follow me
Montañismo y Exploración
La llamada del silencio
16 octubre 2005


La montaña es capaz de llenar la vida de muchos hombres, pero también de llevársela. La incidencia de accidentes en el montañismo de gran dificultad puede hacer que uno se replantee la posibilidad de seguir escalando. Joe Simpson se plantea esta posibilidad y esta es la narración de su batalla… que no ha concluido.







  • SumoMe

Joe Simpson. La llamada del silencio. Ediciones Desnivel, Madrid. 2004. 256 páginas. ISBN: 84-96192-44-X

Escala si quieres, pero recuerda que el coraje y la fuerza no sirven de nada sin prudencia, y que un momento de negligencia puede acabar con la felicidad de toda una vida. No hagas nada con prisa; mira bien dónde pisas; y piensa desde el principio que puede ser el fin.

Edward Whymper


María Coffey, en su libro Los zarpazos de la montaña, menciona que muchos montañistas que han vivido situaciones excepcionalmente difíciles en las que han estado a punto de perder la vida, han intentado dejar el montañismo, pero no lo han logrado.

La llamada del silencioJoe Simpson es uno de los citados por María.

Y Joe escribe este libro como una trayectoria especialmente difícil: abandonar las montañas. ¿Puede? ¿Podrá? Cuando se arrastraba en el glaciar del Siula Grande, su voluntad le hizo seguir vivo. ¿Puede un montañista como Joe Simpson utilizar esa misma voluntad para abandonar el montañismo, las montañas como él las conoce?

En 1998, durante una expedición a Bolivia, se salva de un alud y llega a una sorprendente decisión:

“Fue aquel momento interminable, en Bolivia, durante el verano de 1998, mientras el alud bajaba rugiendo en la oscuridad, por encima de mí, el que marcó el punto en el que empecé a darme cuenta de que ya no amaba las montañas.” (p. 37)

Pocos días más tarde, uno de sus mejores amigos decide abandonar el alpinismo extremo:

“Lo siento, Joe. No quiero estropearte los planes, sé que quieres hacer esa vía. Simplemente, ya no me gusta. No quiero asumir los riesgos. No me apetece hacer el esfuerzo. Estoy cansado de estos viajes. Preferiría irme de vacaciones por semanas, hacer actividades concretas, y no estas expediciones.” (Tat, cit. en p. 45)

Tat, su compañero, moriría tiempo después volando en parapente y Joe Simpson entra en una crisis existencial: ¿se debe dejar la montaña cuando se ha sido todo durante años o debe continuar el mismo camino, pese al alto riesgo que esto implica?

“Al final es cuestión de probabilidad. Si estás todo el día metiendo la cabeza en la boca del león, un día la cerrará y no importará lo bueno o fuerte o afortunado que creas ser.” (p. 33)

Probabilidad. ¿Qué tiene que ver si el riesgo era el mismo desde el principio, si con las técnicas y equipo nuevos se puede escalar más seguro?

“Las montañas no parecen estar al tanto de lo que es justo o deja de serlo. No quiero decir que yo no hubiera sido consciente de eso desde el principio, pero cada vez me sentía más incómodo asumiendo tales riesgos. La pérdida de amigos a lo largo de los años había comenzado a erosionar mi confianza y mi nervio, si es que ignorar ciegamente esos riesgos inevitables puede considerarse como confianza y nervio.” (p. 34)

La serie de conclusiones que Joe obtiene de largos razonamientos le hacen darse una vuelta por el deporte del parapente, que termina dejando sin usar su equipo nuevo. Otro amigo, Ray Delaney, quien también está en el mismo proceso de abandonar la montaña, le ofrece un camino honorable: elaborar una lista de montañas o rutas especiales y cuando terminen de tachar todas, se retirarán definitivamente.

En esa lista está la pared norte del Eiger, una de las más peligrosas y ciertamente de las más famosas del mundo. En el libro se detalla profusamente el intento que hicieron a la pared. Y no es que haya nada nuevo que contar desde el punto de vista técnico sino que surgen todos los fantasmas y las dudas, casi como un la narrativa de Hermann Hesse.

“El resultado debía ser incierto, el proyecto tenía que imponer y la posibilidad de hacerse daño debía ser alta, de lo contrario, no se aprendería ni se demostraría nada. Yo no quería morir, pero si la muerte no estaba presente, no servía de nada. Establecía los parámetros del juego. Nos jugábamos perderlo todo. Éramos fugitivos de la realidad, pero a pesar de todo, las cosas nunca parecieron tan reales como entonces, tan claras, tan intensas, tan acertadas.” (p. 98)

“¿Por qué emplear la primera mitad de la vida viviendo al borde de todo pasándolo de pipa y tratando de hundir el barco, y luego pasar la segunda mitad demasiado estresado hasta para cambiar de pasta de dientes?” (p. 120)

El resultado es un libro un poco repetitivo en argumentos, pero que tiene su valor por ser el testimonio de alguien que trata de dejar el montañismo de alguna manera. A pesar de ello, uno se pregunta si el libro no hubiera podido ser más breve.

“Ya lo dije en el Chaupi Orco después del alud. Lo dije después de Alea jacta est con Tat. Lo dije tras el Siula Grande y el Pachermo. Lo he dicho muchas veces. Y un día sucederá. Quizá deba escucharme a mí mismo. Estoy cansado de todo esto… de este asunto de la muerte…” (p. 245)

Lo cierto es que aún no está escrito el último capítulo.

Lee un capítulo del libro (PDF)



 



Suscríbete al Boletín

Google + Facebook Twitter RSS

 

Montañismo y Exploración © 1998-2023. Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con SIPER
Diseño por DaSoluciones.com©