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Montañismo y Exploración
A pie por la Isla de los Estados
15 junio 2010

La Isla de los Estados es un grupo de islotes en Tierra del Fuego, el extremo sur de Argentina. Perla Bollo y Sergio Anselmino la exploraron durante tres meses continuos y obtuvieron una gran cantidad de material foto y filmográfico, además de una experiencia de vida intensa.







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La Playa

Descendimos luego de haber bajado nuestras pesadas mochilas con una cuerda por casi quince metros. Miramos hacia atrás y observamos asombrados el acantilado por el que descendimos. Esta costumbre nos acompaña siempre que descendemos, nos gusta mirar hacia atrás y observar desde otro punto de vista el esfuerzo y el riesgo ya superado. Después, pisamos la placentera superficie plana y sólida de Playa Bedini.

Cascada de la Laguna Dufour.

El afelpado lomo de un adormecido lobo de dos pelos que se encuentra a pocos metros de nuestros pies, recibe la calidez de un sol arisco y escaso que brilla interrumpido por las nubes. Muy cerca una pareja de lobos de un pelo juega en el agua. En la arena, nuestras huellas se mezclan con las huellas de un ciervo. Las seguimos y logramos encontrarlo. El ciervo, al notar nuestra presencia, huyó. Ese majestuoso macho fue nuestro primer avistaje de esta especie en la isla, nuestro primer registro.

Esa noche fue de luna llena desparramándose en Playa Bedini, el mar, las montañas, el bosque en el que estaba nuestra carpa. Una vez más, el suave canto extraño se repitió hasta la salida del sol. El mar sereno que nos recibió en esta hermosa playa, ha castigado con sus bravías olas a numerosos barcos que han desaparecido junto a sus tripulantes. Por toda la costa de esta pequeña isla se pueden ver restos de naufragios: son los testigos de gritos, penurias, esperanzas y desesperación de los náufragos.

Ejemplar de ciervo colorado, una especie introducida en la Isla de los Estados.

Bahía Flinders: arena y sorpresas

Caminamos hacia el Oeste. Ahora, además de ciervos, encontramos manadas de cabras salvajes con sus pequeñas crías. El peso de las mochilas… piernas y pies se mantenían constantemente en equilibrio en superficies totalmente irregulares. En algunos bosques muy espesos nos resultaba tan difícil caminar que por momentos una sensación de claustrofobia nos hacia detenernos para tomar aliento, poner en orden los pensamientos y continuar.

Descendiendo entre raíces y paredes de barro llegamos a Bahía Flinders. Posee dos pequeñas caletas en donde el mar depositó grandes cantidades de arena formando dunas muy altas. Detrás de ellas, parte del bosque ha quedado prisionero por toneladas de arena, privado de nutrientes, muriendo lentamente. Un gran boyón de amarre, que se desprendió de su cadena, duerme sobre la playa de una de las caletas, muy cerca del mar…

Colonias de pingüinos.

Recorrimos los alrededores. A veces, la gran cantidad restos de naufragios captaba nuestra atención por horas. Remontar un pequeño arroyo o chorrillo nos puede llevar a obtener la fotografía de una hermosa cascada, una pequeña colonia de aves, o hacer un asombroso descubrimiento, como nos sucedió ese día.

Habíamos subido un gran acantilado y, bordeándolo, alcanzamos una cueva con una vista hermosa. A resguardo del viento, nos sentamos en el suelo para apreciar la copa de los árboles que teníamos por delante. A pocos metros, algo que brotaba de la tierra llamó mi atención y removimos delicadamente esa caja de sorpresas y comenzamos a sacar una gran cantidad de mejillones, almejas, lapas, piedras con evidente filo, huesos de aves, de ballena y de lobo marino, muchos de ellos quemados.

Comesebo.

Aunque no somos arqueólogos, siempre nos interesó la vida aborigen. Fotografiamos detalladamente todo el material de este increíble yacimiento y por la noche conversamos sobre el acontecimiento del día. No podíamos evitar un estremecimiento al pensar lo que significaba encontrar un yacimiento aborigen de estas características en la isla. Los aborígenes convivían con la naturaleza, adaptados a ella. Llegaron hasta ahí navegando un mar muy peligroso de corrientes indomables, con un gran oleaje, en simples canoas hechas de corteza de troncos. Maravillados por esta demostración de fortaleza, de adaptación a lo natural, de supervivencia, nos preguntamos: ¿Cuántos?, ¿Cómo?, ¿Cuándo?…

Orilla de una laguna.

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