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Montañismo y Exploración
Semana Santa en el desierto

La lluvia había cambiado el color de la tierra de gris o pardo a verde. Lluvia en ese lugar semiárido es vida en abundancia. El viento traía las nubes desde el norte. Y en el desierto, descubrimos a la gente que vive en él. Estas son algunas de las vivencias adquiridas en un lugar que es más amigable de lo que se ve en las fotografías.







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Nosotros íbamos hacia el norte y sorteábamos no sólo los cerros para caminar en sus collados, sino también las enormes nubes. Era como si pasáramos por los “collados” de las nubes. Toda esa tarde esperamos que en cualquier momento lloviera pero no fue sino hasta bien entrada la tarde —estábamos en una barranca— cuando la lluvia ya no fue una amenaza, sino un hecho. Lluvia y atardecer hicieron que el paisaje en la barranca cambiara de colores. Y los apreciamos resguardados en nuestro refugio.





Al otro día en La Florida, platicábamos con la señora de la tienda, quien se sorprendía que camináramos desde “tan lejos y solos”. A Julia: “¿Y no te da miedo? Ahí hay coyotes.” Nos recomendó que fuéramos a Pozo Seco, un lugar en la barranca a unos ocho km de allí. Pero nos advirtió que hay algunos donde el hombre no puede caminar. Esto, en lugar de asustarnos, nos llamó más la atención. Era un cañón con pozas y caídas de agua, un buen lugar para recorrer con equipo, aunque corto, pero interesante.



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