{"id":11364,"date":"2003-01-03T00:00:00","date_gmt":"2003-01-03T00:00:00","guid":{"rendered":"http:\/\/montanismo.org\/revista\/?p=11364"},"modified":"2003-03-27T00:00:00","modified_gmt":"2003-03-27T00:00:00","slug":"historia_del_montanismo_en_la_unam","status":"publish","type":"post","link":"http:\/\/montanismo.org\/2003\/historia_del_montanismo_en_la_unam\/","title":{"rendered":"HISTORIA DEL MONTAÑISMO EN LA UNAM"},"content":{"rendered":"
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PRIMERAS EXPEDICIONES AL EXTRANJERO<\/strong><\/p>\n

En mayo de 1975, María Dolores Noria, Felipe Muñoz y Manuel Casanova viajaron en auto, tranporte local y avión a Ecuador para ascender el Chimborazo y el Cotopaxi. Aunque nunca se le dio la suficiente promoción a esta expedición por ser prácticamente personal y porque entonces no se pensaba mucho en la publicidad de las expediciones, esta primera salida al extranjero marca el inicio de una trayectoria que se haría más sólida en el futuro. <\/p>\n

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Después de la valiosa experiencia de la Zona del Silencio, en mayo de 1977 se realizó una exploración importante en la Sierra de San Pedro Mártir, en Baja California. Veintisiete universitarios (entre ellos Manuel Casanova, jefe, Carlos Rangel, subjefe, Carlos Lazcano y Enrique Miranda) recorrieron el Cañón del Diablo, ascendieron a la parte norte de la montaña sin llegar a la cima y cruzaron la cordillera bajando por el Cañón La Providencia, hasta el desierto. <\/p>\n

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El año anterior (1976) , mientras se formaba la Escuela de Montañismo, seis miembros del GEU (entre ellos Manuel Casanova y Carlos Rangel) habían entrado por este cañón mientras trataban de llegar a la cumbre, pero después de superar la primera serie de cascadas, decidieron ascender al Cerro La Providencia para reconocer la sierra. Desde ahí vieron por primera vez la imponente pared noroeste de más de mil metros de altura que terminaba en la cima de la cordillera. Luego de escalar el cerro, decidieron regresar, pues las dificultades se presentaban mayores más adelante y no tenían tiempo suficiente. <\/p>\n

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El ascenso de 1977 tomó sólo dos días, pero el descenso les tomó cuatro debido a las múltiples dificultades que presenta la montaña y en gran parte fueron resueltas gracias a la experiencia obtenida en el Cañón la Providencia en 1976. Este evento sentó las bases de lo que la Asociación de Montañismo sería en el futuro, pues se creó tal ambiente de camaradería y cooperación que el último día en la sierra ninguno de los integrantes, por muy cansados que estuviera, podían dormir de pensar que ya no estarían ahí. <\/p>\n

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En julio se realizó la primera expedición internacional. El objetivo fue la Cordillera de las Rocallosas, en Canadá. Las tres montañas ascendidas (Montes Victoria, Scheaffer y Lefroy) fueron un claro ejemplo de lo que el montañismo universitario podía hacer con estudiantes que tenían una preparación. Esto rompió finalmente las reticencias de parte de las autoridades deportivas de la Universidad, quienes comenzaron a confiar plenamente en el montañismo que se practicaba por los universitarios. <\/p>\n

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Ese mismo año (1977), las asperezas entre la Asociación y el GEU se limaron por completo, puesto que quienes estaban participando activamente en la Asociación habían sido (y seguían siendo) miembros de aquel. Pese a ello, el GEU prefirió permanecer como un grupo independiente, pues si bien el sistema de cursos de montaña operaba a mayor escala con buenos resultados, quienes ya tenían experiencia y querían hacer sus propias expediciones no querían perder tiempo tomando o impartiendo cursos. <\/p>\n

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A principios de 1977, Alejandrina Pérez Caesar y Lorenzo García imparten el primer curso de espeleología en la UNAM con un objetivo claro y muy preciso: descender al Sótano de las Golondrinas, para entonces es considerado uno de los retos más importantes en esta especialidad, y formar un grupo de espeleología dentro del montañismo universitario. <\/p>\n

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Hacia fines de ese año, Eduardo Mosqueda presenta a Manuel Casanova un proyecto para organizar y dirigir un grupo de escalada en roca y es aprobado como instructor de esa especialidad en la Escuela. Eduardo sería el principal promotor de la escalada con una nueva mentalidad: la escalada natural y con nuevos y ambiciosos objetivos. <\/p>\n

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En 1978, se realizan tres diferentes expediciones. La primera es la más notable, pues en poco tiempo Eduardo Mosqueda logró aglutinar a los escaladores de la Escuela y formar un buen grupo que se dirigió a Baja California con el entonces novedoso equipo de nueces, stoppers y la mentalidad de la escalada natural, para realizar el primer ascenso al Gran Trono Blanco. Eduardo y Mauricio López realizan el ascenso durante tres tramos de la pared y vivaquean, pero por la noche cae una tormenta que los hace desistir de la escalada y bajan. Sin embargo el plantearse ascensos a paredes de grandes dimensiones es una novedad en la mentalidad de los escaladores universitarios, que se plantean el aprendizaje de la técnica específica de Gran Pared. <\/p>\n

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La segunda expedición es al Sótano de las Golondrinas, en San Luis Potosí. Asisten más de treinta universitarios y con ello se da inicio a la época de la espeleología moderna en la Universidad. Entre ellos asiste una muchacha de aspecto frágil pero con una energía impresionante: Isabel Vivián, quien se convertiría en la primera mujer mexicana en descender al Sótano en una época en que la espeleología en México estaba naciendo. Eusebio Hernández escaló la zona llamada Las Peinetas, dentro del mismo sótano. Quien dirige la expedición es Alejandrina Pérez. Esta experiencia sería definitiva para muchos de los participantes, quienes se constituyeron en los participantes y promotores de la espeleología. <\/p>\n

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La tercera expedición fue al Nevado Salcantay, en Perú, una montaña compleja y hermosa que lograría cambiar la mentalidad de los montañistas universitarios para emprender nuevos retos en el futuro. El Salcantay representaba un cambio completo del panorama mental: ya nos e trataba de ascender montañas en un estilo convencional, pues su complejidad exigían una buena y metódica organización. Además del Salcantay, también se ascendió al Choyunco. <\/p>\n

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Es con estas tres expediciones que el montañismo universitario estaba preparado para dar el gran salto. <\/p>\n

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EL RECONOCIMIENTO OFICIAL<\/strong><\/p>\n

En 1973, Iseo Noyola, entonces nombrado presidente del Club, decidió dirigir una carta al Presidente de la República para solicitar equipo básico para realizar excursiones de mayor nivel técnico. La respuesta llegó semanas después diciendo que debía dirigirse a las autoridades deportivas de la propia Universidad. Entonces era Director General de Actividades Deportivas y Recreativas el Ingeniero Alejandro Cadaval, quien, a pesar del interés que manifestaba hacia la idea de integrar el montañismo como un deporte más en la UNAM, tenía todavía serias dudas respecto a la seguridad en quienes planteaban el proyecto. <\/p>\n

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A principios de 1974, Manuel Casanova, nombrado sucesor de Iseo Noyola, propuso a la Universidad la idea de ascender las diez cumbres más altas de México, encender una antorcha en la cima y bajarla de la montaña para entregarla a una serie de corredores que la harían llegar a Ciudad Universitaria, donde se encendería en pebetero olímpico con el fuego venido de lo más alto de México para iniciar los Primeros Juegos Deportivos Estudiantiles. Como el evento fuera un éxito, la incorporación del montañismo al deporte estudiantil de la Universidad Nacional Autónoma de México finalmente se cristalizó ese mismo año. <\/p>\n

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Sin embargo, hubo una pequeña variación que el Club de Alpinismo no esperaba: el ingeniero Cadaval nombró como responsable de la Asociación de Alpinismo (nombre que se le dio al incorporarse como deporte estudiantil) al profesor Mariano Aguilera, hecho que llevó a un distanciamiento persistente entre el montañismo de la Universidad y los integrantes del Club de Alpinismo, quienes decidieron cambiarse el nombre a Grupo Expedicionario Universitario (GEU). <\/p>\n

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El nombre implicaba no sólo su descontento hacia el nombre oficial que se le había dado a un esfuerzo de mucho tiempo y que de pronto ya no les pertenecía, sino también la calidad de sus metas, pues para entonces planeaban ya realizar expediciones. Los dos años siguientes (1975-1976) son un tanto confusos en todos términos para las dos partes. Por un lado los miembros del GEU siguen realizando excursiones de alto nivel. <\/p>\n

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En 1975, Carlos Rangel Plasencia, fundador del nuevo GEU, realizó en el mes de noviembre una escalada en solitario a la pared Las Inescalables, por la ruta El Sol, en la parte norte de la Cabeza del Iztaccíhuatl. La escalada, planeada durante muchos meses, fue apoyada por Iseo Noyola desde el refugio del Teyotl, y Manuel Casanova y tres montañistas más quienes acamparon en la cumbre de la Cabeza. Por este ascenso, la Liga Excursionista del Seguro Social le entrega la medalla "Al Mérito Deportivo" de ese año en la ceremonia del aniversario de su Club. <\/p>\n

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Por su parte, la nueva Asociación de Alpinismo tuvo problemas de funcionamiento pues no tenía la energía ni la filosofía del GEU. Así, en septiembre de 1974, su evento principal, una exploración a la Barranca del Cobre y que duró tres días, estuvo a punto de suspenderse porque no había gente que asistiera. El evento se salvó gracias a que el GEU participó con su gente, invitados por Manuel Casanova. <\/p>\n

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Sin embargo, las tensiones entre un grupo y otro y el marcado desinterés que el profesor Aguilera manifestaba a las actividades del montañismo, hicieron que a fines de 1975 el propio ingeniero Cadaval decidiera eliminar al montañismo como deporte universitario. <\/p>\n

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MITOS DESTRUIDOS<\/strong><\/p>\n

1979 es el año que marca la nueva época del montañismo universitario: es el tiempo de derribar mitos, algo que venía haciendo de tiempo atrás, pero esta vez en grandes dimensiones. <\/p>\n

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En el mes de mayo, Carlos Rangel dirige un grupo que asciende durante cuatro días por la cañada La Providencia, en la Sierra de San Pedro Mártir, y se coloca debajo de la gran pared de más de mil metros que habían visto en 1977 y que entonces les ocasionara grandes problemas técnicos durante el descenso. Entonces le llama El Escudo<\/em>. Después de varios días de estudiarla, deciden realizar un ascenso por una vía natural, pero sólo llegan a 260 metros de altura porque la pared se torna muy difícil y escalarla les llevaría varios días. El problema principal: el agua. Sin embargo, representa el primer intento de escalada seria a esa gran pared. <\/p>\n

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En junio se realiza una expedición al monte McKinley, el más alto de América del Norte. La expedición fue planeada durante meses y cuidada en todos sus detalles, pues de resultar un éxito, la siguiente expedición sería al Himalaya, la gran cordillera que representa el sueño de los montañistas mexicanos. <\/p>\n

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En septiembre, Eduardo Mosqueda, Carlos Rangel y Mauricio López escalan la ruta Salathé Wall, en El Capitán. La pared había sido escalada por la ruta Triple Directa en 1971 por tres escaladores del Club Exploraciones de México con la técnica que prevalecía entonces y que implicaba que si un paso no podía ser superado en escalada libre, se haría en artificial. La mentalidad "natural" de entonces hacía que la preparación de los escaladores fuese más ardua. <\/p>\n

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Durante ocho años, los mejores escaladores mexicanos llegaron a la pared e intentaron el ascenso de la Salathé, pero fracasaron hasta llegar a hacer circular el rumor de que esa pared "no era para mexicanos". Además, la Salathé era la ruta<\/em>, pues se trata de la más clásica y, por lo tanto, la más ambicionada por los escaladores. El ascenso fue realizado con nueces, stoppers y clavos (para las secciones artificiales) en seis días. <\/p>\n

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Una semana después, Mosqueda y Rangel realizarían también el primer ascenso mexicano al Gran Trono Blanco, por la ruta Volkswagen, en Baja California. <\/p>\n

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Con estos eventos, los universitarios se dedicaron a romper tabúes y mitos que sólo limitan al hombre y no lo dejan alcanzar aquello que realmente puede tocar. Así, el Grupo de Espeleología deja de lado el puro descenso de cavernas famosas y se dedica a explorar en busca de otras nuevas para hacer realmente espeleología (esto es: el auténtico estudio de las cavernas), con levantamiento topográfico de cada caverna y algunos estudios más sobre ella. <\/p>\n

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Con estas expediciones, la Asociación de Montañismo de la UNAM estaba a la altura de las mejores organizaciones alpinas del mundo tanto en eventos como en mentalidad. Estaba entonces en condiciones de dar el paso más ambicioso de todos: la primera expedición mexicana al Himalaya. <\/p>\n

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Pero había un punto que no había quedado claro hasta el momento: ¿se trataba de alpinismo, de montañismo o de andinismo? Como consecuencia de los continuos debates sobre este tema, el montañismo universitario pasa a denominarse Asociación de Montañismo y Exploración. <\/p>\n

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LA GRAN CORDILLERA<\/strong><\/p>\n

Casi al mismo tiempo que surgiera el montañismo en México, la idea de ir a la cordillera más grande del planeta era una sueño para mucha gente. Incluso se llegó a hacer una sociedad Pro-Everest con el objeto de ascenderlo. Sin embargo, las ideas nunca fraguaron en algo concreto. <\/p>\n

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Después del ascenso del McKinley, la Asociación de Montañismo de la UNAM se dedicó a organizar en tiempo completo la expedición al Kangchengjunga Oeste, de 8,420 metros, pues había obtenido permiso de escalarla para la primavera de 1980. El esfuerzo era muy elevado y exigía a cada miembro de la expedición su tiempo completo. Como el trabajo de organización era excesivo, todos los miembros de la Asociación trabajaron con ellos hasta horas muy altas de la noche durante varias semanas aún a sabiendas de que ellos no irían. Veinticuatro personas fueron reconocidas como miembros activos de la expedición en la conferencia de prensa que se dio dos días antes de partir rumbo a Katmandú, el 3 de febrero de 1980. <\/p>\n

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Finalmente, la expedición sale rumbo a la cordillera. En el aeropuerto, mucha gente se reúne y comenta. Hugo Delgado, participante de la expedición, habría de recordar después: <\/p>\n

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Recuerdo el comentario de un montañista que había sido muy renombrado en 1970-1975 hecho justo antes de que partiéramos al Kangchenjunga: "No la van a hacer porque el mexicano no puede llegar a los ocho mil metros sin desplomarse: estamos desnutridos. Si los norteamericanos o los europeos que están bien alimentados , más corpulentos y altos, desfallecen, ¿qué pueden esperar los "chaparros" mexicanos?" […] Muchas personas habían asegurado que ni siquiera se llegaría al campamento base, otros que no se sobrepasarían los siete mil metros.<\/em> <\/p>\n

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El 4 de mayo de 1980, dos universitarios, Hugo Saldaña y Alfonso Medina, logran alcanzar la cumbre del Kangchenjunga Oeste superando con creces los pronósticos más optimistas pues Hugo asciende incluso sin oxígeno artificial. Sin embargo, no descienden de la montaña y el montañismo universitario se viste de luto por dos grandes compañeros que lograron un objetivo que habían hecho suyo, aunque todos habían compartido un poco de tiempo para lograr ese ascenso. <\/p>\n

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En 1981 se forma oficialmente el Grupo de Exploración y a partir de entonces las actividades de la Asociación se multiplican en diferentes medios. Las primeras exploraciones son en la Sierra Tarahumara, Chihuahua, y la Sierra de San Pedro Mártir, Baja California. Es en este año que el montañismo universitario da un paso más: la creación de la revista Montañismo y Exploración<\/em>, un intento serio de difusión del montañismo que terminaría en 1984 porque no se podía mantener una revista y una escuela de montaña al mismo tiempo por los mismos participantes. <\/p>\n

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En 1982 el montañismo universitario regresa al Himalaya con la Expedición México-Polonia al K2<\/em> que intenta un primer ascenso por una ruta nueva. Sin embargo, sólo logran llegar a 8,200 metros, lo cual no es ningún fracaso tratándose de esa montaña. <\/p>\n

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Ese mismo año, Carlos Lazcano se convierte en el primer mexicano en descender a un sótano de más de mil metros de profundidad: la Sima Berger, en Francia. Para diciembre, Carlos Rangel realiza en solitario una exploración a la Sierra de San Pedro Mártir, por el Cañón La Providencia. "La montaña más difícil, por la ruta más difícil en el tiempo más difícil", fue el lema. El ascenso le toma siete días de escalada en roca granítica y, al final, en hielo y nieve. <\/p>\n

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INVESTIGACIÓN Y DEPORTE<\/strong><\/p>\n

En marzo de 1986, un grupo de estudiantes universitarios recorre la zona de San Juan Raya, en el valle de Tehuacán-Cuicatlán, en el límite de Puebla y Oaxaca. Graban el tercer programa de televisión para Aventura en México<\/em>, con el tema "Exploración". Después de recorrer la parte baja del desértico valle, ascienden un monte y en él descubren una caverna. Después de una exploración ligera, Carlos Rangel, quien ha descendido los ocho metros de un tiro vertical, encuentra varias piezas de madera. Es todo un descubrimiento: máscaras, vasijas, escudos y puntas de lanza de obsidiana. <\/p>\n

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El hecho es grabado en el momento mismo por cámaras de televisión y dos semanas después, los universitarios regresan al lugar junto con arqueólogos que realizan el rescate científico y cuyos resultados se verían plasmados después en un libro: Las máscaras de la cueva de Santa ana Teloxtoc, Puebla<\/em>, editado por el Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM. <\/p>\n

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Los resultados son sorprendentes: las máscaras de madera tienen una antigüedad de aproximadamente mil años, lo que las hace, en palabras de los especialistas, "el descubrimiento arqueológico más antiguo del mundo en este tipo de material hasta el momento". <\/p>\n

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Además, es la primera ocasión en el mundo en que un descubrimiento se realiza con un camarógrafo profesional y que el montañismo universitario es reconocido mundialmente como una organización en la que se puede confiar por su seriedad en el trabajo de campo. <\/p>\n

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Sin embargo, no es la primera vez que los montañistas universitarios han incursionado en el terreno científico como un apoyo a la actividad científica. La prueba más palpable está en los trabajo de Carlos Lazcano, quien se dedicara a hacer un catastro de cavernas en toda la Sierra Gorda de Querétaro. Las aportaciones seguirán en lo futuro: descubrimientos arqueológicos en el estado de Durango (1987) e incluso una expedición de reconocimiento arqueológico (1989-1990), en que participa un arqueólogo del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM. <\/p>\n

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La Caminata por las Californias (1988-1989) es otro evento en el cual interactúan todo el tiempo los montañistas y los historiadores y uno de los múltiples resultados de esa expedición a pie por la península es la creación de un museo con el material obtenido en los seis meses que dura la caminata y que actualmente está en Ensenada. <\/p>\n

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Actualmente, los estudios de vulcanología y glaciología que se están realizando en el Popocatépetl, Iztaccíhuatl y Pico de Orizaba por parte del Instituto de Geofísica de la UNAM cuentan con miembros de la Asociación de Montañismo. <\/p>\n

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LOS ORÍGENES<\/strong><\/p>\n

En el año de 1971, Carlos Rangel y Ricardo Monroy, estudiantes de la Escuela Nacional Preparatoria No. 1 "Gabino Barreda"; Juan Ocaranza y Felipe Muñoz, de la preparatoria 3, "Justo Sierra", y María Dolores y Rosa Noria Trejo, de las facultades de Psicología y Medicina, respectivamente, se reunieron en casa de uno de ellos para formar lo que entonces se denominó Club de Alpinismo de la UNAM<\/em>. Trataban de formar por primera vez un grupo reconocido por la propia Universidad que realizara excursiones de un deporte que siempre había sido considerado peligroso.<\/p>\n

Para tal fin, el profesor Antonio Grimaldo, quien entonces coordinaba el Grupo de Excursionismo de la UNAM con salidas cada fin de semana, proporcionó su apoyo. Las excursiones fueron moderadas en un principio, pero siempre llegaban más allá de las perspectivas que entonces tenía el Grupo de Excursionismo, pues los que participaban lo trataban como un deporte y no como una actividad recreativa. <\/p>\n

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Meses después, Manuel Casanova, en un intento formidable de reunir a todos los grupos de alpinismo que ya estaban funcionando dentro de la Universidad pero en forma separada, realizó una reunión en el local del Club Orófilos de la Montaña, donde se platicó ampliamente de la posibilidad de formar un solo grupo. A esa reunión asistieron los que formaban parte del Club de Alpinismo de la UNAM, a la sazón sólo ocho miembros. Pese a la gran iniciativa, la reunión se disolvió sin que de los asistentes se volviera a saber nada, excepto en las excursiones donde se encontraban ocasionalmente. <\/p>\n

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En 1973, dos miembros del Club de Alpinismo de la UNAM, que había tenido actividades continuas, tomaron un curso básico en el INJUVE (Instituto Nacional para la Juventud), impartido por Manuel Casanova y otros instructores. Poco después, otros dos miembros del Club de Alpinismo tomarían ahí mismo y con el mismo cuerpo de entrenadores, un curso similar. A partir de ahí, Casanova se uniría al grupo que tenía ya dos años realizando salidas sin otro objetivo que disfrutar de la montaña deportivamente. <\/p>\n

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Para entonces, el pequeño grupo había tenido un crecimiento en un ámbito importante: se había creado una conciencia de lo que era ser alpinista y se discutía continuamente sobre la filosofía que se debía tener para serlo. Esta perspectiva diferente hizo que personas que pertenecían a otros grupos decidieran integrarse y realizar excursiones con el Club de Alpinismo de la UNAM. <\/p>\n

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EL DEPORTE ORGANIZADO<\/strong><\/p>\n

Con esa decisión, la sobrevivencia del montañismo en la misma Universidad, que significaba varios años de esfuerzo de muchas personas, estaba a punto de perderse. Fue Manuel Casanova quien, a principios de 1976, pidiera al ingeniero Cadaval "una oportunidad" para organizar a un grupo de estudiantes universitarios que en el lapso de un año hicieran una expedición al extranjero, con la única condición de que él fuera el responsable directo. Un año, sin embargo, era mucho tiempo, así que la propuesta se aceptó con la condición de que en seis meses existiera ya un grupo capaz física y técnicamente. La pregunta quedaba en el aire: si en el lapso de dos años no se había hecho nada, ¿podría hacerse en medio año? <\/p>\n

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La iniciativa de Casanova fue brillante: realizó propaganda para que los universitarios que así lo desearan pudieran tomar un curso de montañismo general, cuyo objetivo final sería realizar un recorrido por la Zona del Silencio, en el estado de Durango. Estaba tratando de hacer del montañismo un deporte en todo el amplio sentido de la palabra, organizado hasta en sus más mínimos detalles. <\/p>\n

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A tal curso se inscribieron 49 personas y aprobaron 44. Al finalizar el curso, gracias a un método de enseñanza escolarizada del montañismo, a un entrenamiento estable y continuo, a un objetivo común y a que la filosofía de los miembros del GEU había sido trasplantada a los nuevos montañistas, La Asociación de Alpinismo tenía gente: era una realidad que se hizo presente en la Zona del Silencio en agosto de 1976. <\/p>\n

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Los cursos se siguieron impartiendo en un método no ensayado hasta entonces: después del primer curso (que entonces se llamó media montaña, como en la antigua Escuela Nacional de Montaña, de donde Casanova había sido instructor), siguió uno de alta montaña. <\/p>\n

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Las antiguas discusiones del GEU sobre técnica y filosofía se encontraron nuevamente en la Escuela y hallaron un terreno fértil: los estudiantes. Así, surgieron polémicas en torno a si habría espeleología y al nombre real de la Asociación. ¿Era realmente posible ser una asociación de Alpinismo muy lejos de los Alpes? <\/p>\n

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Para solucionar el primer problema, Casanova invitó a Alejandrina Pérez Caesar para que impartiera el primer curso de espeleología en la UNAM. Entre sus alumnos estuvo Carlos Lazcano, quien después sería el principal promotor de esta disciplina deportiva en México. <\/p>\n

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LA CONSOLIDACIÓN<\/strong><\/p>\n

Hacia 1983, la Asociación de Montañismo y Exploración de la Universidad es conocida en todo México como uno de los grupos más importantes de este deporte. En espeleología, las exploraciones subterráneas que lleva a cabo Carlos Lazcano y Víctor Granados, entre otros, trascienden las fronteras y se plasman en artículos que son publicados en revistas especializadas. En poco tiempo el propio Lazcano es conocido en todo el mundo por su fructífera labor. <\/p>\n

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Ese mismo año, Carlos Rangel inicia el descenso de ríos en el Filobobos, estado de Veracruz; Tula, estado de Hidalgo; Cañón de las Garzas y Amacuzac, estados de Guerrero y Morelos. Inicia una nueva etapa de la exploración universitaria. <\/p>\n

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Es en este año que las cuatro especialidades del montañismo universitario (alta montaña, escalada en roca, espeleología y exploración) se consolidan de tal forma que la Asociación funciona como una entidad con cuatro deportes muy diferentes y especializados entre sí. Las expediciones se van haciendo poco a poco más numerosas y los objetivos cambian a una superación deportiva mayor. <\/p>\n

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A partir de entonces, los cuatro grupos del montañismo universitario, han desarrollado expediciones a distintos lugares, lo cual es propio del deporte. <\/p>\n

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En 1984, se abre otra perspectiva al montañismo: la televisión. Después de grabar un primer programa en el Popocatépetl que pasara en breve tiempo en un canal televisivo, se graba otro más en Corredor de Ayoloco, en el Iztaccíhuatl, directamente para ese canal. <\/p>\n

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Con estos dos programas, la Asociación presenta, a finales de 1995, un proyecto a TV-UNAM llamado Aventura en México<\/em>, proyecto bastante ambicioso en el que se pretendía trasladar el montañismo a la pantalla. Pero sólo llegaron a transmitirse tres programas, el último de los cuales marcaría el inicio de otra etapa, pues se trata de un descubrimiento arqueológico de primera importancia. <\/p>\n

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El interés de transmitir las actividades por televisión hace que en 1996 dos camarógrafos del Discovery Channel<\/em> permanezcan durante dos semanas en el borde y dentro del sótano del Barro para grabar la primera escalada a la pared sur del sótano en escalada libre. Los camarógrafos no tenían preparación técnica especializada y los montañistas universitarios tuvieron que capacitarlos en el lugar. <\/p>\n

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ACTUALIDAD Y FUTURO<\/strong><\/p>\n

El montañismo universitario tiene más de 30 años de existencia, una larga lista de expediciones en territorio nacional y en el extranjero y una más larga lista de personas que han pasado por los cursos de formación montañista a varios niveles, lo que la ha convertido en la Escuela de Montañismo más importante y de vida más larga de México. <\/p>\n

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Los proyectos siguen surgiendo y cada especialidad <\/p>\n

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Espeleología tiene varios años explorando la zona de Iztaxochitla en busca de cavernas de gran envergadura. <\/p>\n

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Exploración se ha diversificado y ha pasado de la tierra al agua terrestre y luego a la marítima. Su actual proyecto más importante es Mares de México<\/a><\/em>, el cual pretende navegar las costas de nuestro país en kayak de Mar. Oliver López y Elvia Castillo realizaron de manera independiente un recorrido en el desierto de Altar en 34 horas, aplicando el estilo alpino a la exploración, un hecho notable que no había sucedido en México. <\/p>\n

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Escalada en roca ha dado un paso importante: comienza a hacer incursiones en paredes de alta montaña con miras a un objetivo más serio. <\/p>\n

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El instructor de alta montaña acudió a la Escuela Española de Alta Montaña, en Benasque, España, para tomar un curso de capacitación y elevar el nivel técnico de las expediciones y su futuro inmediato lo plantea en los Andes. <\/p>\n

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Sin embargo, la larga lista de expediciones y logros no significa para los universitarios sino una sola cosa: un escalón más en la larga escalinata que tenemos por delante y aunque sabemos que nuestro pasado es lo que nos hace ser como somos, lo que realmente nos importa no es lo que hemos hecho sino lo que somos capaces de hacer. Y para ello seguimos las directrices de nuestra filosofía. <\/p>\n

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Una breve historia del montañismo y la exploración en la Universidad Nacional Autónoma de México.<\/div>\n

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