Saint-Loup. La monta\u00f1a no quiso<\/i>. Editorial Juventud, Barcelona, 1953. 160 p\u00e1ginas. s\/ISBN.<\/p>\n

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…el m\u00e1s fan\u00e1tico alpinista no penetra de buena gana, por su plena voluntad, en lo sobrehumano…<\/p><\/blockquote>\n<\/blockquote>\n
Siempre que se habla de accidentes de monta\u00f1a se mencionan los factores por los que las personas involucradas han sucumbido, pero pocas veces se habla de aquellos que han estado en un peligro severo y que se han salvado casi milagrosamente. Un peque\u00f1o ascenso a una monta\u00f1a, hizo que Saint-Loup pensara seriamente en ello:<\/p>\n
“Es una ruta despreciada por los propagandistas de murallas porque no irrumpe nunca en pleno cielo en un vertiginoso callej\u00f3n sin salida de nieve y de hielo, pero que resulta, sin embargo, inaccesible para los hombres motorizados de las ciudades, porque es demasiado elevada y demasiado ruda.” (p. 6) Esa ruta era considerada por los informantes de Saint-Loup como “«completamente para vacas»… As\u00ed que nos hab\u00edamos equipado para una monta\u00f1a «para vacas»” (p. 8). Es decir: botas inapropiadas, s\u00f3lo un piolet y ninguna cuerda.<\/p>\n
“Al subir, menos mal, pero al bajar… comprendo que he cometido una de estas faltas graves que s\u00f3lo pueden ser reparadas por un trabajo inaudito y una prudencia vigilante” (p. 8) porque “En la monta\u00f1a, en las circunstancias dif\u00edciles, es preciso saber o\u00edr un cierto toque de alarma. Los m\u00fasculos y la voluntad de vivir se aflojan de repente y sobreviene la ca\u00edda. Estamos en peligro en un terreno, sin embargo, rid\u00edculamente f\u00e1cil, pero s\u00e9 que la mayor parte de las tragedias en los Alpes no suelen ocurrir en los pasos de «sexto grado superior»” (p. 9)<\/p>\n
Una cordada formada por Saint-Loup y su compa\u00f1era est\u00e1n en problemas por la falta del equipo necesario y Saint-Loup, quien va delante, se hunde tres veces en una grieta.<\/p>\n
“Me encuentro con el busto recostado sobre la nieve, de cara a ella [su compa\u00f1era], con los brazos extendidos, hundido en la grieta hasta la cintura. Permanezco insensible al drama de este equilibrio entre la vida y la muerte, percibiendo solamente lo rid\u00edculo de mi posici\u00f3n de gu\u00eda ante los ojos de una mujer que me contempla sin esbozar siquiera un gesto, con una irritante sangre fr\u00eda… me referir\u00e1 m\u00e1s tarde que su coraz\u00f3n hab\u00eda dejado de latir un momento y, que en caso de [mi] desaparici\u00f3n total, hab\u00eda decidido sentarse junto al agujero y esperar, ya que no ten\u00eda medio de sacarme ni, seg\u00fan cre\u00eda, la experiencia necesaria para encontrar sola el camino del valle.” (p. 13)<\/p>\n
La falta de equipo hace que pernocten en un glaciar que podr\u00eda haber sido recorrido en poco tiempo y al otro d\u00eda llegan a la morrena. La experiencia le hace ver a Saint-Loup que se han salvado “milagrosamente” y tiene su propia filosof\u00eda al respecto:<\/p>\n
“El «est\u00fapido siglo XIX»… ha mentido al crear la literatura d elos Alpes «homicidas» que ha transmitido sus inexactitudes de generaci\u00f3n en generaci\u00f3n… Los Alpes honicidas… ¡Qu\u00e9 mala ficci\u00f3n gramatical…! Hablar de los Alpes homicidas es confundir la causa y el efecto. Con la frecuente repetici\u00f3n de esta f\u00f3rmula en la que el adjetivo y el sustantivo est\u00e1n estrechamente asociados, los diarios y cierta literatura… tienden a ligar la noci\u00f3n de la monta\u00f1a y de la muerte. El t\u00edtulo «Alpes homicidas» sobreentiende «Ya veis c\u00f3mo acaba esto… no pod\u00eda acabar de otro modo…»”<\/p>\n
Esta idea no es asimilable y Saint-Loup se dedica desde entonces a recopilar casos de accidentes donde todas las personas involucradas se hayan salvado sin o con pocos da\u00f1os f\u00edsicos porque su teor\u00eda es que<\/p>\n
“La monta\u00f1a «perdona» noventa y nueve veces por ciento las faltas que se cometen contra las reglas establecidas por la experiencia.<\/p>\n
“No obstante, el riesgo es grave, preciso, y en todos los instantes en las grandes ascensiones. La subida de un equipo hacia la cumbre dif\u00edcil es una sucesi\u00f3n de cat\u00e1strofes evitadas. A los sesenta a\u00f1os, un escalador de categor\u00eda, no ha perdido tiempo, vive de milagro. Sin embargo, sobrevivir a veinte a\u00f1os de alpinismo es un estado normal; perecer en la monta\u00f1a, un hecho excepcional” (p. 15-16)<\/p>\n
Para comprobar esta teor\u00eda, se propone “hace un balance completo de las intervenciones milagrosas en la monta\u00f1a” porque “el milagro es, por definici\u00f3n, aquello que no puede ser explicado ni definido.” (p. 17)<\/p>\n
El libro analiza la ca\u00edda de Whymper en el Cervino durante una de sus correr\u00edas en solitario y algunas otras m\u00e1s, entre ellas el caso de Guy Labour en el glaciar de los Nantillons el 18 de agosto de 1924 y que \u00e9l denomina “Una muerte a cr\u00e9dito” y que bien pudo haber sido el caso en el que se basara Frison Roche para escribir su novela Grieta en el Glaciar<\/i>.<\/p>\n
Los casos son sorprendentes: ca\u00eddas de cientos de metros donde los alpinistas sobreviven, ca\u00edda de rocas sobre los escaladores y ca\u00eddas dentro de grietas. Hay un caso excepcional del alem\u00e1n Adolf HÃ¶rne que fuera capturado al final de la segunda guerra mundial por una patrulla francesa mientras practicaba alpinismo y que decidi\u00f3 tirarse al vac\u00edo para no caer en la deshonra. Mil metros despu\u00e9s, los franceses le vieron ponerse de pie, mirar hacia arriba y seguir cu camino hacia su campamento. En el campamento militar encontrar\u00edan despu\u00e9s un reporte que hablaba del suceso donde se mencionaba que HÃ¶rne hab\u00eda tenido una fractura abierta.<\/p>\n
Pese al uso de la palabra “milagro” que podr\u00eda ser malinterpretada, el libro es un an\u00e1lisis de accidentes donde no se perdi\u00f3 la vida y se pudo saber cada uno de los movimientos y las fallas.<\/div>\n
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\n Además de haber sido el primer hombre en pisar la cumbre del Cervino, Edward Whymper fue también el que inauguró la etapa escrita de los “milagros de montaña” que es como el autor de “La montaña no quiso” prefiere llamar a todos aquellos accidentes o incidentes graves y aparatosos donde los implicados sobrevivieron y muchas veces resultaron ilesos. Uno puede estar de acuerdo o no con el planteamiento del autor, pero lo cierto es que se trata de accidentes donde los supervivientes pueden ofrecer todos los datos que provocaron su caída.<\/p>\n<\/td>\n
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