follow me
Montañismo y Exploración
EXPLORACIÓN EN LA BARRANCA DE PIAXTLA O MIRAVALLES

El proyecto En busca de un mundo olvidado, iniciado en el estado de Chihuahua por Carlos Lazcano, trascendió a Durango, donde están barrancas más inaccesibles aún, donde una excelente técnica es imprescindible para llegar a los lugares. Este es uno de los relatos de una exploración llevada a cabo en las barrancas por un equipo de exploradores italianos y espeleólogos universitarios en noviembre del 2003. Fotografías de Paolo Petrignani.







  • SumoMe
DÍA TRES, "EL ÁRBOL ENANO" El paisaje desde aquí es hermoso. El cañón se levanta con paredes de hasta mil metros, el río es transparente y en algunos momentos se torna verde esmeralda. Luego de unas horas llegamos a la cascada más imponente que he visto en mi vida entera, la misma donde Carlos Lazcano no pudo bajar. Pensaba en él porque tuve la oportunidad de conocerlo un año antes en otra expedición y ahora somos buenos amigos. Lo imaginaba aquí, en medio de este maravilloso escenario donde sientes la presencia de una energía poderosísima, donde tu vista se pierde en el horizonte, el viento te enfría la cara y te sientes privilegiado de estar ahí. Creo que cuando nos acercamos a la orilla de la cascada y vimos su caída, ninguno de nosotros pudo pronunciar palabra alguna. Compartimos ese momento en silencio. Sólo se escuchaba el viento y algén ave que sobrevolaba por encima de nosotros. Calculamos que la cascada tenia menos de los 120 metros que nos había dicho Javier. Pobres ilusos. Una vez armada la cascada, Chicho inicio el descenso. Había pasado mucho tiempo ya, no había sido fácil encontrar un buen sitio para armar y teníamos mucho calor, así que pensábamos poder llegar abajo sin el neopreno. Chicho me dejó uno de sus dos sacos pues llevaría el material para seguir armando en una repisa que alcanzamos a ver. Esperábamos sus noticias por radio y estábamos un poco inquietos por que el punto de partida es una saliente de roca como un trampolín el cual no te permite ver la cuerda y ya se había tardado. Por fin escuchamos un ruido que semejaba la voz de Chicho por radio. Sí, era él sumamente agitado, parecía que no podía respirar y entre el estruendo de la cascada (que a la altura donde él estaba era muy intenso) y su agitada voz nos dio a entender que había un nudo en la cuerda donde era inevitable "embarcarnos" que el puño se nos iba a quedar arriba, que la cascada "nos iba a tragar" (me refiero con "tragar" que la caída de la cascada se mueve con el viento y cae sobre de ti y no te deja ver ni respirar), que la cascada era más grande de lo que pensamos y que nos pusiéramos el neopreno, pero que todo estaba "bajo control". Los tres que estábamos arriba, muy seguros de nosotros mismos, repasábamos en nuestra cabeza cada palabra y planeábamos como bajar para batallar lo menos posible. Yo los miré con un sentido de abandono pues era claro que primero tendría que bajar Chesco seguido de Paolo y al final yo. Nos pusimos los neoprenos, Chesco se colgó sus dos sacos y comenzó a bajar. Paolo le tomaba fotos y yo hacia de mis dos sacos uno solo para así bajar el de Chicho. Chesco se tardo mucho más que Chicho y eso nos puso de nervios por que aunque tiene sólo 23 años de edad es un espeleólogo de muy alto nivel. Después supimos que el viento había movido la cascada hacia él y lo había tragado por completo. Chicho lo miraba desde la repisa y Chesco no se movía y por más que le jalaba la cuerda para desviarla no era posible sacarlo de ahí. Chesco encontró en la pared un punto donde hacer un espacio con sus manos y poder respirar bajo la cascada y en cuanto ésta se retiró, volvió a descender. Chicho sabía bien que no es posible subir a rescatar a una persona bajo una cascada y que las probabilidades de que se ahogue son altas. Después que Chicho nos avisó que ya había llegado Chesco y nos volvió a decir que la cascada nos tragaría y comenzó a bajar Paolo. Le dije a Paolo que me dejara uno de sus sacos ya que llevaría mucho peso, por que pasar ese nudo donde te embarcas y con la cascada encima seria muy difícil para él. Yo tengo más práctica para enfrentar técnicas difíciles en cuerda y contaba con un "pantin", un aparato que se fija al pie y que se puede usar para recuperar el puño por muy lejos que te pueda quedar. Paolo se tardó más que Chesco. Yo veía al horizonte tratando de concentrarme, pues un error y sería fatal. La cascada también se tragó a Paolo. Yo escuchaba gritos pero como no veía nada, sólo me quedaba esperar. Era Paolo que pedía que lo sacaran de ahí. Afortunadamente entre Chesco y Chicho pudieron desviar la cuerda y sacarlo. Finalmente, mi turno, con tres sacos pesados llevaba pero eso no me preocupaba tanto como el batallar con el agua. Chicho había armado muy bien el tiro, bastante retirado de la cascada, pero no habíamos contado con el viento. El inicio estaba en el suelo (si, pusieron los spits en el piso) y la salida era muy incómoda, además de que te proveías de un gran manojo de espinas. Mis manos quedaban entre mi descensor y el piso, y con tanto peso deje un rastro de sangre. Una vez colgada sentí la seguridad de la cuerda y decidí bajar lo más rápido posible pero ya en el nudo estaba completamente mojada, aunque la cascada se había apiadado de mí y se había quedado tan sólo a unos centímetros de mí. Decidió no tragarme, así que me dediqué a pasar el famoso "nudo embarcador". Efectivamente era inevitable dejar arriba el puño y lo que más me llevó tiempo fue poder levantarme para recuperarlo pues llevaba mucho peso, tanto que cuando toqué la repisa no pude mover yo sola los tres sacos. Lo habíamos logrado. Estábamos en la repisa. El estruendo de la cascada era ensordecedora y teníamos que gritar para escucharnos. La brisa nos golpeaba y todavía nos faltarían por bajar 60 metros. En ese momento el sol se ponía. Teníamos que apurarnos. Chicho armó sobre un "arbusto", un árbol enano de fuerte tronco, con la seguridad técnicamente más que aceptable, pero de "terror" para la vista. Aén no sabíamos cuanto nos faltaba por bajar con exactitud, así que mantuvimos el mismo orden de descenso y de carga. La claridad del cielo se desvanecía y la oscuridad llegó justo cuando me quedé nuevamente sola. Cuando comencé a bajar, esta vez con mucho miedo, le pedía a las fuerzas del universo que ese hermoso arbolito enano se mantuviera en su lugar hasta que yo lograra llegar abajo. Mantenía la mente ocupada y el corazón acelerado. También le pedía a la roca que se hiciera un poco suave, como de goma, para que ese "roce de la muerte" no fuera a romper la cuerda. Al llegar hasta abajo el impacto que hace el agua al llegar a la poza salía disparada con toda su fuerza hacia mi haciéndome daño, tanto, que casi me tira al suelo. Era tal la adrenalina que recorría mi cuerpo que pude levantar los tres sacos y arrastrarlos hasta el lugar donde llegaron a mi ayuda Paolo y Chesco. Yo sudaba y veía con gran satisfacción esa enorme cascada que nos había hecho temblar a los cuatro pero que ahora nos daba un espectáculo inolvidable. Caminando entre enormes bloques de rocas de unos 20 y 40 metros de diámetro, aquellos que desde lo alto parecían pequeñas piedras, encontramos un buen lugar para pasar la noche. Creo que estaríamos a unos 300 metros de ese torrente de agua y todavía se tomaba la libertad de hacernos llegar sus gotas. La luna iluminaba a nuestra ahora amiga a quien nombramos "Salto de la luna". Platicábamos nuestras experiencias y reíamos satisfechos de haberlo logrado. Haciendo la cuenta de la cuerda pensamos que mide un poco más de 170 metros. Durante la noche yo despertaba tan sólo para admirar esa visión. No tenia que hacer nada más que abrir los ojos y ahí estaba, frente a nosotros. Brillante, como de plata.

Páginas: 1 2 3 4 5 6 7



 



Suscríbete al Boletín

Google + Facebook Twitter RSS

 

Montañismo y Exploración © 1998-2023. Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con SIPER
Diseño por DaSoluciones.com©