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Montañismo y Exploración
Al asalto del Khili-Khili, Parte II
15 noviembre 1998

La montaña más alta del mundo no es el Everest, sino una que tiene más de catorce mil metros. Esta es la historia de su primer y único ascenso. Una novela que, además de divertida, es la única que trata al montañismo de forma sarcástica.







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El viaje por tren no tuvo historia. Burley se mostró muy sensible al calor y Prone contrajo la malaria. Constant observó que habíamos hecho bien en llevar un médico con nosotros. Debo decir que Prone tomó a mal esta inocente observación y se mostró muy grosero con el pobre Constant; pero éste le perdonó generosamente, remitiendo la grosería al estado de salud de Prone. Constant se fue a la parte del tren reservada a los indígenas, a fin de mejorar sus conocimientos de la lengua; pero pronto estalló una riña, y él juzgó preferible retirarse. Los indígenas —explicó— eran verdaderamente de un natural amable y de una imperturbable dignidad, que no excluía una cierta alegría; pero se dejaban a veces irritar por naderías. Nosotros quisimos enterarnos de la naturaleza exacta de esta materia, pero Constant dijo que esto era difícil hacérselo comprender a un europeo.


Wish se pasó casi todo el viaje con un cronómetro en la mano: contaba los postes telegráficos, a fin de calcular la velocidad del tren. Esta se confesó ser de doscientos cuarenta y cinco kilómetros por hora, pero Wish estimaba que había que tener en cuenta un cierto margen de error para compensar las irregularidades en el espaciamiento de los postes. Burley comprobó sus cálculos y descubrió que la aguja del segundero se había parado. Este incidente nos divirtió mucho.


Nuestra llegada a Chaikhosi fue un gran acontecimiento, tanto para nosotros como para la población indígena. Constant había tomado las medidas necesarias para que tres mil portadores nos esperasen a la llegada del tren, a fin de evitar toda pérdida de tiempo. Cuando llegamos, nos quedamos bastante sorprendidos, y emocionados también, al ver que una muchedumbre inmensa, que se extendía hasta donde llegaban nuestras miradas, había venido a darnos la bienvenida. Nada más asomarnos por las ventanillas fuimos aclamados estruendosamente. Constant aprovecho la ocasión para informarnos acerca de la amabilidad de lo indígenas, lo que era uno de sus rasgos de carácter principales.


Apenas descendidos del tren, fuimos recibidos por un dignatario, que yo creí sería el clang local, o jefe del poblado. Constant inició la conversación con él, en su tono más diplomático. Conversaron así varios minutos, y un espectador europeo hubiera podido cometer el error de concluir que se querellaban violentamente; pero yo me dije que esto sería, sin duda, el idioma del país.


Constant terminó por decimos que este hombre no era el clang, sino el bang, o jefe de los portadores, y que la multitud que nos rodeaba estaba compuesta de los portadores que él había contratado.


—Si quiere usted saber mi opinión —dijo Prone— hay muchos mas de tres mil.


Yo era de la misma opinión, pero Constant dijo que nadie había preguntado nada a Prone y que él estaba seguro de sus cifras.


—¿Por qué no interrogar a su amigo? —propuso Prone. Constant se entregó con el bang a una nueva discusión, al término de la cual nos declaré que el hombre hablaba un dialecto oscuro y que parecía no conocer bien el yogistanés corriente.


—Bueno—dijo Prone—; no tenemos más que contarlos. Alineémoslos por filas de a diez.


Constant se volvió de nuevo al bang y, después de mucho ruido y muchas gesticulaciones, nos explicó que no había en yogistanés ninguna expresión que significara filas de a diez, y que como este país ignoraba todo de la instrucción militar, era bastante difícil hacer comprender a un espíritu yogistanés lo que se entendía por alinear.


Yo dije entonces a Constant que íbamos a dejarle ajustar esta cuestión con el bang. El convino en que era una buena idea, pues, sin duda, nuestra presencia ponía nervioso al pobre indígena.


En la estafeta de Correos me esperaba una sorpresa bajo la forma de una carta de Jungle. Había llegado por avión tres días antes y había partido en explorador para preparar el camino.


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