Apsley Cherry-Garrard. El peor viaje del mundo. La expedición de Scott al Polo Sur. Ediciones B (Biblioteca Grandes Viajeros), Barcelona, 1999. 652 páginas. ISBN: 84-406-9470-9.
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Luchar, buscar, encontrar y no rendirse jamás.
Tennyson
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"La exploración polar es la forma más radical y al mismo tiempo más solitaria de pasarlo mal que se ha concebido." (p. 7)
Con estas palabras, Cherry-Garrard inicia un relato apasionante de la última expedición de Robert Scott al Polo Sur (1910-1913) y donde el propio Scott y cuatro hombres más alcanzaran el Polo el 17 de enero de 1912.
"Puede que la primera idea que el nombre de Scott le sugiera a uno sea la del desastre, como si un incidente sucedido durante la vida de Colón le llevara a uno a olvidar que descubrió América. Pero la reputación de Scott no se basa en la conquista del polo Sur. Llegó a un continente nuevo, halló la manera de viajar por él y transmitió al mundo lo que averiguó sobre él. Descubrió la Antártida y fundó una escuela. Él es el último de los grandes exploradores geográficos." (p. 645)
Estamos en el fin de la época de las grandes exploraciones, por supuesto, donde una expedición podía descubrir todavía un continente entero y podía sentir ese placer de ser el primero: "Después de todo, hacer algo que no se ha hecho nunca, no está nada mal." (p. 323)
Cherry-Garrard tuvo un objetivo muy firme al escribir el libro:
"Es mi intención contar esta historia de manera que el jefe de alguna futura expedición a la Antártida, quizá de más de una, pueda tomarla en sus manos y decir: «Dispongo aquí del material que me va a permitir encargar los artículos y las cantidades que voy a necesitar para tantos hombres y para tanto tiempo. Dispongo además de un testimonio de cómo utilizó Scott dicho material, de los planes de sus viajes y de cómo le salieron, y de las mejoras que sus expediciones fueron capaces de hacer sobre el terreno o de sugerir para el futuro. No estoy de acuerdo con tal y tal cosa, pero proporcionará información útil para la labor de mi expedición.» Si este libro puede orientar al futuro explorador con la luz del pasado, no se habrá escrito en balde." (p. 48)
Así, gracias a la habilidad del autor, el lector se va convirtiendo de ciudadano en tripulante de un barco que se dirige siempre al sur, que sabe del telegrama que Roald Amundsen envía a Scott: "Madeira. Me dirijo al sur. Amundsen" (p. 126) Y sin embargo, sigue en la brega afrontando tempestades e incluso un incendio en el barco, que cruza el océano antártico esquivando icebergs y busca un paso entre los hielos para llegar a la Barrera de Ross: "A menudo nos lanzábamos repetidas veces contra un pertinaz pedazo de hielo, retrocediendo y arremetiendo alternativamente, en la medida en que nos lo permitía el espacio que teníamos detrás. Si tomaba un impulso suficiente, el barco arrollaba los bandejones más gruesos, alzándose sobre ellos y haciendo fuerza, hasta que de pronto, quizá cuando el borde delantero se encontraba a la altura de la crujía, la presión se volvía tan grande que el hielo se partía debajo de nosotros." (p. 157)
Finalmente, llega a tierra y tiene que adaptarse rápidamente al ritmo de trabajo que se impone en ella, desde desembarcar todo el equipaje hasta construir la base para pasar el invierno y hacer planes para los primeros viajes, principalmente "El viaje de depósito", que tendría como función establecer lo que ellos conocerían a partir de entonces como "el depósito de una tonelada", donde depositan un cargamento considerable de alimento y combustible para aquellos que irán al polo una vez pasado el invierno, viaje que les sería muy pesado y al regreso del cual encontrarían una noticia:
"«Todos los incidentes del día —escribiría Scott— parecen nimios comparados con el desconcertante contenido de la saca de correo que me ha entregado Atkinson. En ella hay una carta de Campbell en la que cuenta sus peripecias y dice que Amundsen se ha establecido en la bahía de Ballenas.»"Aunque Scott trata de expresarse con vehemencia, sus palabras no logran transmitir ni cómo se sintió él ni cómo nos sentimos los demás, pese a que estábamos avisados desde que recibiéramos en Melbourne el telegrama enviado por Amundsen desde Madeira. Durante una hora o así se apoderó de nosotros una cólera furibunda, y contemplamos la disparatada idea de ir inmediatamente a la bahía de las Ballenas y resolver aquel asunto con Amundsen y sus hombres de la manera que fuera." (p. 211)
Pero el depósito de una tonelada se estableció de la manera esperada, aunque se haría famoso porque Scott y dos de sus acompañantes (los otros dos murieron antes de llegar a ese punto) morirían a doce millas de él en su viaje de regreso del polo. "[12 de noviembre de 1912] Poco antes de mediodía. A unas doce millas al sur del campamento de una tonelada. Los hemos encontrado. Decir que ha sido un día espantoso sería quedarse corto. No existen palabras para expresar semejante horror. La tienda estaba allí, una media milla al oeste de nuestro camino..." (p. 549)
Sí, habían llegado al polo, pero un mes después de Amundsen, quien había estado en el polo del 15 al 17 de diciembre de 1911.
¿Es éste el "peor viaje del mundo"? No del todo: aunque el viaje al polo ocupa un gran espacio del libro, el autor se refiere al viaje que Wilson, Bowers y él mismo hicieran en invierno y del cual escribiera Scott: "Para mí, y para todos los que hemos permanecido aquí, el resultado de este empeño es un acicate para nuestra imaginación pues constituye uno de los capítulos más audaces de la historia polar. Que unos hombres se adentren en lo más profundo de la noche polar para soportar el frío más acerbo y los vendavales más furiosos es algo nuevo; que hayan persistido en su empeño durante cinco semanas enteras a pesar de todas las adversidades es algo heroico. Para nuestra generación constituye una gesta que espero no quede en meras palabras." (cit. en p. 305)
¿Un viaje peor que el que hiciera Scott? Sí: una parte poco recordada debido a la trascendencia de haber llegado al polo y la muerte de quienes llegaron a él. En "peor viaje del mundo" tenía como objetivo conseguir huevos de pingüinos emperador para obtener embriones que esclarecieran el desarrollo evolutivo de estas aves, que empollan en invierno. Un viaje en invierno en la Antártida a temperaturas bajísimas (alcanzaron los -68º C) y donde tuvieron problemas de todo tipo:
"La temperatura era de -44º C, así que cometí una estupidez al quitarme los guantes para tirar de las cuerdas y subir los trineos. Cuando nos encaramamos a la Barrera y reanudamos la marcha, tenía congelados los diez dedos de las manos. No se me desentumecieron hasta que nos metimos en la tienda para cenar, y al cabo de unas horas me salieron en todos ellos dos o tres grandes ampollas de un par de centímetros de largo que me hicieron un daño atroz durante varios días." (p. 311) "...lo que tenía dentro de aquellas grandes ampollas, que me cubrían los dedos y sólo separaba una delgada piel, se transformó en hielo. Manejar los utensilios de cocina las bolsas de la comida era un suplicio; encender el hornillo, peor aún." (p. 316)
Tres hombres que se dirigían a un punto determinado sin más orientación que Júpiter porque no tenían luz y no podían ver la brújula, que también era complicado usar: "...guiarnos con la brújula, lo cual es un verdadero engorro, ya que la aguja sólo se detiene cuando llevas quieto alrededor de un minuto." (p. 200) "...debido a la proximidad del polo magnético, la tendencia de la aguja es principalmente hacia abajo. Un peso compensador colocado en el lado norte le obliga a adoptar una posición horizontal, por lo que es lógico que su capacidad para indicar la dirección sea muy limitada." (p. 203)
Sin embargo, lograron aprender que podían usar más que sus ojos, sobre todo Cherry-Garrard, quien veía "a las personas de la acera de enfrente como manchas borrosas en movimiento." (p. 309): "Acabábamos orientándonos por el oído y por la impresión que nos producía la nieve al pisarla, pues tanto el sonido como el tacto resultan muy útiles para saber qué probabilidades tiene uno de encontrar grietas y de seguir la marcha sin percances." (Wilson, cit. en p. 356-357)
¿Qué problemas trae consigo viajar en el invierno? Las siguientes citas pueden dar una idea de lo que puede ser:
"El problema era el sudor y el aliento. Nunca me hubiera imaginado cuánto segrega el cuerpo por los poros de la piel. Los días más aciagos, aquellos en que teníamos que acampar para desentumecernos los pies tras hacer una jornada de sólo cuatro horas, se debían probablemente a todo lo que habíamos sudado. Y todo aquel sudor, en lugar de pasar por la porosa lana de nuestra ropa para que poco a poco pudiéramos secarnos, se congelaba y acumulaba. Salir de nuestra piel y transformarse en hielo era todo uno: cada vez que nos cambiábamos de calzado, sacábamos de dentro de los pantalones una enorme cantidad de nieve y hielo. También hubiéramos podido sacar el que teníamos en la camiseta y entre ésta y la camisa, pero no podíamos quitarnos tanta ropa, claro está, aunque cuando nos metíamos en el saco de dormir, si teníamos suerte, generábamos durante la noche el calor suficiente para fundirlo: una parte se quedaba en la ropa, otra empapaba la piel de los sacos, y entre las dos no tardaban en formar una auténtica armadura."En cuanto al aliento, durante el día no causaba más complicación que la de cubrirnos de hielo la parte inferior de la cara y soldarnos el pasamontañas herméticamente a la cabeza. No servía de nada quitárselo a menos que el hornillo llevara un buen rato encendido, momento en que uno podía expulsar el aire por todos lados si le apetecía. Los problemas de verdad surgían en el saco de dormir, y es que hacía demasiado frío como para mantener un agujero abierto por el que respirar. En consecuencia, el aliento se nos quedaba pegado a la piel durante toda la noche, y nuestra respiración iba acelerándose a medida que se enrarecía el aire dentro del saco." (p. 312-313)
"...un día en que salí de la tienda por la mañana, listo para cargar el trineo... Una vez fuera, alcé la cabeza para mirar alrededor y descubrí que no podía bajarla. Llevaba allí unos quince segundos, y la ropa se me había quedado rígida, por lo que me pasé unas cuatro horas arrastrando el trineo con la cabeza levantada. A partir de entonces tuvimos cuidado..." (p. 313)
"Lo único que se nos hizo monótono de verdad fueron las ininterrumpidas tiritonas que sufríamos cada vez que nos metíamos en nuestros horrorosos sacos de dormir. Más adelante tendríamos congelaciones incluso metidos en ellos. Cuando esto sucede, es que las cosas no van nada bien." (p. 327)
Pese a todo, los tres hombres alcanzan el criadero de pingüinos y con ello logran no sólo su objetivo, sino sentirse como aquellos que hace algo por primera vez:
"Vimos a los emperadores todos apiñados debajo del acantilado de la Barrera... Tras sufrir tremendas adversidades y realizar un esfuerzo ímprobo, estábamos presenciando una maravilla del mundo natural, y además éramos los primeros en hacerlo." (p. 339-340)
El viaje que tan duro había resultado a la ida, se convirtió en una verdadera pesadilla:
"Ignoro qué hora era cuando desperté. El tiempo estaba en calma y reinaba ese profundo silencio que puede resultar sumamente relajante o terrible según lo dicten las circunstancias. Entonces se oyó el gemido del viento, y todo volvió a sosegarse. A los diez minutos escasos soplaba un vendaval que parecía como si el mundo entero sufriera un ataque de histeria. La tierra había estallado hecha pedazos..."«Bill, Bill, la tienda ha desaparecido», recuerdo que oí a continuación." (p. 346)
Así pasaron días aferrados a "...aquellos obstinados ataúdes [sacos de dormir] de que dependían nuestras vidas..." (p. 361) pero en tan difíciles condiciones que "...durante aquel viaje empezamos a considerar a la muerte como a una amiga." (p. 343) "...decidí que no intentaría mantenerme abrigado, que quizá no costara mucho, y pensé que si las cosas se ponían demasiado feas me quedaba el recurso de la morfina... el ser humano no tiene miedo a la muerte; tiene miedo al dolor de morir." (p. 351)
Pero la tempestad amainó y se dieron a la tarea de buscar la tienda, sin la cual no tenían oportunidad de regresar vivos a la base. "Llegamos a una cuesta, resbalamos y nos deslizamos por ella, totalmente incapaces de detenernos hasta que nos topamos con Birdie [Bowers] y la tienda, que todavía tenía la cubierta exterior sobre las cañas de bambú. Nos habían arrebatado la vida y nos la habían vuelto a dar. Nos sentimos tan agradecidos que no dijimos nada." (p. 353)
Sin embargo, el retorno sería duro: "Sé que nos quedábamos dormidos por el camino, porque yo despertaba al chocar con Birdie, y él lo hacía al chocar conmigo." (p. 364) "...pensé que no había nada en la tierra que un hombre en aquellas circunstancias no estuviera dispuesto a dar con tal de poder dormir bien en un lugar abrigado. Daría todo lo que poseyera. Daría... ¿cuántos años de su vida? ¿Uno ¿Dos? ¿Cinco quizá? Sí, yo daría cinco." (p. 354)
Y quizá fue una eternidad lo que tardaron en regresar a la base, pero llegaron: "Juro que aún nos quedaban modales cuando llegamos tambaleándonos a la base. Y no perdimos la calma, ni siquiera con Dios." (p. 365) "Casi todos los expedicionarios se habían metido en la cama, y recuerdo vagamente gente en pijama y bata sujetándome y tratando de arrancarme del cuerpo la armadura en que se había convertido mi ropa. Finalmente la cortaron y la arrojaron al pie de mi litera, haciendo una pila de forma angular. A la mañana siguiente los restos de las prendas formaban una masa húmeda de casi 11 kilos de peso." (p. 373)
"Hay quien ha escrito acerca de las expediciones polares como si fueran la cosa más fácil del mundo... Otros han caído en el otro extremo... Yo no quiero hacer ni una cosa ni la otra. Sólo pretendo decir que fue un viaje pavoroso y que, si resulta soportable e incluso agradable de recordar, es gracias a las cualidades de mis difuntos compañeros." (p. 320)
Este es el "peor viaje del mundo" y se puede tratar como un libro independiente en el que las emociones del autor se plasman firmemente sin dejar lugar a dudas de lo que está hablando. Sin embargo, también es la crónica de un excelente escritor que narra desde su perspectiva de participante de la expedición de Scott lo que está sucediendo: lo que piensan de los hombres que fueron al polo y nunca regresaron y los planes para ir en su búsqueda.
"El objetivo principal de la expedición ea llegar al polo. Si no se encontraba ningún testimonio, no se llegaría a saber nunca a ciencia cierta si habían tenido éxito o habían fracasado. ¿No constituía un deber no sólo para ellos y sus familiares sino también para con la expedición averiguar en la medida de lo posible qué suerte habían corrido?" (p. 513)
"Son muchos los motivos que impulsan al hombre a ir a los polos, y el acicate intelectual está presente en todos ellos; pero en el fondo lo que cuenta es el deseo de saber, a secas, y en este momento no hay ningún lugar para obtener conocimientos que pueda compararse con la Antártida."La exploración es la expresión física de la pasión intelectual."Y diré una cosa: si tiene usted el deseo de saber y el poder para hacerlo realidad, vaya y explore. Si es usted un hombre valiente, no hará nada; si es un hombre miedoso, es posible que haga mucho, pues sólo los cobardes tienen necesidad de demostrar su valor. Hay quien le dirá que está chiflado, y casi todo el mundo le preguntará: «¿Para qué?» Y es que somos una nación de tenderos, y ningún tendero está dispuesto a parar en mientes en una investigación que no le prometa un rendimiento económico antes de un año. Así que viajará usted prácticamente solo con su trineo, pero quienes le acompañen no serán tenderos, y eso tiene un gran valor. Si hace usted su correspondiente viaje de invierno, obtendrá su recompensa, siempre y cuando lo único que desee sea un huevo de pingüino." (p. 648-649)
Fe de erratas
Página 195, tercer párrafo, dice: "...más adelante llegaríamos a la conclusión de que la superficie idónea para tirar de un trineo con esquís es la que está a unos -9º C." En la página 525, línea 9, se menciona esto mismo con "una temperatura ambiente de -8º C, aproximadamente".
Página 324, nota de pie, dice: "Véase glosario, página 643 (N. del T.)" La página correcta es la 89.
Página 353, antepenúltima línea, dice: "Y mientras Birdie se ocupaba de ello, Birdie y yo volvimos al refugio..." Debe decir: "Y mientras Bill se ocupaba de ello, Birdie y yo volvimos al refugio..."
Página 435, primera nota de pie, dice: "Véase la pág. 398." El asunto al que se refiere la cita está en la página 404.
Página 482, línea cuarta del último párrafo, dice: "...empezó considerarse la posibilidad..." Debe decir: "...empezó a considerarse la posibilidad..."
Página 573, línea 11, primera palabra, dice: "noviembre". Debe decir: Enero.