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Montañismo y Exploración
Corazón de fuego y hielo

¿Qué se siente ser el único que ha alcanzado la cima de una montaña? El siguiente es un relato de ficción que pretende adentrarnos en el mundo de aquella persona que vive en la ciudad pero va a una montaña que lo llama, una montaña virgen. Y hace su primer ascenso.







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Elegí mi ruta sobre los bordes de una cañada que llevaba hacia la mitad de la montaña. Los trozos de roca afilada, las bombas ígneas de muchos años. Al parecer en época fría la actividad volcánica es reducida. Pero hay que subir y bajar a toda velocidad. Nieve dura y viento fuerte pero soportable: podría subir este tramo en tres horas. El amanecer me alcanzó aún por debajo de donde yo esperaba estar. La nieve tintineaba con los fragmentos de hielo que iban deslizándose por encima de ella. Un sonido casi musical.

"El amanecer me alcanzó aún por debajo de donde yo esperaba estar"

Escuchaba música y disfrutaba las manchas rojas del sol sobre la nieve y el hielo. Jugaba con mi sombra sobre el ventisquero. Iba abriendo huella y era sumamente placentero. La pendiente se hacía más pronunciada. Ya iban para cinco horas lo que pensé que serían tres. Alrededor, la soledad y su pulcritud.

Cuando la luz aumentó lo suficiente, noté trozos de hielo del tamaño de mi puño rodar hacia arriba. El viento se había vuelto muy violento. Eran las primeras horas del día y la turbulencia cambiaba de golpe de dirección: arriba y abajo. Más fuerte mientras más alto estaba.

Llevaba siete horas de ascenso. Con cielo despejado no podía ver bien porque llegaban cristales de hielo pulverizado que lastimaban párpados y nariz a pesar de la balaclava y los gogles. En algún momento terminé subiendo en cuatro puntos, usando los piolets técnicos fin de no ser arrancado del piso a pesar de que la pendiente era de 35 grados. No podía ni siquiera levantar la cara de frente. No podía ver mi ruta. Sabía que estaba bastante alto, sentía el olor a azufre y yo sentía una confianza interna… y no paré.

"La nieve tintineaba con los fragmentos de hielo que iban deslizándose por encima de ella."

La tersa y empinada nieve fue dando paso a rocas y hielo blanco y luego a hielo negro. No podía avanzar sin abrazarme a las rocas. Pero ya no había muchas. En algún momento no tuve de donde asirme: a unos metros del borde del cráter y sin ningún punto de apoyo. Tomé un tornillo de hielo y me anclé a él. Por primera vez me empezó a ganar el miedo.

Miré hacia abajo y vi la pendiente que hace horas comencé a subir. El hielo pulverizado viajaba ahora a los valles, arrastrado todo con él. “Será complicado bajar”. Arriba, una pequeña pared de hielo grisáceo y negro con unos 70 grados de pendiente. En condiciones normales no tomaría mucho tiempo escalarla, pero ahí era donde el viento hacía más turbulencia. “Perdería el equilibrio…” Demasiados riesgos que no podía controlar. Pero también estaban mis emociones y mi curiosidad, la intoxicación de endorfinas. “Ya estoy aquí… ¡tengo que mirar!” Asomarme, dar una mirada al corazón de hielo y fuego.

"Tenía todo para escalar esa pared, pero las condiciones meteorológicas exactas para sufrir un accidente"

Cerré los ojos y me senté con la espalda pegada a la pared sin opción de cobijo ante el viento. Había un gran estruendo de viento y de volcán. Procuré guardar silencio y escuchar. Tenía todo para escalar esa pared, pero las condiciones meteorológicas exactas para sufrir un accidente… y no poder ser rescatado.

Apreté los puños y busqué otra señal hasta que escuché un “Ahora, ¡ve!”. Puse mi segundo tornillo lo más alto que me permitió mi estatura, quité el primero y empecé a escalar. Las hojas de los piolets entraban sólo medio centímetro, pero firmes. Poco antes de que terminara el muro, puse el único tornillo que tenía libre. Me aseguré… y una fuerte ráfaga de viento que me arrancó de la pared. Volé, literalmente. Pero el anclaje hizo su trabajo. Mirando hacia arriba, estiré mi brazo y toqué la salida de la pared con el piolet. Ya no tenía miedo. No tanto. Estaba colgado del tornillo y respiré hondo. Con toda serenidad, bajé de nuevo, recogí mi anclaje, y volví a subir. Dos brazadas más y me monté sobre el borde del cráter.

El estruendo no paró, pero recuerdo ese momento como si todo estuviera en total silencio: inmensas paredes de roca y hielo resguardaban una boca de lava candente y agua, chimeneas con fumarolas a toda presión, cascadas de hielo, y azufre. El corazón se me salía del pecho de la emoción. Lo había logrado y veía el corazón de la montaña. De fuego y hielo.

"No podía avanzar sin abrazarme a las rocas. Pero ya no había muchas."

Miré a mi derredor. El cráter, irregular, tenía paredes humeando. Yo mismo estaba sobre una arista sumamente adelgazada donde me sentaba a horcajadas para no perder el equilibrio. La ruta que había elegido era la única posible para llegar ahí. Cualquier otra variación, no me hubiera llevado a un punto de acceso al cráter.

Siempre es posible para un montañista lograr la cumbre de cualquier montaña. Eventualmente lograrás tener lo que necesitas para lo que tú quieras, tarde o temprano. Pero no hay programa de entrenamiento ni entrenador que te prepare para bajar de la cumbre de una montaña con todo lo que implica y sus consecuencias: cuando llegas ahí, te llenas de magia, tu vida cambia radicalmente.

Cuando comencé a bajar, surgieron las lágrimas de emoción. Con el ritmo interminable del piolet y el cansancio, tuve recuerdos de cada cumbre que he descendido. De las cosas que pasan por la mente después de cada éxito y también de cada fracaso. De lo que sacrificas antes y de las consecuencias al regresar. Me di de cumbres en mi haber que no había terminado de bajar. Con la emoción y la satisfacción de ésta, empezaba a cerrarlas todas.

El viento nunca paró y el cielo siempre fue azul y brillante. Más abajo, con equilibrio suficiente para caminar de pie, bajaba a pasos lentos, con una sonrisa enorme en la cara porque me llevaba un secreto que me susurró y que guardaré junto con la visión de su corazón de fuego y hielo.

"Llevaba un secreto que me susurró y que guardaré junto con la visión de su corazón de fuego y hielo"

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