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Montañismo y Exploración
Por el Nilo en kayak
1 septiembre 2001


Considerado por mucho tiempo el río más largo del mundo, las cascadas que tiene impedían su exploración y su navegación integral con las embarcaciones convencionales. En 1950 un hombre que se había puesto como una de las 127 metas de su vida llegar al Lago Victoria, lo hace en kayak con dos compañeros. Narración interesante de un hombre que sabe lo que quiere de la vida.







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John Goddard. Por el Nilo en kayak. Editorial Juventud, Barcelona. 1981. 270 páginas. ISBN: 84-261-1788-0. También existe en edición de bolsillo en Plaza y Janés Editores. Barcelona. 1998. 378 páginas. ISBN: 84-01-54051-8


"Cuando yo era muy joven me hice una lista de 127 metas a alcanzar, y la número 68 era nadar en el lago Victoria. Este propósito lo llevé a cabo con un refrescante chapuzón en las grisáceas aguas de una tranquila bahía..." (p. 43)

Nadar en el lago Victoria, la fuente del Nilo, bien podía ser un objetivo más entre esos 127, pero la manera como John Goddard llegó a hacerlo es más importante que la mera meta: recorrer "El Nilo, con sus 6,632 kilómetros, constituye el río más largo de la Tierra y una de las mayores maravillas naturales." (p. 9) Entonces (estamos hablando de 1950) el Nilo se tenía por el río más largo del mundo y la sola idea de recorrerlo desde sus fuentes hasta su desembocadura en el Mediterráneo era una locura, y aunque las cosas no cambiaron mucho entre el recorrido del Nilo y el del Amazonas en 1984, el escepticismo entonces era todavía mayor. El Nilo había sido navegado sólo en tramos y el hecho de que tres jóvenes sin experiencia en kayak y menos aún en aguas bravas se dirigiesen al río con el objeto de recorrerlo era la demostración de lo que la gente pensaba de ellos.

"¿Un viaje por el Nilo en esos cascarones de nuez? —preguntó asombrado el oficial de Aduanas británico al inspeccionar nuestro equipamientoÂ?. ¿Es que están locos?

"...numerosos amigos y parientes no llegaban a comprender cómo estábamos dispuestos a dejar la seguridad de la civilización y a sacrificar nuestro ambiente familiar y confortable para embarcarnos en tal proyecto. Nosotros intentamos hacerles ver nuestra necesidad de experimentar lo desconocido, nuestro deseo de enfrentarnos a visiones y gentes desconocidas, a la aventura, y de gozar del hechizo de la vida salvaje. Siempre me fue difícil hacer comprender a estas personas el sentimiento de íntima satisfacción y realización del propio ser que yo había adquirido por esos medios." (p. 11)

Por supuesto, no faltan personas bien intencionadas que les proponen desistir. "Yo pensé: "Otra vez con lo mismo."" (p. 18)

En la parte alta del río, uno de los kayaks se daña y en conjunto, los tres exploradores evalúan las posibilidades:

"—Ya hemos visto que los kayaks no son lo bastante resistentes para el Nilo; por eso creo que lo mejor sería venderlos en Kampala y continuar el viaje utilizando medios nativos." Menciona André Davy, a quien se le había dañado la embarcación. (p. 38)

Pero, ¿abandonar el recorrido cuando apenas se ha iniciado? "Consulté el manchado mapa de viaje. Había por lo menos 1,600 kilómetros de río desde el lago Victoria a Malakal, 16,00 kilómetros que perderíamos, o que únicamente recorreríamos en barco, sin poder pararnos, explorar y recoger en película, diario y bloc de dibujos documentos detallados de cuanto nos saliera al paso. Pensé que si adoptábamos tal salida, nuestra expedición habría fracasado, ya que habíamos partido con la intención de explorar todo el Nilo." (p. 39)

Por supuesto, la elección fue continuar con André a bordo de una piragua porque "Una piragua será más lenta que un kayak, pero me sentiré más seguro contra los hipopótamos y cocodrilos." Además, es sólo por un tiempo, mientras les llegan los repuestos para reparar el kayak averiado. De esta forma, van descubriendo un mundo que no es alcanzado de ninguna otra forma:

"Navegando cerca de la costa con los kayaks, André y yo, que llevábamos bastante ventaja a los otros, oímos de repente unos ruidos extraños procedentes del otro lado de un recodo del río. Dejamos de remar y nos acocamos a la orilla aguzando el oído para identificar los ruidos. Así, reconocimos que eran barritos de elefantes. Nos aproximamos más a tierra y, remando silenciosamente, doblamos el saliente de la curva y presenciamos una escena trascendental: treinta y ocho magníficos elefantes, agrupados en una verde pradera paciendo y abrevando junto al Nilo...

"—Habría remado cien kilómetros para ver esto —dije a André.
"—También yo —replicó. (p. 90)

El recorrido del Nilo no tiene toda la tensión emocional y física del Amazonas, pero está plagado de mundos diferentes. Hay que recordar que el Nilo tiene mucha más historia escrita: lo que en los miles de kilómetros del Amazonas se lee como una cortina de selva y poblaciones, en el Nilo se nota como diferentes grupos que se distinguen entre sí por más que el atuendo, el país o el idioma, amén de hipopótamos, cocodrilos, malaria y grupos guerrilleros y asaltantes. El cambio es continuo desde el inicio del río hasta el mar, como lo son las experiencias:

"Mientras comíamos voló sobre nosotros un avión DC-6 de pasajeros a unos 3,000 metros, lo que acentuó nuestro aislamiento. Sentí una especie de nostalgia al ver deslizarse la aeronave llena de gente que iba de un lugar civilizado a otro..., pasando sobre este mundo primitivo, pero son verlo ni comprenderlo. Sin embargo, no me hubiera cambiado por ningún viajero del avión." (p. 152)

"Nunca he tenido los sentidos tan receptivos. Esta vida inmersa en la naturaleza, verdaderamente ha agudizado mis facultades, y oigo y veo y siento con finísima percepción cosas que normalmente no habría captado en un ambiente de civilización." (p. 155)

La montaña se va convirtiendo en llanura y los bosques en desierto hasta que los exploradores se enfrentan a un río que transcurre bordeado por las arenas del desierto, ahí donde no se puede encontrar a nadie más.

"A pesar del despiadado sol y del hambre y la sed constantes, hemos llegado a amar la soledad y la pureza de los desiertos vírgenes de Nubia. Ha sido un verdadero placer vivir en un mundo prístino, lleno de paz indecible y alejado del cemento, el ruido y la contaminación. Va a resultar difícil volver a la edad moderna y a una existencia limitada por carreteras, paredes y relojes.

"Nuestros días transcurren sin restricciones de tiempo ni de espacio, plenos de vistas amplias de cielo y tierra, que ensanchan nuestras mentes y agrandan nuestras almas. Aunque puede ser peligroso y duro, a veces el desierto nos premia con su especial belleza, sobre todo durante las horas frescas de la mañana y del atardecer. Las noches salpicadas de estrellas son, asimismo, estimulantes. Nunca he visto el cielo de la noche tan radiante como a través del transparente aire del desierto, lejos de la niebla y el resplandor de las ciudades. Ahora comprendo por qué tantos grandes profetas de la Antigüedad procedían del desierto o cultivaron en él su espiritualidad. Como los nubios, somos pobres en bienes materiales y estamos apartados del mundo moderno, pero experimentamos una gran sensación de contento y libertad. Carecemos de un verdadero hogar, de comida abundante, de lujos modernos; tenemos la arena por lecho y el cielo por dosel; mas gozamos de juventud, amistad, salud, aventura, nuevas experiencias, y nos recreamos con la belleza natural y una sensación sin precedentes de estar cerca de Dios. Por lo que a mí respecta, no puedo pedir más en la vida." (p. 223)

Además de las vivencias, Por el Nilo en kayak ofrece mucha información histórica y geográfica, además de datos sobre los pobladores de las márgenes del río.

"En este viaje hemos aprendido a saborear las esencias de la vida. Los placeres más sencillos se nos antojan delicias: una súbita brisa que refresque nuestros abrasados cuerpos; el sabor relajante del agua del Nilo; la sensación inigualable de una zambullida en el río; el reflejo del sol en las alas de un cuervo; la fragancia, que nos hace agua la boca, de los guisos de algún pueblo ribereño, que llega hasta nosotros; la maravillosa sorpresa en los ojos de los niños cuando les estrechamos la mano. Éstas son las pequeñas alegrías que nos hacen felices y llenan nuestros días." (p. 240-241)



 



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