follow me
Montañismo y Exploración
Al asalto del Khili-Khili, Parte VIII
5 enero 1999

La montaña más alta del mundo no es el Everest, sino una que tiene más de catorce mil metros. Esta es la historia de su primer y único ascenso. Una novela que, además de divertida, es la única que trata al montañismo de forma sarcástica.







  • SumoMe

Después de algunas extrañas observaciones, aceptó, y yo comencé a girar con mi saco de dormir. A esta altura esto era un trabajo agotador. Debí detenerme varias veces para recobrar el aliento, y cuando hube terminado mi movimiento de rotación, descubrí que había perdido mi almohada en el camino. No podía pensar en buscarla, y la sustituí con un zapato.


Iba a dormirme de nuevo, cuando un ruido espantoso se hizo oír a algunos centímetros solamente de mi rostro. Aterrorizado, golpeé instintivamente, y, ante mi viva sorpresa, me encontré cogiendo con las dos manos una boca. Era horrible; creo que no olvidaré jamás el terror ni el disgusto que me inspiró este contacto. Descubrimos entonces que tanto Constant como yo habíamos efectuado una media vuelta y que de nuevo estabamos instalados con la cabeza del mismo lado.


Brutalmente sacado de la pesadilla que había hecho nacer esta mordaza sobre su boca, Constant se precipitó sobre mí. Aún bajo el aturdimiento del sueño y del miedo, me defendí furiosamente, y la tienda fue muy pronto sacudida por nuestra lucha. No tardé en estar agotado, y ya casi había perdido toda esperanza de sobrevivir, cuando Constant cesó repentinamente, agotado y jadeante. Cuando hubimos recobrado el aliento y la cabeza, le renové mis excusas, y tratamos de desenredarnos.


Pero esto no era tan fácil. Estabamos encerrados en un estrecho complejo, a medias salidos de nuestros sacos de dormir respectivos, en medio de un lío de cuerdas y ropas. La noche era negra. Al tratar de liberarme, terminé por caer dormido sentado, y me desperté, poco después, aullando, con la impresión de que la cuerda era una serpiente que trataba de estrangularme. Me debatí desesperadamente antes de recobrar mi presencia de ánimo, lo que no hizo más que agravar aún más el embrollo.


Continuamos nuestros esfuerzos, pero no llegábamos a coordinarlos. Ya tirábamos cada uno hacia nuestro lado del mismo extremo de la cuerda, ya rodábamos por el suelo, enredándosenos las piernas; a veces, también, en una valiente tentativa para liberarnos un brazo, nos enviábamos mutuamente un puñetazo al ojo. Los dos estábamos al borde del jadeo. Estabamos llenos de cardenales y de dolores de estómago que nos hacían retorcemos por el suelo, complicando aún más la situación. Y no cesábamos de caer dormidos y de despertamos en medio de las más horribles pesadillas.


Para terminar de arreglar la noche, la tienda se cayó sobre nosotros.


Nos resignamos. Nos quedamos donde estabamos esperando el día.


Cuando hubo claridad, logramos levantar la cabeza y miramos.


—Esto no puede continuar— dijo Constant. No se podía resumir mejor la situación, estimé yo. Había que descender, como fuera, al campamento I.


Páginas: 1 2 3 4 5 6



 



Suscríbete al Boletín

Google + Facebook Twitter RSS

 

Montañismo y Exploración © 1998-2023. Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con SIPER
Diseño por DaSoluciones.com©