{"id":11400,"date":"1999-10-01T00:00:00","date_gmt":"1999-10-01T00:00:00","guid":{"rendered":"http:\/\/montanismo.org\/revista\/?p=11400"},"modified":"2012-03-20T22:24:24","modified_gmt":"2012-03-21T04:24:24","slug":"cartas_de_relacion_de_un_viaje","status":"publish","type":"post","link":"http:\/\/montanismo.org\/1999\/cartas_de_relacion_de_un_viaje\/","title":{"rendered":"Cartas de relaci\u00f3n de un viaje"},"content":{"rendered":"
\n

CARTA PRIMERA<\/b><\/p>\n


\n El fin del principio<\/b><\/p>\n

Y despu\u00e9s de varias horas de camino, llegamos al Z\u00f3calo de la ciudad de M\u00e9xico.<\/p>\n

No les cuento eso de caminar por las calles de la ciudad porque no tiene chiste y m\u00e1s en s\u00e1bado. Lo que s\u00ed le puedo contar es que el encuentro con los aquellos que tuvieron que regresar a M\u00e9xico de alg\u00fan sitio y que ya no pudieron seguir con nosotros. <\/p>\n

Tonatiuh que no dejaba de hablar y sonre\u00edr; Carlos Alberto con su silencio de siempre, pero tan cercano a cada uno de nosotros que parece sentirse m\u00e1s su silencio que las palabras agobiadoras; Galo con su pelo ya m\u00e1s crecido que hab\u00eda rapado en Veracruz con las tijeras de una navaja de bolsillo; Tazzer, con el pelo limpio y rizado, parec\u00eda uno de los ap\u00f3stoles de Jesucristo Superstar que me llev\u00f3 los muchos rollos de fotograf\u00eda que hab\u00eda enviado a M\u00e9xico con \u00e9l; el m\u00e1s callado Fernando, a quien pocos han escuchado hablar: al menos ya no estuvo tan reservado como antes; Marisol, con la sonrisa en la cara y la mente atenta a lo que fuera a pasar.<\/p>\n

Y, por supuesto, mis compa\u00f1eros de todo el viaje: Berna y Nacho. Los tres ya ten\u00edamos un aspecto diferente al que siempre ten\u00edamos en la sierra o en el desierto: est\u00e1bamos limpios (Nacho y yo, rasurados), bien comidos, descansados. Y contentos de volvernos a ver.<\/p>\n

Estaban, tambi\u00e9n, los compa\u00f1eros que participaron en la caminata pero que no pudieron caminar hasta el z\u00f3calo, los amigos, los parientes, las novias, novios, esposas o esposos, madres, hijos y todos aquellos que siempre estuvieron con nosotros.<\/p>\n

Una multitud en nueve personas que \u00edbamos a caminar el \u00faltimo tramo de la ruta de Cort\u00e9s. Hab\u00edamos comenzado en la Villa Rica de la Veracruz, el 21 de marzo, y lleg\u00e1bamos al z\u00f3calo el 19 de abril. <\/p>\n

La llegada al Z\u00f3calo la hicimos por la avenida Pino Su\u00e1rez, que llega por un costado de la Plaza de la Constituci\u00f3n. No pudimos ver la bandera ni la catedral desde lejos, pero as\u00ed pudimos pasar por el sitio por donde Moctezuma recibi\u00f3 a Cort\u00e9s: una iglesia que se estaba remodelando o destruyendo. A dos cuadras del Z\u00f3calo, ver\u00edamos horas despu\u00e9s una senda placa de piedra en donde se dec\u00eda que era ah\u00ed el sitio mientras la iglesia estaba en el olvido. <\/p>\n

Y m\u00e1s adelante, a la escultura donde los aztecas encuentran el \u00e1guila devorando a la serpiente sobre un nopal. <\/p>\n

¡La alegr\u00eda que me dio ver esa escultura! Y luego la bandera desplegada en lo alto, la catedral, el templo mayor, el Palacio Nacional… Si hubiera sido un poco m\u00e1s rom\u00e1ntico, hubiera llorado. Pero todos esos s\u00edmbolos que parecen falsos, que no procuran una imagen de M\u00e9xico en tanto que no sabemos qu\u00e9 significan, significaban mucho para m\u00ed, para todos nosotros. Est\u00e1bamos en la capital del imperio tenochca, cientos de a\u00f1os despu\u00e9s: en el tiempo que nos toc\u00f3 vivir. <\/p>\n

Nos abrazamos todos, nos tomamos las fotograf\u00edas de rigor: bajo el asta bandera, con la catedral al fondo, todos formados. La foto de grupo la hizo Abrham, que fue a recibirnos bajo el asta bandera. Y en ese momento… comenzaron a repicar las campanas de catedral<\/i>. Al principio, no lo cre\u00edamos. ¿Eran teponaztles y chirim\u00edas? De alguna manera, todo coincid\u00eda para recibirnos: el Z\u00f3calo vac\u00edo de gente en un s\u00e1bado a mediod\u00eda para apreciar la bandera y la catedral, las campanas a revuelo, el d\u00eda despejado y soleado, quemante. Yo, todav\u00eda con la Historia verdadera de la conquista de la Nueva Espa\u00f1a<\/i> de Bernal D\u00edaz y las Cartas de Relaci\u00f3n<\/i> de Cort\u00e9s en la mochila. <\/p>\n

Dur\u00f3 el repique casi quince minutos. <\/p>\n

Est\u00e1bamos ah\u00ed, en el centro de un imperio que se hab\u00eda extinguido (“En tanto exista el mundo, seguir\u00e1 viviendo M\u00e9xico-Tenochtitlan<\/i>“) y hab\u00edamos hecho un viaje en el espacio y tambi\u00e9n en el tiempo. <\/p>\n

Yo todav\u00eda me segu\u00eda sintiendo como un soldado espa\u00f1ol de 1519, con todo mi cansancio de 579 kil\u00f3metros, con semanas de sudor, de lluvia sobre el cuerpo, con ascensos a varias monta\u00f1as, con soles marcados en el color de la piel, con tantos y tantos sitios descubiertos por nuestros ojos y nuestras manos: ruinas de cientos de a\u00f1os, puntas de flecha encontradas entre la tierra y las rocas, pinturas rupestres que dec\u00edan algo que no supimos descifrar, gente incre\u00edble que nos abri\u00f3 las puertas de su casa y nos ofreci\u00f3 un banco para sentarnos, un vaso de agua, un plato de frijoles con tortillas reci\u00e9n hechas, pl\u00e1ticas con palabras y cuentos guardados por siglos en generaciones de hombres y mujeres… <\/p>\n

Totalco, Tenextatiloya, Tenampulco, Zautla, Ixtacamaxtitl\u00e1n, Perote, Zempoala, Tlaxcala, Tepeyahualco… Tantos y tantos nombres de pueblos, tantas vidas tocadas, rozadas apenas y lo que hab\u00edamos aprendido. Veracruz, Puebla, Tlaxcala y el Estado de M\u00e9xico nos vieron pasar por sus cerros, por sus monta\u00f1as o r\u00edos, por sus desiertos o selvas, por sus ciudades o pueblos.<\/p>\n

Y est\u00e1bamos ah\u00ed, sin saber hacia d\u00f3nde ir. Hab\u00edamos llegado. “Se acab\u00f3”, dijo alguien y respond\u00ed r\u00e1pido: “Te equivocas: apenas comenzamos, es el fin del principio”. Todos sonrieron y comenzamos a platicar del siguiente viaje. <\/p>\n

Hace a\u00f1os, esta caminata fue un sue\u00f1o, comenz\u00f3 con una pl\u00e1tica, como la que ten\u00edamos bajo el asta bandera. Ahora es algo que se puede contar por cada uno de nosotros. Seguiremos so\u00f1ando y, m\u00e1s que nada, haciendo lo posible por hacer reales los sue\u00f1os, por descabellados que parezcan. Pero, ¿c\u00f3mo hab\u00eda comenzado este sue\u00f1o?<\/p><\/div>\n\n\n
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…en aquellos arenales donde est\u00e1bamos hab\u00eda siempre muchos mosquitos, as\u00ed de los zancudos como de los chicos, que llaman xexenes…<\/i><\/p>\n

Bernal<\/b>, p. 70<\/div>\n

…continuaron hasta una ancha cortadura que daba paso a las aguas de la acequia d eXoloc, Xoloco o Xoluco. Esta acequia la cruzaba el puente de igual nombre. En la ciudad colonial la acequia y el puente recibieron el nombre de San Ant\u00f3n, porque junto a ellos se construy\u00f3 el convento de San Antonio Abad… En la ciudad moderna, la acequia ya cegada recib\u00eda el nombre de Calzada Chimalpopoca, mas las obras del perif\u00e9rico de Tlalpan, cambiaron la fisonom\u00eda de esta zona. S\u00f3lo quedan restos del claustro del convento y la iglesia convertida en bodega…. Toda esta explicaci\u00f3n se da porque fue este el sitio en que tuvo lugar la primera entrevista entre Hern\u00e1n Cort\u00e9s y Moctezuma.<\/i><\/p>\n

Gurr\u00eda Lacroix<\/b> p. 47<\/i><\/p>\n<\/td>\n<\/tr>\n<\/table>\n

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CARTA SEGUNDA<\/b><\/p>\n

Por tierra caliente<\/b><\/p>\n

Mozomboa es un nombre que suena a \u00cdfrica. Suena a negritud, a misterio. Quiz\u00e1 por lo poco com\u00fan de nombre, nos hab\u00edan comentado que era una de las pocas poblaciones negras de M\u00e9xico. “Interesante.” Y se atravesaba en nuestro camino porque de San Juan de Villa Rica a Mozomboa s\u00f3lo hab\u00eda 18 kil\u00f3metros. Claro que no es lo mismo 18 kil\u00f3metros pensados en la ciudad que saberlos como un anticipo de una gran caminata que durar\u00e1 hasta que lleguemos a la Ciudad de M\u00e9xico… ¿cu\u00e1ndo? No lo sabemos. De hecho, no tenemos mucha informaci\u00f3n y mucho lo hemos de improvisar conforme se vayan sucediendo los hechos.<\/p>\n

No tenemos prisa. Llegaremos cuando tengamos que llegar.<\/p>\n

Hab\u00edamos comenzado a dos kil\u00f3metros al norte de la Villa Rica de la Vera Cruz, adonde llegara Cort\u00e9s y estableciera el primer ayuntamiento del continente. Villa Rica, es ahora un lugar de pescadores y un sitio donde algunas personas han construido casas bastante costosas y bonitas pero que nada tienen que hacer con el paisaje del mar. De ah\u00ed a Quiahuiztl\u00e1n, bajo el Cerro de los Metates, s\u00f3lo hubo tres kil\u00f3metros.<\/p>\n

Quiahuiztl\u00e1n. Cort\u00e9s estuvo una y otra vez ah\u00ed en busca de comida, de alianzas y como lugar de paso para Zempoala, la gran Zempoala donde logr\u00f3 la primera gran alianza que lo llevar\u00eda al coraz\u00f3n del gran imperio de los tenochcas. Tumbas, unas cuantas pir\u00e1mides y montones de gente que iban a ellas para “cargar su aura”: era 21 de marzo.<\/p>\n

Pero Mozomboa, despu\u00e9s de esos 18 kil\u00f3metros de caminar bajo el sol ardiente de Veracruz, result\u00f3 ser una poblaci\u00f3n mestiza, nada sobresaliente. A decir verdad, lo \u00fanico que sobresal\u00eda era la gran tensi\u00f3n que hab\u00eda en el pueblo, dividido en tres bandos, cada uno de los cuales ten\u00eda su propio dirigente. El representante legal del municipio abandon\u00f3 su funci\u00f3n y s\u00f3lo se limitaba a decir que “ellos” solucionaran cualquier problema. A\u00fan as\u00ed, tuvimos que pasar la noche ah\u00ed, bajo pleno eclipse total de luna. Horas de ver la luna llena y luego desaparecer, reaparecer y escuchar cantar a los gallos, como si fuera un amanecer crepuscular.<\/p>\n

Al otro d\u00eda camin\u00e1bamos sobre la tierra blanca de la extensa y asoleada planicie. Sol. Cantamos para distraernos y lo hicimos (regular y mal) hasta que nos topamos con hombres negros vestidos de negro que se preparaban para almorzar. Era mediod\u00eda.<\/p>\n

\u2014¡Buenos d\u00edas!
\n \u2014Buenos \u2014nos contestaron casi todos.
\n \u2014¿Trabajando la ca\u00f1a?
\n \u2014S\u00ed.<\/p>\n

Y se dio la pl\u00e1tica. <\/p>\n

La extensi\u00f3n de tierra que estaban trabajando pertenec\u00eda a una persona y \u00e9l les pagaba a los trabajadores 150 pesos por cami\u00f3n lleno, es decir, por tres toneladas cortadas a machete. ¿Tres toneladas? ¿Cu\u00e1ntos hombres necesitan para hacer eso? La respuesta fue: “dos, en un d\u00eda completo de trabajo.” ¡Vaya! Pues, ¿no que los trabajadores del campo estaban mal pagados? Ciento cincuenta pesos es mucho, pero mucho m\u00e1s que el salario m\u00ednimo. En pocos d\u00edas har\u00edan una fortuna estos hombres. Claro: era una paga dividida entre dos hombres, pero a\u00fan as\u00ed, 75 por d\u00eda era bastante. <\/p>\n

En una jornada ganaban esa cantidad, pero ten\u00edan que levantarse temprano, quemar exclusivamente el trozo de tierra que trabajar\u00edan (y controlar el incendio, por eso quedaban negros de holl\u00edn) y luego cortar a machete, es decir: con las manos y una hoja de acero, tres toneladas de ca\u00f1a que ir\u00edan a parar al ingenio azucarero. Porque se trataba de la ca\u00f1a m\u00e1s resistente a las plagas, a los roedores, al fuego con que los trabajadores lo cercaban para cortarla. Tan dura que pudimos probar s\u00f3lo un pedazo. Y ten\u00edan que hacerlo r\u00e1pido, con el sol a cuestas y las brasas bajo las botas o huaraches, cuya suela se derret\u00eda poco a poco, conforme adelantaban en su trabajo.<\/p>\n

“A este paso, los zapatos les duran muy poco y tienen que comprar otros y lo que queda se lo gastan en comida para trabajar y en alcohol, para cuando acaban la jornada. Hay que estar sobre ellos o nom\u00e1s no trabajan.” <\/p>\n

As\u00ed que el sueldo se iba tan r\u00e1pido o m\u00e1s que lo que ellos mismos trabajaban. Las miradas eran las de hombres cansados, que saben que por m\u00e1s que trabajen no podr\u00e1n ahorrar algo de dinero y descansar un d\u00eda o comer un poco mejor alguna vez. Sin embargo, trabajaban porque, “si no, ¿d\u00f3nde encontraremos trabajo?” Al menos ah\u00ed com\u00edan y ten\u00edan la esperanza de mantener el trabajo. Esperanza vana: cuando se terminara el corte de la ca\u00f1a, todos emigrar\u00edan a otro lugar para buscar otro trabajo.<\/p>\n

Los dejamos atr\u00e1s, comiendo. <\/p>\n

Dos horas despu\u00e9s, la lengua se hab\u00eda secado tanto que casi no hablamos hasta llegar a una hendidura en la tierra: el cauce del r\u00edo Actopan, que inicia muchos kil\u00f3metros arriba, en “El Descabezadero”. All\u00e1, al fondo, estaba la poblaci\u00f3n llamada “Los Idolos”. Incrustada en frondosos \u00e1rboles de mango, naranja y otras frutas, entramos de pleno a la selva cuando metros m\u00e1s arriba (casi 50 de desnivel) est\u00e1bamos en una zona muy seca.<\/p>\n

Los Idolos. Nombre sugerente, sobre todo despu\u00e9s de haber visto Cempoala, las ruinas de piedras de r\u00edo de una gran ciudad donde Cort\u00e9s celebrara su primera alianza, que marcar\u00eda el futuro de M\u00e9xico, Espa\u00f1a y todo el mundo. Ya averiguar\u00edamos de qu\u00e9 se trataba. Por el momento, hab\u00eda que llegar e instalarnos en alg\u00fan lugar antes de que se terminara la luz de d\u00eda. <\/p><\/div>\n\n\n
\n
Despu\u00e9s que hubimos hecho liga y amistad con m\u00e1s de treinta pueblos de las sierras, que se dec\u00edan los totonaques, que entonces se rebelaron al gran Montezuma y dieron la obediencia a Su Majestad, y se profirieron de nos servir, con aquella ayuda tan presta acordamos de fundar la Villa Rica de la Vera Cruz, en unos llanos, media legua del pueblo, que estaba como en fortaleza que se dice Quiauiztlan… <\/i>\/p><\/p>\n

Bernal<\/b>, p. 81<\/p>\n

El ej\u00e9rcito, despu\u00e9s de cruzar la peque\u00f1a Sierra de Cempoala en pleno tr\u00f3pico h\u00famedo baj\u00f3 a la rampa costera, sabanas de pastos y vegetaci\u00f3n tropical amable. Al paso de los pueblos en los que siempre hab\u00eda resto de sacrificios, se predicaba por Fray Bartolom\u00e9 de Olmedo y traducci\u00f3n de la Malinche:
\n <\/em><\/p>\n


\n \u2014 Quitaos de vuestros falsos dioses y horribles sacrificios que son cosa del demonio. Amad a Dios \u00cdnico y a su hijo Jesucristo y a su Divina Madre…
\n <\/em><\/p>\n

En cada pueblo se pon\u00eda una cruz y se les explicaba que era el s\u00edmbolo de JesuCristo…<\/em><\/p>\n

Jos\u00e9 L\u00f3pez Portillo y Pacheco. Ellos Vienen<\/i><\/p>\n<\/td>\n<\/tr>\n<\/table>\n

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CARTA TERCERA<\/b><\/p>\n

Los \u00cddolos<\/b><\/p>\n

En los \u00cddolos nos encontramos algo que nos inquiet\u00f3: el mundo prehisp\u00e1nico dentro de colecciones particulares de algunas pocas personas. Berna hizo amistad con un muchacho de 19 a\u00f1os: Luis. De alguna manera lo convenci\u00f3 ?Berna es capaz de convencer hasta a las piedras? de ir hasta donde est\u00e1bamos nosotros y el pobre Luis tuvo la mala suerte de encontrarse con unos pocos, entre ellos yo.<\/p>\n

“¿Te puedo hacer unas preguntas?” Y los dem\u00e1s, conoci\u00e9ndome, le advirtieron que si aceptaba, yo le har\u00eda 500. “No le hace”, dijo \u00e9l y yo murmur\u00e9: “Bajo advertencia….” Poco a poco, fue perdiendo su alegr\u00eda natural y se fue sintiendo inc\u00f3modo hasta que le exprim\u00ed todo lo que quer\u00eda. Pero el resultado era importante.<\/p>\n

Los \u00cddolos se llama as\u00ed porque se encuentran montones de idolitos de barro o de piedra en ese valle en el que corre el r\u00edo Actopan. El muchacho y otros tres individuos, todos independientes entre s\u00ed, se dedican a andar por todo el valle y desenterrar \u00eddolos, rehacerlos, si est\u00e1n quebrados, y venderlos. “¿Cu\u00e1nto cuesta uno de los \u00eddolos?” (pregunta obligada). “El m\u00e1s peque\u00f1o, como el que le regal\u00e9 a ella (a Berna) cuesta cincuenta pesos.” Y estaba restaurando un \u00eddolo que vender\u00eda en tres o cuatro mil pesos, de un tama\u00f1o que le llegaba a la cintura: bastante grande. <\/p>\n

Por supuesto, el mercado de joyas arqueol\u00f3gicas es secreto. El no conoce jam\u00e1s a su comprador sino por tel\u00e9fono. De hecho, \u00e9ste es un intermediario que vende las piezas a extranjeros. De repente, una llamada telef\u00f3nica le pide alguna pieza para un cliente, pero jam\u00e1s se da a conocer, pues eso es demasiado riesgo para todos. <\/p>\n

Como Luis comenzaba a impacientarse, cambi\u00e9 la pl\u00e1tica hacia otro rumbo: ¿d\u00f3nde hay mont\u00edculos?, ¿cu\u00e1ntos hay?, ¿en d\u00f3nde encuentra las piezas? Al final me di cuenta de que el lecho en que estaba asentada la poblaci\u00f3n era el antiguo asiento de una poblaci\u00f3n prehisp\u00e1nica. Con aproximadamente 500 mont\u00edculos (hicimos el c\u00e1lculo r\u00e1pidamente), cada uno de ellos una peque\u00f1a pir\u00e1mide por desenterrar, se nos revelaba como una ciudad. <\/p>\n

Ya me hab\u00eda preguntado cu\u00e1l era la ruta precisa que Cort\u00e9s hab\u00eda seguido desde Zempoala a Xico (el siguiente punto identificado). Deb\u00eda ser por ciudades o pueblos grandes que fuesen capaces de darle alimentaci\u00f3n a su ej\u00e9rcito, con quienes fuera posible establecer alianzas. Comenzaba a pensar como \u00e9l para descubrir sobre mis mapas la ruta que sigui\u00f3. No deb\u00eda dejar detr\u00e1s m\u00edo un solo pueblo capaz de cortarme la retirada al mar. Pero nosotros no llev\u00e1bamos gu\u00edas de la regi\u00f3n.<\/p>\n

Al otro d\u00eda, Luis nos llev\u00f3 a un sitio donde hab\u00eda pinturas rupestres y una cueva donde “hab\u00eda m\u00e1s” pero hab\u00eda que bajar con alguna cuerda. Solucionamos el problema con t\u00e9cnica moderna y en cinco minutos est\u00e1bamos ah\u00ed: una cavidad con innumerables fragmentos de ollas de barro. S\u00f3lo eso. No hab\u00eda nada m\u00e1s que eso. Veinte metros abajo, el r\u00edo Actopan corr\u00eda, disminuido en esa \u00e9poca seca, pero ¡c\u00f3mo se antojaba meterse al agua para aminorar el calor y el piquete de zancudos y mosquitos! <\/p>\n

D\u00edas despu\u00e9s, camin\u00e1bamos sobre una tierra blanca y dura, casi piedra. Escogimos un camino que nos llevara lejos de carreteras. Medida de seguridad. Pero entre el blanco del suelo y el rojo galopante del sol, nuestros cuerpos eran exprimidos. Adem\u00e1s, encontramos la primera subida importante, que dur\u00f3 varias horas. Horas bajo el sol. <\/p>\n

El grueso del grupo iba delante. Carlos Alberto y yo, hasta atr\u00e1s y como ya se nos hab\u00eda terminado el agua, la pl\u00e1tica tambi\u00e9n se hab\u00eda aminorado. Bruscamente. <\/p>\n

Una casa. “Vamos a pedir un poco de agua”. Y se dio todo: la pl\u00e1tica de dos ancianos que hab\u00edan vivido desde siempre ah\u00ed, una jarra de agua fresca, zapotes para cada uno de los cuatro que nos reunimos ah\u00ed (porque estaban Flor y Juan Carlos), papaya y la interminable despedida. Pero los ancianos no nos dejaban irnos. “Por aqu\u00ed nunca pasa nadie. Las otras casas est\u00e1n lejos y casi no nos frecuentamos. Estamos solos. Nos da gusto que est\u00e9n aqu\u00ed”. En verdad lo estaban porque nos trataban como a hijos pr\u00f3digos que hubi\u00e9ramos regresado finalmente despu\u00e9s de mucho tiempo. <\/p>\n

La despedida fue larga, muy larga. No nos quer\u00edamos ir. No nos dejaban ir. Fue larga la despedida. ¿Y todo para qu\u00e9? Para estar de nuevo en ese suelo caliente, en esa tierra tan blanca. Y luego, caminar por kil\u00f3metros sobre la v\u00eda del ferrocarril hasta Chavarrillo. <\/p>\n

Chavarrillo. Fue el primer punto significativo de la ruta porque ah\u00ed el grupo comenzar\u00eda a fragmentarse: regresaban a M\u00e9xico los que ten\u00edan que regresar a la escuela, al trabajo, los que no hab\u00edan podido retrasar sus compromisos para despu\u00e9s y aquellos que ya no ten\u00edan suficiente dinero. <\/p>\n

Al otro d\u00eda quedamos diez. S\u00f3lo la mitad de los que hab\u00edamos comenzado. Y yo sab\u00eda que esos diez no permanecer\u00edan todo el tiempo. ¿Los soldados de Cort\u00e9s se sintieron as\u00ed cuando dejaron atr\u00e1s a sus compa\u00f1eros, a los barcos hundidos, a la seguridad de una tierra que ya estaba colonizada? Seguramente, pero esa sensaci\u00f3n es parte del descubrimiento y nosotros \u00edbamos tras un descubrimiento de muchos kil\u00f3metros. Xico nos esperaba.<\/p>\n\n\n
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Conforme el ej\u00e9rcito penetraba en la tierra, iba ascendiendo la sierra y el clima se iba haciendo templado. Y llegaron a Xico. Los cempoaltecas le dijeron a Cort\u00e9s :<\/p>\n

?Hasta aqu\u00ed llegan las tierras de nuestros amigos, los que desde que lo mand\u00e1steis ya no tributan a Moctezuma. De aqu\u00ed para adelante la sierra es muy agria y difIcil para subir.<\/p>\n

Xico los esperaba.<\/p>\n

Jos\u00e9 L\u00f3pez Portillo y Pacheco<\/b>: Ellos Vienen <\/i><\/div>\n<\/td>\n<\/tr>\n<\/table>\n

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CARTA CUARTA<\/b><\/p>\n

La selva de Xico<\/b><\/p>\n

Xico… El antiguo Xocoximalco. Para entonces hab\u00edamos descubierto que la letra X ten\u00eda un sonido doble en esta zona y que corroboramos hasta mucho tiempo despu\u00e9s. Si iba antes de una vocal, sonaba como jota; si iba antes de una consonante, sonaba con “sh”. Xico sonaba como Jico; Xalapa como Jalapa; Xicoximalco como Jicojimalco… Pero todos respetaban la graf\u00eda. Est\u00e1bamos entrando por una puerta misteriosa a un lugar que no s\u00f3lo era diferente, sino antiguo. El tiempo, aqu\u00ed, no se hab\u00eda movido mucho. <\/p>\n

Xico es un pueblo grande. A muchos metros por debajo de la cumbre del Cofre de Perote (cuya cima tiene 4,290 metros), est\u00e1 incrustada en la selva, entre r\u00edos. A unos kil\u00f3metros de ella, una cascada se desprende de lo alto y los habitantes del pueblo han hecho de ella el principal atractivo. La gente llega, baja 278 escalones (no llegan a los 365 que nos hab\u00edan dicho) y luego una veredita de lodo para estar a unos cuantos metros del chorro blanco y fr\u00edo. Porque estaba fr\u00edo. <\/p>\n

Y pese a la afluencia de turistas (est\u00e1bamos en Semana Santa) casi nadie prestaba atenci\u00f3n a una roca que descansaba a un lado del \u00e1rbol. “Es Texolo” (Tesholo), el mono. Se trataba de una roca de r\u00edo, casi circular, que ten\u00eda en sobrerelieve la figura de algo que parec\u00eda un mono. El vendedor de nieves nos dijo incluso que faltaba otra roca igual, porque siempre aparec\u00edan por pares. Claro: nunca nos dijo el por qu\u00e9 consideraba que la roca fuera macho y no hembra. <\/p>\n

Xicoximalco. Con sus calles largas y de subida, son tiendas que hac\u00edan y vend\u00edan lo m\u00e1s tradicional del pueblo: pan dulce, delicioso; mole, vinos suaves… M\u00e1s arriba, detr\u00e1s de la iglesia, los autobuses que iban para todos lados: desde pueblos cuyos nombres son dif\u00edciles de retener despu\u00e9s de haberlos le\u00eddo varias veces hasta la capital de Veracruz: la Xalapa tropical.<\/p>\n

Adem\u00e1s de ir a la cascada de Texolo, fuimos a Xico el Viejo, el lugar adonde Hern\u00e1n Cort\u00e9s y sus soldados y sus indios totonacos llegaron. A un lado de la peque\u00f1a iglesia hay un letrero que dice: “Xicoximalco Viejo. Fundado en 1353”. No m\u00e1s datos, no m\u00e1s indicios de poblaci\u00f3n que las pocas casas que ve\u00edamos. A un kil\u00f3metro vimos un promontorio enorme. “Una pir\u00e1mide”, confirmaron los dem\u00e1s cuando la vieron. Pero no era tal. O lo fue y estaba tan sepultada en siglos y tierra y lodo y pasto y excremento de vaca que no hallamos nada. Nada del pasado.<\/p>\n

Un ej\u00e9rcito conquistador del tama\u00f1o del de Cort\u00e9s no pudo haber pasado por ah\u00ed. “¿Por qu\u00e9? La ruta es clara hacia arriba”. La respuesta vino inmediatamente: no hab\u00eda pueblos que pudieran alimentar a un ej\u00e9rcito. As\u00ed que tuvieron que retroceder y buscar un paso por entre la mara\u00f1a de r\u00edos que bajan del Cofre, la gran monta\u00f1a que para los espa\u00f1oles de entonces signific\u00f3 una gran muralla y una variedad de climas.<\/p>\n

“Cerca est\u00e1 el Barranca Grande”… Ah\u00ed, casi al alcance de la mano, estaba el r\u00edo que precisamente un a\u00f1o antes y que lleva ese nombre tan bello. Cuando llegamos ah\u00ed, con nuestras balsas, no sab\u00edamos por qu\u00e9 se llamaba as\u00ed. Cien metros de galopar sobre las olas del r\u00edo nos dieron la respuesta: el r\u00edo dejaba de tener riberas y se met\u00eda en un ca\u00f1\u00f3n que ten\u00eda unas paredes de cientos de metros. ¿Salidas? Ninguna. Sal\u00edamos de un r\u00e1pido muy fuerte, descans\u00e1bamos 20 metros y comenzaba otro. No hubo descansos. Al atardecer del primer d\u00eda est\u00e1bamos cansados y preocupados porque no hab\u00eda un solo lugar en donde pasar la noche. Pod\u00edamos hacerlo, en caso extremo, sobre la balsa, pero yo sab\u00eda que no soportar\u00edamos mucho tiempo: el cansancio.<\/i> <\/p>\n

Poco antes de que acabara el d\u00eda, la barranca se abri\u00f3 y vimos un pueblo. Ah\u00ed dormimos. Pero el d\u00eda siguiente fue peor: el r\u00edo era cada vez m\u00e1s complicado, m\u00e1s dif\u00edcil y el cansancio se iba acumulando, nos volv\u00edamos torpes. Para colmo, una balsa se pinch\u00f3 y tuvimos que reacomodarnos: la carga la pasamos a una balsa y dos personas las pasamos a otra. Las balsas se volv\u00edan pesadas, el r\u00edo ten\u00eda cascadas y nosotros est\u00e1bamos cansados. Al final del segundo d\u00eda encontramos un afluente: a partir de ah\u00ed, el r\u00edo se llamaba “Pescados”. Ya lo conoc\u00edamos. Gritamos de alegr\u00eda en medio del crep\u00fasculo.<\/i><\/p>\n

Todo eso recordaba. Hab\u00eda sido un a\u00f1o antes. Ahora est\u00e1bamos cerca pero todo lo har\u00edamos a pie. Me preguntaba: “¿C\u00f3mo pas\u00f3 Cort\u00e9s con caballos, ca\u00f1ones y todo un ej\u00e9rcito, en plena temporada de lluvias, por aqu\u00ed?” La pregunta la \u00edbamos a averiguar al d\u00eda siguiente pues en la noche estudiamos detenidamente los mapas. No ten\u00edamos m\u00e1s que eso para averiguar la ruta de Cort\u00e9s, la que est\u00e1bamos siguiendo. Al d\u00eda siguiente nos levantar\u00edamos temprano y caminar\u00edamos rumbo a Ixhuac\u00e1n de los Reyes, otro poblado plenamente identificado. <\/p>\n

Pero la selva… ¿se tragar\u00eda por siempre la verdadera ruta por la que pasaron los primeros europeos en adentrarse en tierra firme del continente americano?<\/p>\n\n\n
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Texolo se entiende como tet, piedra, y x\u00f3lotl, el mono, pero tambi\u00e9n el gemelo, nombre de referencia m\u00e1gica al dios Tezcatlipoca, “el que est\u00e1 presente en todas las cosas”, invisible en el aire y conocedor de lo m\u00e1s profundo de los pensamientos. Un mito azteca habla de Tezcatlipoca como hermano gemelo de Quetzalc\u00f3atl, dador de las artes y de la agricultura (una especie de Prometeo). <\/em><\/p>\n

Se representa como un guajolote o como un mono. El primero es macho por una estructura patriarcal de la cultura prehisp\u00e1nica. El primer principio es el uno y es masculino, aunque nada es sin el principio generador que es la mujer.<\/em><\/p>\n

Xico es un lugar de grandes magos y, para perplejidades, se venera a la Virgen de la Asunci\u00f3n, que tambi\u00e9n, en su representaci\u00f3n sincretizada, representa ese momento de la vida del mago en que se asume en su poder.<\/em><\/td>\n<\/tr>\n<\/table>\n

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CARTA QUINTA<\/b><\/p>\n

Una escalera al cielo<\/b><\/p>\n

Por encima: nubes; por debajo: lodo. A los lados: murallas oscuras, verdes o blanquecinas. Es cuando el monte desaparece y no queda nada sino la rayita sobre la que caminamos. Nubes, neblina. Inmersos en una agua que desde hace varias horas est\u00e1 cayendo interminable, caminamos por esa escalera que tanto impresionara a Cort\u00e9s y a Bernal y que le costara tanto trabajo superar. Selva pura con pendientes de monta\u00f1a. Licopodios por algunas partes. Verdes. Helechos del tama\u00f1o de \u00e1rboles. Verdes. Hojas enormes. Verdes. Flores de todos tama\u00f1os. Selva. Neblina. Agua. Y una franjita de selva-monte que se desliza bajo los pies para dejarnos subir poco a poco. Subimos al cielo. Es tarde.<\/p>\n

Dentro de un par de horas oscurecer\u00e1 y estoy sentado sobre una roca, con el cuerpo empapado en esta agua limpia, exprimida de las nubes. Mi mochila es la que permanece cubierta. Estoy sentado. Espero a Juan Carlos. Y mientras, las cabras se despliegan en la ladera, lejos de su pastor, que los vigila, que penetra la niebla con la vista y el o\u00eddo. El sabe que estamos aqu\u00ed. Yo s\u00e9 que \u00e9l est\u00e1 ah\u00ed. Pero no nos hemos visto ni hablado. Yo no me muevo. El no se mueve. Las cabras me dicen en qu\u00e9 parte est\u00e1. La vereda y nuestras respiraciones en el respiro de la selva le dicen d\u00f3nde estamos cada uno de nosotros. Sigo esperando.<\/i> <\/p>\n

Por la ma\u00f1ana salimos de Xicoximalco el Nuevo. Samuel se despidi\u00f3 de nosotros. Ten\u00eda que regresar. Nos dimos el abrazo y camin\u00e9. Hab\u00eda mucho que andar y no hab\u00eda poblaciones intermedias. Era cosa de andar con ligereza, aunque la mochila pesara, aunque lloviera como lo hizo durante toda la noche. Nos despedimos y se fue. Nos extra\u00f1ar\u00eda. Nosotros a \u00e9l tambi\u00e9n. Y a los dem\u00e1s. Hab\u00edamos comenzado veinte y con la partida de Samuel qued\u00e1bamos siete. Siete en la selva verde o blanca o caf\u00e9. Multicolor toda ella. <\/p>\n

Caminamos por una calle empedrada que iba hacia el sur. Las vacas lecheras, gordas de pasto bueno, nos ve\u00edan pasar desde atr\u00e1s de las cercas. Pregunt\u00e1bamos. Despu\u00e9s de todo, el mapa s\u00f3lo era para darse una idea espec\u00edfica del terreno, pero siempre conocer\u00e1n m\u00e1s la tierra quienes viven en ella. Y claro: nos contestaban. As\u00ed fuimos cayendo poco a poco en la carencia de veredas amplias, en la ausencia de casas, en la abundancia de nubes.<\/p>\n

No debemos estar lejos, pero estamos en un lugar en el que no me gustar\u00eda pasar una noche a descubierto. Los dem\u00e1s van delante, pero Juan Carlos camina despacio. Ser\u00e1 por eso que dice Samuel: “las bajadas y los planitos son gratis, pero las subidas las cobran” ¿Cu\u00e1nto habremos subido? Cientos de metros pero con esta niebla, ni c\u00f3mo saberlo. Al menos desde aqu\u00ed, sentado en esta arista de la loma, puedo ver la vereda a lo lejos. En alg\u00fan momento tiene que aparecer Juan Carlos. En alg\u00fan momento tiene que escampar ese sitio. Espero que los dos momentos coincidan.<\/i> <\/p>\n

Los ojos, rastreadores incansables de atajos para ahorrar metros de camino, nos descubrieron una vereda. Un se\u00f1or nos descubri\u00f3. Descubridores descubiertos. Nos grit\u00f3 y nos se\u00f1al\u00f3 el camino mejor para ir a Ixhuac\u00e1n de los Reyes. “El camino que siguen es bueno, pero van a dar mucha vuelta”. Ni modo: nos olvidar\u00edamos del mapa y nuestras apreciaciones. Cruzamos un potrero m\u00e1s y luego comenzamos a subir. <\/p>\n

La vereda, angosta, se ha profundizado mucho con el paso de los a\u00f1os, de las lluvias, de las interminables lluvias. Y la lluvia: moj\u00e1ndome, moj\u00e1ndonos. Caminamos. Pronto nos convertimos en fantasmas que apenas se divisaban uno al otro. Est\u00e1bamos hechos de niebla, de agua que no cae pero que impregna la ropa. <\/p>\n

Y de lodo. Porque la vereda es lodo puro.<\/p>\n

Si fuera temporada de lluvias, esto ser\u00eda un pantano casi. El zoquete [barro puro y pegajoso] no nos dejar\u00eda avanzar mucho. He visto mulas atrapadas en zoquetales. Y han muerto porque nadie los puede sacar. Esas cabras est\u00e1n bajando mucho. A lo mejor van al sembrad\u00edo aquel. Si es as\u00ed, entonces el pastor tendr\u00e1 que moverse, salir de su escondite y corretear a los animales. Lo delatar\u00e1n sus cabras. En cambio, no hay nada que me delate a m\u00ed. Salvo la llegada de Juan Carlos.<\/i> <\/p>\n

Al principio todos sub\u00edamos con precauci\u00f3n, tratando de no caer a los charcos de la vereda. Un charco grande de all\u00e1 abajo era inevitable. Pero aun as\u00ed no ca\u00edmos. Hasta que comenz\u00f3 la lluvia. Unos se cubrieron con sus mangas [ponchos], otros con sus rompevientos. Yo s\u00f3lo cubr\u00ed mi mochila y me moj\u00e9. Pese a todo, no quer\u00edamos entrar al lodo… hasta que \u00e9ste entr\u00f3 a nosotros. La vereda se hizo resbalosa y la \u00fanica manera de pasar era por el agua. Ni modo. Las botas y la ropa mojada.<\/p>\n

No hay nada que sea completamente eficaz para cubrirse de la lluvia. Si: el paraguas. Pero siempre tiene el inconveniente de su fragilidad… y el viento, que parece no quererlo. Estoy perdiendo mucho calor. Sin la mochila a la espalda, mi cuerpo exhala nubes de pom. ¿Pom? ¿Incienso? En todo, caso ser\u00eda copal. Pero no me agrada la idea porque no soy sagrado, sino un fantasma que espera descubrir a otro fantasma que no se mueve pero que delatar\u00edan sus cabras. Mientras, sigo echando volutas de vapor de agua al cielo fr\u00edo. A la nube misma, porque no estoy fuera de ella.<\/i> <\/p>\n

Nacho caminaba muy despacio porque sus botas ten\u00edan la suela ya muy gastada. Como un anciano al que le faltara su bast\u00f3n. Berna iba por delante, sonriente. Los dem\u00e1s, silenciosos. Era la primera vez que ellos estaban en una nube, en una selva, en un torrencial aguacero como el que ca\u00eda entonces. Y cuando arreci\u00f3, simplemente metimos los pies al agua, al lodo, al charco de barro l\u00edquido. Era mejor as\u00ed.<\/p>\n

Si no puedes vencerlo, \u00fanete a \u00e9l, el principio b\u00e1sico de las lecciones de supervivencia. ¿Cubrirme de la lluvia? No. Debo olvidar que soy un sedentario y volverme poco a poco parte de todo esto. La gente que vive aqu\u00ed no tiene problemas con la lluvia, con el agua, con el lodo, con la noche. ¿Por qu\u00e9 yo s\u00ed he de tenerlos? Debo tratar de ser como la gente de aqu\u00ed. Tratar de pensar como ellos. Tratar de comer lo mismo que ellos. Hablar su idioma. Si. Las cabras van directo al sembrad\u00edo. ¡Ah! Ah\u00ed va el pastor. No me equivoqu\u00e9 mucho. Estaba casi donde yo dec\u00eda. Pero si fuera uno de ellos, lo hubiera sabido desde el principio.<\/i> <\/p>\n

Avanzamos bajo la lluvia. A fuerza de andar y andar por estas veredas, mi cuerpo se ha ense\u00f1ado a caminar bien, sin resbalar. Adelant\u00e9 a todos. Esper\u00e9 y me pasaron. Los volv\u00ed a alcanzar y a esperar. Me deten\u00eda a tomar algunas fotos bajo el aguacero. Cosa de malabarismos para que la c\u00e1mara, guardada en la mochila, y toda la ropa seca, el mayor tesoro para la noche, no se mojaran.<\/p>\n

Escampa. Ojal\u00e1 ya venga. S\u00ed. All\u00e1 est\u00e1. Va a tardar como quince minutos en llegar y como no hay otro sitio donde pueda hacer un alto, de seguro parar\u00e1 poco antes de donde estoy si est\u00e1 cansado. Esas cabras. Es muy pesado ser pastor en esta sierra. ¿Sierra o selva? ¿O ambas? El norte. ¿D\u00f3nde est\u00e1 el norte? No s\u00e9 hacia d\u00f3nde caminamos con esta niebla. La sierra. S\u00f3lo eso tengo como referencia. Pero eso puede hacer que camine durante un par de horas hasta darme cuenta de que voy mal.<\/i> <\/p>\n

De repente, salidos de entre la niebla, como del pasado, hombres que bajaban hacia alg\u00fan lugar del que nosotros ven\u00edamos. “¿Falta mucho para llegar a Ixhuac\u00e1n?” “No. Cosa de una hora y media. Ya mero llegan.” Pero la hora y media se repiti\u00f3 varias veces. Tres horas despu\u00e9s, segu\u00eda siendo hora y media lo que nos faltaba. <\/p>\n

Est\u00e1n impresionados con el reloj de la gente serrana. Es poco. Cuando hace a\u00f1os me dijeron que ente un pueblo y otro hab\u00eda s\u00f3lo cuatro horas, yo me fui. Cuando llegu\u00e9 al pueblo, al crep\u00fasculo, hab\u00edan pasado diez horas. ¿Qu\u00e9 otra cosa me pod\u00edan decir? ¿Que me faltaban doce minutos y medio? No. Simplemente no usan la idea del tiempo que nosotros tenemos. <\/i> <\/p>\n

Los alcanc\u00e9 y les dije que esperar\u00eda a Juan Carlos. Y Juan Carlos acaba de llegar. Se detuvo a cuatro metros de m\u00ed y no me ha visto.<\/p>\n

\u2014Esperen. Por aqu\u00ed no es.
\n\u2014¿C\u00f3mo que no? ¡Nos dijeron que por aqu\u00ed!
\n \u2014Voy a ver.
\n Me acerqu\u00e9 a la orilla del camino.
\n \u2014Escucha.
\n Ladridos, canto de gallos y, sobresaliendo, el motor de un cami\u00f3n que traspasaba la neblina densa.
\n \u2014Es all\u00e1 \u2014y busqu\u00e9 las huellas de los otros\u2014. <\/p>\n

S\u00f3lo las de Nacho, nadie m\u00e1s. Pas\u00f3 hace unos minutos. Quiz\u00e1 la lluvia deteriore todo muy r\u00e1pidamente. <\/p>\n

\u2014Lo m\u00e1s que puede pasar es que se tengan que regresar. Vamos para abajo.<\/p>\n

Ruidos de lluvia. De pueblo. El viento nos acerca a los hombres, pero pueden estar a veinte metros o a dos kil\u00f3metros. Cantos de aves. ¿Y ese ruido? Volteo y veo moverse unas ramas. Un sombrero agazapado. <\/p>\n

\u2014¡Ya te vi, no te escondas!
\n \u2014¿C\u00f3mo me encontraste?
\n \u2014Acu\u00e9rdate que somos hermanos de la lluvia \u2014y sonre\u00ed.<\/p>\n

La entrada a Ixhuac\u00e1n fue una calle. Pero no llegamos de inmediato al centro. Nos detuvo una peque\u00f1a tienda. Queso de cabra a tres pesos. Tomates. Tortillas. Aguacates. Agua en abundancia. ¡Qu\u00e9 placer! <\/p>\n

Ixhuac\u00e1n… Ya lo conoceremos al rato. Ma\u00f1ana. Hoy, Ixhuac\u00e1n es s\u00f3lo esto: comida para aquellos que han salido de la selva, embarrados.<\/i><\/div>\n

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CARTA SEXTA<\/b><\/p>\n

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Nota previa<\/b>
Iba a escribir este fragmento de la carta como los anteriores pero resulta que conforme escrib\u00eda me ven\u00edan las ideas y termin\u00e9 escribiendo de una manera meramente literaria. Es posible que a algunos no les quede claro lo que pas\u00f3. Si este es el caso, al final hay un peque\u00f1o resumen que aclara en d\u00f3nde est\u00e1bamos y lo que hac\u00edamos.<\/i><\/p><\/blockquote>\n<\/blockquote>\n

\n De la selva a la cima<\/b><\/p>\n

Puro pagar. Pura subida. Nuevamente la nube que me envuelve, el verde por todos lados. Pero ahora hace fr\u00edo. Eso es peligroso. Sudo mientras camino y con el fr\u00edo y la noche puedo pescar desde una tos hasta una pulmon\u00eda. Mejor camino continua, lentamente. A la noche tendr\u00e9 ropa seca qu\u00e9 ponerme. ¿D\u00f3nde est\u00e1 esa vereda? Hace rato que la perd\u00ed. Iba amplia, gorda. De repente se esfum\u00f3. Ni una pista, ni una huella. Nada. Senda de le\u00f1adores. Mejor hacia arriba. ¡Adelante! Y por favor: si se van a caer, h\u00e1ganlo despu\u00e9s de este r\u00e1pido o les ir\u00e1 mal. Hay muchas rocas. Por favor ?y me puse serio? no dejen de remar. Obedezcan mis \u00f3rdenes aunque les parezcan absurdas. ¡Adelante, no dejen de remar! Todo lo que llevara arriba estaba bien. Plantas. Pinos con heno colgando. Caray. ¡Qu\u00e9 bonito!. Esta vez sin tierra bajo los pies: pura vegetaci\u00f3n. Si dejan de remar, nos estampamos con esa roca grande. El ruido del r\u00e1pido se acercaba. Las voces callaron cuando dije: “Silencio y escuchen”. Pero qu\u00e9 van a escuchar. Nunca oyeron mis silbidos en medio de la niebla. Nacho se adelant\u00f3 desde el principio y no lo volvimos a ver. Pero estar\u00e1 bien. Yo me detuve para fotografiar. Berna y Tazzer se fueron y despu\u00e9s ya no me escucharon. As\u00ed de sencillo. Uno puede caer en cualquiera de esos peque\u00f1os agujeros que hace el agua entre los r\u00e1pidos. Y el estruendo crec\u00eda y crec\u00eda. Callaron y lo vieron aparecer: el r\u00e1pido m\u00e1s fuerte del r\u00edo y conforme nos acerc\u00e1bamos, nos jalaba. Imposible salir de ah\u00ed despu\u00e9s de aquella roca.<\/p>\n

Por la noche llegamos con Julio. Mi amigo. La familia se alegr\u00f3 del encuentro. Yo tambi\u00e9n. Saludos. Presentaciones a la familia de mis compa\u00f1eros. Preguntas sobre los amigos comunes. ¿Qu\u00e9 hac\u00edamos ah\u00ed en esa fecha, cuando ya hab\u00eda pasado Semana Santa? Si. ¿Qu\u00e9 hacemos aqu\u00ed? Si Cort\u00e9s y ninguno de sus soldados subieron al Cofre de Perote durante la marcha que los llev\u00f3 a Tenochtitlan.Y para colmo, en tres grupos que no saben de los otros dos absolutamente nada. No me preocupo. Me preocupar\u00e9 de dirigir la balsa por el lugar correcto. Hay que evitar ese agujero. Donde no debemos caer. Julio me dijo el d\u00eda que llegamos. Mira: hace poco se cay\u00f3 una se\u00f1ora justamente en ese hoyo, en donde se juntan los dos r\u00edos, poco despu\u00e9s de “El Encanto”. Con el r\u00edo tan bajo como est\u00e1, el remolino no la dejaba salir. Ah\u00ed se hubiera muerto. Hubiera m\u00e1s agua, el remolino cambia y la avienta sin m\u00e1s. Pero no se “qued\u00f3” porque uno de mis gu\u00edas iba detr\u00e1s y la alcanz\u00f3 a jalar del chaleco. Caras de asombro, de estarse metiendo en un lugar al que no se debe. El miedo en la piel y en los ojos. Las caras de Berna y de Nacho. Claro. Nacho puede cuidarse por s\u00ed mismo. Tazzer y Berna estar\u00e1n bien. Yo tambi\u00e9n. Aunque el tiempo corre como r\u00edo en los r\u00e1pidos. Todo lo que han aprendido hoy ha sido justo lo que necesitan para pasar ese r\u00e1pido. No se descuiden. Lluvia. Si hubiera lluvia pasar\u00eda una noche bastante mala. Por el momento, s\u00f3lo subir. No se ve nada m\u00e1s que los \u00e1rboles. No se escucha nada m\u00e1s que el rugido del r\u00e1pido que se acerca a la balsa. Pero no. No va a llover. Claro que llovi\u00f3 cuando comenzamos a subir, pero de eso hace varias horas. Espero que por la noche no. Este viento que no deja saber si se forman nubes grandes. Esta niebla que de repente se atasca entre las ramas de los \u00e1rboles. Todo fr\u00edo. Desde los pies hasta el casco, todo fr\u00edo. Pero el agua est\u00e1 maravillosa as\u00ed, en este calor de selva de marzo. Eran nuestros dos d\u00edas de descanso despu\u00e9s de pasar el “Paso de Nombre de Dios”.<\/p>\n

“El hoyo”, me dije cuando vi de lejos el otro r\u00edo. “Debo evitarlo.” Una vuelta m\u00e1s y ah\u00ed estaba. El tremendo pe\u00f1asco que es el Cofre de Perote. Hab\u00eda llegado casi en l\u00ednea recta hasta una vereda que se hac\u00eda agradable a pesar de que deb\u00eda caminar sobre piedrecillas que me har\u00edan trastabillar si no pon\u00eda la suficiente atenci\u00f3n. No ten\u00eda agua. Si la hubiera tenido, hubiera tomado por el lado derecho del r\u00e1pido y hubi\u00e9ramos salido pronto. Ahora deb\u00eda buscar un sitio que me alejara del hoyo. El izquierdo. Aunque el lado derecho de la ca\u00f1ada parece tener una vereda tambi\u00e9n. Seguir\u00e9 caminando hasta encontrar agua y luego llegar a la cumbre o muy cerca, para tener un lugar abrigado donde dormir. Porque estaba cerca, cada vez m\u00e1s. “Adelante” y de repente todo el mundo qued\u00f3 sumergido. Hab\u00edamos ca\u00eddo al hoyo. La balsa se lade\u00f3 cuando toc\u00e1bamos la ola de la cresta. Mi mano se agarraba a la cuerda de borda de la balsa. En la otra llevaba el remo para timonear. ¿D\u00f3nde estar\u00edan los otros? Si la luz estaba por terminarse, ojal\u00e1 estuvieran en un camino amplio o en un sitio donde pudieran armar un vivac protegido del viento. Saqu\u00e9 la cabeza y vi a Hugo que me extend\u00eda sus brazos para ayudarme. “Timonea o chocamos”. Sus nueve a\u00f1os en un remo, responsable de la balsa. Capit\u00e1n de r\u00edo. ¿Y Nacho? Nacho estar\u00eda seguramente en la cima. Es un caminante veloz y si tom\u00f3 el camino correcto estar\u00e1 esper\u00e1ndonos all\u00e1. La cima se hab\u00eda vuelto un s\u00edmbolo porque all\u00e1 nos encontrar\u00edamos de nuevo. Tampoco Rodrigo estaba. Los dos hab\u00edan caido al agua y segu\u00edan all\u00e1 abajo, peleando con la corriente del r\u00e1pido, sujetos a la balsa, cuando yo pude treparme. “Timonea, Hugo”. Tom\u00e9 a Nacho del chaleco y de un solo jal\u00f3n lleg\u00f3 arriba. Luego Rodrigo. Berna comenz\u00f3 a reirse. Y su risa resonaba en la monta\u00f1a si es que re\u00eda. Pero todo era silencio. Camin\u00e9 todav\u00eda cuando la luz se termin\u00f3. Us\u00e9 primero la luz de las estrellas porque la noche se hab\u00eda despejado. Mejor: no llover\u00eda. Luego us\u00e9 la linterna porque la infinidad de zanjas me hac\u00edan tropezar continuamente. Menos con esa roca. Con esa no deb\u00eda chocar o nos volcar\u00edamos. Todos estaban callados, silenciosos. Era el R\u00e1pido N\u00famero Uno. ¿Por qu\u00e9 el nombre? “Dicen que no hay otro como \u00e9ste en todo el r\u00edo”.<\/p>\n

Con mi peque\u00f1o toldo, arm\u00e9 un refugio estupendo. En cosa de diez minutos ten\u00eda un lugar cubierto del viento, a salvo de la lluvia y lo suficientemente espacioso como para dormir c\u00f3modamente. Por favor: obedezcan todo y no se caigan. Este es el r\u00e1pido Uno. Y las miradas de todos estaban puestas en el r\u00e1pido por el que pasar\u00edamos, los brazos en los remos. Hugo ?el tremendo Hugo? fue el \u00fanico que volte\u00f3 a verme cuando avistamos el r\u00e1pido. Yo lo mir\u00e9 a los ojos y todo qued\u00f3 dicho: ya no hab\u00eda manera de echarnos para atr\u00e1s. De todos modos, la cima estaba cerca. Escrib\u00ed en mi bit\u00e1cora y dorm\u00ed hasta poco antes del amanecer. Me levant\u00e9, deshice mi refugio y comenc\u00e9 a caminar. Alc\u00e9 la vista hacia la cima y vi el cometa. Haz “lado alto” si es necesario, Hugo. Ya sabes. Siempre trabajamos juntos en el r\u00edo. Siempre en la misma balsa: juntos. Un Hugo de nueve a\u00f1os capaz de sustituirme si era necesario. Pero adem\u00e1s del cometa, hacia lo alto vi grandes paredes de roca. Roca por todos lados. Al caminar en la noche, me hab\u00eda metido a un valle cercado por ellas. “Una palada”. Y yo timoneaba. El principio del r\u00e1pido Uno es un laberinto y hay que sortear varias rocas. “Dos paladas”. Volv\u00edan a quedar a la espectativa cada descanso. Esperaban saber por donde ir\u00edamos en esa gigantesca masa de agua. Los brazos tensos, sujetando la roca. La roca, si. Decid\u00ed no retroceder y encontrar el camino. Pero el camino no existe y ahora lo voy formando. Mi mochila pesa un poco m\u00e1s de 25 kilos y lo que subo es la pared m\u00e1s peque\u00f1a por el lado m\u00e1s f\u00e1cil. Escucho mi respiraci\u00f3n. Escuchar\u00eda la de ellos si el r\u00edo no fuera tan estruendoso. Recordaba la pregunta de Nacho: “¿Puede hacerse uno adicto a los r\u00edos?” Las manos en los remos. En la roca para no soltarla. Tocando cada uno de los agarres y probar si resisten el peso antes de usarlos. Finalmente, llegu\u00e9 al final de la pared. Estaba por encima de todo, menos la pe\u00f1a enorme del Cofre. La atenci\u00f3n puesta en los o\u00eddos para remar cuando yo dijera. Ahora s\u00ed: ¡no se caigan! Entramos a una serie de r\u00e1pidos peque\u00f1os. La velocidad aumentaba y nos acerc\u00e1bamos al gran salto. “¡Remen!” Al fin estaba ah\u00ed arriba: hacia el sur, el Pico de Orizaba. Todo nevado, era una monta\u00f1a magn\u00edfica, hermosa. La cumbre principal, la sur, hab\u00eda sido una vez el lugar donde hab\u00edamos pasado la noche para despu\u00e9s bajar por el glaciar norte y descender por la ca\u00f1ada de Jamapa hasta la costa. La balsa se zarande\u00f3 un poco y tom\u00f3 la direcci\u00f3n que Hugo y yo le imprimimos. No m\u00e1s all\u00e1 porque nos avienta la corriente. No menos porque si caemos de este lado nos estampar\u00edamos contra una roca en el fondo y la balsa explotar\u00eda. Y nosotros. Saqu\u00e9 mi c\u00e1mara de la mochila y fotografi\u00e9 la monta\u00f1a. Nunca como entonces me hab\u00eda sorprendido tanto la nieve. Ven\u00edamos de la selva, del agua. El chorro de agua que finalmente qued\u00f3 atr\u00e1s. Gritos de j\u00fabilo. Hab\u00edamos pasado lo m\u00e1s fuerte del r\u00edo. Un poco m\u00e1s lejos, casi indistinguibles, el Popocat\u00e9petl y la Iztacc\u00edhuatl. “Hasta all\u00e1 vamos. 70 kil\u00f3metros despu\u00e9s de esas monta\u00f1as que son una se\u00f1a en el paisaje apenas.”<\/p>\n

\n Comentario<\/b><\/p>\n

E<\/em>sta Carta de Relaci\u00f3n describe dos eventos simult\u00e1neamente: el ascenso al Cofre de Perote, de 4,209 metros de altitud, y la navegaci\u00f3n del R\u00edo Filobobos. Aunque el Cofre era un objetivo secundario y optativo para quienes quisieran subir, terminamos por subir todos. El Filobobos lo hicimos en nuestros “d\u00edas de descanso”, que fueron dos. Preferimos hacer un r\u00edo que estar quietos en una localidad. En el Cofre subimos Berna, Nacho, Tazzer y yo. Al r\u00edo fuimos tambi\u00e9n cuatro, pero Tazzer se hab\u00eda regresado a la Ciudad de M\u00e9xico. <\/i><\/p>\n

Despu\u00e9s de Ixhuac\u00e1n, todo era una terracer\u00eda bastante mon\u00f3tona. Hubo algo sobresaliente: San Isidro. Es hasta ahora el \u00fanico pueblo que conozco que tiene una sola calle. Y las casas se alinean a lo largo de ella. Tardamos en cruzar el pueblo m\u00e1s de media hora: un pueblo peque\u00f1\u00edsimo pero largo. Otro detalle importante: cruzamos por el “Puerto del Nombre de Dios”, en donde ahora est\u00e1 un caser\u00edo que se llama San Jos\u00e9 Aguazuelas. A partir de ah\u00ed, Cort\u00e9s cruz\u00f3 el amplio y semides\u00e9rtico valle de Oriental. Nosotros nos desviamos un poco para “descansar” en el Filobobos (despu\u00e9s de todo, navegar con Hugo siempre es toda una experiencia) para luego subir el Cofre de Perote.<\/i><\/p>\n

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CARTA S\u00cdPTIMA<\/b><\/p>\n

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El Llano de Oriental<\/b><\/p>\n

A Juan Rulfo, con mis disculpas.<\/i> <\/p>\n

“Despu\u00e9s de tantas horas de caminar sin encontrar ni una sombra de \u00e1rbol, ni una semilla de \u00e1rbol, ni una ra\u00edz de nada, se oye el ladrar de los perros.” Y nosotros, caminando a un lado de la v\u00eda de ferrocarril, ve\u00edamos s\u00f3lo la enorme extensi\u00f3n de tierra que estaba ar\u00e1ndose. Parda y h\u00fameda por la lluvia de estos dos d\u00edas. “Uno se ha cre\u00eddo a veces, en medio de este camino sin orillas, que nada habr\u00eda despu\u00e9s; que no se podr\u00eda encontrar nada al otro lado, al final de esta llanura rajada de grietas y de arroyos secos.” La tierra estaba llena de surcos. Casi todo el Valle de la Cuenca de Oriental es as\u00ed.<\/p>\n

Al regreso del Cofre de Perote, fuimos a la fortaleza de San Carlos. Sorpresa: lo que fue el primer colegio militar en 1825, ahora es la prisi\u00f3n estatal. Edificio enorme con una gran zanja quelo rodeaba. Hace un siglo todav\u00eda estaba rodeado de bosques. Ahora, el bosque es un recuerdo. A unos kil\u00f3metros m\u00e1s all\u00e1 est\u00e1 una poblaci\u00f3n que se llama Orilla del Monte. Hasta all\u00e1 llegaba. Ahora, el monte est\u00e1 mucho m\u00e1s arriba de la ciudad de Perote.<\/p>\n

Tazzer y yo nos metimos en la boca del lobo. Pedimos permiso para tomar fotograf\u00edas y despu\u00e9s de habernos sido marcada la mu\u00f1eca con tinta indeleble de un sello con el escudo oficial del estado de Veracruz, nos dejaron acercar a un poco m\u00e1s a la primera reja. “Queremos fotografiar…” Pero s\u00f3lo nos dejaron hacerlo por fuera. El interior no. S\u00f3lo se pod\u00eda asar de tres maneras. Siendo familiar, amigo o conocido de un “residente” (nunca usaron las palabras “preso” o alguna otra m\u00e1s com\u00fan); obteniendo un permiso oficial de las oficinas centrales de los reclusorios en Xalapa (que, nos advirtieron, iba a ser muy dif\u00edcil obtener) o, por supuesto, entrar de “hu\u00e9sped” por un tiempecito. <\/p>\n

“Pero s\u00ed, hay algo. Hay un pueblo. Se oye que ladran los perros y se siente en el aire el olor del humo, y se saborea ese olor de la gente como si fuera una esperanza.” Y venimos caminando desde Totalco, un pueblecito a la orilla de la carretera que une Perote con Xalapa. Sobre el mapa calculamos que ser\u00edan 17 kil\u00f3metros. Los que fueran, vac\u00edos de otro paisaje que no fuera la tierra abierta, en preparaci\u00f3n para la semilla, que no fuera cielo gris que dejaba caer lluvia de a poquito, que no fuera arena sobre la cual camin\u00e1bamos… “Pero el pueblo est\u00e1 todav\u00eda muy all\u00e1. Es el viento el que lo acerca.” Con chispas de obsidiana de vez en cuando resaltados en la superficie arenosa, segu\u00edamos caminando. “Hemos venido caminando desde el amanecer. Ahorita son algo as\u00ed como las cuatro de la tarde. Alguien se asoma al cielo, estira los ojos hacia donde est\u00e1 colgado el sol y dice:<\/p>\n

“Son como las cuatro de la tarde.” <\/p>\n

¿Qu\u00e9 m\u00e1s ten\u00eda que hacerse en Perote? El Sr. Ra\u00fal Loranca, due\u00f1o de un hotel donde nos quedamos, me habl\u00f3 de las haciendas que hubo hace tiempo alrededor de la ciudad: La Claudina, ocopila, Ximoco, Tenextepec, Ahuatepec… Y no dej\u00f3 de decirme: “Si se van para “La Chingada” llegan a la hacienda “La Gloria”. No. No es groser\u00eda. As\u00ed se llama un rancho. Por eso aqu\u00ed se usa mucho que vaya uno cerquita de La Gloria. Y de palabra en palabra, de dato en dato, acab\u00f3 prest\u00e1ndome dos libros que ya no se consiguen y que pertenecieron a su difunto padre. Esa noche apenas dorm\u00ed. Pero como no hab\u00eda mucho qu\u00e9 hacer en la ciudad, ni nos interesaba mucho permanecer por m\u00e1s tiempo ah\u00ed, decidimos cruzar esa llanura donde Cort\u00e9s anduvo “tres jornadas de despoblado y tierra inhabitable a causa de su esterilidad y falta de agua y muy gran frialdad que en ella hay, donde Dios sabe cu\u00e1nto trabajo la gente padeci\u00f3 de sed y hambre, en especial de un turbi\u00f3n de piedra y agua que nos tom\u00f3 en el dicho despoblado, de que pens\u00e9 que perecer\u00eda mucha gente de fr\u00edo. E as\u00ed murieron ciertos indios de la isla Fernandina que iban mal arropados.” <\/p>\n

“Ese alguien es Melit\u00f3n. Junto con \u00e9l vamos Faustino, Esteban y yo. Somos cuatro. Yo los cuento: dos adelante, otros dos atr\u00e1s. Miro m\u00e1s atr\u00e1s y no veo a nadie. Entonces me digo: «Somos cuatro» Hace rato, como a eso de las once, \u00e9ramos veintitantos; pero pu\u00f1ito a pu\u00f1ito se han ido desperdigando hasta quedar nada m\u00e1s este nudo que somos nosotros.” <\/p>\n

Totalco nos pareci\u00f3 muy interesante, pero hab\u00eda que apurarse si quer\u00edamos caminar tantos kil\u00f3metros hasta Tepeyahualco. Tantas tes en los nombres. Caminamos. Una carreta de jamelgos cansados de la jornada nos pas\u00f3 y todos tuvimos ganas de subirnos a ella. Pero deb\u00edamos ir a pie. “Ya te veo, como si fueras peregrino.” As\u00ed que la dejamos pasar. Y el tiempo comenz\u00f3 a lloviznar de a poquito. Me adelant\u00e9 y segu\u00ed solo un tiempo. Pasamos el impresionante cerro Pizarro: con pendientes muy inclinadas, era una peque\u00f1a monta\u00f1a en el llano. El camino comenz\u00f3 a culebrear y cuando termin\u00f3 vi a lo lejos un pueblo. “Tepeyahualco”, me dije. Y disminu\u00ed el paso sin sentirlo. Alguien se me acerc\u00f3 poco a poco. Lo escuch\u00e9 llegar de a poquito. <\/p>\n

Ese alguien es Tazer. Junto con \u00e9l vamos Berna, Nacho y yo. Somos cuatro. Yo los cuento: dos adelante, otros dos atr\u00e1s. Miro m\u00e1s atr\u00e1s y no veo a nadie. Entonces me digo: «Somos cuatro» Hace d\u00edas, cuando comenzamos, \u00e9ramos veinte; pero pu\u00f1ito a pu\u00f1ito se han ido regresando a la ciudad hasta quedar nada m\u00e1s este nudo que somos nosotros. Un mundo que estamos creando.<\/p><\/div>\n

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CARTA OCTAVA<\/b><\/p>\n

Vivas ciudades antiguas<\/b><\/p>\n

Tepeyahualco es un pueblito perdido en la vastedad impresionante de los espacios abiertos. Salvo lo bello de la iglesia, lo verd\u00edsimo del parquecito bajo un cerro peque\u00f1o y un local que dec\u00eda “Cinema San Pedro”, no hab\u00eda nada m\u00e1s que ver. Un cine en un pueblo con tan pocos habitantes: alrededor de 800. Claro: estaba bien comunicado y ten\u00eda una planta que produc\u00eda cal. “Cal es igual a tortillas. La cal es indispensable para el nixtamal.”<\/p>\n

“¿Existe alguna persona de edad que pueda contarnos sobre Tepeyahualco?” “Claro: Juventino Lim\u00f3n. Vayan a verlo en su tienda «El Nuevo Mundo» y \u00e9l les platica de todo.” En cosa de diez minutos sab\u00edamos qui\u00e9n era don Juventino Lim\u00f3n. Un se\u00f1or de alrededor de 80 a\u00f1os que nunca pudimos hallar porque se hab\u00eda ido a Xalapa, a ver a un doctor. La edad. PEro durante m\u00e1s de cincuenta a\u00f1os se hab\u00eda dedicado a explorar una zona arqueol\u00f3gica cercana a Tepetahualco: Cantona. SE hizo legendario porque conoc\u00eda mucho de la zona y porque fue \u00e9l quien se enfrent\u00f3 a los arque\u00f3logos cuando “descubrieron” la zona. <\/p>\n

“Juventino dice que es Caltonac, que quiere decir en n\u00e1hutal «Casa del sol» [de Calli, casa; Tona, Tonatiuh, sol] y los arque\u00f3logos dicen que Cantona. Tiene muchos a\u00f1os peleando eso. Yo no s\u00e9 cu\u00e1l sea el nombre verdadero, pero Juventino es el \u00fanico que dice por qu\u00e9 es que se llama as\u00ed. Los otros [los arque\u00f3logos] no dicen nada. S\u00f3lo dicen: Cantona y ya.”<\/p>\n

Pero no pudimos ver a don Juventino ni su museo con m\u00e1s de cuatro mil piezas arqueol\u00f3gicas que ha sido mira de los traficantes de joyas arqueol\u00f3gicas algunas veces. Por eso es que siempre est\u00e1 cerrado, a menos que llegue alguien y expresamente quiera verlo. Entonces, el anciano Juventino que por m\u00e1s de medio siglo ha explorado esa zona, saca la llave de entre sus ropas y abre \u00e9l mismo la puerta. <\/p>\n

“Vayan a ver tambi\u00e9n la hacienda «Micuautla». Vale la pena porque es una de las haciendas m\u00e1s famosas de por aqu\u00ed.” Y all\u00e1 nos dirigimos. Fuera del pueblo, casi dentro porque no est\u00e1 tan lejos y pareciera estar incrustado en los l\u00edmites, estaba la gran edificaci\u00f3n de roca pura: el casco de la hacienda. Preguntamos por el due\u00f1o y el due\u00f1o sali\u00f3. Explicamos. (Siempre hay que explicar, a veces varias veces al d\u00eda.) “C\u00f3mo no. P\u00e1senle. Y en unos minutos, el hombre enorme y fort\u00edsimo que nos hab\u00eda recibido diciendo “Soy Conrado Lim\u00f3n”, nos introdujo a un mundo que no hab\u00edamos sospechado: el mundo de las haciendas. <\/p>\n

Tras una puerta, una ventanilla con vidrio esmerilado. Record\u00e9 la pel\u00edcula “El Golpe”. “Juan Lim\u00f3n y hermanos, S.A.”, dec\u00eda el vidrio. Era el despacho donde se hicieron todos los negocios de la hacienda. Muebles, alfombras, gobelinos y tod la decoraci\u00f3n importados de Europa, pedidos por medio de cat\u00e1logo a la Ciudad de M\u00e9xico. “Fue amueblado en 1902.” Y con eso retrocedimos casi un siglo. S\u00f3lo faltaban los due\u00f1os haciendo cuentas ah\u00ed porque los libros originales siguen estando sobre el escritorio. <\/p>\n

Hablamos de nuestro recorrido con el reci\u00e9n llegado: era el hermano del sr. Conrado. Toda su actitud era la del due\u00f1o de la hacienda. Due\u00f1o con elegancia. “Nos espera nuestro cochero frente a la iglesia mayor…” De esos tiempos. “Caray! Ustedes lo est\u00e1n haciendo a pie… Hace a\u00f1os pasaron por aqu\u00ed otras personas y estuvieron all\u00e1 afuera, con sus carpas. Les tomaron fotos a mis padres y… ¡m\u00edrela! aqu\u00ed est\u00e1. El mobiliario estaba cambiado de sitio.” Era el National Geographic<\/i> de octubre de 1984. El fotg\u00f3grafo: Guillermo Aldana, amigo m\u00edo. “Y yo sin saberlo… Le hubiera preguntado muchas cosas antes de venir”.<\/p>\n

Pero al d\u00eda siguiente la hacienda hab\u00eda pasado a otro plano: al ayer. Lo que ten\u00edamos ante los ojos era justamente Cantona, la ciudad prehisp\u00e1nica que hab\u00eda comenzado a trabajarse por los arque\u00f3logos en 1992. Apenas. “Cuando Guillermo pas\u00f3 por aqu\u00ed, no pudo ver Cantona. Hubiera sido interesante.”<\/p>\n\n\n
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De la Bit\u00e1cora de expedici\u00f3n<\/b>
Cantona es una zona arqueol\u00f3gica notable. Los trabajos de excavaci\u00f3n y restauraci\u00f3n comenzaron en 1992, por lo que es pr\u00e1cticamente nueva… La zona arqueol\u00f3gica es de roca bas\u00e1ltica pura. y lo m\u00e1s notorio es que se trata de una ciudad-fortaleza que NO tiene muros. El control del tr\u00e1fico de personas se hac\u00eda por medio de calles o “calzadas” que no son m\u00e1s que callejuelas. A ambos lados de una calle de piedra volc\u00e1nica se levantaban muros de la misma roca, pero sin ninguna cementaci\u00f3n. S\u00f3lo roca sobre roca. El resultado es genial pues adonde se quisiera ir siempre hab\u00eda que andar por las calzadas. <\/p>\n

Cantona tiene 26 juegos de pelota descubiertos, entre ellos el m\u00e1s peque\u00f1o que yo haya visto jam\u00e1s: con apenas cinco metros de largo. Las pir\u00e1mides de la zona tambi\u00e9n fueron construidas sin cementante, aunque durante la restauraci\u00f3n se us\u00f3 poco de alg\u00fan tipo para que los muros no se derrumbaran, aunque es m\u00ednima esa parte y no se nota mucho.<\/p>\n

Algo que se me hizo evidente fue que los pobladores de la ciudad usaban forzosamente alg\u00fan tipo de calzado pues la roca bas\u00e1ltica es capaz de rasgar f\u00e1cilmente la planta del pie m\u00e1s dura y encallecida pues se trata de una roca que casi es cristal. Tambi\u00e9n hay innumerables navajitas de obsidiana regadas en el suelo y \u00e9stas son capaces de rebanar un dedo. ¿De qu\u00e9 era el calzado? ¿Piel de venado? Lo que se me hace claro es que Cantona era una ciudad donde viv\u00eda la \u00e9lite pues no todos pod\u00edan usar calzado entonces. <\/p>\n

Cantona me ha dejado con un sabor de encontrar algo nuevo. Parado sobre una de las pir\u00e1mides m\u00e1s altas, ve\u00edamos la gran extensi\u00f3n de basalto y yucas, de yucas y pinos, de pinos y basalto. Ah\u00ed, en alg\u00fan lugar, hay m\u00e1s y m\u00e1s pir\u00e1mides, habitaciones, juegos de pelota, plazas ceremoniales. Lo que hemos visto es, dicen, apenas el uno por ciento de la verdadera ciudad: lo dem\u00e1s est\u00e1 por surgir, cuando haya dinero.<\/p><\/div>\n<\/td>\n<\/tr>\n<\/table>\n

Ese mismo d\u00eda lleg\u00e1bamos, tras caminar varios kil\u00f3metros en la planicie de Oriental, a San Miguel Tenextatiloya, el pueblo que todos conoc\u00edan como “San Miguel de las Ollas”, porque la producci\u00f3n m\u00e1s importante es la fabricaci\u00f3n de todo tipo de ollas de barro.<\/p>\n

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CARTA NOVENA<\/b><\/p>\n

Del por qu\u00e9 es mejor viajar a pie<\/b><\/p>\n

Camino por una vereda. Unos delante. Otros, detr\u00e1s. Ha llovido. Suelo barroso, color caf\u00e9 con leche. Bajo la bota se forman planchas de zoquete [barro casi s\u00f3lido mezclado con algunas hierbas] y nuestra estatura aumenta y no podemos caminar bien. Hay que detenerse continuamente a limpiar las suelas, a sacudirse el barro pegado al pantal\u00f3n y a la mochila si uno se cay\u00f3. Resbalones y eso que no es temporada de lluvias. “Por aqu\u00ed pas\u00f3 Cort\u00e9s con su ej\u00e9rcito…. Entonces este camino es muy viejo.” ¿Cu\u00e1nto? Un camino que nos hac\u00eda resbalar, con edad de casi 500 a\u00f1os. “Pero si Cort\u00e9s lo us\u00f3 es porque ya exist\u00eda. No iba a detenerse a abrir un camino en plena sierra y menos en temporada de lluvias”. As\u00ed que ten\u00eda m\u00e1s de esa edad. M\u00e1s de medio milenio. “Si ya exist\u00eda, qu\u00e9 hab\u00eda antes? Claro: Tenextatiloya y, un poco m\u00e1s lejos, Cantona o Caltonac, la ciudad donde todo es roca.” Una ciudad de roca y obsidiana por doquier que no tiene barro… una o m\u00e1s poblaciones que no ten\u00edan la obsidiana necesaria para transformar la naturaleza, pero que ten\u00eda barro. Claro: hab\u00eda comercio.<\/p>\n

“Pero… ¿qu\u00e9 hab\u00eda delante?” Hacia all\u00e1 \u00edbamos, a Zautla, el pueblo de nombre suigestivo que los historiadores consideran como el m\u00e1s septentrional que Cort\u00e9s toc\u00f3 en su marcha hacia la gran Tenochtitlan. Zautla. Al pie de la Sierra Norte de Puebla. La gran sierra. Est\u00e1bamos entrando a un terreno que ya conoc\u00eda: un par de d\u00edas nos dejar\u00edan en el legendario Cuetzalan. Cuetzalan: el coraz\u00f3n de la sierra. Y de ah\u00ed, tantos nombre l\u00edquidos y fluidos: Tlaltepango, donde una organizaci\u00f3n pol\u00edtica mat\u00f3 a un amigo m\u00edo hace cinco a\u00f1os; Ahuacatl\u00e1n, Tepetlacalco, Tlalcocugtla, Coamaxlco… La sierra que tan bien conoc\u00eda a s\u00f3lo “dos tiros de piedra”.<\/p>\n

“Si Cuetzalan esta cerca, pudo tener comercio con Caltonac. O lo que fueran antes. ¿Qu\u00e9 necesita una ciudad para vivir? Piedra… Caltonac lo tiene; la necesaria obsidiana: tambi\u00e9n y en abundancia; ma\u00edz: lo pod\u00edan sembrar; cal para hacer el nixtamal y poder hacer las tortillas. Tienen roca caliza y pod\u00edan tenerla tambi\u00e9n. Pero no ten\u00edan nada con qu\u00e9 hacer ollas.” Eso era un descubrimiento personal. Un gran descubrimiento, a decir verdad. Caltonac o Cantona era una ciudad muerta. Pero deb\u00edo tener vida y para ello necesitaba de varias cosas. “¿Qu\u00e9 m\u00e1s necesitaba? ¿Qu\u00e9 m\u00e1s? Alimentos que podr\u00edan llevar desde las faldas del Nauhcampat\u00e9petl (Cofre de Perote), de Ixhuac\u00e1n, de Tenextatiloya y… de Zautla.” <\/p>\n

La curiosidad por conocer Zautla aument\u00f3 de repente. Hab\u00eda comenzado por preguntarme las dificultades que Cort\u00e9s y su ej\u00e9rcito hab\u00edan tenido en este camino y todo me indicaba que hallar\u00eda respuestas m\u00e1s adelante. Respuestas a preguntas que ya ten\u00eda formuladas y a aquellas que surgir\u00edan despu\u00e9s. <\/p>\n

Hasta San Miguel Tenextatiloya, el pueblo de las ollas y los jarros de barro limpio, llegaron Flor y Juan Carlos. Dos compa\u00f1eros que nos tra\u00edan noticias. Las noticias de tierras lejanas que una vez fueron cercanas y cotidianas. Noticias importantes en lo particular. Una carta de un novio. Saludos de los padres. \u00cdnimos de todos los dem\u00e1s. Ahora camin\u00e1bamos los seis. Seis: una multitud despu\u00e9s de ser cuatro durante varios d\u00edas. M\u00e1s de una semana. Nos dio mucho gusto verlos. Pero sab\u00edamos que ellos ven\u00edan frescos y nosotros no. <\/p>\n

“Mire: todo comienza por ir a ese cerro a traer el barro. Se trae en camioneta o en burro. Se pone a secar y luego se machaca mucho. Se sigue secando. Se pasa por esa red para que s\u00f3lo quede el barro fino. Luego, se le echa agua y se hace una masa con la que se trabaja. Las ollas se ponen a secar unas horas a la sombra y luego por varios d\u00edas hasta que agarren un color amarillo clarito. Pero todav\u00eda es barro crudo. Entonces se mete al horno, a \u00e9se horno que ve. As\u00ed se hace una olla. ¿Cu\u00e1nto tiempo se tarda uno en hacer una olla? Pues desde la recogida del barro hasta que la tenemos, m\u00e1s de una semana y una sola olla de \u00e9stas [toma una de mediano tama\u00f1o] se vende por SEIS pesos. Si hace cuentas, uno vive apenas al d\u00eda.” <\/p><\/div>\n

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CARTA D\u00c9CIMA<\/b><\/p>\n

Zautla: en la entrada de una ca\u00f1ada amplia, extensa. Un r\u00edo lodoso que dejaba su detritus en las riberas. Tierra buena para sembrar. Agua lodosa para beber. Zautla. Una tienda con estantes llenos de mercanc\u00eda inveros\u00edmil: mecapales, cal viva, latas de at\u00fan, ollas, cuerdas, botas… todo destilando tiempo. Uno entraba ah\u00ed y parec\u00eda estar en cualquier lugar de la Ciudad de M\u00e9xico a principios de siglo. Ni siguiera hab\u00eda pl\u00e1stico. <\/p>\n

Pero lo que m\u00e1s llam\u00f3 nuestra atenci\u00f3n fue la iglesia. Bien conservada, ten\u00eda dentro de todo, incluyendo un \u00f3rgano de tubo todo destartalado en el coro. El \u00f3rgano ostentaba a un lado un papel que alguien se hab\u00eda empe\u00f1ado en no dejar caer a base de volverlo a pegar: <\/p>\n

“1907. Por decreto de la Sagrada Congregaci\u00f3n de hitos de fecha 22 de mayo de 1894 est\u00e1 mandado: que cuando se eleva el SANTISIMO Sacramento en la misa bajo una y otra especia los cantores [del coro] deben guardar silencio y adorarlo con los dem\u00e1s.
“El p\u00e1rroco: Jes\u00fas Lumbrera. Firma” <\/p>\n

Pero despu\u00e9s de ver la nave de la iglesia detenidamente guiados por el se\u00f1or Nemesio Hern\u00e1ndez, quien cuidaba de ella, despu\u00e9s de subir al campanario y ver el pueblo lleno de sol, de entrar por uno y otro lado y leer una loseta que ten\u00eda la inscripci\u00f3n de “…. de Mar\u00eda Antonieta Hern\u00e1ndez. 1876”, el se\u00f1or Nemesio sonre\u00eda. Como que quer\u00eda que nos di\u00e9ramos cuenta por nosotros mismos. Pero no lo hicimos y nos la mostr\u00f3: era una peque\u00f1a vitrina con luves de ne\u00f3n verde, blanca y roja. Dentro, varios “milagros”. Y m\u00e1s al frente, a plena vista pero sin que le hubi\u00e9ramos prestado atenci\u00f3n hasta que nos lo indic\u00f3, una peque\u00f1a roca. <\/p>\n

“Es la «Virgen de la Piedrita»”, nos dijo. La vimos. Era una reproducci\u00f3n exacta de la imagen de la Virgen de Guadalupe, pero en peque\u00f1o: aproximadamente 15 cent\u00edmetros de alto. Ah\u00ed estaban las manos, la cara inclinada, todo. <\/p>\n

“La gente dice que la hall\u00f3 en el monte una persona, cerca de Carranza [un pueblo anterior a Zautla, en el que hab\u00edamos pasado la noche], donde hay un nacimiento de agua que da origen a una cascada grande. Nadie se recuerda del nombre de esta persona, pero la ‘Virgen de la piedrita’ estuvo en su casa durante mucho tiempo y finalmente, el se\u00f1or Jerem\u00edas Casta\u00f1eda la don\u00f3 a la iglesia. La metieron en esta vitrina y desde entonces nadie la puede abrir porque es sagrada. Claro: no nos explicaron si los focos de ne\u00f3n se hab\u00edan fundido alguna vez, pero esa era la conveniencia de que la piedrita y su virgen estampada fueran milagrosas.” <\/p>\n

“No tiene qu\u00e9 agradecer. Para eso estamos. Oiga. Si quieren conocer algo m\u00e1s de Zautla, ¿por qu\u00e9 no se dan una vuelta por Tenampulco? Est\u00e1 a tres kil\u00f3metros de aqu\u00ed y apenas el a\u00f1o pasado descubrieron unas pir\u00e1mides. Vinieron arque\u00f3logos de M\u00e9xico y de Puebla. Hicieron sus estudios y quieren trabajar aqu\u00ed porque dien que es importante.” <\/p>\n

Fuimos a Tenampulco. ¿Estas son las pir\u00e1mides? Est\u00e1n muy destruidas. Tres kil\u00f3metros hacia el otro lado de la direcci\u00f3n que deber\u00edamos seguir en nuestra ruta. Y m\u00e1s: se nota que la roca de las pir\u00e1mides la usaron para levantar casas. Pero en el suelo hab\u00eda rastros de hac\u00eda cientos de a\u00f1os: puntas de flecha de obsidiana, tepetates [en M\u00e9xico: los restos de una olla rota] muy viejos, manos de metates, un poco m\u00e1s lejos: pinturas rupestres, generalmente manos rojas de todos tama\u00f1os (las m\u00e1s grandes eran del tama\u00f1o de las m\u00edas; las m\u00e1s peque\u00f1as parec\u00edan las de un ni\u00f1o de cuatro a\u00f1os), pero tambi\u00e9n cinco “personas” y algunas m\u00e1s que parec\u00edan venados. Vestigios del pasado. <\/p>\n

Siempre me he sentido impotente ante las pinturas rupestres. Es una sensaci\u00f3n indescriptible de emoci\u00f3n, pero cuando pretendo saber qu\u00e9 es lo que quer\u00edan decir al pintarlas… No. Y todo comenz\u00f3 por una pregunta: “¿Cu\u00e1ntos a\u00f1os tiene este camino?” Y hemos venido a parar a Tenampulco. Ixtacamaxtitlan, la famosa Ixtacamaxtitlan que he venido so\u00f1ando desde hace meses, est\u00e1 a una jornada de camino. Pero ser\u00e1 una jornada muy larga. El mapa dice que hay 24 kil\u00f3metros en l\u00ednea recta. ¿Cu\u00e1ntos caminaremos en realidad? <\/p>\n

Todo comenz\u00f3 con una pregunta: “T\u00fa dices siempre que viajar a pie es la mejor manera de hacerlo. ¿por qu\u00e9?” Era sencillo descubrirlo una vez que se ha caminado por alg\u00fan tiempo, por algunos kil\u00f3metros: al caminar se tiene tiempo de pensar en lo que se quiera, desde los problemas personales que queremos solucionar hasta el objetivo directo de un viaje. Nos est\u00e1bamos metiendo continuamente en las “Cartas de Relaci\u00f3n” de Cort\u00e9s, en la “Historia” de Bernal. Est\u00e1bamos pensando constantemente en la ruta. ¿Por d\u00f3nde se fue? Si m\u00e1s adelante tuvieron la primer pelea con los tlaxcaltecas, por aqu\u00ed debieron tener m\u00e1s que miedo… <\/p>\n

Si: era mejor viajar a pie. La mejor manera de viajar.<\/p><\/div>\n

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CARTA UND\u00cdCIMA<\/b><\/p>\n

La muralla extraviada<\/b><\/p>\n

La ca\u00f1ada es amplia, casi un valle. Hacia el fondo, los cerros se levantan como fortalezas. Pero lo que llevamos caminado ahora es plano. “Plano. Ja. Es un decir”. Un decir porque si bien entre un punto y otro del recorrido apenas tomar\u00edamos 80 metros de desnivel, el camino iba culebreando entre los cerros: arriba, abajo, arriba y nuevamente abajo. <\/p>\n

Ixtacamaxtitl\u00e1n. La famosa Ixtacamaxtitl\u00e1n que signific\u00f3 para los espa\u00f1oles el fin del avance pac\u00edfico y el principio de las batallas: tras aquellos cerros estaba Tlaxcala, la naci\u00f3n de hombres que sin m\u00e1s se lanzaron contra aquellos “teules” sin considerarlos sino hombres, pese a sus caballos y perros. “La frontera de Tlaxcala.” (ver ap\u00e9ndice documental)<\/p>\n

De repente me doy cuenta que voy caminando r\u00e1pido. Muy r\u00e1pido. “¿Me est\u00e1n aguantando el paso los dem\u00e1s?” Volteo y no veo a nadie. Sigo. Pronto aparecer\u00e1n. Y pasadas dos horas de ese paso muy r\u00e1pido en el que s\u00f3lo me deten\u00eda a saludar o a fotografiar algo importante, me detuve. Pas\u00f3 casi una hora para que aparecieran Berna y Nacho. Los dem\u00e1s, llegar\u00edan m\u00e1s de una hora despu\u00e9s. <\/p>\n

Ixtacamaxtitl\u00e1n. El edificio de la presidencia municipal tiene dos murales. En el primero est\u00e1n Cort\u00e9s, la Malinche y un sacerdote franciscano. Con el cerro “Colhua” (nombre significativo y revelador para nosotros) de fondo, el fraile bautizaba a los indios. Cierto: por aqu\u00ed hab\u00eda pasado Cort\u00e9s. Comenzaba de nuevo la “leyenda cortesiana”. ¿Nos hablar\u00edan de “Casa de Cort\u00e9s” o de algo similar? Pero no nos hablaron de nada. El pueblo es peque\u00f1o y no llegan a 500 los habitantes. Si vimos algo de animaci\u00f3n fue porque estuvimos ah\u00ed el domingo, d\u00eda de mercado. Un mercado con catorce puestos donde vend\u00edan los comerciantes lo mismo que en las tiendas de las que eran propietarios. Vend\u00edan la misma mercanc\u00eda, los mismos vendedores, a los mismos compradores, con los mismos precios. Curiosa manera de sostener la tradici\u00f3n de mercado dominical. Menos de 40 personas se reun\u00edan a la vez en el jardincito. Porque el jard\u00edn estaba muy bien arreglado. <\/p>\n

Al salir de Tenampulco, sab\u00edamos que la jornada ser\u00eda larga. La distancia entre Tenampulco e Ixtacamaxtitl\u00e1n era de 24 kil\u00f3metros en l\u00ednea recta. Cuando llegamos a San Francisco (finalmente opt\u00e9 por llamarlo as\u00ed porque la lengua se me atoraba con el Ixtacamaxtitl\u00e1n) hab\u00edamos caminado alrededor de 42 kil\u00f3metros. Un marat\u00f3n con mochila a la espalda. <\/p>\n

“¿Qu\u00e9 hay que ver en Ixtacamaxtitl\u00e1n?” “¿Ver? ¡Nada! Este es un pueblo peque\u00f1o. S\u00f3lo el museo, a dos cuadras de aqu\u00ed y la «piedra de los sacrificios», en el parque. No hay nada que ver.” La famosa “piedra de los sacrificios” estaba en el parque. Se trataba de una roca enorme en la cual los antiguos habitantes de Ixtacamaxtitl\u00e1n hab\u00edan modelado una cabeza de serpiente. Era m\u00e1s que obvio que no se trataba de una piedra para sacrificios. Pero la gente del pueblo as\u00ed la conoce. El museo estaba en una de las iglesias. Una sola nave que exhib\u00eda cer\u00e1mica del postcl\u00e1sico, salvo una figura de piedra del precl\u00e1sico “por su excepcionalidad”. <\/p>\n

“El pueblo es casi inexistente. Se yerguen solas las iglesias, las ruinas, los edificios. La gente pasa como sombra. La vida existe, sin embargo; comienza por las ma\u00f1anas con los cantos de los gallos y las aves que pernoctan en tantos y tantos \u00e1rboles como hay en el parque. Poco despu\u00e9s se oyen ruidos humanos: pasos por la calle, saludos solitarios. Luego, el paso de los ni\u00f1os hacia la escuela. M\u00e1s tarde, el trabajo en las carpinter\u00edas con sierras el\u00e9ctricas en donde se hacen masivamente muebles r\u00fasticos, con sillas de respaldos altos, muy altos. Luego, el silencio del d\u00eda. La vida se reduce a las compras, a las ventas, a la casa. Por la tarde, los juegos de basquetbol en la cancha del parque. Y por la madrugada, el ruido amortiguado de la casa donde el panadero hace su mejor trabajo para tener la mercanc\u00eda lista por la ma\u00f1ana, poco despu\u00e9s que canten los gallos. <\/p>\n

A pocos kil\u00f3metros, la capilla de San Francisquito. “Le nombramos as\u00ed porque es un San Francisco chiquito”. Toda de cantera, sobre un cerro que dominaba el paisaje del valle. Desde ah\u00ed (y m\u00e1s tarde desde el mismo pueblo) vimos algo que nos hizo releer las Cartas de Relaci\u00f3n de Cort\u00e9s: sobre uno de los grandes cerros llamados en conjunto “Colhua”, se perfilaba una pir\u00e1mide, en lo alto, dominando todo.<\/p>\n

Y si hab\u00eda cinco o seis mil habitantes… ¿c\u00f3mo ser\u00eda ahora? El se\u00f1or Fernando Hern\u00e1ndez me lo dijo: “All\u00e1 arriba viven no m\u00e1s de 90 personas. Yo he trabajado varios a\u00f1os con el INEGI [Instituto Nacional de Geograf\u00eda y Estad\u00edstica] y he levantado censos”. Era la persona ideal. Sab\u00eda leer un mapa topogr\u00e1fico, conoc\u00eda la regi\u00f3n y sab\u00eda la historia de todo el pueblo. Hab\u00eda viajado. “No viven m\u00e1s porque no hay agua. Se la han pasado siempre con el agua de lluvia. Hicieron una como poza de roca donde la guardaban” y mi mente vol\u00f3… ¿ser\u00eda prehisp\u00e1nica? De todos modos, la pir\u00e1mide, que la gente llama “tetele” no ten\u00eda gran cosa: hab\u00eda sido saqueada. <\/p>\n

“¿Conoce d\u00f3nde hay una muralla de lado a lado del valle?” ¿Muralla? No sab\u00eda nada de eso. “E a la salida del dicho valle fall\u00e9 una gran cerca de piedra seca, tan alta como estado y medio, que atravesaba todo el valle de la una sierra a la otra, y tan ancha como veinte pies, y por toda ella un pretil de pie y medio de ancho, para pelear desde encima…” Pero si la muralla era la frontera con Tlaxcala. La antigua frontera. ¿D\u00f3nde estar\u00eda? Su presencia nos dir\u00eda hacia d\u00f3nde seguir. “No. No conozco nada de eso. Ni siquiera sus restos.” La \u00fanica persona con experiencia en una gran extensi\u00f3n de la zona… y no la conoc\u00eda. (ver ap\u00e9ndice documental)<\/p>\n

“Estoy un poco confundido. Por primera vez en toda la ruta, no s\u00e9 hacia d\u00f3nde ir. El itinerario de Harry Moller [aparecido en la revista M\u00e9xico Desconocido, 1977] no me es l\u00f3gico si pienso como Cort\u00e9s, con todo un ej\u00e9rcito tras \u00e9l. Debemos encontrar la muralla para seguir por la ruta o pensar como lo hubiera hecho Cort\u00e9s para averiguarlo. Sin embargo, siempre preferir\u00eda la primera opci\u00f3n.” <\/p>\n

Cuando abandonamos Ixtacamaxtitl\u00e1n \u00e9ramos tres. Tazzer hab\u00eda ido a la Ciudad de M\u00e9xico para ver a su odont\u00f3logo porque no pod\u00eda comer con tranquilidad a causa de un fuerte dolor de muelas y no se pod\u00eda pasar el tiempo tomando antihistam\u00ednicos. Tres de veinte que hab\u00edamos comenzado. Tres que caminamos por lo que parec\u00eda el camino l\u00f3gico. “Con cientos de indios, un pu\u00f1ado de espa\u00f1oles, ca\u00f1ones, polvora y sabiendo que posiblemente adelante encontrar\u00edan problemas, no se meter\u00edan por un lugar donde los pudieran emboscar.” Y la ca\u00f1ada de Xaleneque fue el camino elegido. <\/p>\n

Al atardecer est\u00e1bamos en un caser\u00edo. “La Cumbre”. (¿Cu\u00e1ntas “Cumbres” hay en M\u00e9xico?) Detr\u00e1s nuestro quedaba la Sierra Norte de Puebla. Frente a nosotros, empa\u00f1ado por la semioscuridad del crep\u00fasculo, estaba Tlaxcala. La gran Tlaxcala. La naci\u00f3n que se enfrent\u00f3 a los “dioses” sin pensar si eran dioses u hombres. La primer naci\u00f3n india que se enfrentaba valientemente a la penetraci\u00f3n al continente de la civilizaci\u00f3n europea. La incomprendida Tlaxcala. All\u00ed: delante y debajo nuestro, como vista desde lo alto de una monta\u00f1a.<\/p>\n\n\n
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…Iztacmatit\u00e1n. El se\u00f1or\u00edo deste ser\u00e1n tres o cuatro leguas de poblaci\u00f3n, sin salir casa de casa, por lo llano del valle, ribera de un r\u00edo peque\u00f1o que va por \u00e9l; y en un cerro muy alto est\u00e1 la casa del se\u00f1or, con la mejor fortaleza que hay en la mitad de Espa\u00f1a, y mejor cercada de muro y barbacana y cavas; y en lo alto de este cerro tern\u00e1 una poblaci\u00f3n de hasta cinco o seis mil vecinos de muy buenas casas, y gente algo m\u00e1s rica que no la del valle abajo. <\/i><\/p>\n

Segunda Carta de Relaci\u00f3n<\/b><\/td>\n<\/tr>\n<\/table>\n

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CARTA DUOD\u00cdCIMA<\/b><\/p>\n

La ciudad de los rebeldes y la gran Tenochtitlan<\/b><\/p>\n

Tlaxcala, pese a toda su historia y lo importante que fue para la historia de M\u00e9xico, no represent\u00f3 para nosotros sino carreteras y campos de cultivo. Todo plano. La ciudad de Tlaxcala comenz\u00f3 a introducirnos en la civilizaci\u00f3n, en las urbes. Despu\u00e9s de no haber tocado ciudades durante semanas, comenz\u00e1bamos con la peque\u00f1a Tlaxcala y comenz\u00e1bamos a presentir que ser\u00eda bastante dif\u00edcil el retorno a la vida de siempre.<\/p>\n

Caminamos hacia arriba, hacia arriba. Todo lo que sea necesario hasta llegar a «Paso de Cort\u00e9s», entre los volcanes Iztacc\u00edhuatl [en n\u00e1huatl, la mujer de blanco] y el Popocat\u00e9petl [id, monta\u00f1a que humea], a menos de cuatro mil metros de altitud y, sin embargo, el punto m\u00e1s alto que alcanzara Cort\u00e9s en su marcha de aproximaci\u00f3n a Tenochtitlan. Caminamos. Hacia el atardecer nos hemos dispersado a lo largo del camino. Sabemos que estamos cerca aunque no nos veamos. Extra\u00f1a sensaci\u00f3n y seguridad. Saber que estamos. Despu\u00e9s de todo, hemos estado durante semanas.<\/i><\/p>\n

Tlaxcala represent\u00f3 tambi\u00e9n una postura. En el palacio de gobierno, viendo los excelentes murales, alcanzamos a distinguir al autor. <\/p>\n

\u2014Disculpe. Alcanc\u00e9 a escuchar sin querer algo de lo que platicaba. ¿Es usted el artista que realiz\u00f3 estos murales?<\/p>\n

\u2014S\u00ed.<\/p>\n

Una hora y media de pl\u00e1tica con Desiderio Hern\u00e1ndez Xochitiotzin nos hab\u00eda llevado por caminos insospechados: descubrimos a una Tlaxcala vista por un tlaxcalte\u00f1o que conoce su historia y que, adem\u00e1s, se ha dedicado al arte, aunque como de costumbre, le paguen poco. “Pero no les puedo exigir que me paguen m\u00e1s. Ellos no saben de arte, s\u00f3lo son pol\u00edticos. ¿Qu\u00e9 van a saberlo?”<\/p>\n

En una curva del camino, veo hacia lo alto: unas torres de transmisi\u00f3n. “Altzomohni”, me digo y pienso: “Ya llegamos”. Sigo caminando. Un rato despu\u00e9s, caigo en la cuenta de que no son las torres de transmisi\u00f3n que yo pensaba. “Pero si no son… Entonces deben ser las del Cerro Tlamacas”. Entonces estamos m\u00e1s cerca. Pero antes de que las vieran mis compa\u00f1eros, las nubes cubrieron al volc\u00e1n. Comenz\u00f3 a oscurecer. “Tenemos que encontrar un lugar donde dormir porque va a llover”.<\/i><\/p>\n

Sobre una pared del exconvento de San Francisco hay una inscripci\u00f3n: <\/p>\n

En esta fuente recibieron la fe cat\u00f3lica los cuatro senadores de la antigua rep\u00fablica de Tlaxcala. El acto religioso tuvo lugar el a\u00f1o de 1520, siendo ministro Dn. Juan D\u00edaz, capell\u00e1n del ej\u00e9rcito conquistador, y padrinos Dn. Hernando Cort\u00e9s y sus distinguidos oficiales Dn. Pedro de Alvarado, Dn. Andr\u00e9s de Tapia, Dn. Gonzalo de Sandoval y Dn. Crist\u00f3bal de Olid. A Maxixcatzin se le dio el nombre de Lorenzo, a Xicot\u00e9ncatl de Vicente, a Tlahuexolotzin el de Gonzalo y a Zitlalpopocatl el de Bartolom\u00e9.<\/i> <\/p>\n

Debajo est\u00e1 la “fuente”: una pila bautismal de casi metro y medio de di\u00e1metro de cantera s\u00f3lida. Me pregunt\u00e9 si los espa\u00f1oles hab\u00edan distraido su atenci\u00f3n de la conquista de M\u00e9xico para hacer una pila de bautismo de semejantes proporciones.<\/p>\n

La lluvia lleg\u00f3 poco despu\u00e9s de las once y que no parar\u00eda en toda la noche. Nacho amaneci\u00f3 completamente mojado: su bolsa de dormir, las piernas empapadas, levantado desde que comenz\u00f3 a clarear. ‘Faltan como 20 kil\u00f3metros hasta Paso de Cort\u00e9s y luego la bajada a Amecameca… ¡V\u00e1monos!’ Pero lo tomamos todo con calma. En realidad, est\u00e1bamos m\u00e1s cerca de lo que Nacho pensaba. En hora y media, a trav\u00e9s de las veredas que de noche no se pod\u00edan ver y que eran m\u00e1s cortas que los grandes caminos, llegamos a Paso de Cort\u00e9s.<\/i> <\/p>\n

Cholula, la gran Cholula, la de la matanza en el siglo XVI, la de 177 iglesias para visitar, la ciudad religiosa desde siempre, fue un paso m\u00e1s cercano a la gran ciudad. Tras los volcanes (que no ve\u00edamos) estaba la Ciudad de M\u00e9xico. Llegando a Paso de Cort\u00e9s, estar\u00edamos en casa: de aquel lado de los volcanes, conoc\u00edamos las veredas, pod\u00edamos tomar cualquier camino. Pero ten\u00edamos que ver la gran pir\u00e1mide, la m\u00e1s grande del mundo antiguo, con sus t\u00faneles, con ese peque\u00f1o pedazo de pir\u00e1mide restaurada, uno se pregunta sobre la divinidad, sobre dios. Un dios que no es precisamente el que est\u00e1 sobre la capilla de la cumbre. La capilla… Era tan silenciosa, tan tranquila, que Nacho y yo nos quedamos dormidos por quince minutos. Nos despert\u00f3 el batir de alas de unos pajarillos que entraron. Era m\u00e1s que tranquilo.<\/p>\n

Paso de Cort\u00e9s ser\u00eda nuestra cumbre. La sent\u00edamos as\u00ed porque s\u00f3lo faltaba bajar para estar en Ameca, en el tr\u00e1fago de vida citadina, aunque \u00e9sta estuviese todav\u00eda lejos.Era la Cumbre. La cumbre de nosotros tres. Nos abrazamos. Nos dio mucho gusto estar con nosotros mismos. Yo no record\u00e9 a nadie m\u00e1s. Est\u00e1bamos ah\u00ed y simplemente me sent\u00ed bien. A cinco kil\u00f3metros de distancia, el Popocat\u00e9petl estaba grabado en el bajorelieve del cielo azul y despejado. El Popocat\u00e9petl con su gran fumarola de humo blanco saliendo hacia oriente, hacia la gran ciudad de Puebla de los Angeles. “¿La ver\u00edan as\u00ed Cort\u00e9s y su ej\u00e9rcito cuando pasaron por aqu\u00ed?” El Gran Popocat\u00e9petl. La lluvia de toda la noche hab\u00eda sido nevada de toda la noche en las alturas y lo que ve\u00edamos era una gran monta\u00f1a nevada. Nieve. (ver ap\u00e9ndice documental)<\/p>\n

El siglo pasado, pensaron que el Popo era una gran monta\u00f1a de azufre recubierta de ceniza, la quisieron vender a un extranjero, por la noche llegaban los ‘hieleros’ a su manto nevado y bajaban grandes trozos de hielo para que al mediod\u00eda estuvieran listas las nieves de sabor en la Ciudad de M\u00e9xico. Y luego, este siglo, la gran erupci\u00f3n provocada por el hombre. Durante varios d\u00edas, estuvieron atrapados en el fondo del cr\u00e1ter varios hombres. S\u00f3lo uno vivi\u00f3: el que cont\u00f3 todo. <\/p>\n

El Popocat\u00e9petl. Tambi\u00e9n hab\u00eda sido mi gran ambici\u00f3n de adolescente hasta que sub\u00ed a su cumbre. Y a\u00f1os despu\u00e9s… el eclipse total de sol.<\/p>\n

Desde que la sombra inund\u00f3 la ciudad de M\u00e9xico y en ella se encendieron las luces de las calles, pasaron dos minutos antes de que nos tocara la noche de casi siete minutos. Hay nubes por todos lados pero siempre por debajo nuestro, nunca por encima. Todo es impresionante y poco com\u00fan: el valle de M\u00e9xico sumergido en la oscuridad mientras el de Puebla goza de un crep\u00fasculo a mediod\u00eda… las nubes que rodean la Iztacc\u00edhuatl se iluminan desde dentro con sendos rel\u00e1mpagos… a lo lejos, el Pico de Orizaba completamente blanco, lleno de luz. <\/i><\/p>\n

Estamos sobre diamantes… bajo estrellas… <\/i><\/p>\n

Dentro de una tienda de campa\u00f1a hay cinco monitores y sus respectivas videocaseteras, todo conectado a un telescopio instalado tres metros m\u00e1s all\u00e1, apuntando al sol, a la luna… Y nosotros estamos pose\u00eddos de una alegr\u00eda excepcional. Durante doce d\u00edas, los expedicionarios hab\u00edamos subido hasta el borde del cr\u00e1ter casi 800 kilogramos de equipo, incluyendo el cient\u00edfico. Doce d\u00edas de estar subiendo y bajando enmedio de tormentas de nieve o de agua helada. ¡Doce d\u00edas! Demasiado tiempo para cualquiera. Casi nos hab\u00edamos hecho a la idea de ser testigos de un hecho natural irrepetible en nuestras vidas como simples moradores de sombras densas y blancas. Quiz\u00e1 dentro de otra tormenta m\u00e1s. <\/i><\/p>\n

Pero el Popocat\u00e9petl nos hab\u00eda de dar una sorpresa: de noche se sacudi\u00f3 las nubes y hasta las fumarolas que sal\u00edan del cr\u00e1ter cesaron. Simplemente incre\u00edble. Desde que se produjo el “primer contacto” hasta la etapa de totalidad, aproximadamente una hora y media, la temperatura ha bajado 22 grados C. Uno de los japoneses no cesa de decir que es un verdadero milagro. Cada uno de los monta\u00f1istas de la UNAM y de los soldados que participan en todo esto, tambi\u00e9n tienen, como yo, l\u00e1grimas en los ojos. Milagro o no, nuevamente la naturaleza nos sorprende, ahora en el punto m\u00e1s alto posible. El telescopio funciona y el experimento planeado hace tres a\u00f1os se est\u00e1 realizando… La expedici\u00f3n cient\u00edfica m\u00e1s numerosa (m\u00e1s de 50 personas) y ambiciosa en toda la historia del Popocat\u00e9petl lograba su prop\u00f3sito… (1991) <\/i> <\/p>\n

Y bajamos… bajamos… En el camino surgieron cantos. Cantos del retorno porque ya est\u00e1bamos en un terreno que nos era familiar. Pronto llegar\u00edamos a la ciudad pero aunque nos faltara todav\u00eda para eso, lo que restaba tambi\u00e9n significaba carretera y casas. Nada qu\u00e9 decir. Hab\u00edamos entrado a lo que anta\u00f1o fuera la gran Tenochtitlan.<\/div>\n

<\/div>\n

<\/p>\n

\n

ANEXO DOCUMENTAL I<\/b><\/p>\n

\n
\n

La Ruta de Cort\u00e9s es una l\u00ednea bastante compleja de delinear por la escasez de datos que hay sobre ella. Mucha gente la ha recorrido, pero todos tienen puntos de diferencia. Este anexo presenta los puntos clave de la ruta desde la Villa Rica hasta Iztacamaxtitl\u00e1n. El resto es muy dif\u00edcil interpretarlo en base a las correr\u00edas guerreras que se tuvieron entonces y sin direcciones espec\u00edficas.<\/i><\/p><\/blockquote>\n<\/blockquote>\n

Villa Rica de la Vera Cruz<\/b><\/p>\n

…en aquellos arenales donde est\u00e1bamos hab\u00eda siempre muchos mosquitos, as\u00ed de los zancudos como de los chicos, que llaman xexenes… y como Cort\u00e9s as\u00ed vido la cosa y voluntades, mand\u00f3 que nos fu\u00e9semos al pueblo que hab\u00eda visto Montejo y el piloto Alaminos, que estaba en fortaleza, que se dice Quiauiztlan… <\/p>\n

Bernal, p. 70<\/div>\n

Quiahuiztl\u00e1n<\/b><\/p>\n

Despu\u00e9s que hubimos hecho liga y amistad con m\u00e1s de treinta pueblos de las sierras, que se dec\u00edan los totonaques, que entonces se rebelaron al gran Montezuma y dieron la obediencia a Su Majestad, y se profirieron de nos servir, con aquella ayuda tan presta acordamos de fundar la Villa Rica de la Vera Cruz, en unos llanos, media legua del pueblo, que estaba como en fortaleza que se dice Quiauiztlan…<\/p>\n

Bernal, p. 81<\/div>\n

Cempoala<\/b><\/p>\n

\n …y de esta manera caminamos hasta que llegamos una legua del pueblo, y ya que est\u00e1bamos cerca de \u00e9l salieron veinte indios principales a recibirnos de parte del cacique… y ya que \u00edbamos entrando entre las casas, de que vimos tan grande pueblo, y no hab\u00edamos visto otro mayor, nos admiramos mucho de ello, y c\u00f3mo estaba tan vicioso y hecho un vergel, y tan poblado de hombres y mujeres, las calles llenas, que nos sal\u00edan a ver, d\u00e1bamos muchos loores a Dios que tales tierras hab\u00edamos descubierto. Y nuestros corredores del campo, que iban a caballo, parece ser que llegaron a la gran plaza y patios donde estaban los aposentos, y de pocos d\u00edas, seg\u00fan pareci\u00f3, ten\u00edanlos muy encalados y relucientes, que lo saben muy bien hacer, y pareci\u00f3 al uno de los de [a] caballo que era aquello blanco que reluc\u00eda plata, y vuelve a rienda suelta a decir a Cort\u00e9s c\u00f3mo tienen las paredes de plata, y do\u00f1a Marina y Aguilar dijeron que ser\u00eda yeso o cal, y tuvimos que re\u00edr de su plata y frenes\u00ed que siempre despu\u00e9s le dec\u00edamos que todo lo blanco le parec\u00eda plata.<\/p>\n

Bernal, p. 76<\/div>\n

\n Rumbo a Tenochtitlan<\/b><\/p>\n

…y a otro d\u00eda caminamos la tierra adentro hacia el poniente, y dejamos la costa, y no sab\u00edamos el camino…<\/p>\n

Bernal, p. 75<\/div>\n

…me part\u00ed de la ciudad de Cempoal, que yo intitul\u00e9 Sevilla…<\/p>\n

Cort\u00e9s, p. 34<\/div>\n

Y partimos de Cempoal mediado el mes de agosto de mil quinientos diez y nueve a\u00f1os…<\/p>\n

Bernal, p. 102<\/div>\n

\n Xicoximalco<\/b><\/p>\n

\n Yo fui, muy poderoso se\u00f1or, por la tierra y se\u00f1or\u00edo de Cempoal tres jornadas, donde de todos los naturales fui bien recibido y hospedado. Y a la cuarta jornada entr\u00e9 a una provincia que se llama Sienchimalen [Xicoximalco el Viejo], en que hay en ella una villa muy fuerte y puesta en recio lugar., porque est\u00e1 en una ladera de una sierra muy agra y para la entrada no hay sino un paso de escalera, que es imposible pasar sino gente de pie y aun con harta dificultad si los naturales quieren defender el paso; y en los llanos hay muchas alquer\u00edas de a quinientos y a trescientos y a doscientos labradores, que ser\u00e1n por todos como hasta cinco o seis mil hombres de guerra; y esto es del se\u00f1or\u00eda de Motuczuma… (Cort\u00e9s, p. 37) <\/p>\n

Y la primera jornada fuimos a un pueblo que se llama Xalapa, y desde all\u00ed a Socochima [el Sienchimalen de Cort\u00e9s en la segunda carta, era el antiguo Xicoximalco]…<\/p>\n

Bernal, p. 102<\/div>\n

\n Sierra Nevada<\/b><\/p>\n

A m\u00e1s va una gran cordillera de sierras muy hermosas y algunas de ellas son en gran manera muy altas, entre las cuales hay una que excede en mucha altura a todas las otras, y de ella se ve y descubre gran parte de la mar y de la tierra, y es tan alta, que si el d\u00eda no es bien claro no se puede divisar ni ver lo alto de ella, porque de la mitad arriba est\u00e1 todo cubierto de nubes, y algunas veces, cuando hace mucho claro d\u00eda, se ve por encima de las dichas nubes lo alto della, y es tan alto que lo juzgamos por nieve, y aun los naturales de la tierra nos dicen que es nieve…<\/p>\n

Cort\u00e9s, Primera carta, p. 29<\/div>\n

Y desde Socochima [Xicoximalco] pasamos unas altas sierras y puerto y llegamos a otro pueblo que se dice Tejutla… Y desde aquel pueblo acabamos de subir todas las sierras y entramos en despoblado, donde hac\u00eda muy gran fr\u00edo, y graniz\u00f3 y llovi\u00f3. Aquella noche tuvimos falta de comida, y ven\u00eda un viento de la sierra nevada, que estaba a un lado, que nos hac\u00eda temblar de fr\u00edo, porque como hab\u00edamos venido de la isla de Cuba y de la Villa Rica, y toda aquella costa es muy calurosa, y entramos en tierra fr\u00eda, y no ten\u00edamos con qu\u00e9 nos abrigar sino con nuestras armas, sent\u00edamos las heladas, como \u00e9ramos acostumbrados a diferente temple.<\/p>\n

Bernal, p. 102<\/div>\n<\/div>\n

<\/p>\n

ANEXO DOCUMENTAL II<\/b><\/p>\n

\n

Puerto de Nombre de Dios<\/b><\/p>\n

…pas\u00e9 un puerto que est\u00e1 al fin de esta provincia, que pusimos nombre el puerto del Nombre de Dios por ser el primero que en estas tierras hab\u00edamos pasado. El cual es tan agro y alto que no lo hay en Espa\u00f1a otro tan dificultoso de pasar… y a la bajada de dicho puerto est\u00e1n otras alquer\u00edas de una villa y fortaleza que se dice Ceyconacan… Desde aqu\u00ed anduve tres jornadas de despoblado y tierra inhabitable a causa de su esterilidad y falta de agua y muy gran frialdad que en ella hay, donde Dios sabe cu\u00e1nto trabajo la gente padeci\u00f3 de sed y de hambre, en especial de un turbi\u00f3n de piedra y agua que nos tom\u00f3 en el dicho despoblado, de que pens\u00e9 que pereciera mucha gente de fr\u00edo. E as\u00ed murieron ciertos indios de la isla Fernandina que iban mal arropados.<\/p>\n

Cort\u00e9s, p. 37-38<\/div>\n

Cantona<\/b><\/p>\n

…y este valle se llama Caltanmi… [¿Cantona?]…<\/p>\n

Cort\u00e9s, p. 38<\/div>\n

Entrada a Zautla<\/b><\/p>\n

\n Y desde all\u00ed pasamos a otro puerto, donde hallamos unas caser\u00edas y grandes adoratorios de \u00eddolos… y ten\u00edan grandes rimeros de le\u00f1a para el servicio de los \u00eddolos que estaban en aquellos adoratorios. Y tampoco tuvimos qu\u00e9 comer, y hac\u00eda recio fr\u00edo.<\/p>\n

Bernal, p. 102<\/div>\n

E a cabo de estas tres jornadas pasamos cierto puerto, aunque no tan agro como el primero, y en lo alto de \u00e9l estaba una torre peque\u00f1a, casi como humilladero, en donde en donde ten\u00edan ciertos \u00eddolos y al derredor de la torre m\u00e1s de mil carretadas de le\u00f1a cortada muy compuesta, a cuyo respeto le pusimos el puerto de la Le\u00f1a…<\/p>\n

Cort\u00e9s, p. 38<\/div>\n

Y desde all\u00ed entramos a un pueblo que se dice Zocotl\u00e1n [Tzaoctlan, que es ahora Zautla]… Y siempre camin\u00e1bamos muy apercibidos y con gran concierto porque ve\u00edamos que ya era de otra manera la tierra.<\/p>\n

Bernal, p. 102<\/div>\n

Iztacamaxtitl\u00e1n<\/b><\/p>\n

Y desde que vimos blanquear azoteas y las casas del cacique y los c\u00faes<\/i> y adoratorios, que eran muy altos y encalados, parec\u00edan muy bien, como algunos pueblos de nuestra Espa\u00f1a; y pus\u00edmosle nombre Castil-blanco [Iztacamaxtitl\u00e1n], porque dijeron algunos soldados portugueses que parec\u00eda a una villa de Castil-blanco, de Portugal, y as\u00ed se llama ahora.<\/p>\n

Bernal, p. 103<\/div>\n

El se\u00f1or\u00edo de este ser\u00e1 de tres o cuatro leguas de poblaci\u00f3n, sin salir casa de casa, por lo llano del valle, ribera de un r\u00edo peque\u00f1o que va por \u00e9l, y en un cerro muy alto est\u00e1 la casa del se\u00f1or, con la mejor fortaleza que hay en la mitad de Espa\u00f1a y mejor cerrada de muro y barbacana y cavas; y en lo alto de este cerro tern\u00e9 una poblaci\u00f3n de hasta cinco o seis mil vecinos, de muy buenas casas, y gente algo m\u00e1s rica que no la del valle abajo…<\/p>\n

Cort\u00e9s, p. 38<\/div>\n

La muralla perdida<\/b><\/p>\n

\n Y de esta manera caminamos obra de dos leguas, y hallamos una fuerza bien fuerte, hecha de calicanto y de otro bet\u00fan tan recio que con picos de hierro era mala deshacer, y hecha de tal manera, que para defensa y ofensa era harto recia de tomar. Y par\u00e1monos a mirar en ella y pregunt\u00f3 Cort\u00e9s a los indios de Zocotlan que a qu\u00e9 fin ten\u00edan aquella fuerza hecha de aquella manera. Y dijeron que comno entre su se\u00f1or Montezuma y los de Tlaxcala ten\u00edan guerras a la continua, que los tlaxcaltecas, para defender sus pueblos, la hab\u00edan hecho tan fuerte, porque ya aqu\u00e9lla era su tierra.<\/p>\n

Bernal, p. 106-107<\/div>\n

Tlaxcala<\/b><\/p>\n

\n Y los dos mensajeros fueron al real de Xicotenga, que estaba de all\u00ed obra de dos leguas, en unos pueblos y casas que me parece que se llaman Tecuacinpacingo, y como les dieron la carta y dijeron nuestra embajada, la respuesta que les dio Xicotenga [el joven] [fue] que fu\u00e9semos a su pueblo, adonde est\u00e1 su padre, y que all\u00e1 har\u00e1n las paces con hartarse de nuestras carnes y honrar sus dioses con nuestros corazones y sangre, y que para otro d\u00eda de ma\u00f1ana ver\u00edamos su respuesta. Y de que Cort\u00e9s y todos nosotros o\u00edmos aquellas soberbias palabras, como est\u00e1bamos hostigados de las pasadas batallas y reencuentros, verdaderamente no lo tuvimos por bueno.<\/p>\n

Bernal, p. 1<\/div>\n

…y como el Xicotenga era de mala condici\u00f3n, y porfiado y soberbio, acord\u00f3 de nos enviar cuarenta indios con comida de gallinas y pan y fruta y cuatro mujeres, indias viejas y de ruin manera, y mucho copal y plumas de papagayos, y los indios que lo tra\u00edan al parecer cre\u00edamos que ven\u00edan de paz, y llegados a nuestro real, sahumaron a Cort\u00e9s, y sin hacer acato, como suelen entre ellos, dijeron: “Esto os env\u00eda el capit\u00e1n Xicotenga que com\u00e1is si sois teules bravos, como dicen los de Cempoal, y quer\u00e9is sacrificios, tomad esas cuatro mujeres que sacrifiqu\u00e9is y pod\u00e1is comer de sus carnes y corazones, y porque no sabemos de qu\u00e9 manera lo hac\u00e9is, por eso no las hemos sacrificado ahora delante de vosotros, si sois hombres, comed de esas gallinas y pan y fruta, y si sois teules mansos, ah\u00ed os traemos copal… y plumas de papagayos; haced vuestro sacrificio con ellos.”<\/p>\n

Bernal, p. 122<\/div>\n

Y dijo el Xicotenga que \u00e9l ven\u00eda de parte de su padre y de Maseescaci y de todos los caciques y rep\u00fablica de Tlaxcala a rogarle que les admitiese a nuestra amistad…<\/p>\n

Bernal, p. 123<\/div>\n

…y por su ruego me vine a la ciudad, que est\u00e1 seis leguas del aposento y real que yo ten\u00eda. La ciudad es tan grande y de tanta admiraci\u00f3n, que aunque mucho de lo que della pod\u00eda decir deje, lo poco que dir\u00e9 creo que es casi incre\u00edble, porque es muy mayor que Granada y muy m\u00e1s fuerte, y de tan buenos edificios y de muy mucha m\u00e1s gente que Granada ten\u00eda al tiempo que se gan\u00f3…<\/p>\n

Cort\u00e9s, p. 44-45<\/div>\n<\/div>\n

<\/p>\n

ANEXO DOCUMENTAL III<\/b><\/p>\n

\n

Ascenso al Popocat\u00e9petl<\/b><\/p>\n

\n Que a ocho leguas de esta ciudad de Churultecal est\u00e1n dos sierras muy altas y muy maravillosas, porque a fin de agosto tienen tanta nieve que otra cosa de lo alto de ellas sino la nieve se parece; y de la una, que es la m\u00e1s alta, sale muchas veces, as\u00ed de d\u00eda como de noche, tan grande bulto de humo como una gran casa y sube encima de la sierra hasta las nubes, tan derecho como una vira; que seg\u00fan parece es tanta la fuerza con que sale que aunque arriba en la sierra anda siempre muy recio viento, no lo puede torcer; y porque yo siempre he deseado de todas las cosas de esta tierra poder hacer a vuestra alteza muy particular relaci\u00f3n, quise d\u00e9sta, que me pareci\u00f3 algo maravillosa, saber el secreto, y envi\u00e9 a diez de mis compa\u00f1eros, tales cuales para semejante negocio eran necesarios, y con algunos naturales de la tierra que los guiasen y les encomend\u00e9 mucho que curasen de subir la dicha sierra y saber el secreto de aquel humo, de d\u00f3nde y c\u00f3mo sal\u00eda. Los cuales fueron y trabajaron lo que fue posible por la subir, y jam\u00e1s pudieron, a causa de la mucha nieve que en la sierra hay y de los muchos torbellinos que de la ceniza que de all\u00ed se andan por la sierra, y tambi\u00e9n porque no pudieron sofrir la gran frialdad que arriba hac\u00eda; pero llegaron muy cerca de lo alto; y tanto, que estando arriba comenz\u00f3 a salir aquel humo, y dicen que sal\u00eda con tanto \u00edmpetu que parec\u00eda que toda la sierra se ca\u00eda abajo, y as\u00ed, se bajaron, y trujeron mucha nieve y car\u00e1mbans para que los vi\u00e9semos…<\/p>\n

Cort\u00e9s, p. 51-52<\/div>\n

…aquel volc\u00e1n que est\u00e1 cabe Guaxocingo, echaba en aquella saz\u00f3n que est\u00e1bamos en Tlaxcala mucho fuego, m\u00e1s que otras vecessol\u00eda echar, de lo cual nuestro capit\u00e1n Cort\u00e9s y todos nosotros, como no hab\u00edamos visto tal, nos admiramos de ello; y un capit\u00e1nde los nuestros que se dec\u00eda Diego de Ordaz tom\u00f3le codidia de ir a ver qu\u00e9 cosa era, y demand\u00f3 licencia a nuestro geneal para subir en \u00e9l, la cual licencia le dio y aun de hecho se lo mand\u00f3. Y lev\u00f3 consigo dos de nuestros soldados y ciertos indios principales de Guaxocingo; y los principales que llevaba consigo pon\u00edanle temor con decirle que luego que estuviese a medio camino de Popocatepeque, que as\u00ed llaman aquel volc\u00e1n, no podr\u00eda sufrir el temblor de la tierra y llamas y piedras y ceniza que de \u00e9l sale y que ellos no se atrever\u00edan a subir m\u00e1s de donde tienen unos c\u00faes<\/i> de \u00eddolos que llaman los teules<\/i> de Popocatepeque. Y todav\u00eda Diego de Ordaz con sus dos compa\u00f1eros fue su camino hasta llegar arriba, y los indios que iban en su compa\u00f1\u00eda se le quedaron en lo bajo, que no se atrevieron a subir, y parece ser, seg\u00fan dijo despu\u00e9s Ordaz y los dos soldados, que al subir comenz\u00f3 el volc\u00e1n a echar grandes llamaradas de fuego y piedras medio quemadas y livianas, y mucha ceniza, y que temblaba toda aquella sierra y monta\u00f1a adonde est\u00e1 el volc\u00e1n, y que estuvieron quedos sin dar m\u00e1s paso adelante hasta de ah\u00ed a una hora que sintieron que hab\u00eda pasado aquella llamarada y no echaba tanta ceniza ni humo, y que subieron hasta la boca, que era muy redonda y ancha, y que habr\u00eda en el anchor un cuarto de legua, y que desde all\u00ed se parec\u00eda la gran ciudad de M\u00e9xico y toda la laguna y todos los pueblos que est\u00e1n en ella poblados.<\/p>\n

Bernal, p. 136<\/div>\n

Encuentro de Moctezuma con Cort\u00e9s<\/b><\/p>\n

Ya que lleg\u00e1bamos cerca de M\u00e9xico, adonde estaban otras torrecillas, se ape\u00f3 el gran Montezuma de las andas, y tra\u00edanle de brazo aqueloos grandes caciques, debajo de un palio muy riqu\u00edsimo a maravilla, y el color de plumas verdes con grandes labores de oro, con mucha argenter\u00eda y perlas y piedras chalchihuis<\/i>, que colgaban de unas como bordaduras, que hubo mucho que mirar en ello… Y como Cort\u00e9s vio y entendi\u00f3 y kle dijeron que ven\u00eda el gran Montezuma, se ape\u00f3 del caballo y desde que lleg\u00f3 cerca de Montezuma, a una se hicieron grandes acatos.<\/p>\n

Bernal, p. 161<\/div>\n

Pasada esta puente, nos sali\u00f3 a recibir aquel se\u00f1or Muteczuma…<\/p>\n

Cort\u00e9s, p. 56<\/div>\n

…continuaron hasta una ancha cortadura que daba paso a las aguas de la acequia de Xoloc, Xoloco o Xoluco. Esta acequia la cruzaba el puente de igual nombre. En la ciudad colonial la acequia y el puente recibieron el nombre de San Ant\u00f3n, porque junto a ellos se construy\u00f3 el convento de San Antonio Abad… En la ciudad moderna, la acequia ya cegada recib\u00eda el nombre de Calzada Chimalpopoca, mas las obras del perif\u00e9rico de Tlalpan, cambiaron la fisonom\u00eda de esta zona. S\u00f3lo quedan restos del claustro del convento y la iglesia convertida en bodega…. Toda esta explicaci\u00f3n se da porque fue este el sitio en que tuvo lugar la primera entrevista entre Hern\u00e1n Cort\u00e9s y Moctezuma.<\/p>\n

Gurr\u00eda Lacroix. p. 47<\/div>\n

…fray Juan de Torquemada dice que el encuentro entre Motecuhzoma… y Cort\u00e9s… tuvo lugar en un sitio que se se\u00f1ala de este modo: “…precisamente donde se fabric\u00f3 despu\u00e9s la «hermita de San Ant\u00f3n». Este sitio subsiste en lo que hoy se llama Calzada de San Antonio Abad…”<\/p>\n

Sotomayor, p. 57<\/div>\n

Referencias<\/b><\/p>\n

Bernal D\u00edaz del Castillo. Historia verdadera de la conquista de la Nueva Espa\u00f1a<\/i>. Ed. Porr\u00faa (Col. “Sepan cu\u00e1ntos…”, 5), M\u00e9xico. 1986. <\/p>\n

Hern\u00e1n Cort\u00e9s. Cartas de Relaci\u00f3n de la Conquista de M\u00e9xico<\/i>. ESPASA-CALPE (Col. Austral Mexicana, 547), M\u00e9xico, 1995 <\/p>\n

Jorge Gurr\u00eda Lacroix. “Itinerario de Cort\u00e9s”. Artes de M\u00e9xico<\/i>, No. 111, A\u00f1o XV, 1968. <\/p>\n

Arturo Sotomayor. Cort\u00e9s seg\u00fan Cort\u00e9s<\/i>. Extempor\u00e1neos, M\u00e9xico. 1979, p. 57 <\/p>\n

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Lo que ahora se conoce como la “Ruta de Cortés” fue la primera ruta seguida por los europeos para penetrar un continente que conocían apenas por su costa. Después de Cortés y sus soldados, nadie volvió a recorrerla jamás y dados los pocos detalles que hay de ella, quienes han repetido ese recorrido han tenido que hacer una investigación exhaustiva para elegir una de las variantes que hay. Sin embargo, ninguno ha quedado conforme con la certeza que adquieren de la ruta elegida por Cortés y la vaguedad de sus descripciones en la Segunda Carta de Relación.<\/div>\n

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