00e9 que verdaderamente hab\u00edamos llegado a las playas de la Bah\u00eda de Aduar, en el Golfo de California; entonces tambi\u00e9n me zambull\u00ed.<\/p>\n

Pero la alegr\u00eda nos dur\u00f3 poco, pues al sacar la cabeza del agua, a unos quince metros de ah\u00ed, cuatro tiburones de m\u00e1s de tres metros de largo buscaban comida; su aleta dorsal cortaba el agua lenta y uniformemente y hasta parec\u00eda elegante, pero una vez localizada su presa se hund\u00edan con brusquedad y se agitaban en forma convulsiva hasta que su v\u00edctima cesaba de moverse. Lo que m\u00e1s nos alarm\u00f3 fue que el sitio donde se encontraban tendr\u00eda apenas un metro de profundidad y como la playa ofrec\u00eda all\u00ed una pendiente muy somera, en consecuencia era la misma profundidad a la que nosotros nos hall\u00e1bamos. En un segundo entendimos nuestra comprometida situaci\u00f3n; vimos como los de Qu\u00edmica, igual que delfines, saltaban al mismo tiempo sobre la superficie del agua y pr\u00e1cticamente devoraban la distancia que los separaba de la orilla; Mancilla y yo tambi\u00e9n tratamos de ganar la l\u00ednea de la arena dando brincos tan largos como pod\u00edamos, y el corto tramo se nos hizo infinito. Cuando por fin nos encontramos fuera sentimos que en nuestro cabello hab\u00edan aparecido canas.<\/p>\n

 <\/p>\n

\n <\/p>\n

Se acab\u00f3 y nadie se alegraba<\/b><\/p>\n

 <\/p>\n

As\u00ed de r\u00e1pido fue todo al final. Hab\u00edamos dado cima a la empresa que nos ocupaba, pero ni siquiera tuvimos tiempo de felicitarnos mutuamente, como se acostumbra, por haber cumplido con nuestra misi\u00f3n. S\u00ed bien era cierto que la traves\u00eda estaba concluida, a\u00fan quedaba por resolver el problema del regreso, lo cual era muy dif\u00edcil pues la Bah\u00eda de Aduar est\u00e1 completamente deshabitada a lo largo de sus setenta kil\u00f3metros, salvo tres min\u00fasculas estaciones ferroviarias de mantenimiento diseminadas a todo lo largo de su lado norte, pegadas al desierto, y su poblaci\u00f3n Punta Pe\u00f1asco en el extremo sureste de la Bah\u00eda.<\/p>\n

A este lugar se le conoce como Bah\u00eda Aduar, Bah\u00eda Adair o Bah\u00eda L\u00f3pez Collada. Parece ser que L\u00f3pez Collada fue otro conquistador del desierto que tambi\u00e9n muri\u00f3 de sed entre las dunas cuando tend\u00edan la v\u00eda del ferrocarril de Sonora.<\/p>\n

Descifrar los problemas de la retirada en lo que se refiere al terreno y el problema de la sed cuyos efectos en nuestro organismo hab\u00edan llegado ya casi a su punto extremo, era nuestra preocupaci\u00f3n.<\/p>\n

La estaci\u00f3n Gustavo Sotelo, en el kil\u00f3metro 205 de la v\u00eda de Sonora, aparec\u00eda localizada en el mapa a una distancia de unos quince kil\u00f3metros en direcci\u00f3n este y hacia all\u00e1 deb\u00edamos dirigirnos.<\/p>\n

Una duda nos golpeaba fuertemente respecto a nuestro plano, porque su edici\u00f3n databa de veinte a\u00f1os atr\u00e1s, y si la referida estaci\u00f3n no exist\u00eda ya entonces deber\u00edamos caminar hasta Punta Pe\u00f1asco, es decir, unos cincuenta kil\u00f3metros, lo cual, seg\u00fan la sed que llev\u00e1bamos, nos parec\u00eda dif\u00edcil de alcanzar. A nuestras espaldas, hacia el oeste, aparec\u00eda m\u00e1s pr\u00f3xima la estaci\u00f3n L\u00f3pez Collada, pero caminar hacia ella era alejarse m\u00e1s de Punta Pe\u00f1asco, y caer en una trampa de distancia en. el caso que tampoco \u00e9sta existiera ya.<\/p>\n

El desierto, que despu\u00e9s de todo segu\u00eda aprision\u00e1ndonos, no permite errores de c\u00e1lculo. Cuando tiraron la v\u00eda del ferrocarril de Sonora muchos murieron de sed en ese lugar en el que ahora nosotros nos encontr\u00e1bamos, es decir, entre el desierto y el mar. En principio hab\u00edamos vencido al Desierto de Altar, pero ahora era urgente resolver los obst\u00e1culos pr\u00f3ximos antes de que llegara la postraci\u00f3n y el fin a causa de la sed. En esos momentos record\u00e1bamos las palabras de Starker: "El hombre no est\u00e1 hecho para vivir en un medio \u00e1rido. Perdido en el desierto, sin agua, en una calurosa ma\u00f1ana de verano, al principio no experimentar\u00e1 molestia alguna. Pero al cabo de una hora habr\u00e1 sudado hasta un cuarto de litro de agua salada y sentir\u00e1 mucha sed. A media tarde, cuando su sistema org\u00e1nico de enfriamiento se esfuerza por contrarrestar el calor, su peso habr\u00e1 bajado de cinco a ocho kilogramos y se sentir\u00e1 muy d\u00e9bil. Al caer la noche, si el term\u00f3metro subi\u00f3 hasta 48º C, puede haber muerto, pero si lleg\u00f3 solamente a 43º C a la sombra, entonces tiene probabilidades de sobrevivir otro d\u00eda m\u00e1s. Aun si se le suministra una raci\u00f3n diaria de cuatro litros de agua, el sol lo matar\u00e1 en el t\u00e9rmino de una semana."<\/p>\n

Esto se refiere a un hombre que, fresco, reci\u00e9n empieza a caminar por el desierto, pero nosotros llev\u00e1bamos ya muchos kil\u00f3metros andados, mucha sed acumulada y todo ello a una temperatura muy alta. Deb\u00edamos apresurarnos.<\/p>\n

El \u00faltimo recurso en ese momento fue almacenar en las cantimploras nuestros orines y ya s\u00f3lo esper\u00e1bamos que la concentraci\u00f3n de urea no fuera demasiado alta; por cierto que nuestro organismo hab\u00eda aprovechado al m\u00e1ximo el agua, pues no obstante que tomamos m\u00e1s de diez litros de agua, lo expelido era mucho menos que la cantidad habitual.<\/p>\n

Pero, adem\u00e1s, ten\u00edamos encima otro peligro, dado que un rato antes, en nuestra desesperaci\u00f3n por llegar al mar y refrescarnos en sus aguas, no hab\u00edamos reparado en que la marea empezaba a subir y en ese momento observ\u00e1bamos ya al agua inundar las planicies a una gran velocidad… Pens\u00e1bamos en los canales que hab\u00edamos dejado atr\u00e1s una hora antes…<\/p>\n

Empezamos a caminar a un ritmo mayor al que desarroll\u00e1ramos a la llegada para escapar del mar. Entonces, el cansancio y la sed que estaban a punto de doblegarnos hab\u00edan quedado en segundo lugar por lo pronto, ahora s\u00f3lo nos importaba salir de all\u00ed y la \u00fanica l\u00ednea en la que pod\u00edamos realizar una retirada efectiva era hacia el norte y as\u00ed lo hicimos.<\/p>\n

Mientras hu\u00edamos, ca\u00edmos en la cuenta de que los barcos deb\u00edan estar dedicados a la pesca del tibur\u00f3n, porque, las aguas del Golfo est\u00e1n infestadas de escualos y pensamos que probablemente a ello se debi\u00f3 que las embarcaciones se retiraran cuando su tripulaci\u00f3n observ\u00f3 que nos acerc\u00e1bamos; seguramente, as\u00ed evitaron que nos lanz\u00e1ramos al agua y cay\u00e9ramos en una situaci\u00f3n altamente peligrosa.<\/p>\n

De todos modos, pensamos con nostalgia que tambi\u00e9n se nos hab\u00eda cerrado el apremiante recurso del que echan mano los n\u00e1ufragos y que consiste en agarrar un pez y comerse cruda la carne para extraer de esa forma el agua dulce de sus tejidos, pero con los tiburones all\u00ed no quisimos acercarnos m\u00e1s al agua y, adem\u00e1s, ni siquiera dispon\u00edamos del m\u00e1s elemental utensilio de pesca como para intentarlo.<\/p>\n<\/div>\n

<\/p>\n

\n

Prisioneros del mar<\/b><\/p>\n

 <\/p>\n

Media hora despu\u00e9s llegamos a los primeros canales y apenas pudimos cruzarlos; para los dem\u00e1s canales fue necesario correr. Cuando llegamos al \u00faltimo, que presentaba una profundidad considerable, nos dimos cuenta de que ya era tarde; pero sin pensarlo, nos metimos en \u00e9l resueltamente, aunque pronto las mochilas hicieron contacto con el agua.<\/p>\n

Bernardo intent\u00f3 llevar la mochila con los brazos en alto, pero cuando el agua le lleg\u00f3 al cuello tuvo que regresar pues, adem\u00e1s de que. el terreno segu\u00eda descendiendo, la corriente era ya de tal fuerza que pod\u00eda arrastrarlo.<\/p>\n

Cada vez que nos intern\u00e1bamos en un canal lo hac\u00edamos por turnos; mientras uno cruzaba, los otros nos dedic\u00e1bamos a atisbar en todas direcciones tratando de descubrir la aleta del tibur\u00f3n; de todas maneras luego sabr\u00edamos que en los canales el tibur\u00f3n no siempre nada en la superficie, sino que con frecuencia permanece en el fondo esperando que pase alg\u00fan pez de su agrado.<\/p>\n

Por otra parte ten\u00edamos el doble problema de no mojar las mochilas en las que guard\u00e1bamos ropa especial de abrigo, equipo fotogr\u00e1fico y, sobre todo, material fotogr\u00e1fico en el cual llev\u00e1bamos en forma latente, la imagen del Desierto de Altar. El otro problema era afrontar al tibur\u00f3n que, en apariencia ausente, intu\u00edamos que pod\u00eda aparecer de pronto. Cruzar a nado el canal era lo de menos pues todos sab\u00edamos hacerlo y el albur de encontrar o no al tibur\u00f3n tambi\u00e9n est\u00e1bamos dispuestos a correrlo pero quedaba el asunto del equipo…<\/p>\n

En esas circunstancias, todo se desenvuelve r\u00e1pido y el canal acab\u00f3 por llenarse hasta el borde y pronto se desparram\u00f3. Dos horas antes \u00e9ramos prisioneros del desierto y ahora lo \u00e9ramos del mar. Empezamos a retroceder y desesperados nos pregunt\u00e1bamos qu\u00e9 diablos \u00edbamos a hacer pues hu\u00edamos, pero lo hac\u00edamos hacia un peligro mayor que era el oc\u00e9ano.<\/p>\n

No lejos de ah\u00ed se ve\u00eda un promontorio cuya altura ser\u00eda de unos cinco metros; pasar la tarde y la noche all\u00ed no ten\u00eda problema en cuanto que llev\u00e1bamos lo necesario para tal cosa y est\u00e1bamos dispuestos, incluso, a entablar un gran combate con el n\u00famero inmenso de cangrejos que habitaban el lugar y as\u00ed esperar la ma\u00f1ana siguiente cuando los canales volver\u00edan a vaciarse.<\/p>\n

Pero nos preocupaba el peligro de que en la noche la marea alta cubriera tambi\u00e9n la cima del promontorio.<\/p>\n

Como de momento no nos quedaba otra soluci\u00f3n, fuimos hasta lo alto de la loma y busc\u00e1bamos afanosamente las huellas de los diferentes niveles de las mareas. Est\u00e1bamos en eso, cuando Mancilla nos hizo notar, en medio de una ruidosa carcajada, por dem\u00e1s nerviosa, que no hab\u00eda por qu\u00e9 temer, ya que medio kil\u00f3metro hacia el este el canal daba vuelta como un laberinto y volv\u00eda hacia el oeste, por lo que la puerta de escape se nos presentaba en aquella direcci\u00f3n.
\n Corrimos, m\u00e1s que caminar, para cercioramos si era verdad. Nuestra alegr\u00eda fue inmensa al corroborarlo.<\/p>\n

En la otra orilla volvimos a quedar frente a la aridez del desierto. S\u00f3lo que antes de caminar nos llenamos la boca de dulces y luego nos inclinamos hacia las aguas del canal, que pens\u00e1bamos hab\u00eda estado a punto de atraparnos, y bebimos dos grandes buches, aunque tomar \u00e9ste l\u00edquido era un martirio y, adem\u00e1s el exceso de sal parec\u00eda acrecentar m\u00e1s nuestra sed; y es que, en verdad, ni siquiera en el Mar Rojo hay una concentraci\u00f3n de cloruro de sodio tan alta como en estas aguas que amenazaron con terminar nuestra existencia.<\/p>\n

 <\/p>\n

\n <\/p>\n

Otra vez el desierto<\/b><\/p>\n

 <\/p>\n

Volvimos a caminar por el desierto semi\u00e1rido y ya excesivamente caliente a esa hora. Las preocupaciones y las prisas que acab\u00e1bamos de pasar y la sed, que ahora era mayor, parec\u00edan haber acabado con nuestras reservas de energ\u00edas.<\/p>\n

Nos sent\u00edamos muy d\u00e9biles por lo que volvimos a llenar de dulces la boca y as\u00ed activ\u00e1bamos nuestras gl\u00e1ndulas salivales, pero sab\u00edamos que nada de eso nos iba a sostener en pie por mucho tiempo.<\/p>\n

En esta situaci\u00f3n nos preguntamos si existir\u00eda alg\u00fan recurso sencillo para desalinizar el agua en cantidades peque\u00f1as pues, por ejemplo, llev\u00e1bamos pastillas para purificar mil litros de agua y entre todas ellas no pesaban m\u00e1s all\u00e1 de 50 gramos; ¿no existir\u00eda un recurso an\u00e1logo para hacer potable el agua del mar que pudiera ayudar en la emergencia?, francamente lo ignor\u00e1bamos y en la Universidad tampoco pudimos encontrar a alguien que contestara la pregunta.<\/p>\n

El trauma de la sed perdurar\u00eda a\u00fan cuando mucho tiempo despu\u00e9s de reintegrados a la vida de la ciudad en donde, a\u00fan en la madrugada, abandonar\u00edamos nuestro lecho para ir a beber un vaso de agua. Y es que quienes van al desierto en condiciones semejantes a las nuestras, es decir, caminando, sin unidades de auxilio en lugares estrat\u00e9gicos, la seguridad de un helic\u00f3ptero, son los que sienten realmente la sed. Pero tambi\u00e9n existe la idea de la sed.<\/p>\n

M\u00e1s tarde pensar\u00edamos mucho en esto y llegar\u00edamos a la conclusi\u00f3n de que posiblemente se trate de una obsesi\u00f3n, como una idea inherente al desierto, a semejanza de la idea latente de una posible muerte entre los escaladores, soldados en plena batalla o en los toreros.<\/p>\n

A la media hora, al bajar una larga pendiente, quedamos frente a una misteriosa laguna cerrada de aguas oscuras. Sus playas tambi\u00e9n eran negras como el chapopote, tanto que llegamos a pensar que tal vez se tratara de un brote de petr\u00f3leo o algo as\u00ed; el caso es que nos quedamos grandemente impresionados por su aspecto pues parec\u00eda laguna de otro planeta. Del lugar se desprend\u00eda un fuerte olor como a organismos marinos en descomposici\u00f3n; est\u00e1bamos seguros que su agua era salada pues, espor\u00e1dicamente, en las mareas m\u00e1s altas seguramente el mar la surt\u00eda, y como despu\u00e9s al parecer durante mucho tiempo, volv\u00eda a quedar expuesta a un proceso de evaporaci\u00f3n, sus aguas deb\u00edan tener un porcentaje de sal tremendamente alto; pero nadie en el desierto que est\u00e9 agonizando de sed y se encuentre con una laguna dejar\u00e1 de por lo menos convencerse si en realidad es agua salobre.<\/p>\n

Sin parar, con la caliente y vac\u00eda cantimplora en la mano, descend\u00ed hasta el espejo del agua mientras los otros me observaban entre esperanzados y esc\u00e9pticos; ten\u00edan raz\u00f3n, pues jam\u00e1s pude llegar a sus aguas, ya que una zona extensa y profunda de fango negro me lo impidi\u00f3 y sal\u00ed del lugar como pude y me reun\u00ed con mis camaradas.<\/p>\n

Continuamos. M\u00e1s adelante Bernardo dej\u00f3 de distinguir los colores para ver todo aplastado con s\u00f3lo grises en las formas, se restreg\u00f3 los ojos y volvi\u00f3 a ver el cromatismo del desierto hasta un rato despu\u00e9s.<\/p>\n

Francisco Mancilla, por su parte, que en su cintur\u00f3n colgaba por un lado la Luger, por el otro una bayoneta, m\u00e1s dos cantimploras vac\u00edas con sus respectivos vasos met\u00e1licos, y quien adem\u00e1s se hab\u00eda resistido a aligerar el peso de su mochila que parec\u00eda la de Pito P\u00e9rez por tanto trebejo, arrastraba en forma dram\u00e1tica los pies, echaba la cara demasiado hacia el sol, oscilaba todo su cuerpo y parec\u00eda que de un momento a otro perder\u00eda la vertical.<\/p>\n

 <\/p>\n

\n <\/p>\n

Las primeras se\u00f1ales<\/b><\/p>\n

 <\/p>\n

Mancilla y Bernardo fueron quienes descubrieron entre la distancia y las vibraciones solares las primeras se\u00f1ales de civilizaci\u00f3n; pero no pudimos descifrar que era, s\u00f3lo cuando nos acercamos m\u00e1s nos pareci\u00f3 que se trataba de un convoy de carros de ferrocarril que estaba estacionado y a la derecha hab\u00eda un grupo peque\u00f1o de casas alineadas a lo largo de la v\u00eda; tambi\u00e9n vimos que el caser\u00edo estaba sombreado por altos y frondosos \u00e1rboles y entre los \u00e1rboles un tinaco blanco para abastecer de agua a los habitantes del lugar. En \u00e9l vimos un salvoconducto para seguir viviendo.<\/p>\n

M\u00e1s all\u00e1, en todas direcciones, otra vez la calcinada llanura; ¡aquello era un verdadero oasis! y fue un supremo requerimiento el que exigimos a nuestros resecos tejidos para poder llegar al sitio de nuestra salvaci\u00f3n.<\/p>\n

Con la m\u00e1s grande de las melopeas solares alcanzamos la sombra de la primera casa; nos recargamos en su pared y no obstante que desde hac\u00eda una eternidad no velamos personas, permanecimos indiferentes, con aire idiotizado y la mirada fija, casi sin parpadear, cuando la gente de la peque\u00f1a villa ferroviaria empez\u00f3 a rodearnos, alarmada y sol\u00edcita.<\/p>\n

Un anciano dijo:<\/p>\n

\u2014Por un punto se le escaparon al desierto.<\/p>\n

Dos minutos despu\u00e9s lleg\u00f3 Mancilla y, al verlo, un ni\u00f1o que permanec\u00eda bajo la ardiente sombra de una casa corri\u00f3 a ponerle una silla en la que aqu\u00e9l se dej\u00f3 caer, o m\u00e1s bien se derrumb\u00f3 y el ni\u00f1o alcanz\u00f3 apenas a meterle la silla; qued\u00f3 con los brazos colgando, con la cara hacia arriba y la boca completamente abierta. Entonces pudimos ver que en el interior de su boca en lugar de saliva ten\u00eda arena y que sal\u00eda sangre de sus labios agrietados; asimismo, las cuencas de sus ojos, como las nuestras, reflejaban la enorme deshidrataci\u00f3n, todas se ve\u00edan muy profundas, un color azul las destacaba de la piel ennegrecida. Otro ni\u00f1o le llev\u00f3 pronto un vaso grande con agua y Mancilla pidi\u00f3 otro tras otro.<\/p>\n

Tambi\u00e9n nosotros ped\u00edamos. Y aunque sab\u00edamos muy bien que en estas condiciones el mecanismo de enfriamiento del cuerpo al ingerir en una cantidad excesiva de agua pod\u00eda sufrir serios trastornos y hasta acarrear mortales consecuencias, no obstante segu\u00edamos pidiendo m\u00e1s y m\u00e1s agua; hasta que finalmente escuchamos a la esposa de Don Jos\u00e9 Francisco Rodr\u00edguez Garc\u00eda, habitante del lugar y quien fue la persona que desde el primer segundo se apresur\u00f3 a auxiliamos, que dec\u00eda:<\/p>\n

\u2014No les den m\u00e1s agua, voy a prepararles caf\u00e9 negro con sal.<\/p>\n

Hasta una hora despu\u00e9s que transcurri\u00f3 en tomar agua, caf\u00e9 negro con sal y en descansar en la ardiente sombra, empezamos a volver a la normalidad.<\/p>\n

Don Jos\u00e9 Francisco, nuestro anfitri\u00f3n, m\u00e1s bien nuestro salvador, nos invit\u00f3 a comer a su casa y en agradecimiento dimos los sueros anticrot\u00e1licos y antiviperinos que llevamos, as\u00ed como la cecina y las latas que a\u00fan conten\u00edan nuestras mochilas e intentamos gratificarlo con dinero sobre todo por sus atenciones, pero por esto \u00faltimo se mostr\u00f3 muy ofendido, dijo:<\/p>\n

\u2014En el desierto, unos y otros nos ayudamos a vivir y a sobrevivir, y cualquier inter\u00e9s material aqu\u00ed est\u00e1 prohibido.<\/p>\n

Hombres de la ciudad, nosotros casi no lo entendimos…<\/p>\n

Ese fue el pago que hicimos por el primer recorrido de Altar, por hacer la primera ficha bibliogr\u00e1fica en los anales deportivos de este desierto.\n <\/p>\n<\/div>\n

<\/p>\n

\n

Se agot\u00f3 la reserva de agua<\/b><\/p>\n

 <\/p>\n

En el mediod\u00eda de la segunda jornada hab\u00edamos tenido 45º C y en la madrugada de ese tercer d\u00eda el term\u00f3metro marcaba 10º C con lo que debimos experimentar una variaci\u00f3n nada menos que de 35 grados.<\/p>\n

Antes de reanudar la marcha por la ma\u00f1ana, bebimos el \u00faltimo medio litro de agua que nos quedaba como reserva. Despu\u00e9s de tres horas de marcha descansamos un rato en la ilusoria sombra de una loma y vimos algunas rocas torturadas por el sol que, sometidas a dilataci\u00f3n diurna y a contracci\u00f3n nocturna durante siglos, hab\u00edan acabado por resquebrajarse m\u00e1s arriba un buitre permanec\u00eda inm\u00f3vil en el aire, quiz\u00e1 era el mismo que el d\u00eda anterior nos observara.<\/p>\n

Un poco antes un remolino nos hab\u00eda envuelto; las part\u00edculas de arena chocaban unas contra otras, se pon\u00edan en movimientos ascendentes y nos golpeaban. Para colmo, cuando reanudamos la marcha, una turbonada de larga duraci\u00f3n nos atrap\u00f3 y levant\u00f3 las part\u00edculas fin\u00edsimas del terreno y por un rato se opac\u00f3 el sol. Por las dudas, consultamos nuestra br\u00fajula, es decir el \u00fanico implemento que nos conduc\u00eda correctamente en el desierto, entre las fuertes insolaciones, las grandes tempestades de arena y los maravillosos espejismos.<\/p>\n

Convencidos de que el rumbo era el correcto, recorrimos unos cinco kil\u00f3metros m\u00e1s por un suelo blanco que se mov\u00eda al capricho del viento, aunque ya se ve\u00edan algunos sotos, gobernadoras y hedondillas, que sosten\u00edan la m\u00e1s desigual y tremenda d\u00e9 las luchas contra la arena que siempre amenazaba con sepultarlos y educar en su lugar un enorme m\u00e9dano.
\n Pero, por fin, al dar vuelta a una loma m\u00e1s alta divisamos una laguna casi seca, de la que, en su lado sureste, hab\u00eda agua como para alimentar a una ciudad, y aunque sab\u00edamos que su lecho deb\u00eda tener una gran cantidad de substancias alcalinas, a\u00fan as\u00ed mantuvimos la esperanza de encontrar agua dulce; tambi\u00e9n pensamos en el enorme grado de contaminaci\u00f3n que una charca en el desierto debe contener con tanto animal que ah\u00ed abreva as\u00ed como los organismos, defecaciones y cuerpos en descomposici\u00f3n que encierra.<\/p>\n

Nosotros hubi\u00e9ramos pagado cualquier cantidad con tal de tomar agua, a\u00fan de la m\u00e1s sucia, pero result\u00f3 que la de ah\u00ed no era dulce ni salada, s\u00f3lo capas de sal que a cierta distancia y en determinado \u00e1ngulo parec\u00edan agua. El lado sur del vaso de la laguna lo formaba una elevaci\u00f3n de terreno y cuando hubimos ascendido nos encontramos parados sobre la v\u00eda del ferrocarril, y fue tan de improviso que nos costaba trabajo creerlo.<\/p>\n

 <\/p>\n

S\u00f3lo faltaban 20 kil\u00f3metros<\/b><\/p>\n

Cuando estuvimos sobre la v\u00eda supimos que nos faltaban unos veinte kil\u00f3metros, pues de ah\u00ed a la playa (para nosotros el desierto terminaba hasta la playa) quedaban cinco kil\u00f3metros, cinco de regreso y diez para llegar a la peque\u00f1a estaci\u00f3n ferroviaria Gustavo Sotelo, en el este.<\/p>\n

Gustavo Sotelo fue uno de los ingenieros que trazaron la v\u00eda del ferrocarril de Sonora; muri\u00f3 de sed entre las dunas de Altar. La v\u00eda era como la l\u00ednea fronteriza entre el desierto y el ambiente marino, ya que nos pareci\u00f3 ver muy claros los l\u00edmites de separaci\u00f3n entre un ambiente y otro.<\/p>\n

Sin pensarlo m\u00e1s, bajamos por el talud del lado opuesto y continuamos nuestro peregrinar rumbo al sur.<\/p>\n

Hac\u00eda mucho que la \u00faltima gota de agua se hab\u00eda terminado; la lengua se nos pegaba al paladar y la parte superior de la laringe parec\u00eda cerrarse y era dif\u00edcil el paso del aire hacia los pulmones; m\u00e1s adelante encontramos una planta suculenta que pudimos masticar pero de inmediato la arrojamos pues su jugo era espeso, caliente y muy salado.<\/p>\n

Al fin llegamos a la zona de las marismas y al avanzar m\u00e1s por esas planicies de inundaci\u00f3n del litoral, divisamos a lo lejos dos peque\u00f1as lanchas de motor estacionadas cerca de la orilla y m\u00e1s all\u00e1, tres barcos de gran tonelaje, por lo que en nuestra gran necesidad de agua pensamos en salvar a nado la distancia que nos separar\u00eda de ellas una vez que nos encontr\u00e1ramos en el borde del agua. Empero entre m\u00e1s nos acerc\u00e1bamos, las lanchas daban se\u00f1ales de actividad y notamos que se alejaban mar adentro. Era tanta la desesperaci\u00f3n que hasta les gritamos; les dec\u00edamos que se detuvieran, que necesit\u00e1bamos agua potable.<\/p>\n

Estamos seguros de que nos escucharon, por eso, con m\u00e1s rapidez, desaparecieron de nuestra vista. Y all\u00ed quedamos, desconcertados y recordando que en estas latitudes el narcotr\u00e1fico se hace en el menor tiempo posible y a la mayor cantidad imaginable y, tal vez, a ello se deb\u00eda ese comportamiento.<\/p>\n

Mientras tanto, tuvimos que recorrer un buen n\u00famero de canales formados por las mareas y que a esa hora se presentaban vac\u00edos de agua con puro lodo en su fondo en donde, por cierto, se mov\u00edan miles de peque\u00f1os cangrejos.<\/p>\n

\n <\/p>\n

Porque est\u00e1 ah\u00ed<\/b><\/p>\n

S\u00f3lo en ferrocarril se puede salir de la estaci\u00f3n Gustavo-Sotelo y como el pr\u00f3ximo tren pasaba hasta las dos de la ma\u00f1ana del d\u00eda siguiente, paramos la tienda de campa\u00f1a en la orilla del caser\u00edo. En ese momento, Altar se encontraba sumido en el silencio y a la distancia sus m\u00e9danos luc\u00edan enceguedores al sol de la tarde.<\/p>\n

Muchachos y se\u00f1ores de edad se fueron a conversar con nosotros, todos ellos, trabajadores del riel, se rascaban la cabeza porque no encontraban el motivo por el cual hab\u00edamos cruzado el desierto; nosotros aplic\u00e1bamos una respuesta tramposa que se usa en el alpinismo: ¿Por qu\u00e9 cruzamos Altar?; ¡bueno, porque est\u00e1 ah\u00ed! Nos acordamos de lo que hab\u00edamos dicho a los conductores del cami\u00f3n, indagamos algo relacionado a naves que pudieran ser diferentes a las conocidas, alg\u00fan movimiento, alguna rutina en el d\u00eda o en la noche en Altar y su contestaci\u00f3n fue un\u00e1nime:<\/p>\n

\u2014Nada. Son cuentos o alucinaciones; all\u00ed enfrente hay sol y arena. Nada m\u00e1s.<\/p>\n

Como esta gente, por necesidades de su trabajo y de la ubicaci\u00f3n y orientaci\u00f3n de sus casas se pasan 8,760 horas al a\u00f1o mirando hacia las soledades de Altar, les cre\u00edmos.<\/p>\n

Ten\u00edamos la piel bastante quemada no obstante que llev\u00e1bamos crema antisolar y otra humectante con vitaminas para tratar de proteger del sol el funcionamiento de las gl\u00e1ndulas sudor\u00edparas, pero de todos modos resentir\u00edamos al final los efectos de los abundantes rayos ultravioleta, de la sequedad extrema del aire y de la acci\u00f3n directa y pr\u00f3xima del sol reflejado y aumentado por los prismas cuarc\u00edticos.<\/p>\n

\n <\/p>\n

Despedida, mientras la arena y el viento<\/b><\/p>\n

 <\/p>\n

En la madrugada, Don Jos\u00e9 Francisco fue hasta nuestra tienda como hab\u00edamos quedado; nos dijo que en breve pasar\u00eda el tren, por lo que derribamos la tienda y acomodamos todo en las mochilas.<\/p>\n

Un rato despu\u00e9s se aproxim\u00f3 a toda velocidad el ferrocarril haciendo un enorme ruido en la noche, ante lo que nuestro amigo sac\u00f3 una linterna e hizo se\u00f1ales hasta que el convoy se par\u00f3; nos despedimos emocionados en la oscuridad, en silencio, mientras el viento pasaba y mov\u00eda las arenas.\n <\/p>\n<\/div>\n

<\/div>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":"\n\n\n
\n


\n …hay un Desierto de Altar desconocido. En torno a él existe un vacío bibliográfico e ignoramos si alguien antes que nosotros lo recorrió. Sus referencias en el campo científico son muy generales. Asimismo, se asegura que, por desconocido y solitario, es uno de los desiertos más peligrosos del planeta. Por estos motivos, nos pareció interesante conocer dicho rincón de nuestro país. Para ello, nos organizamos bajo los auspicios del grupo alpino del Sindicato de los Trabajadores de la Universidad Nacional Autónoma de México, al cual pertenecemos.<\/p>\n<\/td>\n

\n

<\/p>\n<\/td>\n<\/tr>\n<\/tbody>\n<\/table>\n

<\/a><\/p>\n","protected":false},"author":1158,"featured_media":0,"comment_status":"open","ping_status":"closed","sticky":false,"template":"","format":"standard","meta":{"jetpack_post_was_ever_published":false,"_jetpack_newsletter_access":""},"categories":[1012],"tags":[10166],"jetpack_featured_media_url":"","jetpack_shortlink":"https:\/\/wp.me\/p51GhY-37f","_links":{"self":[{"href":"http:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/11981"}],"collection":[{"href":"http:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/posts"}],"about":[{"href":"http:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/types\/post"}],"author":[{"embeddable":true,"href":"http:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/users\/1158"}],"replies":[{"embeddable":true,"href":"http:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/comments?post=11981"}],"version-history":[{"count":4,"href":"http:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/11981\/revisions"}],"predecessor-version":[{"id":22308,"href":"http:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/11981\/revisions\/22308"}],"wp:attachment":[{"href":"http:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/media?parent=11981"}],"wp:term":[{"taxonomy":"category","embeddable":true,"href":"http:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/categories?post=11981"},{"taxonomy":"post_tag","embeddable":true,"href":"http:\/\/montanismo.org\/wp-json\/wp\/v2\/tags?post=11981"}],"curies":[{"name":"wp","href":"https:\/\/api.w.org\/{rel}","templated":true}]}}