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Montañismo y Exploración
K2, LA CONQUISTA INTERRUMPIDA

Un grupo de universitarios realizó del 14 de junio al 6 de agosto de 1982 una expedición que se convirtió en una de las más trascendentales para el montañismo nacional en su tiempo: por invitación directa y personal de reconocidos escaladores polacos a integrantes de la Asociación de Montañismo y Exploración de la Universidad Nacional Autónoma de México, se llevó a cabo la expedición conjunta Polonia-UNAM al monte K2, de 8,671 metros, segunda cima más alta del mundo. No se trataba sólo de subir, sino de abrir una nueva ruta: la arista noroeste.







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EL CAMPAMENTO BASE

El ocho de julio llegamos al Glaciar Saboya, llamado así en homenaje al explorador italiano Duque Amadeo di Saboya, que fue el primer europeo que recorrió esta región. El día estaba despejado, los colores eran intensos y llegamos a sentir calor; era un lugar grandioso que, a pesar de que permanecimos en él sesenta y dos días, nunca perdió su interés. La pirámide del K2 dominaba el paisaje todo y exactamente frente a nosotros surgía repentinamente del glaciar la formidable pared este de tres mil metros de roca y hielo que anteriormente había intentado la Universidad de Wasada de Japón en 1980.

Hacia la izquierda teníamos el Paso Saboya: más allá se encuentra el territorio chino, pues éste es el punto limítrofe con Pakistán. Un poco más a la izquierda, se erguía imponente el Saboya Peak, de más de 7,000 metros; de este pico y de otras montañas cercanas a él, caían con frecuencia aludes impresionantes de los que cierto día conté nueve. Cerrando el Valle Glaciar donde nos encontrábamos estaba otra montaña (de la cual nunca supe el nombre) que obligaba al Glaciar Saboya a cambiar de dirección y a descender precipitadamente. Las grietas y los seracs eran abundantes; éste era nuestro medio físico: hielo, nieve, rocas, aire frío, sol. No había ni el más remoto indicio de vida si exceptuábamos a una colonia de cuervos (alrededor de veinte) que daban un toque diferente al campamento base, un toque que significaba vida y también problemas, pues cuando alguien se descuidaba con sus alimentos por un instante, era hurtado por los cuervos.

El sitio elegido para la instalación del Campamento Base me pareció adecuado: estaba lejos del alcance de los aludes. Las tiendas fueron colocadas sobre el hielo porque no había otra opción; de todas ellas, la cocina-comedor era la más vistosa y grande. En ella podíamos estar los veintitrés expedicionarios además de todos los implementos de cocina, también estaba la estación de radio, abierta las 24 horas del día, y por supuesto la antena, que medía siete metros de altura, donde ondeaban las banderas de México, Polonia y Pakistán.

A cierta distancia estaban las tiendas para dormir; en cada una habitaban tres personas. Detrás de la cocina, entre unas rocas, estaban las bodegas, que no eran más que amontonamientos de comida y equipo cubiertos por lonas azules. Más hacia el fondo había una lona que cubría algunas rocas y donde, de vez en quincena, nos bañábamos si la temperatura lo permitía: era "la regadera".

Este es nuestro cómodo y agradable Campamento Base, el sitio por el cual soñábamos cuando nos encontrábamos en los campamentos superiores: aquí teníamos algunos lujos pues podíamos leer, teníamos una variedad de juegos (como cartas, dominó, ajedrez, etc.) o nos dedicábamos a escuchar música que habíamos traído en cartuchos o el radio de onda corta (por las mañanas oíamos una transmisión desde Rusia dirigida al público latinoamericano y por ella nos enteramos del problema económico en México, pues era radiada en español). Era casi el lugar ideal donde repondríamos nuestras mentes y nuestros cuerpos después de prolongadas estancias en la altura.

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