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Montañismo y Exploración
Un norte suave
26 noviembre 2004

“El pronóstico dice que será un norte suave”, nos habían comentado en Rancho Nuevo y yo había preguntado a qué se referían con “suave”. La respuesta fue: “Un norte que sopla bajito y que dura mucho tiempo, hasta tres días o cuatro. Si es fuerte, el norte dura sólo medio día pero con mucho viento.”







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Faro de Barra Chavarría, Tamaulipas

25 de noviembre de 2004



Es de noche y estamos remando aún, con el cuerpo cansado y las nalgas aplanadas de tanto tiempo como hemos estado sentados. Al frente, el pequeño faro de la Barra de Chavarría, en la boca de la laguna de San Andrés, por la que hemos venido para evitar el oleaje. Hay norte. Hoy por la mañana, en el campamento tortuguero Rancho Nuevo, el viento del norte me despertó al entrar por la puerta del cuarto que nos habían prestado para dormir. "Al fin", pensé.


Cuando nos acercamos a la playa, el mar estaba irreconocible: las olas se dirigían ahora al sur. Habíamos esperado este viento para poder ser "empujados" hacia donde íbamos. Seguro iríamos más rápido. Habíamos perdido ya muchos días remando contra la surada: viento y oleaje en contra y si uno se detenía de palear, retrocedía unos metros.


Por eso lo esperábamos y ahora que había llegado navegaríamos la máxima distancia que pudiéramos: 50, 60 y, con suerte, 70 kilómetros. Mucho, en comparación con las distancias que habíamos estado haciendo (12, 16, 18 km) por día. Como no bajaríamos del kayak, habíamos pensado velear, remar para entrar en calor y desentumirnos, volver a velear y de nuevo a remar, hasta que se nos acabara la luz.


Recuperaríamos distancia no ganada.




Olas y más olas


"El pronóstico dice que será un norte suave", nos habían comentado en Rancho Nuevo y yo había preguntado a qué se referían con "suave". La respuesta fue: "Un norte que sopla bajito y que dura mucho tiempo, hasta tres días o cuatro. Si es fuerte, el norte dura sólo medio día pero con mucho viento."


Sentado dentro de Thor, me llamó la atención la brisa que se formaba en sus crestas. En cuanto una ola rompía, el viento se llevaba una rociada de mar bastantes metros más al sur. Éstas no me producían el miedo que hicieron aquellas de cuando habíamos pasado de la Laguna Madre al Golfo de México. Quizá había sido una transición muy fuerte. De todos modos eran olas grandes. Me pregunté cómo sería un norte fuerte.


Pasaríamos y navegaríamos en el mar de más allá, donde no había más rompientes; en un mar agitado, sí, pero con viento en popa. ¿Qué podía pasar? El kayak es una embarcación muy confiable y aunque volcáramos podíamos enderezarnos en un momento. Una especie de submarino donde nosotros éramos los periscopios.


Dos horas después sólo el Tempest seguía faltando. Abraham había decidido no velear y comenzó a remar mientras nos ocupábamos en poner el aparejo para la vela. Lo perdimos de vista y ya no lo encontramos. Por eso estábamos sólo las dos embarcaciones mientras remábamos hacia el sur. El viento era demasiado fuerte y habíamos abandonado la vela. Pero no lo veíamos.


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