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Montañismo y Exploración
Una visión desde la cumbre
15 octubre 2000

Desde que el 29 de mayo de 1953 se hiciera el hombre más famoso del mundo por haber llegado a la cima de la montaña más alta del mundo hasta sus más recientes trabajos en beneficio del pueblo sherpa, esta autobiografía del hombre que obtuviera el título de Sir por esa primera ascensión al Everest es una colección de datos importantes para conocer y entender a este personaje que también se vio involucrado en el cruce de la Antártida en la que fallara Shackleton.







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Edmund Hillary. Una visión desde la cumbre. Editorial Debate (Pequeña Gran Historia), Madrid, 1999. 296 páginas. ISBN: 84-8306-211-9


Edmund Hillary es conocido en el mundo por haber sido, junto con Tensing Norgkay, la primera cordada que alcanzara la cima del Everest, por lo cual recibió el nombramiento de Sir. ¿Qué hay del Hillary anterior al Everest y después de él? Una visión desde la cumbre es la autobiografía de Hillary. “Fueron las montañas las que me introdujeron en las aventuras que había soñado siendo un muchacho.” (p. 282-284) “Desde que alcancé la cumbre del monte Everest... los medios me han catalogado como un héroe, pero yo siempre me he reconocido a mí mismo como una persona de modestas capacidades. Mis logros son el resultado de una buena dosis de imaginación y mucha energía.” (p. 9)

Además de una versión modificada del asalto final a la cumbre del Everest, en el libro hace una revelación importante que puede tranquilizar —o no— la curiosidad de muchas personas: “...importa poco quién sube a la cumbre primero; tiene tan poca importancia que nosotros no pensamos nunca en eso, pero por aquí [Nepal] se le da mucha trascendencia. Lo cierto es que... yo llevé la cabeza las dos horas y media últimas y, de hecho, puse pie en la cima por una cuerda por delante de Tensing. Al principio me fastidiaba bastante toda esta cháchara periodística inexacta y muchas veces desagradable, pero ahora, después de discutirlo con Tensing, que está en una posición bastante desagradable, hemos pactado un relato de compromiso y decir «llegamos a la cumbre casi juntos» y dejarlo rodar.” (p. 37)

Además del Everest de 1953, Hillary participó en diferentes expediciones: la expedición de reconocimiento al Everest en 1951, el Cho Oyu en 1952, el Makalu en1954, estuvo como presidente honorario durante el primer intento de escalada a la cara este del Everest y otras más a diferentes montañas, desde aquellas que asedia como un apicultor en Nueva Zelanda. También organizó y participó en el recorrido en lanchas “planeadoras” del río Ganges desde su desembocadura hasta sus fuentes.

Un apartado especial es el amplio relato de la expedición transantártica (tratando de hacer el recorrido deb Ernest Shackleton) dirigida por Vivian “Bunny” Fuchs desde el Mar de Wedell hasta la Base Scott, en el Mar de Ross, cruzando por el polo sur. Aquí se nota a un Hillary que dirige la expedición de apoyo, colocando depósitos de alimentos y combustible y que, eventualmente ronda con la idea de llegar también al polo, aunque no hiciera la travesía, pero se encontró con los mismos problemas de Scott: “Había un mensaje del Comité Ejecutivo del Mar de Ross con la negativa de siempre... en términos generales, debíamos estar siempre a la expectativa de lo que Bunny quisiera que hiciésemos. Yo no sabía que el 3 de diciembre el Comité de Londres había enviado un mensaje bastante constructivo a Wellington diciendo que era cosa de Bunny Fuchs y mía decidir si nosotros debíamos continuar hacia el Polo. De hecho, yo nunca recibí ese menaje y, aunque Bunny nunca aprobó que yo fuera al Polo, nunca trató de detenerme, ¡hasta que ya fue demasiado tarde!” (p. 161-162) “Había tanta oposición expresa y tácita a que yo hiciera cualquier esfuerzo por llegar al Polo que por un tiempo me desanimé.” (p. 143)

El hecho es que Hillary llegó al Polo Sur y con esto se convirtió en el primer hombre en llegar manejando un tractor. Años después, llegaría al Polo Norte en avión: “Había sido una experiencia emocionante, ya que no exactamente una gran aventura. Pero yo sentí una profunda satisfacción: creía que era la primera persona que había pisado los dos Polos, norte y sur, además de la cumbre del monte Everest. Conforme había cambiado la tecnología, también habían cambiado mis métodos de viaje: había llegado a pie al Everest, en tractor al Polo sur y, finalmente, en un pequeño avión al Polo norte.” (p. 263)

“Durante los años 80 y 90 se han emprendido, tanto en el Ártico como en la Antártida, aventuras extraordinarias. Pequeños equipos de hombres provistos de esquís, arrastrando los trineos en pos de sí, han alcanzado los Polos norte y sur y han regresado. Un noruego, Borg Ousland, llegó a atravesar en solitario con esquís todo el continente antártico sin ningún apoyo aéreo. Estas aventuras demostraron una fortaleza tremenda y un valor admirable, pero tenían el beneficio de la moderna tecnología. En muchos casos seguían rutas que habían sido ya transitadas con anterioridad; usaban esquís para cruzar nieve blanda y a menudo se dejaban remolcar por paracaídas que impulsaban los enérgicos vientos katabáticos; radios diminutas pero potentes les permitían pedir auxilio en caso de incidentes; y los sistemas de navegación GPS les indicaban con precisión en qué punto se encontraban en cualquier momento, y podían guiarles en la dirección adecuada incluso con visibilidad nula.

“Nuestra expedición de 1956-1958 era una historia bastante diferente. Teníamos importantes objetivos científicos que cumplir, cosa que pocos aventureros se plantean hoy día. Viajábamos y explorábamos áreas en las que nunca había estado el hombre.” (p. 131)

El hombre que prácticamente debía su fama al Everest, ¿se había olvidado del Himalaya?

“Una tarde estábamos reunidos junto a una hoguera humeante en el glaciar de Tolam Bau cuando la conversación derivó hacia la situación futura de los sherpas.

—¿Qué va a ser de todos vosotros en el futuro? —le pregunté al sirdar Urkein.

Él se paró a pensar un momento y luego respondió:

—En la montaña somos tan fuertes como vosotros; quizá más fuertes. Pero nuestros hijos no tienen educación. Nuestros hijos tienen ojos, pero no pueden ver. Lo que necesitamos ante todo es una escuela...” (p. 189)

Así, su principal actividad a lo largo de muchos años fue apoyar a los sherpas de Nepal con la construcción de escuelas, hospitales, caminos y puentes que siguen funcionando en beneficio de los sherpas y de los mismos montañistas, incluso la reconstrucción del monasterio de Tengboche, que se quemó por accidente.

Edmund Hillary, un nombre que para todos tiene algo especial por haberse posado en la cumbre de la montaña más alta del mundo (el paso más difícil anterior a la cumbre lleva su nombre: “Paso Hillary” o “Hillary Step”), es más que la simple fama y llega a contener a un hombre con muchas facetas que se descubren a lo largo del libro que tiene un importante mensaje incluido:

“Me alegro de que lo más sustancial de mis escaladas en el Himalaya tuviera lugar hace más de cuarenta años, cuando casi todo lo que hacíamos carecía de precedente. Trabajábamos en equipo, abríamos nuevas rutas y superábamos la mayoría de los problemas cuando se presentaban. Escalábamos encordados, porque pensábamos que ése era un método más seguro y responsable. Los procedimientos de hoy día son muy distintos, especialmente en el monte Everest. La montaña está cada vez más sucia con innumerables escalas de aluminio y miles de metros de cuerda fija. Docenas de pies ávidos han horadado profundas trazas en la montaña. Incluso en el Hillary Step uno tiene normalmente hasta tres cuerdas entre las que elegir para subir Si el tiempo es bueno, las rutas habituales al monte Everest son mucho más sencillas hoy con la ayuda de la moderna tecnología. Mucha gente inexperta ha llegado a la cumbre aupada por guías profesionales. Me pasé muchos años pronosticando un desastre en la zona en caso de mal tiempo y, por desgracia, ha sucedido. El Everest no puede tratarse a la ligera: sigue siendo un desafío formidable.” (p. 283)

Y Tensing “Todavía se sentía orgulloso de que hubiésemos sido los primeros en la cima del monte Everest, pero estaba de acuerdo conmigo en deplorar la creciente comercialización de la montaña.” (p. 265)

Como toda autobiografía, Una visión desde la cumbre no deja de ser parcial y fragmentaria y hace falta mucha información vital para entender el mundo en el que Hillary se desplazaba constantemente. Lo mismo podría decirse de la carencia de comentarios acerca de la conquista de los otros ocho miles. Pero el libro tiene una gran cualidad: mostrar a un hombre que “Por alguna razón no me sentía especialmente emocionado con nuestro éxito. No tenía sensación de acontecimiento, sino sólo de que me había portado bastante bien frente a un gran desafío.” (p. 27) y que se emociona con descubrir un depósito en el camino al Polo: “Sabíamos que teníamos que estar cerca del Depósito de la Meseta pero, con aquella invisibilidad, ¿cómo estar seguros? Luego, de forma sorprendentemente repentina, la niebla se disipó y justo enfrente de nosotros divisé un triángulo negro. ¡Era el Depósito de la Meseta! No soy dado a exhibir gran emoción en ocasiones importantes —sean cuales fueren mis sentimientos— pero aquél fue el momento más emocionante que puedo recordar, desde luego más emocionante que coronar el Everest. ¡Me puse a dar gritos de alegría!” (p. 152)

Todo esto lo resume una sola de sus frases: “...llegar a la cima del Everest no iba a destruir mi ilusión por la aventura” (p. 24)



 



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