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Montañismo y Exploración
En busca de la Cascada de Piedra Volada
27 diciembre 2007

Si usted cree que ya no quedan sitios vírgenes sobre la faz de la tierra, quizá le sorprenda saber que en el umbral del tercer milenio encontramos una de las más grandes cascadas del mundo que permanecía ignorada.







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"Después de esto el padre ya no volvió a tener problemas con hechiceros ni con espíritus y así pudo continuar en firme su tarea evangelizadora, siendo olvidado el sucurúame durante muchísimos años, hasta que un día, allá por 1950, uno de los mineros de Pinos Altos se trajo un aparatito que dizque localizaba tesoros".


—Un detector de metales —dijimos a coro Rosalinda y yo.


—Así es —respondió Don Rafa. —Pues bien, este minero se puso a buscar tesoros por aquí y por allá con su aparatito y como escuchó algo sobre la cueva del padre y que los padres habían escondido tesoros ahí, fue a investigar por ese rumbo. Total, que después de unos días de búsqueda, va dando con el cofre donde se encontraba el espíritu del hechicero. Feliz porque creía haber dado con su tesoro, el minero abrió el cofre liberando al sucurúame.


"Evidentemente, lo primero que hizo el espíritu fue darle “cran” al minero, del cual nunca más volvió a saberse. A partir de ese día fue cuando de nuevo volvió a aparecerse el sucurúame a la gente, asustando a todo el mundo y hasta la fecha por ahí sigue. Muchos afirman que se aparece como una mujer muy guapa, otros que como coyote".




La primera visión que tuvimos de la barranca de Candameña desde la cascada de Piedra Volada


La primera visión que tuvimos de la barranca de Candameña desde la cascada de Piedra Volada


—Será un nahual —comenté, haciendo alusión a los brujos que pueden transformarse en lo que sea, muy comunes en el centro del país.


—Pues yo no sé —agregó don Rafa— pero dicen que hace como 30 años vinieron unos señores que eran de la misma profesión de usté, espeliólogos.


—Espeleólogos —corregí—, son los que estudian las cuevas.


—Pues ésos —dijo Don Rafa y continuó. —Eran tres hombres y una mujer, Mario, Gilberto, Felipe y Elena, eran sus nombres y se metieron a la cueva del padre Glandorff a explorarla, en ese entonces la cavidad era mucho más larga de lo que es ahora y más adelante sabrán por qué. Al frente iba Mario guiando la exploración, le seguía Felipe, Elena y al final Gilberto que era un poco despistado. Desde que entraron a la cueva Elena percibió algo malo en ella, una vibra negativa que de momento no pudo identificar. Comenzaron a caminar por un largo pasaje y como a la hora Elena les comentó a sus amigos que ya hacía rato no veía a Gilberto. Mario y Felipe no le dieron mucha importancia al hecho y comentaron que se había quedado atrás porque hizo pipí y que en un rato más los alcanzaría.


"Pero pasó el tiempo y Gilberto no apareció. Al final del pasaje llegaron a un tiro vertical de unos 15 metros de caída. Colocaron una cuerda y el primero en descender fue Mario, en un par de minutos aterrizó y les gritó que la cuerda estaba libre, enseguida bajó Felipe. Siguieron largos minutos de silencio, más de 15 Y Elena que aguardaba arriba se desesperó y gritó preguntando si la cuerda estaba libre. Apenas alcanzó a escuchar la voz afirmativa de Mario, por lo que efectuó el descenso. Cuando llegó abajo se sorprendió al darse cuenta de que sólo estaba Mario.


"Le preguntó por Felipe. “Aquí no ha bajado Felipe” respondió Mario “sólo tú”. “Pero si él bajó después de mí” replicó Elena “a algún lado debió haber llegado”. “Pues aquí no”. Entonces se dieron cuenta que del cable estaba escurriendo sangre. El pánico empezó a apoderarse de ellos y sintieron la fuerza maligna que desplegaba el sucurúame y ahora estaba contra ellos. Con la inspiración que da la adrenalina Mario le gritó a Elena que salieran corriendo de ahí por otra entrada que él conocía, ya que antes había realizado una exploración preliminar de la cueva. A toda prisa empezaron a recorrer salones y galerías sintiendo atrás de ellos, cada vez más cerca, al espíritu del sucurúame.


"Llegaron a un arrastradero de un par de metros de longitud y rápidamente lo cruzó reptando Elena, cuando Mario estaba por salir sintió que alguien lo agarró de los pies y empezó a arrastrado en sentido contrario. “Ayúdame Elena” alcanzó a gritarle. Elena lo tomó de los brazos y jaló, pero ante el terror de Mario sintió que la fuerza del sucurúame era mayor hasta que tuvo que soltarlo y ver como desapareció por el negro agujero. “No, no me dejes, ayúdame” fueron los últimos gritos de Mario antes de desaparecer tragado por el sucurúame. Elena estaba histérica y empezó a correr sin saber a dónde llegaría hasta que en una de ésas se tropezó y empezó a rodar por una fuerte pendiente golpeándose entre unas piedras, quedó semiinconsciente, su lámpara se botó del casco y se encontró de pronto rodeada de una profunda oscuridad.


"Antes de perder totalmente la conciencia, y no supo si la vida también, percibió con terror cómo la fuerza maligna del espíritu del sucurúame se aproximaba velozmente a ella. Pasaron largos minutos de tinieblas hasta que la luz de fa lámpara se encendió de nuevo, iluminando el rostro de Elena. Su expresión no podía ser más perversa. El espíritu del sucurúame se había apoderado del cuerpo de Elena. Desde entonces dicen que el sucurúame se aparece como mujer en la región, con el cuerpo de Elena. Hasta la fecha. No se les vaya a aparecer. Por cierto que el sucurúame derrumbó una parte cercana a fa entrada de la cueva, bloqueando el acceso a los pasajes interiores, por eso si ustedes van a la cueva del padre Glandorff verán que sólo es un abrigo, pero antes era mucho más grande" —concluyó don Rafael.


Me zambullí en mi bolsa de dormir, esperando que ahí no pudiera entrar el espíritu del sucurúame. Esa noche no pude dormir tranquilo y más cuando me enteré que a don Rafael lo apodan el Brujo, por algo será.


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