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Montañismo y Exploración
Ausangate, una montaña sagrada en Perú

Durante la época del imperio de los Incas, el Ausangate fue la representación de una de las divinidades más importantes. Sus escarpados espolones y extremas paredes de hielo y roca, hicieron de esta montaña un verdadero dios inalcanzable, calificativo que …







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Durante la época del imperio de los Incas, el Ausangate fue la representación de una de las divinidades más importantes. Sus escarpados espolones y extremas paredes de hielo y roca, hicieron de esta montaña un verdadero dios inalcanzable, calificativo que perdura hasta ahora. La gente que habita alrededor lo considera sagrado y quienes pueden acercarse durante un trekking o ver el mundo desde sus cumbres, descubren el enigmático encanto de este seis mil enclavado al sur de la ciudad del Cusco, sobre la cordillera de Vilcanota. Una opción para quienes desean alejarse de las grandes masas de turistas en Cusco y ascender una divinidad Inca de moderada dificultad.

Nuestro arriero en plena marcha al campo base del Ausangate
Foto Ñosy Dueñas

La tradición se mantiene aún, cada año (entre mayo y Junio) se celebra la fiesta del Qoyllur Riti (estrella de las nieves), ue resulta una amalgama entre la religión católica y la ancestral andina. Miles de peregrinos se acercan hasta las faldas del nevado Qolkke Punku de donde la tradición indica llevar a casa grandes bloques de hielo a cuestas, no si antes pasar por una roca donde se dibuja la figura de un Jesús, a 4,900 metros. Todo ello bajo la tutela del “Apu” (montaña) Ausangate.

Campo Base del Campa 5,495 metros. Detrás, el Puka punta.
Foto Octavio Salazar

Aproximación

El primer registro de cumbre en el Ausangate data de 1953, cuando una expedición austro-alemana, integrada por Fritz Morz, Heinz Steinmetz, Jürgen Wellenkamp y Heinrich Harrer (éste último uno de los primeros en la norte del Eiger en 1938), alcanzaron la cima por la zona sur. Posteriormente se abrieron diversas rutas de dificultad en casi todos sus flancos. Muy pocas vías han sido repetidas y quedan muchas líneas por escalar en sus espectaculares caras norte y sur, que se observan desde el trekking de aproximación y salida.

Actualmente el acceso al poblado de Tinqui (3,790) es muy cómodo. Se hacen sólo tres horas de viaje desde Cusco por la espectacular carretera interoceánica que une Perú con Brasil, y en Tinqui hay todo tipo de soporte para el ascenso al Ausangate o la vuelta a esta montaña.

Arista final del Campa. Detrás, la cara sur del Ausangate
Foto Octavio Salazar

Existen dos opciones para iniciar la aproximación al Ausangate: caminar desde Tinqui hasta Pacchanta (4,260) por unas tres horas, o avanzar sobre una carretera carrozable hasta Pacchanta y empezar el trekking desde allí. Todo dependerá del gusto y de la aclimatación de quienes participen.

Aclimatación en el Campa

El paso Campa está alrededor de los 4,950 metros y se llega ahí después de haber cruzado los lagos Comercocha y Caycocha. Ahí se está a la sombra del nevado Campa y un circo de montañas que conforman la cadena de los Puka punta. Ahí, el amanecer inicia entre 4 y 4:30 y el frío es mayor si se compara con la Cordillera Blanca o la Huayhuash, muy al norte de la de Vilcanota.

Cumbre del Campa 5,485 metros
Foto Octavio Salazar

Alcanzado el paso de altura Campa, el viaje continúa hacia el inicio del glaciar de la montaña. La dificultad es moderada, una caminata que dura hasta alcanzar su arista norte. Para llegar a la cima del Campa (5,485) se tiene que subir por un pequeño paso inclinado. Desde ahí se puede ver toda la cordillera de Vilcanota y su montaña más alta: el Ausangate.

Ahí recibí una llamada desde casa. Es, sin lugar a dudas, el mejor lugar del mundo para que le comuniquen que uno será padre de nuevo. Gracias Dina.

Rocas resbalosas y empinadas fueron el descenso para alcanzar el sendero del trekking, cruzar hacia la zona sur de la montaña y dirigirnos hasta el capo base del Ausangate (4,820), todo, en una sola jornada. Hay una fuerte sensación de cambio drástico del clima entre la zona norte y sur en esta zona de los Andes. Aquella tarde fuimos “sepultados” por una copiosa nevada.

Cumbre del Campa con los Puka punta
Foto Octavio Salazar

Desde la cumbre sagrada

Al día siguiente, muy temprano, iniciamos el ascenso al campo alto (5,450). Ya habíamos visto parte de la ruta un día antes (la arista noreste) y mientras duró la caminata al campo alto, la cara sur del Ausangate nos vigilaba. La nevada empezó a cubrirnos de nuevo mientras preparábamos la cena, esperando que el tiempo nos ofrezca algo de tregua para iniciar el ascenso a las una de la mañana.

Con toda la ropa impermeable a cuestas, iniciamos el ascenso e ingresamos encordados al agrietado glaciar, buscando el camino hacia la gran pared de acceso al plateau de la montaña. Hasta ese momento habíamos oído varias versiones de la ruta y cada una difería de la otra.

Observando la ruta al Ausangate
Foto Octavio Salazar

El tiempo cambió a bueno a partir de ese momento. Alcanzamos la rimaya y el espectacular amanecer nos ofreció una de las mañanas más hermosas que haya presenciado en las montañas. Iniciamos el primer largo en un hielo perfecto. Uno de nuestros compañeros hizo los largos en libre mientras nos aseguraba con la cuerda en cada reunión. 120 metros 65 a 75 grados de inclinación y casi dos horas escalando nos puso sobre el gigantesco plateau.

Los primeros pasos en el glaciar superior fueron perfectos: nieve floja pero estable. Pensamos que más no podíamos pedir y de repente el sofocante calor de la mañana nos obligó a quitarnos las prendas de abrigo mientras nuestra cordada de tres personas avanzaba como peregrinos en la fiesta del Qoyllur Riti en busca de su estrella de las nieves. Claro que estábamos casi dos mil metros más arriba que el sitio donde se realiza la fiesta.

Primer largo en la pared del Ausangate
Foto Ñosy Dueñas

La zona superior del Ausangate presenta poca inclinación y es posible observar el acceso a la cumbre sobre una pared final. Hasta allí nos dirigíamos cuando empezamos a notar la presencia de nubes provenientes del este que ya anunciaban el mal tiempo.

Casi al medio día, Octavio [Salazar] luchaba con la rimaya final sobre un puente de hielo muy precario, mientras Ñosy [Dueñas] aseguraba sobre una buena plataforma. Desde allí, unos 60 metros conducen a una arista afilada y muy aérea. A pocos metros de la cumbre hubo que “cabalgar” la arista mientras escuchábamos los terribles truenos sobre nuestras cabezas y sentíamos un chirrido eléctrico bajo el casco.

Se atribuye varias alturas a esta montaña, casi todas las mismas [entre 6,372 y 6,384 metros). Nuestro GPS había dado correcta todas las lecturas anteriores y marcó 6,410 metros en la cumbre. Siendo finales de octubre del 2011, registramos esta altura e inmediatamente iniciamos el descenso por la misma ruta: un rapel para bajar al plateau y desde allí caminar hasta la pared y rapelearla hasta el glaciar.

Atravesando la última rimaya en el Ausangate
Foto Ñosy Dueñas

Vuelta completa

El regreso al campo base es también por la misma ruta de ascenso y se disfruta de la vista hacia el gigantesco glaciar del Nevado Santa Catalina. Decidimos seguir la ruta del trekking por el lado opuesto de donde veníamos y subir al paso Palomani (5,116) para descender al Ausangatecocha (“cocha”, significa laguna en quechua), a 4,680.

Tras disfrutar la vista alcanzamos el paso Apacheta (4,900 m.) y bajamos hasta el lago emblemático del circuito: el Pukacocha (4,800) donde la pesca de truchas y vista perfecta al Ausangate hace un lugar de descanso obligado para quienes buscan el buen trekking.

Escalando la zona más inclinada de la pared en el Ausangate
Foto Ñosy Dueñas

Alcanzamos nuevamente la zona norte de la montaña por el paso Arapa (4,790) y descendimos al pequeño poblado de Upis (4,458) en donde disfrutamos un espectacular día de sol dentro de las calientes piscinas que los pobladores han acondicionado para los visitantes. Al día siguiente alcanzamos nuevamente el poblado de Tinqui. Dos cumbres y el circuito completo de trekking en seis días de intensa actividad bajo y encima de la que desde ahora será nuestra montaña sagrada.

Las vistas finales del Ausangate la tuvieron nuestros compañeros de viaje en el bus público que regresaba a Cusco. Nosotros dormíamos plácidamente soñando nuestro siguiente objetivo: Machu Picchu.

Arista afilada de acceso a la cumbre del Ausangate
Foto Octavio Salazar

A pocos metros de la cumbre del Ausangate
Foto Ñosy Dueñas

Cumbre del Ausangate
Foto Ñosy Dueñas

Rapeleando la pared en Ausangate de regreso al campo base.
Foto Ñosy Dueñas

Atravesando el enorme Plateau del Ausangate luego de escalar la pared
Foto Octavio Salazar

Cara norte del Ausangate
Foto Ñosy Dueñas


Ver mapa del Ausungate más grande



 



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