follow me
Montañismo y Exploración
Al asalto del Khili-Khili, Parte VIII
5 enero 1999

La montaña más alta del mundo no es el Everest, sino una que tiene más de catorce mil metros. Esta es la historia de su primer y único ascenso. Una novela que, además de divertida, es la única que trata al montañismo de forma sarcástica.







  • SumoMe

A nueve mil metros recomenzamos a buscar el campamento I, y una vez más, a pesar de las instrucciones que se nos transmitían por radio, no conseguimos encontrarlo. Desesperados, decidimos seguir hasta la base avanzada. Llegamos allí al caer la tarde, en un estado de completo agotamiento.


Nuestro primer cuidado fue deshelar nuestros pies. Para esto, metimos los pies en un cubo lleno de nieve fundida, que hicimos en seguida hervir sobre un hornillo de gasolina. Afortunadamente, teníamos zapatos de repuesto. Tuvimos después de esto una breve conversación con el campamento I y nos fuimos a acostar, rehusando beber nada ni comer nada.


Al día siguiente estábamos casi restablecidos. En circunstancias normales, hubiéramos tomado un largo descanso; pero como esto significaba quedar a merced de Pong, no había ni que pensar en ello. Amparados en la noche, nos habíamos deslizado hasta la tienda en que se encontraban las provisiones y habíamos injerido algún alimento. Fortificados por esta colación, pudimos pasarnos sin el desayuno, y poco después de la salida del día nos pusimos en marcha hacia el campamento I. No intentamos esta vez dejar atrás a Pong. Estábamos ya completamente desmoralizados.


Nos había alegrado saber que Shute, Jungle y Wish estaban ya en camino hacia el campamento II. Burley, que se había quedado solo en el campamento I, había, desgraciadamente, sobrepasado el estado óptimo de su aclimatación, y su estado de salud no era tan magnífico como el de la víspera. Había, pues, juzgado preferible quedarse atrás para recuperar algunas fuerzas.


La ascensión fue dura, sin incidentes. Constant y yo nos las veíamos y deseábamos para seguir el paso de autómatas de los porteadores. Desde que habíamos sobrepasado el nivel de los siete mil metros, yo estaba esperando la mejora de carácter prometida por Constant. Pero no se produjo nunca. Constant me dijo que no lo comprendía; se preguntaba si no serían rudistaneses en vez de yoguistaneses. Me aseguró que, a su regreso, lo comprobaría en las notas de su curso de geografía yogistanesa por correspondencia.


A los nueve mil metros seguimos nuestras búsquedas del camapento I. También sin éxito. Aún hoy me encuentro en la absoluta incapacidadpara explicar nuestros repetidos fracasos para descubrir el Campamento I.


A pesar de nuestro agotamiento, no teníamos otro recuerdo que dirigirnos al campamento II. Era una lástima dejar solo a Burley en el cmapamento I, pero me consolé pensando que pronto seríamos cinco para soportar el fardo de Pong. Quizá uniendo nuestros recursos lograríamos descubrir algún medio de librarnos de él.


Continuamos nuestro ascenso. Gracias a los escalones que habíamos tallado dos días antes, pudimos llegar muy pronto al campamento II cin otro incidente.


Constant y yo habíamos conocido tales pruebas, que casi fue una sorpresa para nosotros encontrar en el campamento II gentes felices. A medida que nos aproximábamos, los ecos de Los Caballeros de la Tabla Redonda vinieron a encantar nuestros oídos como los hosannas de los bienaventurados.


Fuimos acogidos a brazos abiertos y a grandes palmadas en la espalda. Nos echaron nieve por el cuello.


Nunca había visto a mis camaradas de tan buen humor desde el incidente de la grieta. Me pregunté cuál podría ser la causa.


Fue entonces cuando vieron a Pong.


Páginas: 1 2 3 4 5 6



 



Suscríbete al Boletín

Google + Facebook Twitter RSS

 

Montañismo y Exploración © 1998-2023. Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con SIPER
Diseño por DaSoluciones.com©