Thor Heyerdahl. La expedición de la "Kon-Tiki". Editorial Juventud, Barcelona. 1951. 240 páginas. ISBN: 84-261-0748-6
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Y donde se detuvo la ciencia, empezó la imaginación.
Íbamos a conquistar un mundo desolado, sin que pudiéramos alejarnos más que unos cuantos pasos uno de otro.
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Diálogo de un anciano de una de las islas de la Polinesia con un hombre que ha pasado un año viviendo entre ellos:
"—Tiki... era jefe y era dios. Él trajo a mis antepasados a estas islas donde ahora vivimos. Antes vivíamos en un gran país, al otro lado del mar." (p. 9)
El mismo hombre, años después, encuentra en una de sus lecturas especializadas en antropología:
"El nombre original del Dios-Sol Viracocha, que parece haber sido el más usado en el Perú en tiempos antiguos, fue Kon-Tiki o Illa-Tiki, que quiere decir Sol-Tiki o Fuego-Tiki." (cita en p. 14)
¿Los habitantes del Perú fueron colonizadores de la Polinesia? Para 1947, este hombre —Thor Heyerdahl— ha elaborado esta hipótesis con bases científicas, pero tiene un recibimiento bastante frío entre el círculo de los especialistas:
"—Es verdad que Sudamérica ha sido la sede de algunas de las más extrañas civilizaciones de la antigüedad, y que nosotros no sabemos ni quiénes fueron sus hombres ni por qué desaparecieron cuando los incas se apoderaron del país; pero sí sabemos una cosa con certeza, y es que ninguno de esos pueblos de Sudamérica llegó a las islas del Pacífico.
"Me miró inquisitivamente y continuó:
"—¿Sabe usted por qué? Por una razón muy simple: ¡porque no tenían barcos!
"—Tenían balsas —le objeté con cierta vacilación—. ¿Sabe?, balsas de maderos acoplados.
"El viejo se sonrió y dijo con toda calma:
"—Bueno, si quiere puede intentar un viaje del Perú a las islas del Pacífico en una balsa." (p. 18)
Pocos meses después, tras haber conseguido viajado a la selva de Ecuador en plena temporada de lluvias y cortado los troncos con que harían una balsa parecida a las usadas a la llegada de los españoles, seis hombres se hacen a la mar en el puerto del Callao. Un barco los remolca un tramo para evitar que sean arrollados por las grandes embarcaciones que transitan en las vías marítimas pero después quedan solos. Una locura, según la opinión de los expertos:
"Bien considerado, era muy poco el aliento recibido de todos los expertos que habían visto la balsa... si hubiéramos sumado todo lo que los expertos señalaban como defecto capital en la construcción misma, habríamos llegado a la conclusión de que no existía pedazo de cabo, ni un nudo, ni una medida, ni una sola pieza de madera en toda la balsa, que no fuese bastante a causar nuestro naufragio... muchas veces me pregunté si sabíamos efectivamente lo que estábamos haciendo. No podía contradecir una a una las advertencias, puesto que no era hombre de mar. Pero en reserva tenía un triunfo en la mano, uno solo, en el cual estaba fundado todo el viaje: sabía en el fondo de mi corazón que una civilización prehistórica se había extendido desde el Perú hasta las islas del Pacífico, en una época en que las balsas como la nuestra eran las únicas embarcaciones existentes en esta costa. Y yo saqué la consecuencia general de que si quinientos años después de cristo la madera de balsa había flotado y los cabos resistido para Kon-Tiki, éstos harían lo mismo para nosotros." (p. 66-67)
Pero además, contaba con el aprendizaje que obtuvo de las pláticas en tierra con marineros:
"Yo aprendí de ellos que el oleaje y la mar gruesa no aumentan ni con la profundidad del mar ni con la distancia de la costa; que, al contrario, las rachas suelen ser más traicioneras junto a la costa que en el mar abierto; y que los bajíos y resacas costeras o las corrientes oceánicas embotelladas cerca del litoral pueden embravecer las aguas en un grado que es raro encontrar en alta mar. EL barco que pueda mantenerse bien a lo largo de la costa, puede hacerlo igualmente mas afuera." (p. 21)
Sin embargo, la balsa parte del Callao el 28 de abril. Es un grupo de seis hombres que no son marinos y que en su primera noche en alta mar se enfrentan a olas que no ven: "Cuando, engullidos por las tinieblas, oímos cómo el ruido general del mar se apagaba súbitamente, dominado por el silbido de una ola que venía contra nosotros, y vimos acercarse una blanca cresta a la altura del techo de la caseta, nos aferramos desesperadamente, esperando sentir las enormes masas de agua estrellarse sobre nosotros y sobre la balsa. Pero cada vez se producía la misma sorpresa y la misma sensación de alivio. La "Kon-Tiki" levantaba tranquilamente la popa hacia el cielo sin sufrir mayor trastorno, mientras las enormes masas de agua rodaban a sus costados... Los troncos redondos de popa dejaban pasar el agua como los dientes de un tenedor: cuanto más aberturas, mejor; por las hendiduras del piso, el agua salía afuera, pero nunca entraba." (p. 80-81)
¿Por qué no son marinos los hombres de la "Kon-Tiki" si se trata de una navegación de altura?
"Un grupo de hombres que deban hacerse a la mar juntos en una balsa han de ser seleccionados con cuidado. De otro modo, podrían surgir dificultades y aun motines después de un mes de aislamiento en el mar. Yo no quería tripular la balsa con marinos; éstos apenas podrían saber más que nosotros del manejo de una balsa y no quería que luego, después de llevar la empresa a feliz término, nos salieran con que el éxito se debía a que nosotros éramos mejores marinos que los antiguos constructores de balsas del Perú." (p. 28-29) "Ninguno de estos hombres [de la tripulación de la Kon-Tiki] se había conocido antes y todos eran de tipo diferente. Siendo esto así, seguramente pasaríamos algunas semanas en la balsa, antes de cansarnos unos a otros con nuestras historias. Ni un cielo tormentoso con baja presión, ni los vientos huracanados habrían sido más amenazadores para nosotros que el peligro de una tormenta psíquica entre seis hombres encerrados juntos durante meses en una balsa a la deriva. En tales circunstancias, un buen chiste podía ser tan valioso como un chaleco salvavidas." (p. 61)
Sin embargo, "A medida que entrábamos en un más íntimo contacto con el mar y sus pobladores se nos iba volviendo menos extraño y nos sentíamos más como en nuestra casa." (p. 126) "En lugar de enemigos temibles, siempre a punto de sumergirnos en espuma, los elementos se habían vuelto amigos seguros..." (p. 99) "Ya no teníamos el mismo respeto por las olas y el mar. Las conocíamos y sabíamos sus relaciones con nosotros en la balsa." (p. 146)
Las actitudes de la tripulación y su vida cotidiana se inclina cada día más hacia la adaptación a su medio y ocasionalmente recuerdan que están a mucha distancia de tierra: "...en realidad no sentíamos lo enorme de estas distancias, porque el horizonte se deslizaba con nosotros sin que pudiéramos notarlo al movernos, y nuestro pequeño mundo flotante era siempre el mismo." (p. 131)
"Vivíamos y nos sentíamos vivir con vigilante intensidad. Nos dábamos cuenta de que para los hombres anteriores a la época de la técnica, la vida había sido también plena e intensa; en realidad, más llena y más rica en muchos aspectos que la vida del hombre moderno." (p. 136) "...habíamos dejado de creer en el mar como un factor de aislamiento." (p. 137)
Un día llegan a una isla: "Este solemne día, a la vista de Angtau, era el nonagésimo séptimo a bordo y, cosa extraña, fueron noventa y siete días los que calculamos en Nueva York como el tiempo mínimo requerido para llegar a la isla más cercana a la Polinesia en condiciones teóricamente ideales." (p. 183) pero pasan de largo porque la balsa es ingobernable con los vientos alisios que la empujan desde América del sur y ni los habitantes de la isla que los remolcan pueden evitar esa deriva. El día 101 llegan a una barrera de arrecifes y en callan en ella, pero la balsa se revela una vez más como la embarcación idónea: "La "Kon-Tiki" quedaba allá lejos sobre el arrecife, rodeado de la espuma del mar. Era un despojo, pero honorable. Veíase toda destrozada en su cubierta, pero los nueve troncos de balsa de la selva de Quevedo en el Ecuador estaban intactos como siempre. Ellos nos habían salvado la vida." (p. 204) "El viaje había terminado. Todos estábamos a salvo. Habíamos encallado en una islilla deshabitada del Mar del Sur." "(p. 205)
Thor Heyerdahl concluye su libro diciendo que su teoría de la migración no queda demostrada con su expedición, pero sí que las embarcaciones de balsa "poseen cualidades que hasta ahora habían sido desconocidas por los hombres de ciencia modernos, y que las islas del Pacífico están situadas muy al alcance de las embarcaciones prehistóricas del Perú" (p. 238) Sin embargo, el mejor premio es el que la "Kon-Tiki" da a los polinesios:
"Tupuhoe había dicho que su padre y su abuelo y los padres de éstos, antes que ellos, habían hablado de Tiki, diciendo que era su primer jefe y que estaba ahora en el cielo. Pero entonces vinieron los hombres blancos y dijeron que las tradiciones de sus antepasados eran mentiras... Ã?ramos los primeros blancos que admitíamos que sus padres habían dicho la verdad." (p. 222-223)
"—Has tardado en venir —dijo sonriendo—, pero llegas con buenas noticias. Tu pae pae ha traído en verdad el cielo azul (terai-mateata) a Tahití, pues ahora sabemos de dónde llegaron nuestros padres." (p. 236)
La expedición de la "Kon-Tiki" es un libro clásico escrito por el hombre que hizo de las navegaciones un método para probar teorías científicas. Después vendrían otros, como Tim Severin en su El viaje del Brendan.