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Montañismo y Exploración
Los tres últimos problemas de los Alpes
15 diciembre 2002


En la década de 1930, el alpinismo había avanzado tanto gracias a los postulados de Mummery que quedaban por escalar tres grandes paredes norte, a la que se les bautizó como los tres últimos problemas de los Alpes. Hoy sabemos que los problemas siguen apareciendo, pero es interesante meterse al relato de este libro para entender el alpinismo de la época y todo lo que heredamos de él, además de una buena lectura.







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Anderl Heckmair. Los tres últimos problemas de los Alpes. Ediciones Desnivel, Madrid. 2002. 134 páginas. ISBN: 84-95760-58-4

Sin Heckmair el intento de conquista de la norte del Eiger habría fracasado, igual que habían fracasado los intentos anteriores

Reinhold Messner

La juventud no puede contentarse con seguir las huellas de sus mayores: quiere elevarse más aún... lo primordial para ella es el sentimiento de su libertad y poner a prueba sus fuerzas intactas.



Quizá sea el libro más famoso después de Annapurna, primer ocho mil, y de La Conquista del Everest. Es uno de los grandes clásicos y casi no necesita presentación, salvo para las nuevas generaciones. Quizá para ellos no sea tan importante asomarse a un título como "Los tres últimos problemas de los Alpes" porque la mentalidad ha cambiado: siempre se encuentran nuevos problemas y cada vez más difíciles.

Sin embargo, se trata de las tres caras norte que aún no habían sido ascendidas hasta entonces: el Cervino, las Grandes Jorasses y el Eiger. Anderl Heckmair, alpinista de Munich comienza a incursionar en la montaña por la grave crisis económica de 1928 y pronto descubre algo que le motiva enormemente:

"Un anochecer, en el Stripsenjoch, estábamos hablando de nuestras escaladas mientras tomábamos el té, la conversación versó sobre los últimos grandes problemas... De pura excitación, aquella noche no pensamos ni en dormir, y al amanecer nuestra decisión estaba tomada: alguna de aquellas paredes debía ser nuestra." (p. 17)

Elige la cara norte de las Grandes Jorasses y de esta manera entra en lo que es la gran carrera por ascender los "tres últimos problemas". Poco después, los hermanos Toni y Franz Schmidt logran ascender la cara norte del Cervino (1931) y Heckmair, fracturado de un tobillo, ve que cara norte de las Jorasses son ascendidas por Rudel Peters y Martín Maier (1935). Un amigo le comenta:

"—¿Qué edad tienes?
"—Cumpliré treinta el año próximo.
"—Entonces ya puedes «cortarte la coleta». Abandona la escalada y búscate otra profesión." (p. 38)

Sin embargo, para Heckmair, quedaba el "último gran problema de los Alpes": la Eigerwand [pared del Eiger]. Conocida por los alpinistas y quienes no lo son, la Eigerwand ha sido ya intentada en ocasiones anteriores y la mayoría de quienes lo hicieron murieron en la pared. Para 1938, Heickmair y Wiggerl Vörg (que había sido, junto con Hias Rebitsch, la primera cordada en bajar viva de un intento a la Eigerwand) habían comprendido que el Eiger debía tratarse de otra forma:

"En nuestras tentativas anteriores habíamos dado por descontado que la Eigerwand debía ser considerada como una pared rocosa, dividida por zonas de hielo, pero ahora nuestra concepción de esta escalada había cambiado; hemos llegado a la conclusión de que es, ante todo, una muralla de hielo a la que se añaden dificultades de una pared rocosa. Debemos, por lo tanto, adaptar nuestro equipo a nuestro nuevo modo de pensar." (p. 64)

La historia de las tentativas y de la primera ascensión son relatadas ampliamente y el resultado es uno: un libro bastante ágil que puede ser leído en muy poco tiempo. Parecería que a Heckmair no le interesa en absoluto el Cervino, pues toda la información que proporciona del primer ascenso de la norte es muy escueta; en cambio, tanto el Eiger como las Jorasses, son tratadas ampliamente.

Llama la atención la descripción de su equipo y, si uno de fija con atención en las fotografías, se pueden descubrir muchísimos detalles que arrojan luz sobre la forma en que la cordada de Heckmair y Vörg, unida a la de Heinrich Harrer y Frtiz Kasparek, enfrentan una pared de 1,800 metros: con piolets largos de madera (aunque uno de ellos se le denomine "corto"), sin la ropa especial de ahora, con mochilas de 20 kilos cada una... De esta forma llegan a la cumbre:

"El hielo se pega a los crampones. Los pies se insensibilizan. Pero estamos fuera de la pared, hemos vencido, y lo demás importa poco. No era así como imaginábamos nuestra llegada a la cumbre del Eiger, después de haber resuelto el último de los grandes problemas de los Alpes. Creíamos que el entusiasmo nos haría dar volteretas y otras locuras por el estilo, pero en aquel momento nadie pensó en eso. Se trataba de volver a bajar en medio de la tormenta." (p. 107-108)

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Erratas

Página 24, línea 15, dice: "...arrancado por Gustl, pero afortunadamente resistir el choque..." Debe decir: "...arrancado por Gustl, pero afortunadamente puedo resistir el choque..."

Página 44, inicio del último párrafo, dice: "Se instala el primer a tres mil doscientos metros de altura." Debe decir: "Se instala el primer vivac a tres mil doscientos metros de altura."

Página 78, quinta línea desde abajo, dice: "Nos quitarnos los crampones..." Debe decir: "Nos quitamos los crampones..."

Página 130, quinta línea del segundo párrafo, dice: "...y no podríamos alcanzar el refugio Leschauz..." El refugio tiene el nombre de Leschaux.



 



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