{"id":11759,"date":"2001-07-15T00:00:00","date_gmt":"2001-07-15T00:00:00","guid":{"rendered":"http:\/\/montanismo.org\/revista\/?p=11759"},"modified":"2012-11-20T14:48:14","modified_gmt":"2012-11-20T20:48:14","slug":"vengo_de_la_edad_de_piedra","status":"publish","type":"post","link":"http:\/\/montanismo.org\/2001\/vengo_de_la_edad_de_piedra\/","title":{"rendered":"Vengo de la edad de piedra"},"content":{"rendered":"
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Heinrich Harrer. Vengo de la Edad de Piedra. Nieve perpetua en la jungla de los Mares del Sur<\/i>. Editorial Juventud, Barcelona, 1976. 254 p\u00e1ginas. ISBN: 84-261-5815-3<\/p>\n

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Me mantengo entusiasmado ante esta belleza majestuosa: dos gigantescas paredes roque\u00f1as, entre las que se abre la grieta de un ventisquero y, arriba, unas cuantas nubes. A veces incluso, un rayo de sol se desliza sobre el resplandor azul del cielo. Por el momento, apenas encuentro palabras con que poder reflejar mis emociones. ¿D\u00f3nde estoy? ¿En los Alpes? ¿En el Himalaya? No, estoy cerca del Ecuador, en los mares del Sur. Ayer mismo llegu\u00e9 de la jungla c\u00e1lida y humeante y ahora me encuentro frente a esta mole poderosa de roca y de hielo. (p. 37)<\/i><\/p><\/blockquote>\n<\/blockquote>\n

La Pir\u00e1mide de Carstenz es “la m\u00e1s alta monta\u00f1a entre el Himalaya y los Andes.” (p. 58) y, ahora, una de las “siete cumbres” buscadas por la gente que quiere tener en su vitae el s\u00edmbolo de haber estado en las monta\u00f1as m\u00e1s altas de todo el mundo. Situada en Nueva Guinea y rodeada de selva, se alza m\u00e1s de cinco mil metros desde el mar. “…en 1623…, precisamente Jan Carstenz, naveg\u00f3 en los dos barcos Pera<\/i> y Arneheim<\/i> junto a la costa sur de Nueva Guinea.” (p. 6) y de esta manera se convirti\u00f3 en “…el primer europeo en descubrir la nieve en la jungla de Nueva Guinea: Jan Carstenz, navegante al servicio de la corona holandesa..” (p. 6)<\/p>\n

Heinrich Harrer decide hacer una expedici\u00f3n para conquistar las cimas m\u00e1s altas de Nueva Guinea, proyecto que en 1962 es visto con escepticismo, pues los problemas pol\u00edticos de la regi\u00f3n incluyen una amenaza de guerra. Pero “…si uno permite que sus propios planes dependan de crisis amenazadoras y de acontecimientos pol\u00edticos, nunca podr\u00e1 llevar una vida activa.” (p. 13) As\u00ed, se interna en la isla con tres compa\u00f1eros y varios porteadores y una idea es la que lo impulsa continuamente: “En esta isla fascinante contin\u00faa existiendo un territorio inexplorado, hay todav\u00eda un misterio, una aventura, una desconocida Edad de Piedra. Todos los imaginables deseos de los investigadores pueden aqu\u00ed hallar satisfacci\u00f3n.” (p. 28)<\/p>\n

Pronto descubre que andar en Nueva Guinea no es lo mismo que estar en el Himalaya, pues los cotidianos aguaceros no les permiten toda la movilidad y visibilidad que quisieran e incluso ascienden varias cumbres con mal tiempo porque “Si quisi\u00e9ramos esperar aqu\u00ed un tiempo “seguro”, no llegar\u00edamos nunca al menor resultado.” (p. 52) “Ahora que lo ve\u00edamos desde el Oeste, comprend\u00ed tambi\u00e9n por qu\u00e9 se le hab\u00eda llamado Pir\u00e1mide. Es una pir\u00e1mide de impecable hermosura. Estoy seguro de que si, en 1936, se hubiera publicado una foto que mostrase a la Pir\u00e1mide Carstenz tal como la hemos visto hoy, al a\u00f1o siguiente habr\u00eda partido hacia ac\u00e1 una nueva expedici\u00f3n. Por suerte nuestra, no ocurri\u00f3 as\u00ed.” (p. 69)<\/p>\n

De esta manera, el 13 de febrero de 1962, “Una vez m\u00e1s tuvimos que pasar por la mella. Siempre bien asegurados, seguimos dificultosamente hacia arriba hasta llegar a la flecha roquera. Luego nos balanceamos sobre una cumbre de nieve. De golpe y porrazo, todo hab\u00eda terminado. Ahora ya s\u00f3lo se pod\u00eda mirar hacia abajo. Eran las dos de la tarde. Est\u00e1bamos en la c\u00faspide, el punto m\u00e1s alto de la isla de Nueva Guinea, a 5,030 metros sobre el nivel del mar.” (p. 58-59) Las primeras ascensiones llegan m\u00e1s lejos que la Pir\u00e1mide: “…la cima Idenburg. Tambi\u00e9n este monte de 4,800 metros, el segundo en altura del grupo monta\u00f1oso de Nueva Guinea, ha sido escalado por primera vez.” (p. 69) “Han sido escaladas en total treinta y una cumbres, treinta de ellas en primera ascensi\u00f3n.” (p. 76)<\/p>\n

La expedici\u00f3n de Harrer no se limita a la escalada del Grupo Carstenz, pues una vez cumplido su objetivo decide ir en busca de la “Fuente de las Hachas de Piedra”: “…el 13 de enero… tuve en mis manos por primera vez una de las magn\u00edficas hachas de piedra que posee todo ind\u00edgena de la regi\u00f3n… Mi pregunta constante era: ¿De d\u00f3nde sacan las piedras para construirlas los pap\u00faes de la monta\u00f1a? Y la respuesta tambi\u00e9n constante era: No lo sabemos… con toda evidencia, el origen de las piedras constitu\u00eda un secreto celosamente guardado. Un tab\u00fa para cualquier extranjero. Y yo era un extranjero.” (p. 81)<\/p>\n

Pese a ello, Harrer y Phil Temple (su compa\u00f1ero de Carstenz) deciden ponerse en marcha pero tienen que regresar porque Harrer tiene un accidente en una catarata al cual sobrevive. “Cuanto m\u00e1s a menudo se enfrenta a la muerte de cara, con tanta mayor intensidad se experimenta la felicidad de la resurrecci\u00f3n y tanto m\u00e1s se aprende \ta apreciar la vida.” (p. 108) Tendido en el lecho de enfermo en un hospital, vuelve a postular su viaje: “S\u00e9 que ahora se me objetar\u00e1: ¿y qui\u00e9n demonios quiere cruzar un canal? ¿Qui\u00e9n quiere subir al Nanga Parbat? ¿Qui\u00e9n quiere escalar la pared norte del Eiger? O, con referencia a m\u00ed: ¿qui\u00e9n quiere llegar a la “Fuente de las Hachas de Piedra”? Yo opino que existen much\u00edsimas personas a las que les gustar\u00eda y muchas que lo quieren de una manera efectiva. Sin embargo es escaso el n\u00famero de las que se atreven. Es un asunto que depende de la concepci\u00f3n que se tenga de la vida y… de la experiencia.” (p. 109)<\/p>\n

Y hay algo m\u00e1s que le motiva: “…informes no confirmados seg\u00fan los cuales al norte de “mi” cantera, en las proximidades del altozano de los lagos, existe una tribu que fabrica sus hachas con un metal blando, de color amarillo rojizo… ¿Ser\u00e1 acaso cobre?… la pregunta no puede ser contestada desde un lecho de enfermo.” (p. 110)<\/p>\n

Por fin, despu\u00e9s de muchos contratiempos, como la ausencia de porteadores que recuerdan su ca\u00edda y la ven como un mal augurio, llegan a su meta: “¿Pod\u00eda ser aquella cantera lo que los pap\u00faes llaman Jä-Li-Me, la «Fuente de las Hachas de Piedra»?… ¡Era Jä-Li-Me! ¡Hemos llegado a la meta de nuestra expedici\u00f3n! Es un sitio rom\u00e1ntico, de encanto casi indescriptible. Si en alg\u00fan lugar de la tierra es posible a\u00fan percibir el aliento de la Edad de Piedra, es aqu\u00ed.” (p. 138)<\/p>\n

Vale la pena reproducir aqu\u00ed lo que Harrer vio en Jä-Li-Me<\/i>, la “Fuente de las Hachas de Piedra”:<\/p>\n

“…me enter\u00e9 por fin de c\u00f3mo los hombres de la Edad de Piedra romp\u00edan sin herramientas piedras dur\u00edsimas, destinadas a la construcci\u00f3n de sus hachas. Pegadas a un gran bloque de roca de verdosos destellos, hab\u00edan colocado estacas de madera de unos seis metros de altura. Sobre ellas, los danis<\/i> montaron un andamio y, a unos dos metros de altura, prepararon una terraza de piedra, en la que acumularon le\u00f1a para prenderle fuego. Por medio de montones de hierbas, manten\u00edan el calor junto a la pared, en ligera pendiente, del bloque de roca. Era un cuadro inveros\u00edmil el que ofrec\u00edan aquellos hombres desnudos y de aspecto salvaje, que trepaban por los postes como monos y que, con los medios m\u00e1s primitivos, encend\u00edan una hoguera junto a la misma roca. Cuando por fin prend\u00eda el fuego, se dejaban caer al suelo y se quedaban mirando en silencio. Una y otra vez atizaban y esperaban, atizaban y esperaban. Algunos utilizaban el tiempo de espera para aclararse y despiojar sus enmara\u00f1ados cabellos. Otros golpeaban piedras ya fr\u00edas para fabricar las primeras hachas. Me hab\u00eda olvidado por entero de la era at\u00f3mica, desde la cual llegu\u00e9 hasta aqu\u00ed para contemplar un trozo de la prehistoria. Me hab\u00eda olvidado del encendedor que llevaba en el bolsillo. Me hab\u00eda olvidado del reloj. Todo eso, toda la t\u00e9cnica, es algo que no se concibe aqu\u00ed. Hab\u00eda retrocedido a la fuente, no ya de las hachas de piedra, sino a la humanidad en general. Nunca me he sentido tan cerca de la naturaleza como aqu\u00ed, en Jä-Li-Me<\/i>, rodeado de ind\u00edgenas desnudos, que no sab\u00edan nada de nuestros progresos y que, sin embargo, eran felices.” (p. 139)<\/p>\n

Adem\u00e1s, hay una importante advertencia:<\/p>\n

“…no s\u00f3lo somos los primeros blancos que hemos podido lanzar esta ojeada a lo m\u00e1s primitivo de la historia de la humanidad, sino que, probablemente, seremos tambi\u00e9n los \u00faltimos. Porque no transcurrir\u00e1 mucho tiempo antes de que las piedras sean rotas por medio de m\u00e1quinas y vendidas en los aeropuertos a los turistas, cosa que ocurre ya hoy en la parte australiana de la isla con las magn\u00edficas hachas de piedra de Hagen.” (p. 141)<\/p>\n

Una vez conquistada la cumbre de la monta\u00f1a m\u00e1s alta de Ocean\u00eda y de haber encontrado la fuente de las herramientas de los pap\u00faes de Nueva Guinea, ¿qu\u00e9 m\u00e1s podr\u00eda hacerse en esa isla? “Nueva Guinea goza fama de tener el terreno m\u00e1s inextricable de toda la tierra. Ni siquiera \u00c1frica y el territorio del Amazonas pueden compararse con ella.” (p. 132) As\u00ed que fija su meta en el barranco de Baliem, “El gran [r\u00edo] Baliem empieza en el Norte, en la altiplanicie, atraviesa la monta\u00f1a por la garganta de Baliem y se llama luego, en la llanura, Catalina.” (p. 232)<\/p>\n

El recorrido del Baliem se mostrar\u00e1 como una de las experiencias m\u00e1s dif\u00edciles de Harrer, pues atraviesan territorios donde los grupos ind\u00edgenas est\u00e1n en constante roce o guerra. As\u00ed, a los porteadores ya no les queda m\u00e1s alternativa que no alejarse de los “tuanes” (hombres blancos) para que no les pase nada. Y seguir con ellos, no importa cu\u00e1n descabellado pueda ser el recorrer una zona donde nadie vive. “Cuanto m\u00e1s nos acercamos a nuestra meta, tanto m\u00e1s incomprensible me resulta que no se le haya ocurrido a\u00fan a persona alguna explorar el curso de este r\u00edo, que es el mayor y el m\u00e1s famoso del pa\u00eds… Gerard dice que la idea la han tenido, desde luego, muchos, pero que siempre ha sido rechazada por las penalidades y peligros que entra\u00f1aba…” (p. 190-191)<\/p>\n

Pronto, Harrer se dar\u00eda cuenta que su optimismo era prematuro, pues en medio de la selva se enfrentan al hambre, pese a que reciben una vez desde una avioneta un cuantioso suministro que no pueden llevarse por completo: “Una cosa se me ha hecho evidente durante nuestro camino: nadie puede atravesar esta jungla sin llevar consigo sus propios v\u00edveres.” (p. 211)<\/p>\n

Pero tambi\u00e9n est\u00e1n las dificultades del terreno, que los aproxima a l\u00edmites de cansancio y hambre: “Aqu\u00e9l constituy\u00f3 asimismo un d\u00eda t\u00edpico de esta regi\u00f3n. Empez\u00f3 con grandes expectativas: luz de sol, jungla poco espesa, apenas cal[iza] y la esperanza de llegar a la \u00faltima curva, no ver ya ninguna monta\u00f1a y no tener por delante ning\u00fan barranco. Pero luego ocurri\u00f3 exactamente lo contrario de todo eso: profunda maleza, desbroce ininterrumpido, agujas de cal[iza] nuevas monta\u00f1as, otro barranco a\u00fan. Durante todo el d\u00eda he estado oyendo las maldiciones que Gerard soltaba detr\u00e1s de m\u00ed. No obstante y como es costumbre, tambi\u00e9n hoy, al alcanzar la meta del d\u00eda, nuevamente se ha apaciguado y se ha mostrado lleno de confianza.” (p. 214)<\/p>\n

Cansados y hambrientos como est\u00e1n, s\u00f3lo piensan en avanzar lo m\u00e1s posible: “…el romanticismo y las bellezas de la naturaleza no sirven de gran cosa cuando la necesidad lo tiene asido a uno por el cuello y lo obliga a avanzar lo m\u00e1s velozmente posible para salir as\u00ed de la tierra de nadie. De este modo pasamos junto a bellezas de las que no gozamos como es debido. Ya desde hace varios d\u00edas vengo pensando que la alegr\u00eda ante estos cuadros extraordinarios de la naturaleza s\u00f3lo nos asalta por la noche…” (p. 210)<\/p>\n

Cuando el terreno deja de ser monta\u00f1oso, se enfrentan con la planicie: “El camino que, entre tanto, hemos dejado a nuestras espaldas era corto y duro. Desde el principio hubimos de vadear, metidos en agua hasta las caderas, entre los canales y ca\u00f1os. Resultaban a veces tan profundos que no pod\u00edamos cruzarlos. Entonces, a la vieja manera muju<\/i>, derrib\u00e1bamos un \u00e1rbol que nos serv\u00eda de puente, lo que una vez m\u00e1s reduc\u00eda de modo considerable nuestro ritmo de marcha. Y, por \u00faltimo, hubimos de capitular ante el terreno enormemente inundado. No hab\u00eda esperanza alguna en el empe\u00f1o de querer continuar a pie. Nuestros porteadores propusieron entonces iniciar all\u00ed mismo la construcci\u00f3n de una balsa.” (p. 220-221)<\/p>\n

El recorrido finaliza en el Mar de Arafura y con ello, Harrer, Gerard (ge\u00f3logo que a la saz\u00f3n lo acompa\u00f1aba en ese recorrido) y los porteadores, de quienes no se conserva los nombres, se convierten en los primeros en realizar el recorrido del Baliem. Pero, ¿por qu\u00e9 meterse en tanto problema?<\/p>\n

“A menudo me han preguntado por qu\u00e9 siempre me he propuesto para mis empresas objetivos tales como la pared norte del Eiger, el Himalaya, el Tibet o la isla de la Edad de Piedra de Nueva Guinea. S\u00f3lo he podido responder que durante toda mi vida me han fascinado el contraste y el cambio que existen entre aquellos lugares y nuestro mundo civilizado y el encuentro con personas y circunstancias extra\u00f1as y extraordinarias que proporcionan nuevas medidas para enjuiciar la vida.” (p. 6)<\/p>\n

Un aspecto importante de Vengo de la Edad de Piedra<\/i> es que Harrer da su lugar a los ind\u00edgenas que no piensan a la manera europea: “Estos llamados “salvajes” son seres humanos… Conciben la vida de una manera muy distinta a nosotros. Pero, ¿qu\u00e9 demuestra eso? ¿Es que piensan err\u00f3neamente?… ¿Por qu\u00e9 ha de ocurrir algo con m\u00e1s rapidez de lo que ocurre? ¿A qui\u00e9n beneficia eso? A los pap\u00faes, no… Estamos en camino de olvidar todas estas formas de vida y eso me conmueve de un modo cada vez m\u00e1s profundo… He aqu\u00ed que existen seres humanos que viven como nuestros antepasados de hace veinte o treinta mil a\u00f1os y apenas si sabemos algo sobre su vida. He aqu\u00ed que existe toda una isla, el mayor museo de Historia Natural de la Tierra y en el que hay a\u00fan mucho por investigar y, no obstante, estoy seguro de que pronto se conocer\u00e1 mejor la Luna que esta tierra en que vivimos los hombres. Yo no los olvidar\u00e9 nunca y espero que, mediante este libro, muchos otros hombres conozcan algo sobre su existencia y sus formas de vida.” (p. 250-251)<\/p>\n

Libro lleno de datos, tiene la desgracia de ser el diario de viaje, aunque corregido, sin dar al lector la oportunidad de saber c\u00f3mo se organiz\u00f3 la expedici\u00f3n y sus objetivos iniciales, adem\u00e1s de ponerlo de entrada en Nueva Guinea sin m\u00e1s explicaciones.<\/p><\/div>\n

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\n Heinrich Harrer, uno de los cuatro hombres que ascendieran por primera vez la Eigerwand y que después escribiera un libro sobre su estancia en el Tibet, inicia un viaje para ascender la Pirámide de Carstenz y varias más. Pero sus ascensos no lo dejan satisfecho del todo, así que va en busca de la Fuente de las Hachas de Piedra y descubre por primera vez que se encuentra en un lugar donde el tiempo no cuenta y donde el hombre vive como en la Edad de Piedra. Libro histórico por el ascenso a la Pirámide de Carstenz.<\/p>\n<\/td>\n

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