{"id":11186,"date":"2000-01-01T00:00:00","date_gmt":"2000-01-01T00:00:00","guid":{"rendered":"http:\/\/montanismo.org\/revista\/?p=11186"},"modified":"2012-02-23T14:59:47","modified_gmt":"2012-02-23T20:59:47","slug":"el_escudo_23_anos_de_suenos_hechos_realidad","status":"publish","type":"post","link":"http:\/\/montanismo.org\/2000\/el_escudo_23_anos_de_suenos_hechos_realidad\/","title":{"rendered":"El escudo: 23 a\u00f1os de sue\u00f1os hechos realidad"},"content":{"rendered":"
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Mayo 20 de 1976<\/strong>.
\n Tras dos días de caminar y sortear todos los obstáculos que presenta la cañada, Manuel Casanova y yo estamos muy por encima del río, en el espolón de un cerro de pura roca granítica por el que las miradas se deslizan libremente en busca de una ruta. Hemos ascendido lo más posible y desde la terraza rocosa en que estamos podemos ver por primera vez, hacia el sur, la montaña a la que nos dirigíamos: El Picacho del Diablo.<\/p>\n

Pero estamos lejos, demasiado lejos de la cima y todo se ha debido a un error: el mapa marca con el nombre “La Providencia” al cañón en el que estamos y a otro que está más al norte: el cañón del Diablo, que era al que debíamos habernos dirigido desde el principio. Los muchachos que nos trajeron en su camioneta estaban en lo cierto: nos dejaron en “La Providencia” sin lugar a dudas. Nosotros preferimos creer en quienes hicieron los mapas y no a la gente que conoce bien el desierto. <\/p>\n

Así que la cima se nota lejana. Una cumbre que es el remate de una enorme pared vertical. Al menos así es como se aprecia desde aquí y desde el desierto. ¿Cuántos metros tendrá? No tenemos idea. En nuestras primeras exploraciones somos tan ingenuos que todo lo medimos con la experiencia de los volcanes nevados y de la escalada en roca. <\/p>\n

Aquí las dimensiones cambian todo y algo es cierto: la pared es enorme y nosotros tenemos que regresar al fondo del cañón, donde nos esperan nuestros compañeros para regresar a nuestro campamento. Porque con este ascenso nos hemos dado cuenta que no llegaríamos a la cima con el poco tiempo que tenemos. Así que levantamos un montículo de rocas, nos tomamos un par de fotografías y bajamos desescalando las partes más verticales. Sólo una ocasión usamos la cuerda para un rapel. La pared: ¿cuánto medirá? <\/p>\n

Mayo 21 de 1977<\/strong>.
\n La pared es enorme, descomunal. Se levanta metros y metros hasta perderse en el cielo azul, este cielo tan reseco que ha sorbido los pozos de agua. Esta vez subimos por el Cañón del Diablo, pero nos equivocamos al elegir la ruta de ascenso y llegamos a un callejón sin salida. Pudimos haber regresado al desierto y olvidarnos de la cima nuevamente, pero Manuel quiso dar un nuevo giro a la exploración: bajaríamos por el cañón en el que habíamos estado hace un año. Conocíamos parte de él y aunque desde arriba se notaban claramente dificultades técnicas, no esperábamos tantos problemas. Tenemos dos días bajando y apenas estamos en la base de esta gigantesca pared. Dos días de descenso muy técnico. Faltarán dos días más para llegar al desierto. <\/p>\n

Mayo 24 de 1979<\/strong>
\n El calor es intenso. Es sol de mayo en pleno desierto. Las manos se queman en esta roca blanca, pero es preciso no soltarse. Estoy a 250 metros por encima del suelo. Aunque están conmigo, mis compañeros han decidido no escalar un solo metro. Así, ha pasado un largo tras otro. Las protecciones son escasas y débiles. Sé que no debo caerme porque incluso los arbustos que sirven de anclajes de reunión son precarios. Así han transcurrido 250 metros y ahora me elevo diez metros más y después de dar la vuelta a una esquina rocosa, me doy cuenta que he llegado a un callejón sin salida: lo que sigue son casi cien metros de escalada de fricción y sin protecciones. <\/p>\n

Podríamos barrenar… si tuviéramos el equipo para ello, pero desde el principio hemos decidido escalar de manera limpia la pared. Si no conseguimos pasar es porque no estamos preparados para ello. Así que de repente me enfrento a ese enorme espejo blanco en el que no hay manera de asegurar al compañero. ¿Subiría de todos modos por ahí de no tener compañeros? No lo sé. Los tengo y sé que debo regresar. Entonces me doy cuenta del enorme cansancio psicológico que me abruma. <\/p>\n

Tengo medio día escalando en la punta y dos largos completos han sido sin un solo anclaje. En el último me espiné los dedos de la mano izquierda al meterlos a una grieta ocupada por un cactus. También entonces soporté. Ahora, no hay adónde seguir. No de esta manera. Tendremos que descender y regresar en otra ocasión, quizá en noviembre. <\/p>\n

\"\"Diciembre 25 de 1982<\/strong>.
\n La montaña está increíblemente nevada. Desde el desierto, se notaba blanca y mi amigo Roberto Quiroz se preocupó todavía más cuando le dije que iba a entrar solo por La Providencia. No trató de convencerme y me llevó a la base de la sierra. Ahora tengo ocho días de soledad. Cuatro los pasé en el acercamiento a la base. La nieve fundida ha hecho crecer el río y los problemas de transcurrir por el Cañón aumentaron. Cuatro largos días. Pero cuando llegué me encontré con otro problema: había nevado tanto que cualquier agujero entre las rocas estaba oculto. La parte norte a la que nunca le da el sol estaba llena de hielo. <\/p>\n

Así que pasé tres días y sus noches en esa pequeña hondonada en busca de una ruta que me permitiera ascender a la cumbre de la manera más recta y peleando con los demonios personales que se habían desatado en mi interior y que me hacían dudar entre seguir hacia arriba o regresar y confesar que había fracasado. El peso de la soledad. Tras muchos intentos, decidí regresar y cuando me había puesto la mochila para dar marcha atrás, me volví a la pared y me pregunté hasta cuándo podría ser escalada. Entonces la vi: una línea imaginaria por donde podría pasar hacia arriba, a lo largo de una arista hasta la cumbre falsa que está al norte. Desde ahí me sería más sencillo llegar a la cima. <\/p>\n

Pero ha pasado todo el día y no he podido avanza gran cosa a causa de la mucha vegetación. He perdido uno de mis guantes en algún momento y cuando tuve que escalar en hielo, lo hice con la mano desnuda. Fueron 60 metros sobre una placa rocosa de 60º de inclinación cubierta por una capa de hielo transparente de una o dos pulgadas. Debía golpear lo suficientemente fuerte con el piolet y los crampones para que se hincaran y se sostuvieran, pero no tanto como para partir la costra de hielo y caerme hasta… ¿hasta dónde? <\/p>\n

Ahora hace un fuerte viento que no me dejó armar mi tienda individual y que congeló el agua en mi bidón en menos de 15 minutos a pesar de que estaba muy caliente. Pero desde este balcón, veo la pared como desde ningún otro lugar privilegiado: descubro sus repisas, sus fisuras, sus desniveles. Fotografío todo porque puede ser la clave para ascenderla. Mañana llegaré a la cima y bajaré por el Cañón del Diablo lo más rápido posible. Uno se agota demasiado pronto en esta montaña, sobre todo si está solo, como lo estoy yo. <\/p>\n<\/div>\n

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La expedición de 1999<\/strong><\/div>\n

El laberinto<\/strong><\/p>\n

\"\"Es un caos increíble de rocas de todos tamaños: desde un grano de arena hasta bloques gigantescos de más de 30 metros de diámetro que cayeron de las laderas de los cerros. Rocas que se suceden una tras la otra sin interrupción, sin dar oportunidad de mirar otra cosa que no sea el lugar donde se va a poner el pie y, cuando tenemos que escalar, las manos. Un mundo de roca erizado de todo tipo de espinas. Aquí es importante esquivar las espinas, pero sobre todo la “uña de gato”. <\/p>\n

Uno puede quedar atrapado en esa enredadera y no salir hasta tener la paciencia de quitarse una a una cada espina o ser ayudado por los compañeros. De otra forma, la ropa queda hecha jirones… o la piel. <\/p>\n

El primer día pasamos el primer obstáculo fuerte: una tras otra, las cascadas se suceden una tras la otra en un angosto callejón. Hay que escalar a un lado del chorro de agua o meterse un poco a ella aunque duelan los pies y luego tengamos que correr hacia donde hay sol para quitarse ese tono azulado que da el frío. Ayer estuvimos en el laberinto rocoso. Las cañadas se reúnen en una especie de valle (si vale el término en una cañada amplia) y son tan iguales que es difícil saber cuál es la correcta. Todas parecen dirigirse al punto más alto, pero es una ilusión: el punto más alto no se ve sino hasta haber dejado atrás ese complejo mar de confusiones: un laberinto que me confunde cada vez que he estado en él. <\/p>\n

Hoy estamos por encima de todo eso, de pie sobre una gran roca desde la que contemplamos la montaña y su pared. Nadie ha subido por ella y eso es lo que nos ha traído hasta acá tantas veces. Pero ahora venimos preparados para subir y con una sola idea: “sólo habrá una oportunidad”. Suceda lo que suceda, es importante hacerlo todo con rapidez porque tenemos comida calculada sólo hasta la cumbre. El descenso lo haremos con hambre total, si es que vamos a estar cuatro días en la pared, como tenemos calculado. <\/p>\n

Primer día<\/strong><\/p>\n

\"\"Me despierto temprano. Fuera de la bolsa de dormir hace mucho frío. <\/p>\n

Hoy tendremos que revisar la base de la pared y hallar la ruta por la que subiremos. La exploración que hice en solitario en 1982 nos proporcionó el material fotográfico a partir del cual trazamos tres rutas viables. En el mirador descubrí otra más, pero sin entrar a la pared: en caso de no poder escalarla, ascenderíamos por ahí hasta la cima y bajaríamos por el cañón del Diablo, pues ninguno de nosotros queremos regresar por el mismo camino, sobre todo no por esa ladera de roca descompuesta. <\/p>\n

Pese al frío, salgo de mi bolsa: es preciso llegar a las tinajas de agua que ayer encontramos Oliver y yo en una breve exploración. Tomo mi mochila y sigo el cañón hacia la pared. Una hora de camino hasta el agua helada. Y a partir de ahí, habrá que recorrer la pared en busca de la entrada a la ruta. <\/p>\n

Dejo mi mochila en un lugar muy visible y comienzo a trepar por la roca, en busca de los pasos clave que nos ayuden a avanzar más rápido cuando estemos juntos. Pero no voy muy lejos porque comienza a aparecer hielo por todas partes y no traigo piolet. Me detengo: las aves llegan poco a poco cuando dejo de hacer ruido. Hay un pajarillo color rojo que se sostiene de la roca pero siempre en los lugares desplomados. Otro pájaro más grande se detiene sobre un arbusto y comienza a cantar: rompe el silencio y descubro entonces el peso de la soledad. Estamos muy lejos de todo y si algo nos pasa nadie podrá ayudarnos. Esta montaña no admite errores. <\/p>\n

Hacemos una exploración y a las cuatro de la tarde estamos de regreso en el campamento de las pozas. César ha encontrado un cuerno de borrego cimarrón de gran tamaño y yo encuentro una cabeza completa y varios huesos esparcidos en una cueva pequeña. El día se ha ido con mucha rapidez: la noche se declara a las cinco y apenas tenemos tiempo de prepararnos para dormir. Toda la tarde y gran parte de la noche me quedo mirando a la pared, memorizando los pormenores, haciendo un dibujo mental de cada roca, de cada árbol y de las formas. Mañana será el día. O quizá no: las nubes que comienzan a formarse pueden traer una tormenta. Ya ha habido nevadas de dos y hasta tres metros. <\/p>\n

Segundo día<\/strong><\/p>\n

Asciendo por una fisura para dedos y continuamente caliento mis manos con mi aliento: la roca está helada. Samuel me asegura desde la repisa de abajo y sigue mis pasos con mucho detenimiento. Cuando llego al final, fijo la cuerda para que Oliver suba mientras yo exploro la parte superior: el canalón persiste y el hielo abunda. Al menos agua sí tendremos. Pero, ¿por dónde seguir? <\/p>\n

\"\"Por la mañana habíamos subido por una repisa larga y amplia. Escalada tras escalada, llegamos al final de ella. Dejé a mis compañeros mientras buscaba la ruta. Ascendí solo y entré al canalón que desemboca en la cascada de casi 400 metros de altura y que da origen a la cañada. Tras dos horas de reconocimiento, había encontrado la vía más propicia y la parte más complicada era esa fisura para dedos aunque después, ¿qué habría? <\/p>\n

Usaba todo el tiempo el mapa dibujado en mi mente. Haber hecho un dibujo en mi bitácora mientras estábamos allá abajo me llevó algo así como una hora, pero ahora nos va a ahorrar mucho más tiempo. Encima de la pared en la que estoy debe estar el otro pasillo. Hasta ahí había trazado la ruta mentalmente. Ahí decidiríamos. Pero el día se ha terminado nuevamente. Es invierno y las noches son muy largas y frías. En 1982 registré una temperatura de menos 25 grados centígrados. Estaba solo y casi no pude dormir. <\/p>\n

A las cinco estamos todos juntos en una repisa amplia. Estamos ahora por encima de una pared recubierta con hielo. Mañana tendremos que encontrar una manera de salir de aquí y ascender lo más posible. Las nubes cubren el cielo y el aire está un poco cálido, pero húmedo. Si baja la temperatura, tendremos una nevada aquí, en mitad de la pared. César y Pavel se pasan varias horas derritiendo el hielo que Samuel y Oliver suben.<\/p>\n

Hacia arriba y hacia abajo, todo es pared y lo que me sorprende es que hasta acá haya huellas de borrego cimarrón, muchas veces recientes. Nos escuchan, nos huelen y se alejan y se quedan quietos. Un animal verdaderamente prodigioso. Me siento a descansar un rato y me quedo dormido con todo y equipo puesto. Estoy muy cansado. Oliver me pone su bolsa de dormir y me despierta cuando está la cena. El cielo se ha puesto más nublado y a lo lejos se ve una gran mancha de luz: Mexicali. <\/p>\n

Es curioso, pero nunca antes había visto luz de ciudad desde esta montaña. Ahora, desde el punto más aislado de esta aislada montaña, vemos una ciudad.<\/p>\n<\/div>\n

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La gran travesía<\/strong><\/p>\n

Estoy metido en un agujero en el que apenas cabe una persona. Espero a que mis compañeros hagan el primer rapel mientras me cubro del frío. Estoy 20 metros por debajo de la cima y para llegar a ella hay que trepar por un diedro muy sencillo. Es increíble que después de tantos años de soñar con la pared, ésta se haya resuelto de manera tan fácil y en tan poco tiempo. <\/p>\n

Por supuesto, evitamos todas las escaladas en hielo muy técnicas y secciones de la pared muy verticales donde los escaladores pueden abrir vías muy impresionantes. Pero me urgía estar en la vertiente del cañón del Diablo por su comenzaba a nevar. Cuando alcanzamos la arista que separa al Cañón La Providencia del cañón Toledo comenzó a llover. <\/p>\n

Pasamos horas buscando esa salida y la alcanzamos con un respiro de alivio, aunque no duró mucho porque tuvimos que cruzar la cara sur de la montaña y no fue nada fácil: una larga travesía donde hay que convertirse en borrego cimarrón para avanzar. Durante horas y horas, trepamos y escalamos. Rocas sueltas, arbustos innumerables. Un vistazo a la cumbre: no está lejos, pero tenemos que hacer primero el recorrido de la cara sur. A las dos de la tarde llegamos al collado con el cañón del Diablo y comenzamos a subir a la cumbre. Debíamos darnos prisa o nos sorprendería la noche. <\/p>\n

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En la cima de la península<\/strong><\/p>\n

Así, escalamos a toda prisa las fricciones superiores y luego hice la última escalada hasta llegar adonde estoy, bajo la cumbre. Pavel llegó primero, luego Oliver y César. Al final, Samuel y yo. Los veo bebiendo el paisaje, viendo que todo lo que hay alrededor está bajo los pies. El cañón por el que hemos subido, La Providencia, es ahora una línea después de la cual se ve el desierto y, más allá, el Mar de Cortés y la costa de Sonora. <\/p>\n

Al otro lado, el observatorio astronómico de San Pedro Mártir y, mucho más lejos, el Pacífico, que comienza a brillar en rojo. Al norte y sur, Baja California se extiende enorme. “Montaña, desierto y mar”, dice Pavel. Así es como se describe a la península. Y nosotros estábamos en la cumbre más alta de ella. Hoy, 29 de diciembre de 1999. <\/p>\n

César menciona lleno de emoción: “Hermano, te aseguro cuando seamos viejitos y por fin llegue nuestro momento de partir, este va a ser una de esas imágenes que verás como si fuera la película de tu propia vida.” <\/p>\n

“Como únicos testigos de la gran aventura que hemos vivido”, escribe Oliver en su bitácora, “se yerguen silenciosamente el infinito ámbar del desierto contrastando con el infinito turquesa del cielo. En esta cima y en este momento, el Universo se compone exclusivamente de nosotros y la montaña; nada más existe: las ciudades o la gente, las fronteras o los misterios, no existen la mentira o la sospecha. Para nosotros sólo Ella existe. Y a su existencia subyugamos la nuestra misma, pues aunque conquistada, somos esclavos de su belleza… Es curioso pero ni el cansancio ni las lesiones se sienten después de que has llegado a la cima, apenas unas cuantas horas antes, sentíamos que no lo íbamos a lograr, esa maldita travesía al salir de la pared nos hizo cachitos, pero quien se acuerda de eso ahora.” <\/p>\n

El descenso<\/strong><\/p>\n

De repente, la pared que toco se vuelve roja, como si estuviera teñida. El sol está ahora por debajo del manto de nubes y colorea a esta roca rosada. Rojo. Está oscureciendo. Son las cinco de la tarde y yo apenas estoy desescalando. Tengo la ventaja de no tener el peso de la mochila ahora, pero debo ser rápido. Tenemos sed y hambre. Por la escasez de agua, no hemos comido y bebido muy poco. Mientras escalaba, encontré un agujero lleno con casi un vaso de agua. Bebí sorbo y dejé el resto a mis compañeros. Pero la sed continúa. Sabemos que dentro de poco descansaremos pero precisamente ahora no debemos descuidarnos. El éxito de una expedición está en regresar con bien a aquellos lugares de donde se salió. Esa es la verdadera victoria. <\/p>\n

Tenemos que buscar un lugar para dormir y, si es posible, agua o hielo, aunque dudo mucho que en esta parte de la montaña haya. Mañana bajaremos hasta Campo Noche y después recorreremos el Cañón del Diablo hasta salir al desierto. Los demás se están acercando a las mochilas mientras Samuel me espera. De repente me acuerdo que no nos dimos un abrazo en la cumbre. Era tan fuerte la emoción de haber subido por la pared que no nos acordamos de hacerlo. Por eso le doy el abrazo a Sam. Es un buen muchacho, igual que todos mis otros compañeros. El sol se ha puesto ya. Enredamos las cuerdas y bajamos en medio de la oscuridad.<\/p>\n<\/div>\n

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Exploraciones en el Picacho del Diablo<\/strong><\/div>\n

Mayo de 1976<\/strong>
\n Primera exploración a San Pedro Mártir. Cañón la Providencia. Seis integrantes. <\/p>\n

Mayo de 1977<\/strong>
\n Ascenso por el Cañón del Diablo hasta la cima secundaria norte y descenso por el Cañón La Providencia. 27 participantes.<\/p>\n

Mayo de 1979<\/strong>
\n Primera exploración de reconocimiento a la pared. Cuatro escaladores. Tres de ellos escalan hasta los 260 metros y descienden a causa de las dificultades y del calor. Se pone por nombre a la pared norte El Escudo. Carlos Rangel realiza el primer ascenso al Cerro La Providencia en solitario. <\/p>\n

Mayo de 1981<\/strong>
\n Primera exploración por el Cañón Toledo (El Cajón). Ascenso a la cumbre secundaria sur y reconocimiento de las dos vertientes de que se forma el cañón. Hallazgo de petroglifos. Seis participantes. <\/p>\n

Diciembre de 1981
\n<\/strong>Primer ascenso a la cumbre sur por el Cañón Toledo (El Cajón). Cuatro participantes. Se recorre también el Pinnacle Ridge hasta la base del Cerro La Paloma.<\/p>\n

Octubre de 1982
\n<\/strong>Primer ascenso a la cumbre norte, por el Cañón del Diablo. 22 participantes. <\/p>\n

Diciembre de 1982<\/strong>
\n Exploración en solitario a la pared El Escudo. Ascenso a la cumbre secundaria norte y descenso por el Cañón del Diablo. <\/p>\n

Mayo de 1989
\n<\/strong>Exploración del Río San Antonio, durante la Caminata de las Californias, donde se encuentra la base de la cascada que viene de lo alto de la sierra. Dos participantes. <\/p>\n

Julio de 1994
\n<\/strong>Curso de Supervivencia en la sierra. Se exploran los cañones del Diablo y La Providencia en busca de mejores caminos para el ataque a la pared. Ocho participantes. <\/p>\n

Diciembre 1999 y enero de 2000<\/strong>
\n Primer ascenso mundial al Escudo, cara norte del Picacho del Diablo. Cinco participantes: Juan Samuel Leal García, Oliver López Corona, Pavel López Corona, Julio César León Morales y Carlos Rangel Plasencia. <\/p>\n

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La ruta de ascenso al Escudo Foto: Carlos Rangel<\/em><\/div>\n<\/p>\n

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La pared El Escudo, vista con Google Earth.
\nEn la imagen inferior, la línea amarilla traza la ruta seguida<\/em><\/p>\n

\"\"<\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":"\n\n\n
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La Encantada es la cumbre de toda la península de Baja California. La cara norte de la montaña es una pared de más de mil metros de desnivel y pese a que está muy cercano a Estados Unidos, ningún escalador —hasta donde tenemos noticia— había abierto una sola vía de escalada en esa vertiente. El presente es el relato de la primera ascensión por esa cara. <\/p>\n<\/td>\n

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