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Montañismo y Exploración
Recuerdos de viaje: del Himalaya al Ártico

Tom Longstaff, uno de los exploradores de la cordillera del Himalaya, pone todo el gusto de la época dorada en su libro Recuerdos de viaje, donde se puede viajar por los Alpes, el Cáucaso, los diferentes Himalayas, el Hindu Kush, las Rocallosas, las islas Spitzberg, Groenlandia y muchos otros sitios. Pero más que libro de viajes, es un anecdotario de un viajero y su posición como montañista.







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Tom Longstaff. Recuerdos de Viaje: del Himalaya al Artico. Labor, Barcelona, s/f. (aprox. 1950). 362 páginas.

. . A finales del siglo XIX y principios del XX, aquel que deseara practicar el alpinismo se encontraba con un mundo totalmente desconocido, no sólo para él sino para la humanidad. Quedaban por explorar las grandes cordilleras del mundo y por escalar las grandes paredes de los Alpes. Era el final de la época de oro de la exploración, que terminara con la conquista del Polo Sur y, un poco más lejos, en la conquista de los "ochomiles", iniciada por la expedición francesa al Annapurna el 3 de junio de 1950.

¿Qué era ser alpinista en ese tiempo? "El montañismo no es más que una expresión del instinto primario de explorar lo desconocido." (p. 10) Es decir: se podía ir a cualquier parte del mundo y encontrar montañas vírgenes. "La palabra Himalaya, de origen sánscrito, significa «Morada de la Nieve»... La sección más grandiosa y más bella de la cordillera es el Himalaya central... No cabe duda que se trata de un auténtico paraíso para el montañero. Sin embargo, cuando yo llegué allí por primera vez no había sido escalada ninguna de las grandes cumbres." (p. 75)

Pero además de tener el mundo entero para explorar y escalar, se lucha también con los problemas de su tiempo, como el uso de las nuevas herramientas para ascender montañas: "Oskar Eckenstein... había sido el paladín adelantado del uso de los crampones entre los montañeros británicos; llegaba en su entusiasmo hasta afirmar que su empleo hacía innecesario el piolet de reglamento. La adopción del invento era en aquella época objeto de una oposición de carácter típicamente inglés; los alpinistas daban a los crampones el desdeñoso nombre de «auxilios artificiales», como si en realidad no fuese igualmente artificial el uso de unos clavos especiales en las botas de los escaladores o el empleo del piolet." (p. 24) Otro de tales puntos de inflexión era el montañismo sin guía: "...creo que solamente el montañero desprovisto de guía puede saborear la auténtica esencia del placer del montañismo. Para el alpinista sin guía, toda nueva cumbre es, en realidad, una «primera ascensión», y tiene todo el sabor de lo desconocido." (p. 27)

Sin embargo, Longstaff no centra su libro en la discusión ética ni filosófica sino que presenta una remembranza de sus expediciones y lo que en ellas pasó. Contrariamente a lo esperado en un libro de esta clase, no es aburrido, sino muy ameno y lleno de información histórica, desde las primeras exploraciones al Himalaya ("En 1624 el misionero jesuita portugués Antonio d'Andrade pasó por aquel camino a la India a Tsaprang, en el Tibet. Este sacerdote fue, de tal suerte, el primer europeo que franqueó la muralla del Himalaya." [p. 137]) hasta la mitología de ciertas montañas ("El punto culminante de aquel grupo es el Nanda Devi (7,816 metros)... Es la montaña más cargada de leyendas del mundo y aparecía rodeada por el mito de su inaccesibilidad... El «Mahabharata»... cuenta que en Bageswar, en las montañas de Komaon, Siva se unió en matrimonio con Parbati, es decir, «nacida de la montaña», hija de Himachal. El Nanda Devi es el santuario de Parbati. Y el Trisul, su muralla exterior, es el tridente del propio Siva." [p. 75-76]).

Pionero en el Himalaya y en las grandes cordilleras del mundo, se topa con los problemas de la altitud: "A semejantes alturas [alrededor de los siete mil metros] se considera hoy [1950] que son precisos unos campamentos de apoyo; pero en aquellos tiempos [1900], antes de la experiencia adquirida en el Everest, nos lanzábamos al asalto de los picos del Himalaya siguiendo la tradición de las expediciones alpinas. Aun teniendo en cuenta la monumental escala del escenario en que nos movíamos, continuábamos empleando la táctica de la improvisación. Alguna vez triunfábamos, pero fracasábamos las más." [p. 93])

El libro nos lleva por los Alpes, el Cáucaso, el Himalaya de Kumaon, el Himalaya Garhwal, el Tibet, Nepal, su participación en la segunda expedición al Everest (1922), una gran exploración a la cordillera del Karakorum ("Las montañas de Bolor, el Belut Tagh de los escritores musulmanes del Medievo, fueron bautizadas con el nombre de Karakorum por aquel ilustre explorador que fue William Moorcroft, en 1820. Karakorum significa en turco «piedras negras y resquebrajadas». Los indígenas aplican este nombre solamente al paso oriental, de tanta trascendencia histórica; a las montañas las conocen con el apelativo de Muztagh, es decir, Montañas de Hielo. [p. 193]), al Hindu Kush y finalmente a las Montañas Rocallosas, Spitzberg, Groenlandia y las montañas de Inglaterra.

Uno de los aspectos más importantes del libro es que se muestra el pensamiento de un alpinista clásico que, sin ser de gran relevancia, llega a ser importante y no deja de plasmar sus comentarios, de los cuales el siguiente es una muestra:

"...«las Guías del escalador»... Cuando se leen estas guías, los árboles no dejan ver el bosque, es decir, las rocas no dejan ver la montaña. "Esto tiene una explicación lógica. La feliz escalada de una cara rocosa de aspecto inaccesible satisface intensamente la más pura emoción atlética. Por consiguiente, al escalador le asalta la idea de si habrá algo más hermoso que aquello. Llega incluso a preguntarse: «¿Será posible realizar en ninguna otra parte una escalada tan buena?» No puedo, en mi calidad de montañero, estar de acuerdo con este orden de ideas, porque a mi juicio la habilidad de escalar no constituye más que un medio para alcanzar un fin: las montañas sólo se entregan sin reservas a quienes las han escalado, a quienes han luchado para descubrir y recorrer sus caminos más recónditos y difíciles, a quienes han procurado, en suma, vencerlas en buena lid." (p. 335-336)







 



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