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Montañismo y Exploración
Psicología e identidad del socorrista de montaña
15 septiembre 2000

La profesión de socorrista de montaña, no sin razón, se cuenta entre las más bellas que el ser humano puede ejercer. A pesar de que crea exigencias extraordinariamente altas de capacidad física, psíquica y moral, proporciona, quizá, emociones y satisfacciones no encontradas en ninguna otra actividad. Ella permite, en la vida del hombre, la realización de sus necesidades heroicas y altruistas, contenidas en cada individuo, en diferente grado.







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...me repatea toda esa basura burocrática. La mitad de los que tienen título no son más que un puñado de tramposos exhibicionistas, como los tíos que se meten en los equipos de rescate de montaña sólo para presumir de que son una especie de detectives volantes...

Joe Simpson
Este Juego de fantasmas


La idea de prestar auxilio a las víctimas de accidentes en las montañas es tan antigua como la historia de las exploraciones y conquistas de las mismas. Es el resultado de las más humanitarias necesidades del hombre. La población en general sabe de la existencia del auxilio de montaña y cuenta con la posibilidad de aprovechar esta ayuda en caso de accidente. Este extendido conocimiento del auxilio es, empero, superficial y se basa principalmente en informaciones sobre la historia de este movimiento, en los relatos de las expediciones de rescate o en tramas cinematográficas y televisivas.

Sin embargo, la problemática psicológica del auxilio de montaña es conocida —si acaso— por los propios socorristas. Hasta la fecha no se han realizado muchas investigaciones en este especial grupo voluntario y/o profesional y no sabemos mucho sobre el tema de las características psicofísicas de los socorristas de montaña, de las motivaciones de su extraordinaria actividad y de las relaciones interpersonales en este medio, particularmente durante las expediciones de rescate.

La atmósfera psicológica del trabajo del socorrista de montaña determina su carácter voluntario y, por lo tanto, su libre y autónoma elección. Vale la pena citar literalmente el juramento que en Polonia hacen los candidatos para tener derecho al ejercicio de esta profesión:

"Yo, el suscrito, voluntariamente prometo bajo palabra de honor, que mientras salud tenga, a cada llamada del comandante o de su sustituto, sin consideración del año, día y estado climático compareceré en el lugar y hora señalados e iré a la montaña, con el fin de prestar auxilio a la gente que lo necesita. Observaré las disposiciones del GOPR (Górskie Ochotnicze Pogotowie Ratunkowe: Servicio Voluntario de Auxilio de Montaña). Las recomendaciones del comandante, jefe de la expedición, las realizaré honestamente, recordando consciente y fervientemente, que vida y salud humanas dependen de mi proceder. Con plena conciencia acepto estas difíciles obligaciones y como muestra de buena voluntad de lo arriba prometido y estrechando la mano del comandante, afirmo."

Así es. La profesión de socorrista crea una situación particular tomando en cuenta el fin: prestación de auxilio a los accidentados. En este se encuentra la ética elemental de esta profesión: dedicación, ayuda, la prestación de un bien. Por eso se espera que la actitud de un socorrista, no solamente su trabajo, sean puestos a la prestación desinteresada de auxilio al prójimo. Del socorrista también se espera —e incluso en cierto grado se exige— consagración y actitudes heroicas. La singularidad del trabajo del socorrista de montaña resulta, en cierto grado, de la necesidad de la observación de algunos de los principios médicos.

En los accidentes donde la demora en la prestación de auxilio puede provocar la muerte o agravamiento del estado de salud, el socorrista, al igual que el médico, no puede abandonar al enfermo ni renunciar a la acción de auxilio.

Las expectativas sociales del socorrista son muy altas, debido a que esta profesión es reconocida particularmente como humanitaria. Del socorrista, al igual que del médico, se espera que el bien de las víctimas del accidente sea su más alto deber. No es extraño que en la imaginación popular del perfil caracterológico del socorrista de montaña sea sometido a cierta idealización. Se le adjudica o se espera de él características como reflejos, decisión, facilidad para tomar decisiones, control, tranquilidad, resistencia a las situaciones difíciles y peligrosas y, al final, sentido de dignidad personal, profesional y desinterés.

De manera natural se exigen del socorrista la observancia de los principios ético-morales y, ante todo, una actitud de responsabilidad ante los accidentados, ante otros socorristas y frente a la sociedad.

La relación del socorrista con la víctima debería resultar de estos principios. Ã?l está obligado a prestar auxilio a cada damnificado en las montañas, independientemente de su nacionalidad, edad, estado civil, ideología, etc. En su actividad debe hacer todo en interés del enfermo y de la comunidad. En la relación con los accidentados, el socorrista debe ser diligente, tolerante, cálido, decidido. Debe crear una sensación de seguridad, despertar esperanzas en el rescate, mitigar el dolor, apaciguar. El socorrista debe tratar a la víctima del accidente como una segunda persona, quien junto al sufrimiento experimentado puede tener sus propias normas éticas. Al socorrista, al igual que al médico, le obliga también el secreto profesional.

Estas reflexiones generales son el resultado de las investigaciones realizadas en la comunidad de socorristas de montaña de Polonia, por M. Grybos, en 1986, en el Instituto de Psicología de la Universidad Jagiellonica de Cracovia. Grybos examinó a 30 socorristas cuyo rango de edad fue de 25 a 50 años, con un periodo mínimo laboral en montaña de 5 años. Educación elemental, 3 personas; técnica, 4; media, 13; y superior, 11 personas.

Los análisis de las investigaciones psicológicas indican que entre socorristas de montaña predominan las personas de las siguientes características:

  • Tipo normal de personalidad, el mejor adaptado, extrovertido (según Eysenck).
  • Tipo sanguíneo, temperamento fuerte.
  • Tipo con un alto umbral de excitabilidad, y por lo tanto de baja reactividad.
  • Tipo con una movilidad normal de los procesos nerviosos.
  • Tipo con una ansiedad normal o disminuida.

Sobre esta base se estableció que el mejor adaptado al trabajo en el auxilio de montaña sería una persona con la siguiente configuración de características: sanguínea, con un nivel normal o bajo de ansiedad, extrovertida, bien adaptada, con un alto umbral de excitabilidad y con la normal agilidad psíquica. Aconteció que en el grupo examinado, hasta 15 personas presentaron este propio modelo "ideal" de socorrista de montaña.

Los socorristas fueron también analizados en el uso de la lista de las características de "buen socorrista". Contenía 24 características, en doce pares opuestos. La tarea del socorrista fue valorar en qué grado debería poseer el "buen" socorrista cada una de éstas. La más altamente valorada fue "la razón" y "la camaradería". Esto responde al carácter del trabajo del socorrista en una difícil situación y en la actividad en grupo.

En el siguiente orden, los examinados enumeraron: disciplina, consecuencia, decisión, energía, y después: comprensión, sacrificio, confianza y honradez.. Estas características no se diferencian estadísticamente en ambos grupos. Vale la pena advertir que entre los aspectos positivos del socorrista, el heroísmo fue estimado en grado mínimo y entre las características negativas, "la indisciplina".

Los socorristas tuvieron la posibilidad de uno o varios entre 13 motivos para la práctica de su profesión. Este elección la realizaron en la siguiente frecuencia:

MOTIVO
#
%
"Porque concuerda con mis intereses"
24
80
"Porque es una ocupación relacionada con la ayuda de otros"
20
67
"Consideré que es una profesión interesante, pues amo las montañas"
13
43
"Porque da la posibilidad de probarse"
10
33
"Porque resido en región montañosa"
9
30
"Porque es una profesión que proporciona un sentido de independencia y la posibilidad de tomar importantes decisiones"
3
10

De estas respuestas resulta que el atractivo de la labor del socorrista se encuentra en sus fines y medios, tales como la curiosidad, variedad, ayuda a otros y compatibilidad con los intereses. Vale la pena subrayar que los examinados omitieron completamente motivos tales como la posibilidad de un buen salario, la necesidad de encontrar empleo y la casualidad. Esto habla de una elección consciente, reflexiva y madura de esta profesión. Por otra parte, la mitad subrayó que la dificultad fundamental de su trabajo es el riesgo consciente, la amenaza constante a la vida y la responsabilidad por otros.

La participación en las expediciones de montaña expone al socorrista a la acción de factores biológicos y psicológicos. Esto es producto de determinadas reacciones emocionales. En la primera fase llega la concientización de que el accidentado espera auxilio. Esto provoca tensión psíquica, prisa e impaciencia en la acción. En la segunda fase se presenta la concentración sobre los aspectos técnicos de los preparativos de la expedición; le sigue nerviosismo y se presenta una satisfacción en la participación en algo inusual, desconocido.

En la tercera fase se presenta fatiga y agotamiento producido por el prolongado esfuerzo ocasionalmente esperado o por la búsqueda de la víctima en terreno montañés. La última fase, después de terminada la acción de socorro, es la satisfacción resultante de la realización de la tarea. Es así de intensa la reacción emocional, como efectivo fue el auxilio a la víctima. En caso de expedición desafortunada se produce incertidumbre sobre si todo lo ejecutado fue en base a los principios del arte de auxiliar o si algo no se cuidó como debiera haberlo sido.

La expedición de rescate es una situación típica de riesgo pues "en las montañas frecuentemente acontece lo inesperado", como diría mi amigo de Cracovia, Chemeilowski. Las tareas decisivas, como las que resuelve el socorrista, tienen un carácter arriesgado. Vale la pena recordar aquí que el riesgo puede comprenderse como característica de la estructura de la personalidad o también como un atributo de una determinada situación. La psicología no provee bastantes argumentos para tratar la inclinación o aversión al riesgo como características de la personalidad. El comportamiento arriesgado es determinado más bien por factores ambientales, emocionales y por las características de la situación. Por otra parte, empero, algunas profesiones —y también la del socorrista de montaña— pertenecen a las llamadas profesiones arriesgadas.

Cuando los beneficios esperados son elevados (por ejemplo, la posibilidad de salvar una vida), los socorristas están preparados para emprender altos riesgos. Se pueden citar muchos ejemplos de la historia del auxilio de montaña en Polonia, como también en otras montañas del mundo, cuando los socorristas rebasaron el límite admitido y se convirtieron ellos mismos en víctimas de accidentes, en ocasiones mortales. La evaluación de esta situación es compleja. La causa más frecuente de los traumas sufridos por el socorrista es la necesidad de aproximarse rápidamente a mitigar el intenso sufrimiento del accidentado y, particularmente, a su agonía y muerte. Tales acciones dejan en la mayoría de los examinados una profunda impresión y en ocasiones un trauma duradero.

Frecuentemente tales experiencias traumáticas modelaron la actitud de los socorristas ante las víctimas, ante el auxilio y también ante la montaña como medio ambiente. Estas experiencia enseñaron a muchos socorristas la "humildad ante la fragilidad de la vida humana".

A los socorristas de montaña se les reprocha algunas veces su indiferencia, anestesia emocional e incluso cinismo ante los accidentados. Esto puede ser el resultado del ocultamiento de las verdaderas emociones bajo una máscara de indiferencia, un humor macabro o también uno de los síntomas de la desviación profesional. En esta dirección, pues, tienden los cambios de personalidad en la gente que ejecuta profesiones que presentan una actividad de intenso estrés psicológico y, particularmente, riesgo.

El problema del límite de riesgo admitido en el auxilio de montaña es muy importante. La heterogeneidad de las situaciones en las expediciones de rescate es tan grande que no se debe establecer, como debería proceder con el socorrista. El fundador del GOPR en Polonia, el general Mario Zaruski, solía decir: "Atención, valor y reflexión." Por eso, para decidir una situación concreta debería existir un compromiso entre la prudencia y la valentía, recordando la excelente sentencia de Chemeilowski, que "el valor sin fuerza es ridículo, la fuerza sin valor, digna de desprecio."

Acontece, en ocasiones, que en el sentir del socorrista, la víctima del accidente se encuentra paradójicamente en una mejor situación psíquica que el socorrista. La víctima no tiene nada que perder, solamente algo que ganar. En cambio, el socorrista tiene todo para perder, incluso la propia vida.

Las acciones y expediciones de rescate, al igual que los arrojados ascensos a la montaña, despiertan usualmente un gran interés social y una discusión pública. Y aunque algunas expediciones serias son organizadas por turistas o alpinistas frívolos, los socorristas usualmente muestran ante ellos comprensión y tolerancia y casi nunca se expresan críticamente sobre ello. A los socorristas y a las víctimas les une, pues, una pasión común y específica de conocimiento y conquista de las montañas.

En torno al auxilio de montaña y a los socorristas, desde los inicios se han desarrollado algunos mitos y leyendas. Las personalidades de algunos socorristas han llegado al rango de símbolo a la dedicación y al heroísmo, manteniéndose como modelos positivos de educación y conducta. La evaluación unilateral de la labor del socorrista lo hace, en ocasiones, héroe, el cual "no sabe" lo que es el miedo y la flaqueza, y es capaz de todo. Esta idea, fija en la comunidad, de la imagen del socorrista, lo coloca ante tareas difíciles de realizar. En esto se oculta seguramente una de las causas del "hermetismo" de este ambiente y el uso de diferentes máscaras y mecanismos de defensa. Se puede únicamente admitir que debajo de ellos se ocultan sentimientos complejos y reacciones emocionales, las cuales determinan la esencia de esta profesión y sobre las auténticas motivaciones de su elección.

La actividad en grupo es característica de la labor del socorrista de montaña, en un alto grado de identificación, coherencia y atractivo, según criterios sociológicos. En este grupo unido por juramentos voluntarios obligan al principio de "uno para todos y todos para uno". La decisión tomada en este grupo, gracias a la delegación de responsabilidad, se vuelve más arriesgada que si la tomara cada uno de los participantes por separado. La distribución de la responsabilidad en el grupo de una manera natural reduce el miedo ante el fracaso e influye sobre el aumento de la sensación de seguridad.

La profesión de socorrista de montaña, no sin razón, se cuenta entre las más bellas que el ser humano puede ejercer. A pesar de que crea exigencias extraordinariamente altas de capacidad física, psíquica y moral, proporciona, quizá, emociones y satisfacciones no encontradas en ninguna otra actividad. Ella permite, en la vida del hombre, la realización de sus necesidades heroicas y altruistas, contenidas en cada individuo, en diferente grado.



 



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